lunes, 30 de septiembre de 2024

Ministerio cristiano evangélico: Manantial de Vida, Música: Corazón Perf...

Ministerio cristiano evangélico: Manantial de Vida, Salmo 69

Ministerio cristiano : Manantial de Vida, Audiolibro: Las Tres Cruces 4

GÉNESIS PARTE 115

ABRAHAM Y EL PAÍS DE CANAÁN “El glorioso evangelio del Dios bendito” El hambre y Egipto ¡Desdichado aquel que pudiera pensar así! Y, no obstante, con frecuencia hemos visto vender todas estas bendiciones incomparables por un poco de bienestar, un poco de influencia en el mundo, un poco de dinero. Velemos contra esta tendencia a abandonar el camino de la obediencia sencilla y completa, camino estrecho, pero siempre seguro; a veces áspero, pero siempre feliz y bendito. Seamos solícitos en “mantener la fe y la buena conciencia”, cosas a las que nada puede reemplazar. Si sobreviene la prueba, en lugar de volver atrás en pos de Egipto, refugiémonos en Dios, de modo que la prueba, en lugar de sernos motivo de caída, nos sea ocasión de manifestar nuestra obediencia. Y cuando seamos tentados a seguir la comente del mundo, acordémonos del que “se dio a sí mismo por nuestros pecados para libramos del presente siglo malo, conforme a la voluntad de nuestro Dios y Padre” (Gálatas 1:4). Si tal fue su amor por nosotros y tal su juicio acerca del carácter del presente siglo malo, que se dio a sí mismo para libramos de éste, ¿renegaremos de él, yendo a hundimos otra vez en un mundo del cual nos ha librado para siempre por medio de su cruz? ¡Dios nos libre de hacerlo! ¡El Todopoderoso nos guarde en la palma de su mano y a la sombra de sus alas, hasta que veamos a Jesús tal cual es seamos como él y estemos con él para siempre jamás! RESTAURACIÓN DE ABRAHAM Y SU SEPARACIÓN DE LOT Abraham vuelve hasta donde estaba antes su tienda El principio de este capítulo nos presenta un asunto de suma importancia para el corazón, a saber, el verdadero carácter de la restauración divina. Cuando, de un modo u otro, el estado espiritual del creyente entra en decadencia y pierde la comunión con Dios, corre el riesgo de no apelar a la gracia tal cual es, desde el momento en que se le despierta su conciencia, como así también el de no advertir plenamente la realidad de su restauración delante de Dios. Ahora bien, sabemos que todo lo que Dios hace, lo hace de un modo digno de su persona; ya sea que cree o que redima, que convierta, restaure o provea, no puede obrar sino de conformidad con su carácter; su forma de actuar consiste siempre y únicamente en hacer lo que es digno de él. Esto es para gran dicha nuestra, puesto que estamos siempre dispuestos a limitar “al Santo de Israel” (Salmo 78:41 - VM.), sobre todo cuando se trata de la gracia restauradora. Continuará...

domingo, 29 de septiembre de 2024

"La Montaña Sagrada", letra compuesta por mi persona, la música y voz se...

Ministerio cristiano evangélico: Manantial de Vida, Salmos 67 y 68

Ministerio cristiano : Manantial de Vida, Audiolibro: Las Tres Cruces 3

GÉNESIS PARTE 114

ABRAHAM Y EL PAÍS DE CANAÁN “El glorioso evangelio del Dios bendito” El hambre y Egipto Así que Abraham debió haber pensado del hambre lo mismo que Pablo de la prisión. Se hallaba precisamente en la condición en que Dios le había colocado, y no se le había dado orden de salir. Allí estaba el hambre, por cierto; más aun, a su alcance estaba Egipto, ofreciéndole socorro; pero el sendero del siervo de Dios estaba claro. Más le hubiera valido morir de hambre en Canaán, si hubiese sido necesario, que vivir en la abundancia de Egipto. Más vale sufrir en el camino de Dios que holgarse en el de Satanás. Más vale ser pobre con Cristo que rico sin él. Abraham tuvo en Egipto “ovejas, vacas, asnos, siervos, criadas, asnas y camellos” (v. 16), prueba evidente —dirá el corazón natural— de que Abraham hizo bien al descender a Egipto. Pero ¡ay! en Egipto no tuvo altar, ni comunión con Dios. El país de Faraón no era el lugar de la presencia de Jehová, de modo que, al descender allí, fue más lo que Abraham perdió que lo que ganó. Así sucede siempre; nada puede suplir la falta de comunión con Dios. La salvación de una calamidad temporal y la adquisición de las riquezas más grandes son pobres sustitutos de lo que se pierde alejándose, aunque fuera sólo un ápice, del recto sendero de la obediencia. ¿Habrá muchos de nosotros que puedan decir «amén» a esto? ¡Cuántos hay que, para escapar de la prueba y del trabajo —elementos inseparables del camino de Dios—, se han vuelto atrás para seguir la corriente del presente siglo malo, cayendo así en un deplorable estado de esterilidad, de sequedad, de tristeza y de tinieblas espirituales. Es muy posible —como se dice vulgarmente— que «hayan hecho fortuna», que hayan acumulado riquezas, ganado, favores del mundo, que hayan sido «bien tratados» por sus Faraones, que hayan adquirido un nombre y una posición entre los hombres, pero ¿pueden estas cosas compensar el gozo que se siente en la comunión con Dios, en la posesión de un corazón feliz, de una conciencia pura y sin mancha, en contar con un espíritu de adoración y gratitud, en prestar un testimonio vivo y un servicio eficaz?. Continuará...

sábado, 28 de septiembre de 2024

Ministerio cristiano evangélico: Manantial de Vida, Salmos 66

Ministerio cristiano : Manantial de Vida, Audiolibro: Las Tres Cruces 2

GÉNESIS PARTE 113

ABRAHAM Y EL PAÍS DE CANAÁN “El glorioso evangelio del Dios bendito” Pero, si bien Dios corresponde a la fe, también la prueba. La fe tiene, por tanto, sus pruebas. No se debe imaginar que el creyente sólo ha de recorrer un camino fácil y llano. Lejos de ello. Al contrario encuentra sin cesar, mares alborotados y cielos encapotados. Experimenta así de manera más profunda y más madura lo que Dios es para el corazón que confía en él. Si el cielo fuera siempre sereno y el sendero llano, el creyente descuidaría su relación con Dios; sabemos cuán inclinado está el corazón a tomar la paz exterior por la paz de Dios. Cuando todo alrededor de nosotros va bien, cuando nuestras posesiones están seguras, prosperan nuestros negocios, se comportan bien nuestros hijos, la casa es cómoda, disfrutamos de buena salud y, en una palabra, todas las cosas están a gusto, ¡cuán dispuestos estamos a confundir la paz que descansa sobre tal estado de cosas con la que proviene de la sentida presencia de Cristo! El Señor sabe esto y, por lo mismo, cuando descansamos en las circunstancias en lugar de descansar sobre su persona, nos visita y, de un modo u otro, derriba nuestros falsos apoyos. Más todavía, a veces llegamos a creer que tal o cual camino es recto porque está libre de pruebas, y viceversa. Éste es un gran error. El sendero de la obediencia es a menudo de lo más penoso para la carne y la sangre. Por eso Abraham no sólo fue llamado a encontrarse con los cananeos en el lugar al que Dios le había llamado, sino que “hubo... hambre en la tierra” (v. 10). ¿Debía Abraham entender, como consecuencia, que no se hallaba donde debía? Ciertamente que no, porque entonces habría juzgado según la vista de sus ojos, y la fe nunca obra así. Aquello, sin duda, le era una prueba para el corazón, una cosa incomprensible para su naturaleza, pero para la fe todo es claro y fácil. Cuando Pablo fue llamado a Macedonia, casi la primera cosa que halló fue la cárcel de Filipo. Un corazón que no estuviera en comunión con Dios habría visto en esa prueba un golpe fatal a su misión. Pero Pablo no dudó de su condición ni por un momento, y pudo cantar alabanzas a Dios en medio de la misma prisión, seguro como estaba de que todo lo que le habia sobrevenido era precisamente lo que debía ocurrir. Y Pablo tenía razón, porque en la cárcel de Filipo había un “vaso de misericordia” (Romanos 9:23) que, humanamente hablando, jamás habría podido oír el Evangelio si quienes lo proclamaban no hubieran sido echados en el lugar donde estaba ese vaso. A despecho de sí mismo, el diablo vino a ser el instrumento del que Dios se sirvió para que el Evangelio llegara a oídos de uno de sus elegidos. Continuará...

