viernes, 28 de febrero de 2025

EXODO PARTE 3

ESTUDIOS SOBRE EL LIBRO DEL
Por C.H.M. El incrédulo considera solamente los esfuerzos que hace el enemigo para contrarrestar los planes de Dios, sin tener en cuenta el poder de Dios para cumplirlos. La fe, al contrario, dirige sus miradas a la omnipotencia de Dios, obteniendo así la victoria, y gozando de una paz constante; ella tiene que ver solamente con Dios y su fidelidad, que nunca fracasa; no se apoya sobre la arena movediza de las cosas humanas y de las influencias terrenas, sino sobre la roca inmutable de la eterna Palabra de Dios. Esta Palabra es el santo y seguro asilo de la fe; venga lo que venga, el creyente permanece en este santuario de la fuerza. "Y murió José, y todos sus hermanos, y toda aquella generación". ¿Mas qué importa? ¿Podrá jamás la muerte menoscabar en lo más mínimo los designios de Dios? Seguramente que no. Dios esperaba el momento fijado, el tiempo oportuno, para usar las influencias hostiles en el desarrollo de sus planes. "Levantóse entretanto otro rey sobre Egipto, que no conocía a José; el cual dijo a su pueblo: He aquí el pueblo de los hijos de Israel es mayor y más fuerte que nosotros: ahora pues, seamos sabios para con él, porque no se multiplique, y acontezca que viniendo guerra, él también se junte con nuestros enemigos, y pelee contra nosotros, y se vaya de la tierra”. (Vers. 8-10). Tal es el razonamiento de un corazón que no ha aprendido a hacer entrar a Dios en sus cálculos. Un corazón sin ser regenerado no puede contar con Dios; así, en el momento en que Dios se revela, todos sus razonamientos caen en la nada; fuera de Dios o independientemente de El, los planes y cálculos del hombre pueden parecer muy prudentes, mas en el momento en que Dios aparece en escena, su completa locura es plenamente manifestada. ¿Por qué, pues, nos dejaremos influir por los argumentos cuya apariencia de verdad descansa sobre la exclusión completa de Dios? Obrar así es, en principio, el ateísmo práctico. Faraón podía juzgar exactamente las diversas eventualidades de los negocios de su reino: el acrecentamiento del pueblo, la probabilidad de una guerra, la posibilidad de que los Israelitas se uniesen al enemigo, su huida del país: él podía, con una penetración poco común, pesar todas esas circunstancias en la balanza de la razón; pero jamás se le ocurrió que Dios podría tener algo que hacer en todo esto. Este solo pensamiento, si alguna vez hubiese venido a su mente, habría trastornado todos sus razonamientos poniendo en descubierto la locura de sus planes. Continuará...

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