viernes, 20 de septiembre de 2024

GÉNESIS PARTE 105

GÉNESIS ABRAHAM Y EL PAÍS DE CANAÁN Todo esto es significativo. Las influencias de la naturaleza del hombre son siempre contrarias a la realización plena y a la potencia práctica de la vocación (o llamamiento) de Dios. Desgraciadamente nos sentimos inclinados a contentamos con una porción menor que la que nos brinda esta vocación. Se necesita una fe muy sencilla y muy íntegra para que el alma se eleve a la altura de los pensamientos de Dios y se apropie las cosas que nos revela. La oración de Pablo que tenemos en Efesios 1:15-22 nos demuestra hasta qué punto él había comprendido las dificultades contra las cuales la Iglesia siempre tendría que luchar al tratar de comprender cuál es “la esperanza” del llamamiento de Dios, y cuáles “las riquezas de la gloria de su herencia en los santos”. Es natural que no podamos andar de un modo digno de este llamado si no lo comprendemos. Es preciso que sepamos a qué punto se nos llama para podernos trasladar al mismo. Si Abraham se hubiera hallado plenamente consciente de esta verdad (que Dios le había llamado para ir a Canaán y que allí estaba su herencia), no se habría detenido en Harán. Igualmente ocurre con nosotros. Si por el Espíritu Santo somos llevados a comprender que la vocación con la cual somos llamados es una vocación celeste, que nuestra morada, nuestra parte, nuestra esperanza, nuestra herencia, están todas arriba, “donde está Cristo sentado a la diestra de Dios” (Colosenses 3:1), nunca nos preocuparemos por mantener una posición de categoría en el mundo, ni buscaremos la reputación, ni nos amontonaremos tesoros en la tierra. Las dos cosas son incompatibles; éste es el verdadero modo de mirar el asunto. El llamamiento celestial no es un dogma vacío, ni una teoría sin poder, ni una grosera especulación. O es una divina realidad o no es nada en absoluto. ¿Fue el llamamiento de Abraham una simple especulación? ¿Fue una mera teoría acerca de la cual podía hablar o argüir mientras continuara en Harán? Ciertamente que no: era una verdad divina, poderosa, práctica. Abraham fue llamado para ir a Canaán, y no podía ser que Dios le aprobara la decisión de permanecer en otro lugar. Y como fue con Abraham, así es con nosotros. Si queremos disfrutar de la aprobación y de la presencia de Dios, es preciso que por la fe procuremos obrar conforme al llamado celeste. Es decir, debemos procurar llegar, práctica y moralmente, a aquello a que Dios nos llama, a saber, a una plena comunión con su Hijo unigénito: comunión con Él en su rechazamiento aquí abajo; comunión con Él en su aceptación en el cielo. Continuará...

No hay comentarios.:

Publicar un comentario