viernes, 27 de septiembre de 2024

Ministerio cristiano evangélico: Manantial de Vida, Salmo 65

Ministerio cristiano : Manantial de Vida, Audiolibro: Las Tres Cruces 1

GÉNESIS PARTE 112

ABRAHAM Y EL PAÍS DE CANAÁN “El glorioso evangelio del Dios bendito” Tal es el infinitamente glorioso camino de Dios. Conforme a éste obró con Abram, con Saulo de Tarso y así obra con respecto a nosotros. El Dios de gloria mostró a Abram mejor patria que la de Ur y Harán, hizo ver a Saulo de Tarso una gloria tan resplandeciente que quedaron cerrados sus ojos a todos los esplendores de la tierra, de suerte que en adelante los tenía por “basura para ganar a Cristo” (Filipenses 3:8), quien le había aparecido, y cuya voz había resonado hasta en lo más profundo de su alma. Saulo vio un Cristo celestial en la gloria, y durante todo el resto de su carrera terrestre, a pesar de la flaqueza deL“vaso de barro” (Números 5:17 y Romanos 9:20), este Cristo celeste y esta gloria celeste llenaron su alma entera. Dios responde a la fe de Abraham pero pone a prueba a su siervo “Y pasó Abram por aquella tierra hasta el lugar de Siquem, hasta el encino de More; y el cananeo estaba entonces en la tierra” (v. 6). La presencia de los cananeos en la tierra de Jehová fue necesariamente para Abraham un llamamiento a la fe y a la esperanza, un ejercicio de corazón, una prueba de paciencia. Había dejado Ur y Harán para trasladarse al país del cual “el Dios de gloria” le había hablado, y allí halló a los cananeos. Pero “apareció Jehová a Abram, y le dijo: A tu descendencia daré esta tierra” (v. 7). El conjunto de estas dos declaraciones es de una hermosura conmovedora. “El cananeo estaba entonces en la tierra” (v. 6), y para que Abraham no pusiese sus ojos en el cananeo, entonces poseedor de la tierra, Jehová le apareció como dueño dispuesto a darle ese país a él y a su posteridad para siempre. Así los pensamientos de Abraham fueron dirigidos a Jehová, y no a los cananeos, en lo que hay para nosotros una enseñanza preciosa. Los cananeos en el país son la expresión del poder de Satanás pero, en lugar de preocupamos del poder deSatanás —lo que nos alejaría de nuestra herencia— somos llamados a asimos del poder de Cristo, quien nos introduce en la herencia. “No tenemos lucha contra sangre y carne, sino... contra huestes espirituales de maldad en las regiones celestes” (Efesios 6:12). La esfera misma a la cual somos llamados es la escena de nuestra lucha. ¿Hemos de espantamos del enemigo? Ciertamente que no, porque Cristo está por nosotros, el Cristo victorioso en el cual “somos más que vencedores” (Romanos 8:37). Por lo mismo, en lugar de abandonamos a un espíritu de temor, vivimos con un espíritu de adoración. Abram “edificó allí un altar a Jehová, quien le había aparecido. Luego se pasó de allí a un monte al oriente de Bet-el, y plantó su tienda” (v. 7, 8). Continuará...

jueves, 26 de septiembre de 2024

Ministerio cristiano evangélico: Manantial de Vida, Salmos 63 y 64

Ministerio cristiano : Manantial de Vida, Audiolibro: El Cristianismo ¿Q...

GÉNESIS PARTE 111

ABRAHAM Y EL PAÍS DE CANAÁN “El glorioso evangelio del Dios bendito” ¡Cuán diferente en todos sentidos es “el glorioso evangelio del Dios bendito” (1 Timoteo 1:11) a toda esa irrisoria doctrina del legalismo! Ese Evangelio nos revela a Dios mismo descendiendo en perfecta gracia, quitando el pecado de la manera más absoluta mediante el sacrificio de la cruz y sobre el fundamento de la justicia eterna, habiendo Cristo sufrido por el pecado, hecho por nosotros “pecado” (2 Corintios 5:21). Y Dios no sólo quita el pecado, sino que comunica la vida nueva, la vida de resurrección, que es la misma vida de su propio Hijo resucitado y glorificado, la vida que todo verdadero creyente ya posee, en virtud de que, en el eterno consejo de Dios, está unido al que fue clavado a la cruz, pero que ahora está sentado en el trono de la Majestad en los cielos. A esta nueva naturaleza —como ya lo hemos hecho notar— Dios, en su bondad, la guía por los preceptos de su santa Palabra, aplicada por el Espíritu Santo; la anima también presentándole esperanzas indestructibles; a distancia le revela “la esperanza, de la gloria” (Romanos 5:2), “la ciudad que tiene fundamentos”, la “patria... mejor, esto es, celestial” (Hebreos 11:10, 14, 16), las “muchas moradas” (Juan 14:2) en la casa del Padre, las arpas de oro, las palmas verdes y las “ropas blancas” (Apocalipsis 7:9), el “reino inconmovible” (Hebreos 12:28), la comunión eterna con él en esas regiones en las cuales no habrá más noche ni dolor, la gracia indecible de ser güiado eternamente “a fuentes de aguas de vida” (Apocalipsis 7:17) en el paraíso del amor del Redentor. ¡Cuán diferente es todo esto de las ideas del legalista! Dios, en vez de exhortarme a abandonar las cosas de la tierra que amo para obtener un cielo que aborrezco; en lugar de desarrollar y gobernar una naturaleza caída, Dios —decía— en su gracia infinita, y en virtud del sacrificio hecho por Cristo, me comunica una naturaleza capaz de gozar del cielo y me da un cielo del que puede gozar esta naturaleza, y no sólo un cielo sino su propia persona, fuente inagotable de toda la bienaventuranza del cielo. Continuará...

miércoles, 25 de septiembre de 2024

Ministerio cristiano evangélico: Manantial de Vida, Salmos 60, 61 y 62

Ministerio cristiano : Manantial de Vida, Audiolibro: El Cristianismo ¿Q...

GÉNESIS PARTE 110

GÉNESIS ABRAHAM Y EL PAÍS DE CANAÁN La fe, fuerza motriz del alma Pero Dios no sólo comunica al creyente una naturaleza divina y no sólo la guía por sus preceptos divinos, sino que pone delante de él esperanzas acordes con esta naturaleza. Así ocurrió con Abraham. El “Dios de gloria” (Hechos 7:2) se le apareció, y ¿con qué objeto? Dios quería poner delante de él un objeto digno de poseer: “la tierra que yo te mostraré” (v. 1). En esto no había nada de obligación forzosa, pero Dios atraía el alma. Según la apreciación de la nueva naturaleza, o de la fe, la tierra de Jehová era mucho mejor que Ur o Harán; y, aunque no había visto esta tierra, la fe sabía apreciar su hermosura y su valor, juzgando que, para poseerla, valía la pena ahandonar las cosas presentes. Ésta es la razón por la cual leemos que “por la fe Abraham, siendo llamado, obedeció para salir al lugar que había de recibir como herencia; y salió sin saber a dónde iba” (Hebreos 11:8), es decir que andaba por fe y no por vista (2 Corintios 5:7). Aunque sus ojos no habían visto, creía en su corazón; la fe era la gran fuerza motriz de su alma. La fe descansa en un fundamento mucho más sólido que la evidencia de nuestros sentidos físicos: la Palabra de Dios. Nuestros sentidos nos pueden engañar; la Palabra de Dios nunca. El sistema del legalismo niega por completo la doctrina de la nueva naturaleza, como así también los preceptos que la guían y las esperanzas que la animan. El legalista enseña que es preciso renunciar a la tierra para ganar el cielo. Pero ¿cómo puede la naturaleza caída abandonar aquello a lo que está ligada? ¿Cómo podrá sentirse atraída por lo que para ella no tiene atractivo alguno? El cielo no tiene atractivo para la vieja naturaleza; el cielo sería el último lugar donde ella querría estar. No siente gusto ni por el cielo, ni por lo que ocupa el cielo, ni por los moradores del cielo. Si fuera posible que la naturaleza caída entrara en el cielo, se hallaría a disgusto allí. Es incapaz de renunciar a la tierra e incapaz de sentir vivo deseo de alcanzar el cielo. Es verdad que se contentaría con escapar del infierno y de sus tormentos indescriptibles; pero el deseo de escapar del infierno y el deseo de alcanzar el cielo brotan de dos fuentes muy diferentes. El primero puede existir en la vieja naturaleza; el segundo sólo se halla en la nueva naturaleza. Si no hubiera “lago de fuego” (Apocalipsis 19:20; 20:10, 14, 15), gusano que no muere y “crujir de dientes” (Lucas 13:28) en el infierno, la vieja naturaleza nada temería. Y este principio es verdadero respecto a todos los deseos y todas las necesidades de esa naturaleza. Continuará...

martes, 24 de septiembre de 2024

Ministerio cristiano evangélico: Manantial de Vida, Salmos 58 y 59

Ministerio cristiano : Manantial de Vida, Audiolibro: El Cristianismo ¿Q...

GÉNESIS PARTE 109

ABRAHAM Y EL PAÍS DE CANAÁN Harán y los impedimentos familiares Volvamos ahora a nuestro tema. No nos consta cuánto tiempo se detuvo Abraham en Harán. De todos modos, Dios, en su gracia, veló por su siervo hasta que éste, libre ya del impedimento de la naturaleza, obedeció del todo a su mandamiento. Pero no hubo ni pudo haber concierto entre el mandamiento y las circunstancias en las cuales se hallaba Abraham según la naturaleza. Dios ama demasiado a sus siervos para privarles de la bienaventuranza completa que sólo acompaña a la obediencia completa. Conviene notar que Abraham no recibió ninguna nueva revelación durante su residencia en Harán. Para que Dios nos dé nueva luz es preciso que nuestra conducta esté a la altura de la luz que ya nos ha comunicado. “A todo el que tiene, se le dará” (Lucas 8:18). Tal es el principio divino. De todos modos, recordemos que Dios no nos arrastra a remolque en el sendero de la obediencia y del servicio verdadero; hacerlo así comprometería la excelencia moral que caracteriza a todos los caminos de Dios. Dios no nos arrastra, nos atrae y nos hace andar así en el camino que conduce a la dicha inefable que está en Él mismo; y si nosotros no comprendemos que nos es ventajoso franquear toda barrera de la naturaleza para responder al llamamiento de Dios, faltamos a la gracia que se nos ha concedido. Pero ¡ay! nuestros corazones comprenden tan poco estas cosas. Empezamos por contar los sacrificios, los impedimentos y las dificultades en lugar de correr por el camino de la obediencia, llenos de ardor en nuestras almas como los que conocen y aman a Aquel cuyo llamamiento ha resonado en nuestros oídos. Cada paso en el camino de la obediencia va acompañado de bendiciones positivas, porque la obediencia es el fruto de la fe, y la fe nos sitúa en una viva asociación y comunión con Dios mismo. Si consideramos la obediencia bajo este punto de vista, veremos sin dificultad cuánto se diferencia ella del legalismo (el que enseña la salvación por la obediencia a la ley) en cada uno de sus caracteres distintivos. El legalismo coloca al hombre, cargado con todo el peso de sus pecados, en el sendero de las buenas obras para servir a Dios cumpliendo los preceptos de la ley, de lo que resulta que el alma siempre se ve atormentada, y, lejos de correr por el camino de la obediencia, ni siquiera ha dado el primer paso. La verdadera obediencia, en cambio, no es más que la manifestación o fruto de una naturaleza nueva, comunicada por la gracia. Continuará...

lunes, 23 de septiembre de 2024

Ministerio cristiano evangélico: Manantial de Vida, Salmos 56 y 57

Ministerio cristiano : Manantial de Vida, Audiolibro: El Cristianismo ¿Q...

