domingo, 29 de septiembre de 2024

GÉNESIS PARTE 114

ABRAHAM Y EL PAÍS DE CANAÁN “El glorioso evangelio del Dios bendito” El hambre y Egipto Así que Abraham debió haber pensado del hambre lo mismo que Pablo de la prisión. Se hallaba precisamente en la condición en que Dios le había colocado, y no se le había dado orden de salir. Allí estaba el hambre, por cierto; más aun, a su alcance estaba Egipto, ofreciéndole socorro; pero el sendero del siervo de Dios estaba claro. Más le hubiera valido morir de hambre en Canaán, si hubiese sido necesario, que vivir en la abundancia de Egipto. Más vale sufrir en el camino de Dios que holgarse en el de Satanás. Más vale ser pobre con Cristo que rico sin él. Abraham tuvo en Egipto “ovejas, vacas, asnos, siervos, criadas, asnas y camellos” (v. 16), prueba evidente —dirá el corazón natural— de que Abraham hizo bien al descender a Egipto. Pero ¡ay! en Egipto no tuvo altar, ni comunión con Dios. El país de Faraón no era el lugar de la presencia de Jehová, de modo que, al descender allí, fue más lo que Abraham perdió que lo que ganó. Así sucede siempre; nada puede suplir la falta de comunión con Dios. La salvación de una calamidad temporal y la adquisición de las riquezas más grandes son pobres sustitutos de lo que se pierde alejándose, aunque fuera sólo un ápice, del recto sendero de la obediencia. ¿Habrá muchos de nosotros que puedan decir «amén» a esto? ¡Cuántos hay que, para escapar de la prueba y del trabajo —elementos inseparables del camino de Dios—, se han vuelto atrás para seguir la corriente del presente siglo malo, cayendo así en un deplorable estado de esterilidad, de sequedad, de tristeza y de tinieblas espirituales. Es muy posible —como se dice vulgarmente— que «hayan hecho fortuna», que hayan acumulado riquezas, ganado, favores del mundo, que hayan sido «bien tratados» por sus Faraones, que hayan adquirido un nombre y una posición entre los hombres, pero ¿pueden estas cosas compensar el gozo que se siente en la comunión con Dios, en la posesión de un corazón feliz, de una conciencia pura y sin mancha, en contar con un espíritu de adoración y gratitud, en prestar un testimonio vivo y un servicio eficaz?. Continuará...

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