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sábado, 30 de noviembre de 2024
GÉNESIS PARTE 175
ISAAC E ISMAEL
Nacimiento de Isaac, el hijo de la promesa
Visito Jehová a Sara, como había dicho, e hizo Jehová con Sara como había hablado” (v. 1). Aquí, pues, tenemos el cumplimiento de la promesa, el fruto bendito de la esperanza paciente. Nadie ha esperado en Dios en vano. El alma que por fe se apropia la promesa de Dios entra en posesión de una estable realidad que nunca le fallará. Así fue el caso con Abraham y con todos los creyentes, de siglo en siglo, y así será con todos los que en alguna medida confíen en el Dios viviente. ¡Qué dicha es hallar nuestro refugio y reposo en Dios, en medio de los amparos engañosos e ilusorios que ofrece el mundo; qué consuelo, qué tranquilidad para nuestras almas hallamos al podemos apoyar en esta “ancla del alma... que penetra hasta dentro del velo” (Hebreos 6:19) teniendo por sostén estas dos cosas inmutables: la palabra y el juramento de Dios.
Una vez que Abraham tuvo delante de sí la promesa de Dios cumplida, muy bien pudo comprender la nulidad de sus propios esfuezos para conseguir ese cumplimiento. Ismael era un ser absolutamente inútil en lo tocante a la promesa de Dios. Podía ser, y fue en realidad, un objeto de los afectos naturales del corazón de Abraham, lo que le hizo a éste tanto más difícil su misión; pero para nada servía en cuanto al cumplimiento del designio de Dios ni al fortalecimiento de la fe de Abraham, sino todo lo contrario. La naturaleza nada puede hacer para Dios. Es preciso que Dios visite, que Dios haga; y es preciso que la fe espere y que la naturaleza se mantenga quieta; más aun, es necesario que se la deje a un lado como cosa muerta e inútil; así la gloria divina puede resplandecer y la fe puede hallar en esta manifestación su rica y excelente recompensa. Continuará...
viernes, 29 de noviembre de 2024
GÉNESIS PARTE 174
ABRAHAM EN GERAR
Dos puntos de vista muy distintos
He aquí lo que concierne a Abimelec y Abraham. Consideremos ahora la dignidad moral del último a los ojos de Dios. A veces, al estudiar la historia de los hijos de Dios, ya sea en su totalidad o como individuos, quedamos sorprendidos de la inmensa diferencia que existe entre lo que ellos son desde el punto de vista de Dios y lo que son desde el punto de vista del mundo. Dios ve a los suyos en Cristo; les ve a través de la persona de Cristo, de suerte que delante de él son sin “mancha ni arruga, ni cosa semejante” (Efesios 5:27). Son tal como Cristo mismo delante de Dios. Son perfectos para siempre en cuanto a su posición en él: “No vivís según la carne, sino según el Espíritu” (Efesios 1:4, 6; 1 Juan 4:17; Romanos 8:9).
Pero en sí mismos son seres pobres, débiles, imperfectos, dispuestos a errar y expuestos a toda clase de inconsecuencias, y, si la diferencia entre el pensamiento de Dios y el del mundo parece tan grande, ello se debe a que el mundo toma en cuenta lo que aquéllos son en sí mismos. Sin embargo, Dios tiene el privilegio de manifestar la hermosura, la dignidad y la perfección de su pueblo. Esta prerrogativa le pertenece a él solo, porque él es quien dispensa a los suyos tales virtudes. No tienen más hermosura que la que él les ha dado. A él solo, pues, le corresponde decir cuál es esa hermosura, y lo hace de un modo digno de su persona y tanto más glorioso cuanto el enemigo se presenta para injuriar, acusar o maldecir. Por eso, cuando Balac procura maldecir a la simiente de Abraham, dice en cambio: Jehová “no ha notado iniquidad en Jacob, ni ha visto perversidad en Israel... ¡Cuán hermosas son tus tiendas, oh Jacob, tus habitaciones, oh Israel!” (Números 23:21; 24:5). Continuará...