GÉNESIS PARTE 108

ABRAHAM Y EL PAÍS DE CANAÁN Casi huelga decir que, bajo este punto de vista, la cruz es tan perfecta como bajo el punto de vista anterior. La misma cruz que me une con Dios, me separa del mundo. El difunto ha terminado ya con el mundo, y el creyente, muerto con Cristo —por quien el mundo le es “crucificado” y él “al mundo” (Gálatas 6:14)— y resucitado con Cristo, vive unido a él en virtud del poder de una vida y naturaleza nuevas. Como está unido a Cristo inseparablemente, el creyente participa necesariamente de su aceptación por parte de Dios y de su menosprecio por parte del mundo. Estas dos cosas van juntas. La primera nos constituye adoradores y ciudadanos del cielo; la otra nos constituye testigos y extranjeros en la tierra. Aquélla nos introduce dentro del velo; ésta nos pone fuera del campamento, y la una es tan perfecta como la otra. Si se ha colocado la cruz entre mí y mis pecados, dándome la paz con Dios, también se ha colocado entre mí y el mundo, asociándome a Cristo —el desechado por los hombres—, haciéndome objeto de sus enemistades y constituyéndome a la vez en humilde y paciente testigo de la gracia preciosa, insondable y eterna que en ella se revela. El creyente debería comprender bien estos dos aspectos de la cruz de Cristo y hallarse en condiciones para distinguirlos. No debería hacer gala del disfrute de las bendiciones del uno y rehusar entrar en las condiciones del otro. Si tiene el oído abierto para oír la voz de Cristo dentro del velo, también debería tenerlo abierto para escuchar esa misma voz fuera del campamento. Si se apropia de la expiación que se ha llevado a cabo en la cruz, debería también realizar de hecho el vituperio que ello necesariamente implica. Lo primero fluye de la parte que Dios tuvo en la cruz; lo último fluye de la parte que el hombre tuvo en ella. Es nuestro bendito privilegio no solamente el hecho de haber acabado en ella con el pecado, sino también el de haber acabado en ella con el mundo. Todo está encerrado en la doctrina de la cruz, y ésta es la razón por la cual el apóstol ha podido decir: “Lejos esté de mí gloriarme, sino en la cruz de nuestro Señor Jesucristo, por quien el mundo me es crucificado a mí, y yo al mundo” (Gálatas 6:14). Pablo consideraba al mundo como cosa que debía clavarse a la cruz, y el mundo, al crucificar a Cristo, había crucificado a todos los que le pertenecen. De ahí que exista una doble crucifixión en lo que respecta al creyente y al mundo, y si entráramos plenamente en ello, demostraríamos la completa y permanente imposibilidad de amalgamar los dos. Amado lector, meditemos estas cosas profunda y honradamente, con oración, y que el Espíritu Santo nos dé capacidad para penetrar en el completo poder práctico de ambas fases de la cruz de Cristo. Continuará...

domingo, 22 de septiembre de 2024

Ministerio cristiano evangélico: Manantial de Vida, Salmos 55

Ministerio cristiano : Manantial de Vida, Audiolibro: El Cristianismo ¿Q...

GÉNESIS PARTE 107

ABRAHAM Y EL PAÍS DE CANAÁN En la cruz, en cambio, veo a Dios entrar en juicio con el pecado de un modo que resulte en gloria infinita para él mismo; veo la manifestación gloriosa y la perfecta armonía de todos los atributos divinos; veo el amor, y un amor tal que cautiva y persuade mi corazón, fortaleciéndolo y separándolo de todo objeto diferente a medida que comprende este amor; veo la sabiduría, y una sabiduría que confunde a los demonios y asombra a los ángeles; veo la potencia, y una potencia que derriba todas las barreras; veo la santidad, y una santidad que aleja al pecado hasta los límites más recónditos del universo moral y que constituye la expresión más fuerte que se pueda dar al aborrecimiento que Dios le tiene al pecado; veo la gracia, y una gracia que coloca al pecador en la misma presencia de Dios, más aun, en el propio seno de Dios. ¿Dónde podría yo ver todas estas cosas sino en la cruz? Mire usted a su alrededor, y no hallará jamás nada que reúna de un modo tan lleno y glorioso las dos grandes cosas: “Gloria a Dios en las alturas” y “en la tierra paz” (Lucas 2:14). ¡Cuán preciosa es, por tanto, la cruz en ésta su primera fase, como fundamento de la paz del pecador, base de su adoración y base de su relación eterna con el Dios que es allí revelado de manera tan bienaventurada y gloriosa! ¡Cuán preciosa para Dios al suministrarle una base justa sobre la cual actuar en el pleno despliegue de todas sus incomparables perfecciones y en sus tratos de gracia con el pecador! La cruz tiene para Dios un valor tal —como lo dice muy bien un escritor actual— que «todo lo que Dios ha dicho, todo lo que ha hecho desde el principio, demuestra que la cruz ocupaba el primer lugar en su corazón. Y ¿nos maravillaremos de ello sabiendo, como sabemos, que el Hijo amado de Dios tuvo que ser clavado en la cruz y en ella ser el objeto de la vergüenza y de todos los sufrimientos que los hombres y los demonios pudieron acumular sobre su cabeza, porque tenía placer en hacer la voluntad del Padre y en rescatar a los hijos de su gracia? La cruz será el gran centro de atracción, como asimismo la expresión más perfecta de su amor por toda la eternidad». Entonces, como base de nuestra actividad cristiana y de nuestro testimonio, la cruz requiere de nuestra parte la consideración más seria. Continuará...

sábado, 21 de septiembre de 2024

Ministerio cristiano evangélico: Manantial de Vida, Salmos 53 y 54

Ministerio cristiano : Manantial de Vida, Audiolibro: El Cristianismo ¿Q...

GÉNESIS parte 106

ABRAHAM Y EL PAÍS DE CANAÁN Pero, así como para Abraham fue la muerte la que rompió el lazo por el cual la naturaleza le ataba a Harán, así para nosotros es la muerte la que rompe el lazo por el cual la naturaleza nos ata al siglo presente. Es preciso que experimentemos que somos muertos en Cristo —nuestra cabeza y nuestro representante—, que nuestro lugar, en lo tocante a la naturaleza y al mundo, está en medio de las cosas que fueron, que la cruz de Cristo es para nosotros lo que fue el mar Rojo para los israelitas, a saber, que ella nos separa eternamente del país de la muerte y del juicio. Solamente así podremos andar, en cierta medida, “como es digno de la vocación” con que fuimos llamados (Efesios 4:1), vocación elevada, santa y celeste, el “llamamiento (o vocación) de Dios en Cristo Jesús” (Filipenses 3:14). Dos aspectos esenciales de la cruz Paremos un momento aquí para contemplar la cruz de Cristo bajo sus dos aspectos esenciales, a saber: el fundamento de nuestro culto y nuestro servicio, de nuestra paz y de nuestro testimonio, de nuestra relación con Dios y de nuestra relación con el mundo. Si, convencido de pecado, contemplo la cruz del Señor Jesús, veo en ella el fundamento eterno de la paz: veo que mi “pecado” ha sido quitado en cuanto a su principio y a su raíz, y veo que han sido llevados mis “pecados”, veo que Dios está, de verdad, “por mí”, y que está por mí en la misma posición que me veía cuando fue despertada mi conciencia. La cruz revela a Dios cual amigo del pecador y se le revela en su carácter maravilloso de justo Justificador del pecador más impío. La creación y la providencia eran igualmente incapaces en este sentido. En ellas puedo, sin duda, descubrir la potestad de Dios, su majestad y sabiduría; pero estas cosas, consideradas en sí mismas de un modo abstracto, militan contra mí porque soy pecador, y la potencia, la majestad y la sabiduría no me pueden quitar el pecado ni hacer que Dios sea justo al recibirme. Con tinuará...

viernes, 20 de septiembre de 2024

Ministerio cristiano evangélico: Manantial de Vida, Salmos 51 y 52

Ministerio cristiano : Manantial de Vida, Audiolibro: El Cristianismo ¿Q...

GÉNESIS PARTE 105

GÉNESIS ABRAHAM Y EL PAÍS DE CANAÁN Todo esto es significativo. Las influencias de la naturaleza del hombre son siempre contrarias a la realización plena y a la potencia práctica de la vocación (o llamamiento) de Dios. Desgraciadamente nos sentimos inclinados a contentamos con una porción menor que la que nos brinda esta vocación. Se necesita una fe muy sencilla y muy íntegra para que el alma se eleve a la altura de los pensamientos de Dios y se apropie las cosas que nos revela. La oración de Pablo que tenemos en Efesios 1:15-22 nos demuestra hasta qué punto él había comprendido las dificultades contra las cuales la Iglesia siempre tendría que luchar al tratar de comprender cuál es “la esperanza” del llamamiento de Dios, y cuáles “las riquezas de la gloria de su herencia en los santos”. Es natural que no podamos andar de un modo digno de este llamado si no lo comprendemos. Es preciso que sepamos a qué punto se nos llama para podernos trasladar al mismo. Si Abraham se hubiera hallado plenamente consciente de esta verdad (que Dios le había llamado para ir a Canaán y que allí estaba su herencia), no se habría detenido en Harán. Igualmente ocurre con nosotros. Si por el Espíritu Santo somos llevados a comprender que la vocación con la cual somos llamados es una vocación celeste, que nuestra morada, nuestra parte, nuestra esperanza, nuestra herencia, están todas arriba, “donde está Cristo sentado a la diestra de Dios” (Colosenses 3:1), nunca nos preocuparemos por mantener una posición de categoría en el mundo, ni buscaremos la reputación, ni nos amontonaremos tesoros en la tierra. Las dos cosas son incompatibles; éste es el verdadero modo de mirar el asunto. El llamamiento celestial no es un dogma vacío, ni una teoría sin poder, ni una grosera especulación. O es una divina realidad o no es nada en absoluto. ¿Fue el llamamiento de Abraham una simple especulación? ¿Fue una mera teoría acerca de la cual podía hablar o argüir mientras continuara en Harán? Ciertamente que no: era una verdad divina, poderosa, práctica. Abraham fue llamado para ir a Canaán, y no podía ser que Dios le aprobara la decisión de permanecer en otro lugar. Y como fue con Abraham, así es con nosotros. Si queremos disfrutar de la aprobación y de la presencia de Dios, es preciso que por la fe procuremos obrar conforme al llamado celeste. Es decir, debemos procurar llegar, práctica y moralmente, a aquello a que Dios nos llama, a saber, a una plena comunión con su Hijo unigénito: comunión con Él en su rechazamiento aquí abajo; comunión con Él en su aceptación en el cielo. Continuará...

