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martes, 17 de septiembre de 2024
GÉNESIS PARTE 102
CONSTRUCCIÓN DE BABEL
Confusión de lenguas e intervención de la gracia
“Y dijo Jehová: He aquí el pueblo es uno, y todos éstos tienen un solo lenguaje; y han comenzado la obra, y nada les hará desistir ahora de lo que han pensado hacer. Ahora, pues, descendamos y confundamos allí su lengua, para que ninguno entienda el habla de su compañero. Asi los esparció Jehová desde allí sobre la faz de toda la tierra, y dejaron de edificar la ciudad” (v. 6-8). Tal fue la suerte de la primera asociación de los hombres, y así será hasta el fin. “Reunios, pueblos, y seréis quebrantados... disponeos, y seréis quebrantados” (Isaías. 8:9).
Pero ¡cuán diferente resulta todo cuando Dios asocia a los hombres entre sí! En los Hechos, capítulo 2, vemos al Bendito descender en su gracia infinita hasta el hombre, aun en medio de las circunstancias en las cuales el pecado ha colocado a éste. El Espíritu Santo reviste a los mensajeros de la gracia de poder para anunciar la buena nueva en los distintos idiomas de aquellos que les escuchan, pues Dios deseaba llegar al corazón del hombre mediante el glorioso mensaje de la gracia. No fue proclamada así la ley en el Sinaí que ardía en fuego. Al declarar Dios lo que debía ser el hombre, se expresó en un solo idioma; pero, al revelar lo que es él mismo, se expresa en diversos idiomas. La gracia irrumpe a través de las barreras levantadas a causa del orgullo y de la locura del hombre, para que todo hombre pueda oír y entender la buena nueva de salvación, “las maravillas de Dios” (Hechos 2:lj). ¿Por qué ocurre esto? Con el objeto de asociar a los hombres, conforme a los principios de Dios, alrededor de sí mismo cual centro; con el objeto de darles en realidad una misma lengua, un mismo centro, un mismo propósito, una misma esperanza, una misma vida; con el objeto de juntarlos de tal manera que nunca jamás fuesen dispersos y confundidos; con el objeto de darles un nombre y una habitación eternamente perdurabies; de elevarlos a una ciudad y una torre cuya cúspide no sólo llegara hasta el cielo sino que tuviera fundamento imperecedero, colocado en el cielo por la poderosa mano de Dios mismo, con el objeto de juntarlos alrededor de la gloriosa persona del Cristo resucitado y glorificado, para que todos en conjunto le ensalzaran y le adoraran.
Continuará...
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