jueves, 28 de noviembre de 2024
GÉNESIS PARTE 173
ABRAHAM EN GERAR
El temor de Abraham
En este capítulo vemos cómo el hombre de Dios, bajo el poder de la incredulidad, procede de tal manera que se expone a la reprimenda y a los reproches de la gente del mundo. Así debe ser siempre; nada más que la fe puede impartir verdadera elevación a la conducta y al carácter de un hombre. Se encuentran, es verdad, personas de carácter naturalmente bueno y honrado, pero no se puede confiar en estas virtudes naturales, pues reposan sobre un mal fundamento que está listo a ceder en cualquier momento. Solamente el vivo poder de la fe liga el alma a Dios, fuente única de todo lo que verdaderamente es moral. Además, y esto es un hecho digno de notarse, cuando los que Dios ha adoptado por su misericordia se vuelven atrás en el camino de la fe, caen más bajo que los demás hombres. En este hecho hallamos la explicación de la conducta de Abraham en esta parte de su historia.
Pero aquí hacemos otro descubrimiento: durante años Abraham había abrigado una perversidad en su corazón. Parece que desde el principio, y a pesar suyo, había retenido una cosa por falta de una entera confianza en Dios. Si hubiera sabido abandonarse sin reservas a Dios en cuanto a Sara, no habría tenido necesidad de recurrir a un subterfugio y a reservas mentales; Dios habría guardado a Sara de todo mal, y ¿quién podría dañar a los que son sujetos bienaventurados de la vigilancia del que no dormita jamás? De todos modos, por la gracia divina, Abraham pudo descubrir luego la raíz de todo el mal, pudo confesarlo, condenarlo y librarse de él. Tal es el modo genuino de actuar en un caso como éste. Y, en verdad, no puede haber poder ni bendición en la vida mientras todo resto de levadura no haya sido descubierto y pisoteado a la luz del día. La paciencia de Dios es inagotable, pues espera y soporta, pero nunca eleva una alma a la plenitud de la bendición y del poder mientras guarde algún resto de levadura que, pese a ser conocido, no es condenado a desaparecer. Continuará...
miércoles, 27 de noviembre de 2024
GÉNESIS PARTE 172
ABRAHAM EN GERAR
En este capítulo se nos presentan dos cosas distintas: la decadencia moral, en la cual a veces se permite caer el hijo de Dios a la faz del mundo; y luego la dignidad moral de la cual siempre está revestido a la vista de Dios. De nuevo Abraham manifiesta ese temor a las circunstancias tan bien conocido por el corazón humano. Habita en Gerar y teme a la gente del país. Como juzga que Dios no está en medio de ella, se olvida de que Dios está siempre con él. Parece estar más pendiente de la gente de Gerar que de Aquel que es más poderoso que ella. Se olvida de que Dios es poderoso para proteger a Sara, y entonces recurre al mismo disimulo del que se había servido en Egipto, varios años antes. Todo esto encierra un aviso muy serio. El padre de los creyentes es arrastrado al mal porque ha dejado de tener la vista fija en Dios. Abandona temporalmente su estado de dependencia de Dios y cede a la tentación. Es muy cierto que no somos fuertes más que mientras permanecemos adheridos a Dios por estar imbuidos de un sentimiento de completa debilidad. Nada nos puede dañar mientras marchemos en el sendero de sus preceptos. Si Abraham se hubiera apoyado simplemente en Dios, no se habrían entrometido con él los hombres de Gerar; y él habría tenido el privilegio de justificar la fidelidad de Dios en medio de las circunstancias más difíciles. Además, habría conservado su propia dignidad como hombre de fe.