jueves, 19 de septiembre de 2024

Ministerio cristiano evangélico: Manantial de Vida, Salmo 50

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GÉNESIS PARTE 104

ABRAHAM Y EL PAÍS DE CANAÁN Buena parte del libro del Génesis se ocupa de la historia de siete hombres, que son: Abel, Enoc, Noé, Abraham, Isaac, Jacob y José. No me cabe duda de que la historia de cada uno de ellos representa una verdad especial. Así, por ejemplo, en Abel hallamos simbólicamente la revelación de la verdad fundamental consistente en que el hombre puede acercarse a Dios mediante la expiación comprendida y aceptada por la fe. Enoc nos muestra la parte y la esperanza propias de la familia celeste, mientras que Noé nos hace ver cuál es el destino de la familia terrestre. Enoc fue elevado al cielo antes del juicio; Noé fue llevado a través del juicio a la tierra restaurada. Cada uno de estos hombres nos representa una verdad distinta, y, por consiguiente, un lado distinto de la fe. El lector puede continuar el estudio de este asunto en toda su extensión en el capítulo 11 de la epístola a los Hebreos, y tal trabajo le será interesante y provechoso. Pero ahora es Abraham quien se ofrece a nuestra consideración, y a él nos vamos a referir. Llamamiento de Abraham Al comparar el versículo 1 del capítulo 12 y el versículo 31 del capítulo 11 con los versículos 2 al 4 del capítulo 7 del libro de los Hechos, descubrimos una verdad práctica de valor inmenso para el alma. “Jehová había dicho a Abram: Véte de tu tierra y de tu parentela, y de la casa de tu padre, a la tierra que te mostraré” (v. 1). Tal fue la directiva que Dios le impartió a Abraham, directiva bien definida mediante la cual Dios quería obrar en el corazón y en la conciencia del que la recibía. “El Dios de la gloria apareció a nuestro padre Abraham, estando en Mesopotamia, antes que morase en Harán, y le dijo: Sal de tu tierra y de tu parentela, y ven a la tierra que yo te mostraré. Entonces salió de la tierra de los caldeos y habitó en Harán; y de allí, muerto su padre, Dios le trasladó a esta tierra, en la cual vosotros habitáis ahora” (Hechos 7:2-4). El resultado de esta directiva se halla en el versículo 31 del capítulo 11 del Génesis: “Y tomó Taré a Abram su hijo, y a Lot, hijo de Harán, hijo de su hijo, y a Sarai su nuera, mujer de Abram su hijo, y salió con ellos de Ur de los caldeos, para ir a la tierra de Canaán; y vinieron hasta Harán, y se quedaron allí... y murió Taré en Harán”. En el conjunto formado por todos estos pasajes vemos que los lazos naturales impidieron que el corazón de Abraham respondiera completamente al llamamiento de Dios. Aun cuando fue llamado a trasladarse a Canaán, se quedó en Harán hasta que la muerte hubo roto el vínculo de la naturaleza que le retenía junto a su padre; y en seguida, sin dejarse detener más, se traslada al lugar al cual “el Dios de gloria” le había llamado. Continuará...

miércoles, 18 de septiembre de 2024

Ministerio cristiano evangélico: Manantial de Vida, Salmo 49

Ministerio cristiano : Manantial de Vida, Audiolibro: Buenas Nuevas 24

GÉNESIS PARTE 103

CONSTRUCCIÓN DE BABEL Confusión de lenguas e intervención de la gracia Si el lector quiere tener la bondad de leer el versículo 9 del capítulo 7 del Apocalipsis, verá una gran multitud dé toda nación, de toda tribu, de todo pueblo y de toda lengua, en pie delante del Cordero y todos dándole gloria a una voz. Entre los tres pasajes de la Escritura que acabamos de considerar, hay una relación instructiva e interesante. En el capítulo 11 del Génesis la diversidad de lenguas es la expresión del Juicio de Dios, en el capitulo 2 de los Hechos las lenguas son la dádiva de su gracia, y en el capítulo 7 del Apocalipsis todas estas lenguas están reunidas alrededor del Cordero rindiéndole tributo de gloria. La asociación de Dios culmina en gloria; la del hombre en confusión. La primera es introducida por el Espíritu Santo, y tiene por objeto el ensalzamiento de Cristo; la segunda es instituida por la profana energía del hombre caído, y tiene por objeto el ensalzamiento del hombre. Finalmente, yo diría que todos los que sinceramente desean conocer el verdadero carácter, objeto y resultado de las asociaciones humanas deben leer los primeros versículos del Génesis 11; y, por otra parte, todo el que desea conocer la excelencia, la belleza, el poder y carácter perdurable de la asociación divina, debe mirar a esa santa, viva y celestial corporación que en el Nuevo Testamento es llamada la Iglesia del Dios vivo, el cuerpo de Cristo, la esposa del Cordero. Quiera Dios hacernos considerar y comprender todas estas cosas Con fe poderosa, pues sólo así nuestras almas podrán sacar provecho de ellas. Las doctrinas más interesantes, como asimismo el conocimiento más profundo de las Escrituras, pueden dejar el corazón frío y estéril; es necesario buscar y hallar a Cristo en la Escritura y, habiéndole hallado, es preciso que nos alimentemos de él mediante la fe, para que recibamos la renovación, la unción y la potencia de vida que tanta falta nos hace en estos días de frío formalismo. ¿Qué provecho puede deparamos una ortodoxia fría, desprovista de la experiencia que nos haga poseer a un Cristo vivo, conocido en toda su potencia y toda la excelencia de su persona? La doctrina sana tiene, sin contradicción, importancia inmensa, y todo fiel siervo del Señor se sentirá imperiosamente llamado a retener “la forma de las sanas palabras”, tal como Pablo lo recomienda a Timoteo (2 Timoteo 1:13). Pero, después de todo, es en el Cristo vivo en quien está el alma y la vida, la esencia y sustancia de la sana doctrina. Quiera Dios que, por el poder del Espíritu Santo, veamos más hermosura y excelente gloria en Cristo, para que seamos completamente librados del espíritu y de los principios de Babel. Continuará...

martes, 17 de septiembre de 2024

Ministerio cristiano evangélico: Manantial de Vida, Salmos 47 y 48

Ministerio cristiano : Manantial de Vida, Audiolibro: Buenas Nuevas 23

GÉNESIS PARTE 102

CONSTRUCCIÓN DE BABEL Confusión de lenguas e intervención de la gracia “Y dijo Jehová: He aquí el pueblo es uno, y todos éstos tienen un solo lenguaje; y han comenzado la obra, y nada les hará desistir ahora de lo que han pensado hacer. Ahora, pues, descendamos y confundamos allí su lengua, para que ninguno entienda el habla de su compañero. Asi los esparció Jehová desde allí sobre la faz de toda la tierra, y dejaron de edificar la ciudad” (v. 6-8). Tal fue la suerte de la primera asociación de los hombres, y así será hasta el fin. “Reunios, pueblos, y seréis quebrantados... disponeos, y seréis quebrantados” (Isaías. 8:9). Pero ¡cuán diferente resulta todo cuando Dios asocia a los hombres entre sí! En los Hechos, capítulo 2, vemos al Bendito descender en su gracia infinita hasta el hombre, aun en medio de las circunstancias en las cuales el pecado ha colocado a éste. El Espíritu Santo reviste a los mensajeros de la gracia de poder para anunciar la buena nueva en los distintos idiomas de aquellos que les escuchan, pues Dios deseaba llegar al corazón del hombre mediante el glorioso mensaje de la gracia. No fue proclamada así la ley en el Sinaí que ardía en fuego. Al declarar Dios lo que debía ser el hombre, se expresó en un solo idioma; pero, al revelar lo que es él mismo, se expresa en diversos idiomas. La gracia irrumpe a través de las barreras levantadas a causa del orgullo y de la locura del hombre, para que todo hombre pueda oír y entender la buena nueva de salvación, “las maravillas de Dios” (Hechos 2:lj). ¿Por qué ocurre esto? Con el objeto de asociar a los hombres, conforme a los principios de Dios, alrededor de sí mismo cual centro; con el objeto de darles en realidad una misma lengua, un mismo centro, un mismo propósito, una misma esperanza, una misma vida; con el objeto de juntarlos de tal manera que nunca jamás fuesen dispersos y confundidos; con el objeto de darles un nombre y una habitación eternamente perdurabies; de elevarlos a una ciudad y una torre cuya cúspide no sólo llegara hasta el cielo sino que tuviera fundamento imperecedero, colocado en el cielo por la poderosa mano de Dios mismo, con el objeto de juntarlos alrededor de la gloriosa persona del Cristo resucitado y glorificado, para que todos en conjunto le ensalzaran y le adoraran. Continuará...

