sábado, 17 de agosto de 2024

GÉNESIS PARTE 71

Un hombre mundano y un hombre de fe Luego se siente libre para dedicar los restantes seis días de la semana a sus intereses temporales. Pero, tanto en un servicio como en otro, su afán está consagrado a promover su propio bienestar. Tal es el “camino de Caín”. Pesémoslo bien. Veamos por dónde comienza y adonde nos lleva, como así también cuál es el fin que nos propone. ¡Cuán diferente es el «camino de la fe»! Abel sintió el peso de la maldición y lo confesó. Vio la mancha del pecado y, con la energía de una fe santa, ofreció el único remedio que lo podía cubrir: un remedio divino. Buscó y halló refugio en Dios mismo y, en lugar de construir una ciudad en la tierra, halló una tumba en el seno de ella. La tierra, tan hermoseada y embellecida en la superficie con las creaciones ingeniosas de los hijos de Caín, estaba manchada con la sangre de un justo. Recuerde esto todo hombre del mundo. Recuérdelo también todo cristiano, cuyo ánimo sea camal y no espiritual. Esta tierra que pisamos está manchada con la sangre del Hijo de Dios. La misma sangre que justifica a la Iglesia condena al mundo. La negra sombra de la cruz de Jesús se levanta muy alto para caer después sobre todo el fulgor y todo el oropel de este mundo efímero. A La gloria de este mundo pasa y toda su soberbia. Pronto dejará de existir y la escena que ahora deleita al ojo se marchitará como una flor. El “camino de Caín” dará lugar al error de Balaam en su forma más consumada, y entonces vendrá “la contradicción de Coré” (Judas 11). ¿Y después? El abismo abrirá su boca para tragar a los inicuos y serán entregados eternamente a la obscuridad de las tinieblas (Judas 13).

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