Es, en verdad, causa de tristeza ver cómo los hijos de Dios deshonran a su Padre y, por consiguiente, cómo se rebajan ellos mismos a la vista del mundo, en todas las circunstancias, al perder el sentido de Su suficiencia para toda emergencia. En tanto y en cuanto uno esté convencido de que todas sus fuentes están en Dios (Salmo 87:7), permanecerá por encima del mundo en todas sus formas. Nada eleva todo nuestro ser moral como la fe, pues ella nos transporta más allá del alcance de los pensamientos de este mundo. Porque ¿cómo comprenderá el hombre del mundo, o siquiera el cristiano mundano, la vida de la fe? ¡Imposible! La fuente en que bebe está fuera del alcance de su inteligencia. Como vive en la superficie de las cosas presentes, se ve lleno de esperanza y de confianza mientras vea lo que se imagina que es un fundamento razonable de esperanza y de confianza; pero ignora lo que es contar solamente con la promesa de un Dios invisible. El creyente, en cambio, permanece tranquilo en medio de las circunstancias y de los acontecimientos en los cuales la naturaleza no ve nada en lo que pueda descansar
martes, 26 de noviembre de 2024
GÉNESIS PARTE 171
LOT Y EL JUICIO DE SODOMA
Solemnes advertencias para nosotros
Por ello, esforcémonos en seguir adelante por un camino santo, separados del mundo y de todo lo que sea suyo, alimentando y animando la esperanza de la venida de nuestro Señor. Que las bien regadas llanuras de la tierra no tengan atractivo para nuestros corazones; que consideremos sus honores, sus distinciones y sus riquezas a la luz de la gloria venidera de Cristo; y que sepamos elevarnos, como Abraham, a la presencia del Señor, y como él contemplar a esta tierra cual vasto campo de ruinas y de desolación, a fin de que, por la mirada de la fe, nos parezca cual ruina que humea “como el humo de un homo” (v. 28), porque así será. “La tierra y las obras que en ella hay serán quemadas” (2 Pedro 3:10). Todas las cosas por las cuales tanto se afanan y atormentan los hijos del mundo, luchando con tanto ardor y denuedo, todas serán quemadas. Y ¿quién dirá cuándo y en cuán poco tiempo? ¿Dónde están Sodoma y Gomorra?
¿Dónde están las antiguas ciudades de la llanura tan llenas de vida, de animación y bullicio? Han desaparecido. Por el juicio de Dios fueron barridas, consumidas por el fuego y azufre del cielo. Y ahora, por el momento están suspendidos los juicios de Dios sobre este mundo criminal y culpable; pero el día se acerca, y, mientras tanto, la buena nueva de la gracia se anuncia al mundo. Bienaventurado quien oye y hace caso del mensaje. Bienaventurados los que se salvan sobre la inamovible roca de la salvación de Dios, refugiándose bajo la cruz del Hijo de Dios, hallando en ella el perdón y la paz. ¡Dios quiera que los que leen estas líneas experimenten en sus almas lo que es esperar del cielo al Hijo con una conciencia purificada de pecado y los afectos purificados de la influencia corruptora de este mundo! Continuará...