lunes, 16 de septiembre de 2024

Ministerio cristiano evangélico: Manantial de Vida, Salmos 45 y 46

Ministerio cristiano : Manantial de Vida, Audiolibro: Buenas Nuevas 22

GÉNESIS PARTE 101

CONSTRUCCIÓN DE BABEL El hombre se establece en la tierra De modo que, bajo cualquier punto de vista que consideremos esta confederación babilónica, es muy instructivo ver desplegarse en ella el genio precoz y las facultades de la mente humana, independientemente de Dios. Al seguir el curso de la historia del mundo, encontramos entre los hombres, en todas partes, una muy marcada tendencia a formar asociaciones y confederaciones. Especialmente por este camino procura llevar a cabo sus designios. Trátese de filantropía, de religión o de política, nada se alcanza sin una asociación de hombres organizada en toda la regla. Es bueno tener presente este principio y verle en sus primeros comienzos, como así también la primera aplicación de la llanura de Sinar. La Escritura nos enseña de una vez tanto el plan, el objeto, el mismo intento, como la destrucción de esta asociación. Si en la actualidad miramos a nuestro alrededor ¿no vemos también en todas partes asociaciones, y tantas que sería inútil procurar enumerarlas? Son tan numerosas como los proyectos del corazón humano. Pero es importante notar que la primera de todas fue la de Sinar, organizada con el objeto —que nuestro siglo esclarecido y civilizado no negará— de promover los intereses de la humanidad y ensalzar el nombre del hombre. Pero la fe descubre una gran falta en todas esas asociaciones, pues excluyen a Dios. Luego, emprender la elevación del hombre sin Dios tiende a elevarle a una altura vertiginosa, donde resbalará su pie, haciéndole caer en una confusión desesperada y en una ruina sin remedio. El cristiano no debería conocer otra asociación que la de la Iglesia del Dios viviente, constituida en un cuerpo por el Espíritu Santo que ha descendido del cielo cual testigo de la glorificación de Cristo, para bautizar en un solo cuerpo a todos los creyentes, y hacer de ellos la morada de Dios. Babilonia es en todo sentido lo contrario de lo que es la Iglesia. Y finalmente llega Babilonia a ser “habitación de demonios”, según nos lo asegura el capítulo 18 del Apocalipsis. Continuará...

domingo, 15 de septiembre de 2024

Ministerio cristiano evangélico: Manantial de Vida, Salmo 44

Ministerio cristiano : Manantial de Vida, Audiolibro: Buenas Nuevas 21

GÉNESIS PARTE 100

LOS TRES HIJOS DE NOÉ Y SU DESCENDENCIA Nimrod y Babilonia Ah, sí, llegará el día en que el arco del cazador será quebrado,, y éste dejará de perseguir la presa, sean bestias del campo o almas humanas. Todo su poder y gloria, su pompa y soberbia, su riqueza y lujo, su luz y goce, su deslumbrante oropel y viso, sus grandes atracciones mundanas y su corruptora e insidiosa influencia habrán pasado para siempre. Ha de ser barrido de sobre la faz de la tierra como anatema y arrojado a la obscuridad y horror de las tinieblas de fuera, a las sombras de una noche eterna. “¿Hasta cuándo, Señor?” CONSTRUCCIÓN DE BABEL El hombre se establece en la tierra El contenido de este capítulo tiene suma importancia para el hombre espiritual. Se refiere a dos grandes hechos, a saber: la construcción de Babel y el llamamiento de Abraham; o, en otras palabras, el esfuerzo del hombre para bastarse a sí mismo y la revelación —hecha a la fe— de lo que Dios tiene en reserva para la misma; o el intento del hombre de establecerse en la tierra, y el" llamamiento que Dios dirige a un hombre para hacerle salir de ella,, haciéndole hallar su parte y su morada en el cielo. “Tenía entonces toda la tierra una sola lengua y unas mismas palabras. Y aconteció que cuando salieron de oriente, hallaron una llanura en la tierra de Sinar, y se establecieron allí... Y dijeron: Vamos, edifiquémonos una ciudad y una torre, cuya cúspide llegue al cielo; y hagámonos un nombre, por si fuéremos esparcidos sobre la faz de toda la tierra” (v. 1_4). El corazón humano procura siempre hacerse un nombre, una porción y un centro en la tierra. Sus aspiraciones no se dirigen hacia el cielo, hacia el Dios del cielo, hacia la gloria del cielo, sino siempre hacia algún objeto de aquí abajo. Librado a sí mismo, el hombre" «edifica siempre más abajo que el cielo»; se requiere el llamamiento de Dios, la revelación de Dios y la potencia de Dios para elevarle el corazón por encima del mundo presente, porque el hombre es una criatura servil, ajena al cielo y aliada a la tierra. En la escena que tenemos a la vista ni se conoce a Dios ni se le busca; el corazón del hombre no se preocupa de preparar puesto alguno donde Dios pueda hacerse morada, ni de juntar material para construirle una habitación. Lejos de ello; ni siquiera se menciona el nombre de Dios. El hombre de la llanura de Sinar tenía en perspectiva y procuraba adquirirse una reputación, y desde entonces ha hecho siempre lo mismo. Ya sea en la llanura de Sinar, ya sea en las orillas del Tíber, le vemos siempre exaltarse a sí mismo, excluyendo a Dios de todas partes y de todas las cosas; y entre sus propósitos, sus principios y sus caminos hay un acuerdo penoso. Él siempre procura excluir a Dios y ensalzarse a sí mismo. Continuará...

sábado, 14 de septiembre de 2024

Ministerio cristiano evangélico: Manantial de Vida, Salmos 42 y 43

Ministerio cristiano : Manantial de Vida, Audiolibro: Buenas Nuevas 20

GÉNESIS PARTE 99

Nimrod y Babilonia Leemos que, cuando Israel es rechazado como indigno testigo de Jehová, “Nabucodonosor rey de Babilonia lo deshuesó después” (Jeremías 50:17). Las vasijas de la casa de Dios que debían haber quedado en la ciudad de Jerusalén, fueron llevadas a la ciudad de Babilonia. Pero Isaías, en su sublime profecía, nos enseña otro cuadro en el que se ven las cosas enteramente cambiadas. Nos presenta una visión en la cual la estrella de Israel está en ascenso, mientras que la de Babilonia ha entrado ya en su ocaso. “Y en el día que Jehová te dé reposo de tu trabajo y de tu temor, y de la dura servidumbre en que te hicieron servir, pronunciarás este proverbio contra el rey de Babilonia, y dirás: ¡Cómo paró el opresor, cómo acabó la ciudad codiciosa de oro! ... Desde que tú pereciste, no ha subido cortador contra nosotros” (Isaías 14:3-8). No quiero decir más por ahora en lo tocante a la Babilonia del Antiguo Testamento. Si el lector quiere estudiar los capítulos 17 y 18 del Apocalipsis, sabrá cuál es el carácter y el fin de la otra Babilonia. Se nos presenta como marcado contraste con la esposa del Cordero, y su fin es el de una gran piedra de molino arrojada en medio del mar. Después de su destrucción, la historia termina en las bodas del Cordero, con todo su acompañamiento de felicidad y de gloria. Me es imposible seguir con el desarrollo de estas comparaciones interesantísimas, las que he mencionado simplemente para llamar la atención sobre ese hombre que fundó la ciudad. Pero dejo a mi lector en libertad para proseguir el estudio hasta donde guste, pues hallará algo tipificado cada vez que se menciona ese nombre. Volvamos, pues, a nuestro capítulo. “Y Cus engendró a Nimrod, quien llegó a ser el primer poderoso en la tierra. Éste fue vigoroso cazador delante de Jehová; por lo cual se dice: Así como Nimrod, vigoroso cazador delante de Jehová. Y fue el comienzo de su reino Babel, Erec, Acad y Calne, en la tierra de Sinar” (v. 8-10). Ésta es la descripción que tenemos de este hombre que fundó la ciudad de Babilonia. Era uno de los “poderosos en la tierra” y un gran “cazador delante de Jehová”. Tal como fue el origen de la ciudad, así se reveló también su carácter a lo largo de todo Génesis. Ha sido siempre una positiva influencia abiertamente antagónica contra todo aquello que debe su origen al cielo, de modo que, cuando esta Babilonia es totalmente destruida, se oye el grito de júbilo entre las huestes celestiales, diciendo: “¡Aleluya, porque el Señor nuestro Dios Todopoderoso reina!” (Apocalipsis 19:6). Continuará...

viernes, 13 de septiembre de 2024

Ministerio cristiano evangélico: Manantial de Vida, Salmos 40 y 41

Ministerio cristiano : Manantial de Vida, Audiolibro: Buenas Nuevas 19

GÉNESIS PARTE 98

LOS TRES HIJOS DE NOÉ Y SU DESCENDENCIA Nimrod y Babilonia Esta porción del libro que estudiamos contiene las listas de las generaciones de los tres hijos de Noé, en las que se menciona especialmente a Nimrod, fundador del reino de Babel, o Babilonia,un nombre que ocupa una posición prominente en las páginas de la historia sagrada. Babilonia es un nombre muy conocido y de una influencia notoria. Desde este capítulo 10 del Génesis hasta el capítulo 18 del Apocalipsis, este nombre aparece una y otra vez, y siempre se identifica con las fuerzas que hostilizan y se oponen al testimonio de los siervos de Dios. No debemos identificar la Babilonia del Antiguo Testamento con la Babilonia del Apocalipsis. De ninguna manera. Una es una ciudad histórica, mientras que la otra es un sistema; pero tanto la ciudad como el sistema ejercen siempre una influencia poderosa que es hostil al pueblo de Dios. Apenas había entrado Israel en su campaña de conquista de la tierra de Canaán cuando un vestido babilónico (Josué 7:21) trae la derrota y el anatema sobre la hueste invasora. Ésta es la primera mención de tal malévola influencia de Babilonia en su contacto con el pueblo de Dios, pero todo estudiante de las Escrituras está al tanto del lugar que Babilonia ocupa a través de toda la historia de Israel. Éste no es lugar para hacer un detallado resumen de todos esos pasajes, pero baste decir que, cada vez que Dios se vale de un testigo en la tierra en la forma de un pueblo o de un testimonio colectivo, Satanás tiene una Babilonia para dañar y corromper ese testimonio. Cuando Dios relaciona su nombre con una ciudad, entonces Babilonia toma la forma de una ciudad; y cuando Dios se identifica con una Iglesia, entonces Babilonia es el sinónimo de una religión corrompida, y merece los asquerosos títulos de “la gran ramera” o “la madre... de las abominaciones” (Apocalipsis 17:1-7). En una palabra, la Babilonia de Satanás es siempre un instrumento que él maneja bien a fin de frustrar las operaciones divinas, sea por su conflicto con Israel como pueblo o con los cristianos como Iglesia. En el Antiguo Testamento, Israel y Babilonia ocupan los opuestos platillos de la balanza, y, cuando sube Israel, baja Babilonia, y viceversa. Continuará...

