lunes, 30 de septiembre de 2024

GÉNESIS PARTE 115

ABRAHAM Y EL PAÍS DE CANAÁN “El glorioso evangelio del Dios bendito” El hambre y Egipto ¡Desdichado aquel que pudiera pensar así! Y, no obstante, con frecuencia hemos visto vender todas estas bendiciones incomparables por un poco de bienestar, un poco de influencia en el mundo, un poco de dinero. Velemos contra esta tendencia a abandonar el camino de la obediencia sencilla y completa, camino estrecho, pero siempre seguro; a veces áspero, pero siempre feliz y bendito. Seamos solícitos en “mantener la fe y la buena conciencia”, cosas a las que nada puede reemplazar. Si sobreviene la prueba, en lugar de volver atrás en pos de Egipto, refugiémonos en Dios, de modo que la prueba, en lugar de sernos motivo de caída, nos sea ocasión de manifestar nuestra obediencia. Y cuando seamos tentados a seguir la comente del mundo, acordémonos del que “se dio a sí mismo por nuestros pecados para libramos del presente siglo malo, conforme a la voluntad de nuestro Dios y Padre” (Gálatas 1:4). Si tal fue su amor por nosotros y tal su juicio acerca del carácter del presente siglo malo, que se dio a sí mismo para libramos de éste, ¿renegaremos de él, yendo a hundimos otra vez en un mundo del cual nos ha librado para siempre por medio de su cruz? ¡Dios nos libre de hacerlo! ¡El Todopoderoso nos guarde en la palma de su mano y a la sombra de sus alas, hasta que veamos a Jesús tal cual es seamos como él y estemos con él para siempre jamás! RESTAURACIÓN DE ABRAHAM Y SU SEPARACIÓN DE LOT Abraham vuelve hasta donde estaba antes su tienda El principio de este capítulo nos presenta un asunto de suma importancia para el corazón, a saber, el verdadero carácter de la restauración divina. Cuando, de un modo u otro, el estado espiritual del creyente entra en decadencia y pierde la comunión con Dios, corre el riesgo de no apelar a la gracia tal cual es, desde el momento en que se le despierta su conciencia, como así también el de no advertir plenamente la realidad de su restauración delante de Dios. Ahora bien, sabemos que todo lo que Dios hace, lo hace de un modo digno de su persona; ya sea que cree o que redima, que convierta, restaure o provea, no puede obrar sino de conformidad con su carácter; su forma de actuar consiste siempre y únicamente en hacer lo que es digno de él. Esto es para gran dicha nuestra, puesto que estamos siempre dispuestos a limitar “al Santo de Israel” (Salmo 78:41 - VM.), sobre todo cuando se trata de la gracia restauradora. Continuará...

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