lunes, 25 de noviembre de 2024
GÉNESIS PARTE 170
LOT Y EL JUICIO DE SODOMA
Lot salvado como a través de fuego
Aun cuando el ángel le manda que fuera al monte para salvarse, ruega que se le permita refugiarse en una ciudad pequeña, en un pequeño trasto del mundo. El pobre teme hallar la muerte en un lugar que la misericordia de Dios le indica; sospecha toda clase de males y no ve esperanza de salvación sino en una ciudad pequeña, en un lugar de su propia elección. “Y salvaré mi vida”. He aquí lo que hizo Lot, en lugar de abandonarse completamente a Dios. ¡Pobre hombre! El caso era que había vivido demasiado tiempo alejado de Dios, respirando la atmósfera espesa de la ciudad, y no podía apreciar el aire puro de la presencia de Dios o apoyarse en los brazos del Todopoderoso. Su alma estaba completamente turbada; el nido que se había hecho en la tierra iba a ser repentinamente destruido, y Lot no tenía bastante fe para refugiarse en el seno de Dios. No había vivido en comunión constante con el mundo invisible, y ahora el mundo visible se le escapaba con tremenda rapidez. “Azufre y fuego... de los cielos” (v. 24) estaban a punto de caer sobre todas las cosas en las cuales había concentrado sus esperanzas y sus afectos. El ladrón le ha sorprendido, y Lot parece haber perdido toda energía espiritual y todo dominio de sí mismo. Ha llegado al extremo de sus recursos, y el mundo que había echado raíces profundas en su corazón, le aplasta y le fuerza a buscar refugio en una ciudad pequeña. Pero tampoco allí se siente seguro y sube al monte, haciendo por miedo lo que se había negado a hacer por orden del mensajero de Dios. ¿Y cuál fue su triste fin? Le emborrachan sus propias hijas, y, en el terrible estado en que así se halla hundido, llega a ser el instrumento mediante el cual son llamados a la existencia los amonitas y los moabitas, estos declarados enemigos del pueblo de Dios. ¡Cuántas enseñanzas solemnísimas encierra todo esto! ¡Oh! amado lector, ¡vea aquí lo que es el mundo! ¡Vea qué fatal es dejar que el corazón siga en pos de él! ¡Qué comentario es esta historia de Lot a aquella breve pero abarcadora admonición: “No améis al mundo, ni las cosas que están en el mundo” (1 Juan 2:15). Todas las Sodomas y las Zoares del mundo se asemejan: el corazón no halla en su recinto ni seguridad, ni paz, ni reposo, ni satisfacción duradera. El juicio de Dios está suspendido sobre la escena entera; y sólo Dios, en su larga y misericordiosa paciencia, retiene todavía la espada del juicio, no deseando que nadie perezca, sino que todos vengan al arrepentimiento (2 Pedro 3:9). Continuará...
domingo, 24 de noviembre de 2024
GÉNESIS PARTE 169
LOT Y EL JUICIO DE SODOMA
Consecuencias de la asociación con el mundo
Procurar convencer al mundo de pecado, y vivir asociado con él a fin de fomentar sus intereses, es inútil. El mundo hace poco caso de tal testimonio o de tales reprensiones. Esto que decimos resultó del testimonio de Lot a sus yernos: “Pareció a sus yernos como que se burlaba” (v. 14). Es inútil hablar del juicio que se acerca mientras nuestro lugar, nuestra parte y nuestro placer en medio de la escena misma sobre la cual caerá el juicio. Abraham se hallaba en mucho mejor condición para hablar del juicio, porque no había descendido a la llanura y bien podía hallarse Sodoma envuelta en llamas sin que las tiendas del extranjero de Mamre estuviesen en peligro. Haga Dios que nuestros corazones busquen con más ardor los benditos frutos que acompañan la vida de los que hacen profesión de ser “extranjeros y peregrinos” en la tierra, a fin de que, en lugar de ser necesario que se nos haga salir del mundo —como en el caso del desdichado Lot, quien por viva fuerza fue llevado por los ángeles y colocado fuera de la población—, corramos con santo celo la carrera propuesta en procura de “la meta” (Filipenses 3:14).
Lot salvado como a través de fuego
Evidentemente, Lot deploraba tener que dejar el lugar que los ángeles le obligaban a abandonar, porque no solamente fue necesario que le tomaran de la mano para forzarle a huir del juicio que estaba a punto de descargarse, sino que, cuando uno de ellos le exhortó a salvar su vida (la única cosa que era posible salvar de la calamidad) y huir al monte, respondió: “No, yo os ruego, señores míos. He aquí ahora ha hallado vuestro siervo gracia en vuestros ojos, y habéis engrandecido vuestra misericordia que habéis hecho conmigo dándome la vida; mas yo no podré escapar al monte, no sea que me alcance el mal, y muera. He aquí ahora esta ciudad está cerca para huir allá, la cual es pequeña; dejadme escapar ahora allá (¿no es ella pequeña?), y salvaré mi vida” (v. 18-20). ¡Qué espectáculo! ¿No diríamos que aquí tenemos a un hombre que se ahoga y extiende la mano para agarrarse a una paja a fin de salvarse? Continuará...