jueves, 12 de septiembre de 2024

Ministerio cristiano evangélico: Manantial de Vida, Salmos 38 y 39

Ministerio cristiano : Manantial de Vida, Audiolibro: Buenas Nuevas 18

GÉNESIS PARTE 97

El arco en las nubes “Y sucederá que cuando haga venir nubes sobre la tierra, se dejará ver entonces mi arco en las nubes” (v. 14). ¡Qué hermoso emblema y qué significativo! Los rayos del sol, reflejados desde aquello que tipifica el juicio amenazante, tranquilizan el corazón porque hablan al mismo tiempo del pacto divino, de la salvación y de la memoria eterna. ¡Qué preciosos son esos rayos, pues se multiplica su hermosura al contrastar con el negro nubarrón! El arco es un emblema de la cruz del Calvario, porque allí también vemos la negra nube del juicio divino descargándose sin misericordia sobre la cabeza sagrada del Cordero de Dios. Es una nube tan negra que aun a mediodía hay oscuridad sobre toda la tierra. Pero es posible que el ojo de la fe descubra en esa nube tan terrible el arco iris de una esperanza hermosísima, porque ve cómo penetran los rayos del amor infinito y eterno de Dios y vuelven, hechos luz y colores, al ojo del creyente. Oye también cómo las palabras “consumado es” penetran la oscuridad, y en estas palabras reconoce la ratificación perfecta de esos consejos eternos para el bienestar, no solamente de las tribus de Israel, sino también de toda la Iglesia de Dios. Embriaguez de Noé El último párrafo de este capítulo nos presenta un cuadro bastante humillante. El señor de la creación falla en el gobierno de sí mismo. “Después comenzó Noé a labrar la tierra, y plantó una viña; y bebió del vino, y se embriagó, y estaba descubierto en medio de su tienda” ( ¡Qué triste condición la del único hombre justo, el hombre predicador de justicia! ¡Qué es el hombre! Dondequiera que lo busquemos, le hallamos fracasando. En Edén fracasó; en la tierra restaurada fracasó, en Canaán fracasó, en la Iglesia fracasa; en la presencia de la bendición y la gloria milenarias, fracasará; dondequiera y en todas sus empresas no se ve en él cosa buena. Pero debemos considerar a Noé bajo dos puntos de vista, primeramente como tipo, y después como hombre. Al mismo tiempo que el tipo se ve hermoso y lleno de preciosa significación espiritual, el hombre no revela más que pecado y necedad. La gracia divina había cubierto todos sus pecados y revestido su persona con las inmaculadas vestiduras de la justicia. Aunque Noé estaba descubierto en medio de su tienda, no contempló Dios su desnudez, mas lo vio, no en la debilidad de su condición, sino en el poder pleno de la justicia divina y eterna. Así podemos comprender el curso de vida que Cam adoptó. Por el contrario, Sem y Jafet demuestran en su conducta un precioso dechado del método divino de tratar con la desnudez humana, y, por tanto, heredan una bendición, mientras Canaán hereda una maldición. Continuará...

miércoles, 11 de septiembre de 2024

Ministerio cristiano evangélico: Manantial de Vida, Salmos 36 y 37

Ministerio cristiano : Manantial de Vida, Audiolibro: Buenas Nuevas 17

GÉNESIS PARTE 96

El arco en las nubes Nos queda poco espacio en esta sección para tratar el contenido del capítulo 9. En él se nos habla de un nuevo pacto para dirigir la creación que salió renovada después del diluvio. “Bendijo Dios a Noé y a sus hijos, y les dijo: Fructificad y multiplicaos, y llenad la tierra” (v. 1). Notamos aquí que el mandamiento es universal en su aplicación y que era su deseo que los hombres se dispersasen por todas partes y que no concentraran sus esfuerzos en una sola parte. Vamos a ver después, en el capítulo 11, cómo los hombres desoyeron ese mandato divino. El temor del hombre se ha infundido en toda criatura. El servicio que estos órdenes inferiores de la creación rinden al hombre tienen que ser el resultado de “el temor y el miedo” (v. 2) que ellos sintieron respecto de su amo. Por el eterno decreto de Dios, dado en unión con este nuevo pacto, la creación es librada de todo temor de un segundo diluvio. El juicio de Dios no se valdrá otra vez de ese medio para ejecutar sus fallos. “Por lo cual el mundo de entonces pereció anegado en agua; pero los cielos y la tierra que existen ahora, están reservados por la misma palabra, guardados para el fuego en el día del juicio y de la perdición de los hombres impíos” (2 Pedro 3:6-7). La tierra ha sido purificada una vez con agua, y tiene qué ser dépurada otra vez, pero con fuego; y en este segundo acrisolamiento no escaparán sino sólo aquellos que se hayan refugiado en Aquel que ha pasado por las hondas aguas de la muerte y que ha afrontado los fuegos consumidores del juicio divino. “Y dijo Dios: Ésta es la señal del pacto... mi arco he puesto en las nubes... Y me acordaré del pacto mío” (v. 12-15). Toda la creación deriva su confianza —en cuanto a su exención de otro diluvio— de la firmeza de ese pacto divino del cual el arco iris es la señal, y nos es grato pensar que toda vez que el arco de colores atraviesa las nubes, el ojo divino descansa sobre él, y no es simplemente el hombre el que se acuerda sino Dios también, cuya memoria no puede fallar jamás. Dios dice: “Me acordaré”. ¡Qué hermoso es pensar en las cosas que Dios ha prometido recordar y aquellas otras cosas que ha ofrecido olvidar! Se acordará de su propio pacto, pero no se acordará de los pecados de su pueblo. La cruz, que ratifica el pacto, deshace al mismo tiempo los pecados. Es la confianza que tenemos en esta promesa la que trae paz al corazón perturbado y da descanso a la conciencia. Continuará...

martes, 10 de septiembre de 2024

Ministerio cristiano evangélico: Manantial de Vida, Salmo 35

Ministerio cristiano : Manantial de Vida, Audiolibro: Buenas Nuevas 16

GÉNESIS PARTE 95

EL DILUVIO Y NOÉ El cuervo y la paloma El mal es peor porque su carácter es más insidioso y está más oculto. Las ordenanzas imponen sus demandas como necesarias para completar la obra de Cristo. Dicen que no es Cristo quien salva sino Cristo en unión con el cumplimiento de las ordenanzas. De esta manera, Cristo queda despojado de todo su mérito, porque aquello que comienza con una combinación de Cristo y ordenanzas, tiene que terminar en ordenanzas y nada de Cristo. Éste es un asunto de solemne importancia para toda persona que insista en la necesidad de sostener una religión llena de estos mandamientos y fórmulas fijas. “¿De qué aprovecha la circuncisión?” (Romanos 3:1), “porque en Cristo Jesús ni la circuncisión vale algo, ni la incircuncisión” (Gálatas 5:6). La salvación tiene que emanar enteramente de Cristo o no tendrá ningún valor. El diablo procura persuadir a los hombres de que están honrando a Dios y a Cristo cuando manifiestan su respeto por las ordenanzas, porque sabe bien que están conformándose con un culto falso en el que se deifica una cosa humana y se desecha la lealtad que Cristo demanda de ellos. Como alguien lo ha dicho, la tendencia de la superstición es magnificar la ordenanza; la tendencia de la infidelidad y el indiferentismo es anularla. Pero la fe la usa de conformidad con las instrucciones divinas. Es interesante considerar todo el tema del arca y del diluvio en sus relaciones con el bautismo. El bautismo es comparado a la travesía del viejo mundo hacia el nuevo, en espíritu, en principio y por medio de la fe. El viejo hombre está como sepultado bajo las aguas. Ya no hay más lugar para él en la nueva naturaleza; la carne, con todo lo que de ella depende —sus pecados, sus iniquidades, sus responsabilidades—, está como enterrada en la tumba de Cristo, y ya jamás puede aparecer ante los ojos de Dios. Pero, como Cristo resucitó de los muertos, con el poder de una nueva vida, habiendo quitado enteramente nuestros pecados, el hombre bautizado también sale del agua, proclamando, por decirlo así, que, merced a la gracia de Dios y a la muerte de Cristo, entra en posesión de una vida nueva, a la cual está inseparablemente unida la justicia de Dios. “Somos sepultados juntamente con él para muerte por el bautismo, a fin de que como Cristo resucitó de los muertos por la gloria del Padre, así también nosotros andemos en vida nueva” (véase Romanos 6:3-6 y Colosenses 2:12; comp. también 1 Pedro 3:18-22). Continuará...

