martes, 3 de septiembre de 2024

GÉNESIS PARTE 88

EL DILUVIO Y NOÉ Aplicación del diluvio al día de la venida del Señor Ahora, lector, nos caben aquí las palabras de amonestación del Señor Jesús, quien dijo: “Como fue en los días de Noé, así también será en los días del Hijo del Hombre” (Lucas 17:26). Existe un grupo de maestros que nos quieren hacer creer que, antes de que vuelva a aparecer el Hijo del Hombre en las nubes del cielo, esta tierra se cubrirá, desde el ecuador hasta los polos, de un manto de justicia. Nos enseñan a esperar un reino de justicia y de paz como resultado de la operación de fuerzas que ahora existen y operan en el mundo. Pero el breve pasaje que acabamos de citar corta de raíz, en un instante, todas estas vanas y engañosas esperanzas. ¿Qué hubo en la tierra en los días de Noé? ¿La tierra se cubría de justicia como las aguas cubren el mar? ¿Había llegado a dominar la verdad de Dios, y conocían los hombres a su Creador? La Escritura nos dice que “estaba la tierra llena de violencia”, “que toda carne había corrompido su camino” y que “se corrompió la tierra delante de Dios” (v. 11 v 12). Entonces, lo mismo tiene que suceder en los días del Hijo del Hombre. Es imposible confundir la “justicia” con la “violencia”, ni hay semejanza entre una impiedad universal y una paz universal. Sólo es necesario un corazón sometido a la Palabra y liberado de las influencias de las opiniones preconcebidas para entender el verdadero carácter de los días que inmediatamente preceden a la venida del Hijo del Hombre. No se extravíe el lector. Sométase reverentemente a las Escrituras. Fíjese en las condiciones que prevalecían en los días anteriores al diluvio y tenga en mente que, como fue entonces, así será al final de la actual dispensación. Esto es muy sencillo y muy concluyente. No hubo entonces nada semejante a un estado de justicia y paz ni habrá nada igual en los días venideros. No dudamos de que aquellos hombres eran muy industriosos en sus esfuerzos para arreglar todas las cosas y hacer muy habitable su mundo antediluviano. Pero no entró en sus designios el plan de componer el mundo para que fuera un lugar en el que Dios pudiera morar. De la misma manera, en la actualidad es fácil ver por doquier cómo los hombres se esfuerzan para quitar las piedras del camino de la vida y destruir todas sus asperezas, pero nada hacen para preparar “el camino del Señor” ni para enderezar “sus sendas” (Lucas 3:4-5) o para allanar sus valles y bajar sus collados en preparación para la manifestación de la gloria y la salvación de Jehová. No cabe duda de que la civilización avanza, pero la civilización no es la justicia. Continuará...

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