viernes, 22 de noviembre de 2024
GÉNESIS PARTE 168
LOT Y EL JUICIO DE SODOMA
La elección de Lot
Sin duda alguna Lot creía que cuidaba bien de los intereses propios y de los de su familia yendo a Sodoma, pero los resultados demostraron bien cómo se equivocó, y el fin de su historia hace resonar en nuestros oídos el aviso solemne de que estemos alertas ante el primer movimiento del espíritu mundano en nosotros, a fin de que no cedamos. “Contentos” con lo que tenemos ahora (Hebreos 13:5). ¿Por qué? ¿Acaso porque estamos ya bien acomodados en el mundo; porque los vagabundos deseos del corazón están satisfechos; porque en nuestras circunstancias no hay vacío que suscite un deseo? ¿Es esto quizá lo que debe constituir la razón de nuestro contentamiento? No; de ningún modo; sino lo que Dios mismo ha dicho: “No te desampararé ni te dejaré”. ¡Bendita suerte! Bienaventurado, “porque él dijo: No te desampararé, ni te dejaré”. Si Lot se hubiera contentado con ella, no habría escogido las bien regadas llanuras de Sodoma.
Consecuencias de la asociación con el mundo
Si todavía tenemos necesidad de otros motivos para cultivar en nosotros el contentamiento de espíritu, los hallamos en este capítulo. ¿Qué obtuvo Lot en cuanto a dicha y satisfacción positivas? Muy poca cosa: los hombres de Sodoma rodearon su casa para forzar la entrada, y él procuró en vano apaciguarles por medio de las proposiciones más humillantes. Es preciso que quien se mezcle con el mundo a fin de engrandecerse, se prepare para sufrir las más desastrosas consecuencias de su conducta. No nos podemos servir del mundo para promover nuestros intereses particulares y, al mismo tiempo, rendir testimonio eficaz contra el mismo. “Vino este extraño para habitar entre nosotros, ¿y habrá de erigirse en juez?” (v. 9). Esto es imposible. No se puede ejercer influencia sobre el mundo sin mantenerse separado del mismo, por supuesto que según el poder moral de la gracia y no por un altanero espíritu de fariseísmo. Continuará...
jueves, 21 de noviembre de 2024
GÉNESIS PARTE 167
GÉNESIS
LOT Y EL JUICIO DE SODOMA
La elección de Lot
Recibir la hospitalidad de alguien es un acto de gran significado y la expresión de completa comunión con aquel de quien se recibe: “Entraré a él, y cenaré con él, y él conmigo”. “Si habéis juzgado que yo sea fiel al Señor, entrad en mi casa, y posad” (Apocalipsis 3:20; Hechos 16:15). Si ellos no hubiesen tenido tal concepto de ella (es decir, de Lidia) no habrían aceptado su hospitalidad. La respuesta, pues, que los ángeles dan a Lot encierra una positiva condena de la posición que éste ocupaba en Sodoma: preferían pasar la noche en la calle que abrigarse bajo el tejado de uno que se hallaba en una falsa posición. Por cierto que su único objeto al ir a Sodoma parece haber sido el de librar a Lot, y esto a causa de Abraham, tal como está escrito: “Así, cuando destruyó Dios las ciudades de la llanura, Dios se acordó de Abraham, y envió fuera a Lot de en medio de la destrucción, al asolar las ciudades donde Lot estaba” (v. 29). Esta afirmación prueba que Lot fue salvado por amor a Abraham. Dios no simpatiza con un corazón mundano como el que llevó a Lot a establecerse en medio de la corrupción de la criminal Sodoma. No fue su fe, ni la mente espiritual, ni “su alma justa”, sino fue el amor por el presente siglo malo el que le arrastró primero a escoger, después a “poner sus tiendas hasta Sodoma”, y, por fin, a sentarse “a la puerta de Sodoma”. ¡Qué triste elección la suya! Una “cisterna rota” que no podía contener agua; una “caña frágil” que le penetró la mano (Jeremías 2:13; Isaías 36:6). Cosa amarga es para uno quererse gobernar a sí mismo de cualquier modo que sea; así se cometen tan sólo los errores más graves. Infinitamente más vale dejar a Dios el cuidado de trazarnos el camino, confiándole como pequeñuelos todo cuanto nos concierne, ya que él es quien puede y quien quiere hacer todas las cosas por nosotros; poner la pluma —por así decirlo— en su bendita mano y permitirle trazar toda nuestra vida conforme a su infalible sabiduría y su amor infinito. Continuará...