lunes, 9 de septiembre de 2024

Ministerio cristiano evangélico: Manantial de Vida Salmos 34

Ministerio cristiano : Manantial de Vida, Audiolibro: Buenas Nuevas15

GÉNESIS PARTE 94

EL DILUVIO Y NOÉ El cuervo y la paloma De esto se desprende una lección muy sencilla pero de bastante importancia, la que no deja de ser oportuna en todo tiempo. En el momento en que el corazón se aparta de su concepto real de la presencia de Dios, se expone a la desviación y las extravagancias que no conocen límites, y abre la puerta a toda forma de idolatría. Es el juicio de la fe el que hace que la ordenanza valga sólo en la medida en que pone el alma en comunicación con Dios como una potencia vivificante. En otras palabras, la ordenanza debe servir a la fe como medio de comunicación con Cristo, sancionado por Cristo mismo. No tiene ningún otro valor, y, si por acaso se interpone de alguna manera como un impedimento que estorba esa comunicación con la obra o con la persona de Cristo, cesa de ser una ordenanza de Dios y se convierte en un instrumento de Satanás. Para la superstición, la ordenanza lo es todo, hasta el punto de excluir la comunión espiritual. Se usa el nombre de Dios simplemente para magnificar la importancia de la ordenanza y reforzar su influencia sobre la mente y el corazón. Así sucedió cuando el pueblo de Israel se entregó a la adoración de la serpiente de bronce en el tiempo de los reyes. Aquello que antes había sido una vía de bendición, porque Dios lo empleaba con ese propósito, llegó a ser un objeto de veneración supersticiosa cuando el corazón del pueblo se había endurecido a causa de su falta de verdadera piedad. El rey Ezequías tuvo que destrozarla y recordarle al pueblo que ella no era más que un pedazo de metal: “Nehustán”. Antes, ese metal había sido absolutamente necesario en la obra de sanar al pueblo, porque Dios así lo había mandado, y los hombres aceptaron ese mandato por la fe; pero la superstición, careciendo enteramente de una revelación directa de la voluntad de Dios y pervirtiendo los divinos propósitos revelados en otros mandamientos, toma un instrumento abandonado y, exagerando su santidad, lo convierte en un ídolo y le atribuye poderes divinos. Lector, ¿no halla usted una lección importante para los que vivimos en este siglo? Yo creo que sí. Vivimos en una época en la que se exagera la importancia de las ordenanzas. La atmósfera en la que vive la iglesia ordinaria está saturada de los elementos de una religión tradicional que sustraen al alma de toda su comunión con Cristo y de la bendición de su salvación plena. No es que las tradiciones humanas nieguen la personalidad de Cristo o el hecho de que él haya sufrido en la cruz por nosotros. Si fueran así abiertamente ateístas, no harían tanto mal, porque los hombres descubrirían su malicia. Continuará...

domingo, 8 de septiembre de 2024

Ministerio cristiano evangélico: Manantial de Vida, Salmos 33

Ministerio cristiano : Manantial de Vida, Audiolibro: Buenas Nuevas 14

GÉNESIS PARTE 93

EL DILUVIO Y NOÉ El cuervo y la paloma Debo agregar que comparto enteramente este pensamiento en lo relativo a esos dos Padres del Antiguo Testamento, pues considero que está en perfecta armonía con el plan general y la analogía de las Santas Escrituras. Por otro lado, el ánimo carnal puede descansar en que, ejercitado por el Espíritu de Dios, se regocija sólo en aquellas cosas que son el objeto de la complacencia divina. El cristiano descansa en el arca de salvación “hasta los tiempos de la restauración de todas las cosas” (Hechos 3:21). Ojalá sea ésta también la experiencia de mi querido lector y la mía propia: que Jesucristo sea el lugar de descanso y de refugio para nuestros corazones y que no busquemos una paz falsa en el mundo, el que en verdad yace bajo la condenación de Dios. La paloma volvió a Noé y esperó allí hasta su tiempo de reposo. Así nosotros debemos hallar nuestro descanso con Cristo hasta que llegue el tiempo de su exaltación y gloria en el siglo venidero. “El que ha de venir vendrá, y no tardará” (Hebreos 10:37). Necesitamos solamente un poco de paciencia y que Dios enderece nuestras almas en su amor y en la “paciencia de Cristo”. Noé sale del arca y adora a Jehová “Habló Dios a Noé, diciendo: Sal del arca”. El mismo Dios que le había ordenado que construyese el arca y que entrase en ella, ahora le manda que la abandone. “Entonces salió Noé... Y edificó Noé un altar a Jehová” (v. 18 y 20). Todo lo hace conforme a sus instrucciones con sencilla obediencia, tanto en el momento de la oscuridad como en la hora de regocijo y de adoración gozosa. Erige el altar en el mismo lugar donde antes se había verificado la sentencia de juicio y de desolación. El arca ha llevado a Noé y su familia con seguridad por sobre las aguas del juicio, y ahora los deposita en un mundo nuevo en el que el primer acto es el de un adorador. Debe notarse aquí que el altar es dedicado al Señor. La superstición podría haberle impulsado a adorar al arca por haber sido el medio de su salvación. El corazón humano siempre tiene tendencia a poner la ordenanza en el lugar de Dios. Esta arca había sido para Noé una ordenanza sumamente importante y muy eficaz para su salvación, pero su fe le hizo ir más allá, de modo que, cuando pisó otra vez tierra firme, sin volverse para mirar el instrumento de su liberación, y mucho menos para rendirle culto, construye un altar y adora a Jehová. No volvemos a oír absolutamente nada acerca del arca. Continuará...

sábado, 7 de septiembre de 2024

Ministerio cristiano evangélico: Manantial de Vida, Salmos 31 y 32

Ministerio cristiano : Manantial de Vida, Audiolibro: Buenas Nuevas 13

GÉNESIS PARTE 92

EL DILUVIO Y NOÉ La esperanza de la Iglesia Pero volvamos a Noé para contemplarle en una nueva relación. Le hemos visto ocupado en la construcción del arca y le hemos conocido como el morador de ella; pero nos queda contemplarle al salir de su refugio y tomar otra vez su lugar en un nuevo mundo. “Y se acordó Dios de Noé”. Una vez terminada la “extraña obra” del juicio, salvada la familia y todo aquello que estaba asociado con ella, son recordados por Dios. “E hizo pasar Dios un viento sobre la tierra, y disminuyeron las aguas. Y se cerraron las fuentes del abismo y las cataratas de los cielos; y la lluvia de los cielos fue detenida”. Los rayos del sol comienzan a iluminar la tierra que había recibido un bautismo de juicio. La ira divina es para nosotros la “extraña obra de Dios” (Isaías 28:21). Él no se deleita en ella aunque sí es glorificado por ella. Nos regocijamos más en el otro hecho, muy conocido, de que Dios está siempre dispuesto a dejar el lugar del juicio para ocupar el de la misericordia, porque en ésta se halla todo su deleite. El cuervo y la paloma “Sucedió que al cabo de cuarenta días abrió Noé la ventana del arca que había hecho, y envió un cuervo, el cual salió, y estuvo yendo y volviendo hasta que las aguas se secaron sobre la tierra” (v. 8). Esta ave inmunda, al salir del arca halló sin duda un lugar de descanso en algún cadáver que flotaba sobre el agua, y no sintió la necesidad de volver al arca. No así la paloma, la que no halló “dónde sentar la planta de su pie, y volvió a él al arca... y volvió a enviar la paloma fuera del arca. Y la paloma volvió a él a la hora de la tarde; y he aquí que traía una hoja de olivo en el pico” (v. 9 y 10). Ésta se ha considerado como el dulce emblema de la mente renovada. Deseo consignar aquí —con ruego de que el lector medite al respecto con espíritu de oración— un pensamiento concebido por todos aquellos que se han aplicado al estudio de la verdad desde el punto de vista de las dispensaciones. Este pensamiento se relaciona con Enoc y Noé. El primero fue traspuesto, como lo hemos visto, antes de la ejecución del juicio, mientras que el último, si bien fue dispensado del juicio, en cierta forma debió atravesarlo. Se piensa que en ese aspecto Enoc es una figura de la asamblea, la que será arrebatada al cielo antes de que aquí abajo el mal haya llegado al colmo y antes de que el juicio de Dios caiga sobre los malos. En cambio, Noé sería una figura del remanente de Israel, el que deberá atravesar las profundas aguas de la tribulación y el fuego del juicio, antes de ser introducido en el pleno goce de las bendiciones milenarias, en virtud del pacto eterno de Dios. Continuará...

viernes, 6 de septiembre de 2024

Ministerio cristiano evangélico: Manantial de Vida, Salmos 29 y30

Ministerio cristiano : Manantial de Vida, Audiolibro: Buenas Nuevas 12

GÉNESIS PARTE 91

EL DILUVIO Y NOÉ La esperanza de la Iglesia Esta escena despierta en nosotros el más profundo interés, porque nos revela el programa del desenvolvimiento de los planes divinos. La Escritura arroja su luz sobre este cataclismo, de manera que no nos es necesario mirar los acontecimientos con ojos vacíos como los que son llevados rápidamente en la oscuridad sin saber adonde van a parar. Nos es permitido tener conocimiento de nuestro rumbo y comprender con exactitud la fuerza de las tendencias que obran a nuestro alrededor. Podemos descubrir el punto donde el remolino comienza a tragar los objetos que flotan ociosamente sobre la superficie. Los hombres sueñan con una edad dorada; se ilusionan con la esperanza de un milenio de artes y ciencias; se alimentan con la perspectiva de las abundantes cosechas de mañana. Pero ¡qué vanos son todos esos pensamientos, sueños y promesas! La fe puede ver en el horizonte las negras nubes de destrucción. El día del juicio se acerca y será día de ira. Entonces estará cerrada la puerta y el engaño obrará con mayor fuerza en los que queden. ¡Cuán importante es, pues, que ahora se levante la voz de alarma, que se dé el testimonio con fidelidad para procurar contrarrestar la complacencia lastimera del hombre ilusionado. Es cierto que aquel que lo procure hacer se expondrá a la acusación de ser siempre profeta de malas noticias —como dijo Acab a Micaías—, pero eso no nos debe detener. Debemos anunciar lo que la Palabra profetiza, y hagámoslo simplemente a fin de persuadir a los hombres. Si esta Palabra de Dios quita la tierra de debajo de nuestros pies, quita solamente lo que es hueco y falso para ponemos sobre el fundamento sólido que no puede ser movido. Nos quita una esperanza engañosa para damos otra que no nos avergonzará. Quita la caña cascada para poner en su lugar la roca eterna. Hace a un lado la cisterna rota y vacía que no retiene agua para poner en su lugar la “fuente de agua viva” (Jeremías 2:13). Éste es el verdadero amor, porque es el amor de Dios que no dice: “Paz, no habiendo paz”, ni recubre con lodo suelto la pared (Ezequiel 13:10). Es el deseo de Dios que el alma del pecador descanse tranquilamente en su eterna Arca de seguridad, gozando de la comunión íntima con él mismo y abrigando la esperanza de que, cuando ya haya pasado toda la mina, la desolación y el juicio, sea hecha realidad la experiencia del descanso con él en una nueva y restaurada creación. Continuará...

