jueves, 19 de septiembre de 2024

GÉNESIS PARTE 104

ABRAHAM Y EL PAÍS DE CANAÁN Buena parte del libro del Génesis se ocupa de la historia de siete hombres, que son: Abel, Enoc, Noé, Abraham, Isaac, Jacob y José. No me cabe duda de que la historia de cada uno de ellos representa una verdad especial. Así, por ejemplo, en Abel hallamos simbólicamente la revelación de la verdad fundamental consistente en que el hombre puede acercarse a Dios mediante la expiación comprendida y aceptada por la fe. Enoc nos muestra la parte y la esperanza propias de la familia celeste, mientras que Noé nos hace ver cuál es el destino de la familia terrestre. Enoc fue elevado al cielo antes del juicio; Noé fue llevado a través del juicio a la tierra restaurada. Cada uno de estos hombres nos representa una verdad distinta, y, por consiguiente, un lado distinto de la fe. El lector puede continuar el estudio de este asunto en toda su extensión en el capítulo 11 de la epístola a los Hebreos, y tal trabajo le será interesante y provechoso. Pero ahora es Abraham quien se ofrece a nuestra consideración, y a él nos vamos a referir. Llamamiento de Abraham Al comparar el versículo 1 del capítulo 12 y el versículo 31 del capítulo 11 con los versículos 2 al 4 del capítulo 7 del libro de los Hechos, descubrimos una verdad práctica de valor inmenso para el alma. “Jehová había dicho a Abram: Véte de tu tierra y de tu parentela, y de la casa de tu padre, a la tierra que te mostraré” (v. 1). Tal fue la directiva que Dios le impartió a Abraham, directiva bien definida mediante la cual Dios quería obrar en el corazón y en la conciencia del que la recibía. “El Dios de la gloria apareció a nuestro padre Abraham, estando en Mesopotamia, antes que morase en Harán, y le dijo: Sal de tu tierra y de tu parentela, y ven a la tierra que yo te mostraré. Entonces salió de la tierra de los caldeos y habitó en Harán; y de allí, muerto su padre, Dios le trasladó a esta tierra, en la cual vosotros habitáis ahora” (Hechos 7:2-4). El resultado de esta directiva se halla en el versículo 31 del capítulo 11 del Génesis: “Y tomó Taré a Abram su hijo, y a Lot, hijo de Harán, hijo de su hijo, y a Sarai su nuera, mujer de Abram su hijo, y salió con ellos de Ur de los caldeos, para ir a la tierra de Canaán; y vinieron hasta Harán, y se quedaron allí... y murió Taré en Harán”. En el conjunto formado por todos estos pasajes vemos que los lazos naturales impidieron que el corazón de Abraham respondiera completamente al llamamiento de Dios. Aun cuando fue llamado a trasladarse a Canaán, se quedó en Harán hasta que la muerte hubo roto el vínculo de la naturaleza que le retenía junto a su padre; y en seguida, sin dejarse detener más, se traslada al lugar al cual “el Dios de gloria” le había llamado. Continuará...

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