miércoles, 20 de noviembre de 2024
GÉNESIS PARTE 166
LOT Y EL JUICIO DE SODOMA
Lot sentado en la puerta
Fijemos ahora la atención en la parte solemne de la Historia Sagrada a la cual hemos llegado. “Lot estaba sentado a la puerta de Sodoma” (v. 1), en el puesto de la autoridad. Había avanzado: «se había abierto camino en el mundo», había tenido éxito, a vista humana. Anteriormente había ido poniendo sus tiendas paso a paso hasta Sodoma; más tarde, sin duda, penetró en la ciudad misma y ahora le hallamos sentado a la puerta, en el puesto de las personas influyentes. ¡Cuánto se diferencia esto de la escena que abre el capítulo anterior! La razón de ello, querido lector, es obvia: Abraham
“por la fe habitó como extranjero en la tierra prometida como en tierra ajena, morando en tiendas” (Hebreos 11:9). Nada de esto se nos dice de Lot. No se podría decir: «Por la fe estaba Lot sentado a la puerta de Sodoma.» No, no; Lot no ocupa ningún puesto en la lista de los nobles mártires de la fe, en la “nube de testigos” del poder de la fe (Hebreos 11 y 12:1). El mundo fue para él un lazo, y las cosas presentes su ruina. Él no se sostuvo “como viendo al Invisible”(Hebreos 11:27). Sus ojos estaban fijos en las “cosas que se ven... las que son temporales” mientras que los de Abraham descansaban en las que “no se ven, (las que) son eternas” (2 Corintios 4:18). Era inmensa la diferencia entre estas dos personas, las que, no obstante haber empezado juntas su carrera, llegaron a resultados muy diferentes, al menos en orden a su testimonio público. Sin duda Lot se salvó, pero esto fue “como por fuego” (1 Corintios 3:15), porque su obra fue quemada. Abraham, al contrario, tuvo una rica entrada en el reino eterno de nuestro Señor y Salvador Jesucristo (2 Pedro 1:11).
Además, no vemos en ninguna parte que a Lot se le haya concedido el disfrute de los honores y privilegios que se le acordaron a Abraham. En lugar de recibir en su morada la visita del Señor, leemos que “afligía cada día su alma justa” (2 Pedro 2:8). En lugar de disfrutar de la comunión con el Señor, se hallaba a lamentable distancia de él; en lugar de interceder por otros, apenas podía orar por sí mismo. Dios permanece con Abraham para comunicarle sus pensamientos, mientras que a Sodoma sólo envía sus mensajeros, y a éstos apenas si les consiente que entren en la casa de Lot para aceptar su hospitalidad. “No” —responden— “que en la calle nos quedaremos” (v. 2). ¡Qué reproche! ¡Cuán diferente es esta respuesta a la que el Señor le dirige a Abraham, diciéndole: “Haz así como has dicho” (18:5). Continuará...
martes, 19 de noviembre de 2024
GÉNESIS PARTE 165
LOT Y EL JUICIO DE SODOMA
El creyente y el mundo
El Señor, en su gracia, se vale de dos métodos para desviar el corazón del hombre de las cosas de este mundo: primeramente revela el valor y la inmutabilidad de “las cosas de arriba”, y luego hace conocer la vanidad y la naturaleza perecedera de las cosas “de la tierra” (Colosenses 3:1, 2.). El final del capítulo 12 de la epístola a los Hebreos nos ofrece un magnífico ejemplo de cada uno de estos métodos. Después de haber establecido la verdad en cuanto a que hemos llegado al monte de Sion y a todos los gozos y todos los privilegios consiguientes, el apóstol continúa diciendo: “Mirad que no desechéis al que habla.