jueves, 5 de septiembre de 2024

Ministerio cristiano evangélico: Manantial de Vida, Salmos 27 y 28

Ministerio cristiano : Manantial de Vida, Audiolibro: Buenas Nuevas 11

GÉNESIS PARTE 90

EL DILUVIO Y NOÉ La esperanza de la Iglesia La Iglesia de Dios no espera la destrucción del mundo en llamas, sino el nacimiento de la “estrella resplandeciente de la mañana”. Ahora, cualquiera sea el objeto que reclame nuestra vista al contemplar el futuro, sea ese objeto la Iglesia en la gloria o el mundo en llamas, sea la venida del Desposado o la entrada clandestina del ladrón, sea la salida de la Estrella de la mañana o el calor del abrasador Sol de justicia, sea nuestro traslado a la gloria cual Enoc, o el diluvio que inundó la tierra, no podemos menospreciar la imprescindible importancia de atender de una vez al testimonio que tenemos a la mano acerca de la gracia que se extiende a los pobres pecadores perdidos. Ahora es “el tiempo aceptable, he aquí ahora el día de salvación” (2 Corintios 6:2). “Dios estaba en Cristo reconciliando consigo al mundo, no tomándoles en cuenta a los hombres sus pecados” (2 Corintios 5:19). Hoy se dedica a reconciliar; más tarde se ocupará en administrar la justicia; hoy todo es gracia, mañana todo será ira, hoy se ofrece perdón por medio de la cruz; después tendrá que castigar en el infierno para siempre. En estos momentos emanan de Él los más tiernos mensajes de puro amor y abundante gracia. Habla a los pecadores de la redención acabada por la preciosa expiación hecha en la persona de Cristo. Declara a todo el mundo que esa obra ha sido consumada. “Misericordioso es nuestro Dios” (Salmo 116:5). “La paciencia de nuestro Señor es para salvación” (2 Pedro 3:15). “El Señor no retarda su promesa, según algunos la tienen por tardanza, sino que es paciente para con nosotros, no queriendo que ninguno perezca, sino que todos procedan al arrepentimiento” (2 Pedro 3). Todo esto llena el momento presente de grandes responsabilidades, pues es sólo un momento que nos separa de la eternidad. Ahora estamos en presencia de la gracia sobreabundante, pero sobre nuestras cabezas está la inminente ira venidera. ¿Qué verdad podría ser más solemne? Continuará...

miércoles, 4 de septiembre de 2024

Ministerio cristiano evangélico: Manantial de Vida, Audiolibro Buenas Nu...

GÉNESIS PARTE 89

EL DILUVIO Y NOÉ Aplicación del diluvio al día de la venida del Señor "Muchos se dedican a “barrer la casa”, pero el huésped al que esperan no es el Cristo sino el Anticristo. Los hombres emplean su sabiduría para cubrir con su ropaje brillante las asquerosas manchas de la humanidad, mas sus esfuerzos son en vano porque éstas, aunque cubiertas, no dejan de ser evidentes, y tarde o temprano serán reveladas en toda su asquerosidad y hediondez. Los diques con que los hombres procuran contener las corrientes de la miseria humana tienen que ceder a la presión de las fuerzas que empujan, y el mundo tiene que reconocer que han abortado todos sus planes para sujetar la degradación de la posteridad de Adán a los límites angostos que la benevolencia humana ha procurado construir en derredor de ella. “El fin de todo ser” (v. 13) está ante mí. Ese fin no resulta todavía palpablemente presente para los hombres, pero Dios tiene conocimiento de él. No importa que se oiga la voz de los mofadores que preguntan: “¿Dónde está la promesa de su advenimiento?, porque desde los días en que los padres durmieron, todas las cosas permanecen así como desde el principio de la creación”. Sin embargo, los momentos vuelan y se acerca el tiempo en que estos mofadores recibirán su respuesta: “Pero el día del Señor vendrá como ladrón en la noche; en el cual los cielos pasarán con grande estruendo, y los elementos ardiendo serán deshechos, y la tierra y las obras que en ella hay serán quemadas” (2 Pedro 3). Ésta, lector, es la respuesta a las burlas intelectuales de los hijos de este mundo, pero no a los afectos espirituales y a las esperanzas de los hijos de Dios. Estos últimos, gracias a Dios, tienen una perspectiva totalmente diferente, o sea, la de encontrarse con el Esposo en el aire, antes que el mal haya alcanzado su punto culminante, y, por tanto, antes de que el juicio divino sea derramado. Continuará...

martes, 3 de septiembre de 2024

Ministerio cristiano evangélico: Manantial de Vida, salmos 23 y 24

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GÉNESIS PARTE 88

EL DILUVIO Y NOÉ Aplicación del diluvio al día de la venida del Señor Ahora, lector, nos caben aquí las palabras de amonestación del Señor Jesús, quien dijo: “Como fue en los días de Noé, así también será en los días del Hijo del Hombre” (Lucas 17:26). Existe un grupo de maestros que nos quieren hacer creer que, antes de que vuelva a aparecer el Hijo del Hombre en las nubes del cielo, esta tierra se cubrirá, desde el ecuador hasta los polos, de un manto de justicia. Nos enseñan a esperar un reino de justicia y de paz como resultado de la operación de fuerzas que ahora existen y operan en el mundo. Pero el breve pasaje que acabamos de citar corta de raíz, en un instante, todas estas vanas y engañosas esperanzas. ¿Qué hubo en la tierra en los días de Noé? ¿La tierra se cubría de justicia como las aguas cubren el mar? ¿Había llegado a dominar la verdad de Dios, y conocían los hombres a su Creador? La Escritura nos dice que “estaba la tierra llena de violencia”, “que toda carne había corrompido su camino” y que “se corrompió la tierra delante de Dios” (v. 11 v 12). Entonces, lo mismo tiene que suceder en los días del Hijo del Hombre. Es imposible confundir la “justicia” con la “violencia”, ni hay semejanza entre una impiedad universal y una paz universal. Sólo es necesario un corazón sometido a la Palabra y liberado de las influencias de las opiniones preconcebidas para entender el verdadero carácter de los días que inmediatamente preceden a la venida del Hijo del Hombre. No se extravíe el lector. Sométase reverentemente a las Escrituras. Fíjese en las condiciones que prevalecían en los días anteriores al diluvio y tenga en mente que, como fue entonces, así será al final de la actual dispensación. Esto es muy sencillo y muy concluyente. No hubo entonces nada semejante a un estado de justicia y paz ni habrá nada igual en los días venideros. No dudamos de que aquellos hombres eran muy industriosos en sus esfuerzos para arreglar todas las cosas y hacer muy habitable su mundo antediluviano. Pero no entró en sus designios el plan de componer el mundo para que fuera un lugar en el que Dios pudiera morar. De la misma manera, en la actualidad es fácil ver por doquier cómo los hombres se esfuerzan para quitar las piedras del camino de la vida y destruir todas sus asperezas, pero nada hacen para preparar “el camino del Señor” ni para enderezar “sus sendas” (Lucas 3:4-5) o para allanar sus valles y bajar sus collados en preparación para la manifestación de la gloria y la salvación de Jehová. No cabe duda de que la civilización avanza, pero la civilización no es la justicia. Continuará...

lunes, 2 de septiembre de 2024

Ministerio cristiano evangélico: Manantial de Vida, Salmos 21 y 22

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GÉNESIS PARTE 87

EL DILUVIO Y NOÉ Las aguas del juicio Ahora, antes de avanzar más en esta historia, consideraremos por un momento la condición de aquellos contemporáneos de Noé que por tantos años habían escuchado sus predicaciones de justicia. Hemos contemplado la suerte de los salvados; fijemos la atención por un momento en los que se perdieron. No hay duda de que se deben de haber lanzado muchas miradas ansiosas al vaso de misericordia a medida que éste se levantaba con las aguas, pero ¡ay! la puerta había sido cerrada. El día de la gracia había pasado, el tiempo para la amonestación y el testimonio no volvió a amanecer para ellos. La misma mano que había encerrado a Noé, por el mismo acto excluyó a los demás, y era tan imposible para los unos entrar como para los otros salir. Unos se perdieron irrevocablemente, mientras que los otros fueron eficazmente salvados. Los primeros habían desatendido la longanimidad de Dios y el testimonio fiel de su siervo. Se habían ocupado en sus quehaceres habituales. “Comían, bebían, se casaban y se daban en casamiento, hasta el día en que entró Noé en el arca, y vino el diluvio y los destruyó a todos” (Lucas 17:26, 27). Estos actos no eran pecaminosos, pero el mal se hallaba en los corazones de sus hacedores. Es posible hacer todas estas cosas en el temor de Dios y para la gloria de su nombre, haciéndolas con fe, pero faltó precisamente ese espíritu de acatamiento y reverencia. Habían rechazado la Palabra de Dios porque hacía resonar en sus oídos el anuncio de juicio. Dios hablaba del pecado y de su ruina, pero ellos se preocupaban por su prosperidad temporal. Dios hablaba de un remedio y de una vía de escape, pero ellos hacían sus planes para permanecer allí como si la tierra les perteneciera. Se olvidaron de que había una cláusula suspensiva en su contrato de arrendamiento, y que su ocupación de la tierra era válida sólo «hasta que» Dios quisiera. “Todo designio de los pensamientos de los corazones de ellos era de continuo solamente el mal” (v. 5); por lo tanto, no les era posible hacer nada bueno. Hablaban y obraban de conformidad con sus propias voluntades, y se olvidaron de Dios. Continuará...