domingo, 15 de septiembre de 2024

GÉNESIS PARTE 100

LOS TRES HIJOS DE NOÉ Y SU DESCENDENCIA Nimrod y Babilonia Ah, sí, llegará el día en que el arco del cazador será quebrado,, y éste dejará de perseguir la presa, sean bestias del campo o almas humanas. Todo su poder y gloria, su pompa y soberbia, su riqueza y lujo, su luz y goce, su deslumbrante oropel y viso, sus grandes atracciones mundanas y su corruptora e insidiosa influencia habrán pasado para siempre. Ha de ser barrido de sobre la faz de la tierra como anatema y arrojado a la obscuridad y horror de las tinieblas de fuera, a las sombras de una noche eterna. “¿Hasta cuándo, Señor?” CONSTRUCCIÓN DE BABEL El hombre se establece en la tierra El contenido de este capítulo tiene suma importancia para el hombre espiritual. Se refiere a dos grandes hechos, a saber: la construcción de Babel y el llamamiento de Abraham; o, en otras palabras, el esfuerzo del hombre para bastarse a sí mismo y la revelación —hecha a la fe— de lo que Dios tiene en reserva para la misma; o el intento del hombre de establecerse en la tierra, y el" llamamiento que Dios dirige a un hombre para hacerle salir de ella,, haciéndole hallar su parte y su morada en el cielo. “Tenía entonces toda la tierra una sola lengua y unas mismas palabras. Y aconteció que cuando salieron de oriente, hallaron una llanura en la tierra de Sinar, y se establecieron allí... Y dijeron: Vamos, edifiquémonos una ciudad y una torre, cuya cúspide llegue al cielo; y hagámonos un nombre, por si fuéremos esparcidos sobre la faz de toda la tierra” (v. 1_4). El corazón humano procura siempre hacerse un nombre, una porción y un centro en la tierra. Sus aspiraciones no se dirigen hacia el cielo, hacia el Dios del cielo, hacia la gloria del cielo, sino siempre hacia algún objeto de aquí abajo. Librado a sí mismo, el hombre" «edifica siempre más abajo que el cielo»; se requiere el llamamiento de Dios, la revelación de Dios y la potencia de Dios para elevarle el corazón por encima del mundo presente, porque el hombre es una criatura servil, ajena al cielo y aliada a la tierra. En la escena que tenemos a la vista ni se conoce a Dios ni se le busca; el corazón del hombre no se preocupa de preparar puesto alguno donde Dios pueda hacerse morada, ni de juntar material para construirle una habitación. Lejos de ello; ni siquiera se menciona el nombre de Dios. El hombre de la llanura de Sinar tenía en perspectiva y procuraba adquirirse una reputación, y desde entonces ha hecho siempre lo mismo. Ya sea en la llanura de Sinar, ya sea en las orillas del Tíber, le vemos siempre exaltarse a sí mismo, excluyendo a Dios de todas partes y de todas las cosas; y entre sus propósitos, sus principios y sus caminos hay un acuerdo penoso. Él siempre procura excluir a Dios y ensalzarse a sí mismo. Continuará...

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