Porque si no escaparon aquellos que desecharon al que los amonestaba en la tierra, mucho menos nosotros, si desecháremos al que amonesta desde los cielos. La voz del cual conmovió entonces la tierra, pero ahora ha prometido, diciendo: Aún una vez, y conmoveré no solamente la tierra, sino también el cielo. Y esta frase: Aún una vez, indica la remoción de las cosas movibles, como cosas hechas, para que queden las inconmovibles” (Hebreos 12:25-27). Ahora bien, más vale ser atraído por los goces del cielo, que ser empujado por las penas de la tierra. El cristiano no debe esperar que el mundo le abandone para que él abandone el mundo; debe dejar las cosas de la tierra por virtud de la comunión con las cosas de arriba. Cuando se ha logrado a Cristo mediante la fe, no es difícil dejar al mundo; más bien, en tal caso, es difícil permanecer adherido al mundo. Un barrendero de calles que llega a ser millonario no continuará por mucho tiempo en su oficio. Del mismo modo, si por la fe nos apropiamos el valor y la realidad de los bienes inamovibles de los cielos y la parte que de ellos nos toca no hallaremos dificultad en dejar los gozos engañadores de la tierra. Continuará...
lunes, 18 de noviembre de 2024
GÉNESIS PARTE 164
ANDAR POR LA FE - LA CIRCUNCISIÓN
Las profecías y la esperanza
Muchos dicen: «Yo no tengo cabeza para las profecías». Esto es muy posible, pero ¿tiene usted corazón para Cristo? Si ama a Cristo, amará también su venida, aun cuando fuera incapaz de todo estudio profético. Una mujer que ama a su marido puede carecer de cabeza para entrar en los negocios de él; pero, si su esposo está ausente, ella ocupará su corazón con la ansiedad de su vuelta; puede ser que no comprenda nada de la contabilidad de su diario y de su libro principal, pero conoce sus pasos y reconoce su voz. El cristiano más ignorante que ama al Señor Jesús puede abrigar el más vivo deseo de verle, y tal es la esperanza de la Iglesia. El apóstol podía decir a los tesalonicenses: “Os convertisteis de los ídolos a Dios, para servir al Dios vivo y verdadero, y esperar de los cielos a su Hijo” (1 Tesalonicenses 1:9,10). Evidentemente, los santos de Tesalónica, en el momento de su conversión, pudieron tener un conocimiento muy incompleto de la profecía o del asunto particular al que ella se refiere; sin embargo, desde entonces quedaron en plena posesión y bajo la potencia de la esperanza especial de la Iglesia, pendiente de la venida del Hijo. Así lo vemos desde el principio hasta el fin del Nuevo Testamento. Encontramos las profecías y el gobierno moral de Dios; pero un gran número de pasajes nos prueban que la esperanza común de los cristianos de los tiempos apostólicos —esperanza sencilla, sin rodeos ni vueltas— era la venida del Hijo, la vuelta del Esposo.
Ojalá que el Espíritu Santo reavive esta “esperanza bienaventurada” en la Iglesia, reuniendo a los elegidos y preparando para el Señor “un pueblo bien dispuesto” (Tito 2:13; Lucas 1:17). Continuará...
domingo, 17 de noviembre de 2024
GENESIS PARTE 163
GÉNESIS
ANDAR POR LA FE - LA CIRCUNCISIÓN
Las profecías y la esperanza
Antes de terminar este capítulo, quisiera hacer una observación, directa o indirectamente relacionada con el asunto, que siempre es digna de atención. Cuando se estudian las Escrituras, es de gran importancia distinguir entre el gobierno moral de Dios respecto al mundo y la esperanza particular de la Iglesia. Todas las profecías del Antiguo Testamento, y buena parte de las del Nuevo, tratan del gobierno moral de Dios sobre el mundo, y ofrecen así a todo cristiano temas de estudio de gran interés. Es ciertamente interesante saber lo que hace Dios y lo que hará con todas las naciones de la tierra; es interesante leer sus pensamientos respecto a Tiro, Babilonia, Nínive, Jerusalén, Egipto, Asiria y la tierra de Israel. En resumen, todo el tenor de la profecía del Antiguo Testamento demanda la atención con oración de parte de todo verdadero creyente. Pero acordémonos de que estas profecías no contienen la esperanza especial de la Iglesia; porque si la existencia misma de la Iglesia no estaba todavía revelada de un modo directo ¿cómo se hallará en ellas su esperanza?
¡Imposible! No por eso las profecías del Antiguo Testamento dejan de proveer una rica cosecha de principios divinos y morales, de los cuales puede aprovechar la Iglesia; pero esto es muy diferente a querer encontrar en estas profecias la revelación de la existencia y de la esperanza particular de la Iglesia. No obstante, una buena parte de estas profecías se ha aplicado a la Iglesia, y así se ha oscurecido y embrollado de tal manera todo el asunto que los espíritus sencillos se retraen del estudio tan lleno de enseñanzas y descuidan aun lo que es del todo distinto de las profecías, a saber, la esperanza de la Iglesia.
No necesitamos repetir que esta esperanza no tiene relación alguna con lo que concierne a los caminos de Dios para con las naciones,sino que consiste en ir al encuentro del Señor en el aire, para estar para siempre con él y ser como él (véase 1 Tesalonicenses 4:13 y siguientes). Continuará...
sábado, 16 de noviembre de 2024
GÉNESIS PARTE 162
ANDAR POR LA FE - LA CIRCUNCISIÓN
Abraham depositario de los pensamientos de Dios
El que se haya revestido de “toda la armadura de Dios” puede orar “por todos los santos” (Efesios 6:11, 18); y ¡bajo qué aspecto esto nos hace entrever la intercesión de nuestro “gran sumo sacerdote que traspasó los cielos”! (Hebreos 4:14). ¡Qué reposo infinito debió de haber hallado en todos los consejos de Dios!
¡Con qué profundo sentimiento de su aceptación estará sentado en los cielos en medio de la gloria del trono de su Majestad! ¡Con cuánta eficacia omnipotente intercede ante esa Majestad por los que trabajan y se fatigan en medio de la corrupción que reina en este mundo! ¡Cuánta bienaventuranza para los que son el objeto de su intercesión omnipotente! ¡Cuán dichosos y bien amparados! Quiera Dios que tengamos corazones más compenetrados de estas cosas, corazones ensanchados por la comunión personal con Dios, capaces de recibir mayor medida de la plenitud infinita de su gracia y de comprender mejor cómo todo lo ha provisto para nosotros y para nuestras necesidades.
Vemos en este pasaje que, por bendita que fuera la intercesión de Abraham, ella, no obstante, era limitada, porque el intercesor no era más que hombre: no alcanzaba la medida de la necesidad. Dijo Abraham: “He aquí ahora que he comenzado a hablar a mi Señor... hablaré solamente una vez” (v. 27, 32), acabando así, como si temiera haber presentado a la tesorería de la gracia un asunto demasiado grande, o como si se hubiera olvidado de que la demanda de la fe siempre ha sido reconocida y honrada en la tesorería divina.
No hubo urgencia en Dios; al contrario, hubo abundancia de gracia y paciencia para escuchar los ruegos de su amado servidor, con tal de que perseverara en la intercesión por amor a tres o aun a uno solo; pero hubo estrechez en el servidor mismo. Temía traspasar los límites de su crédito; por eso cesó de pedir y Dios cesó de dar... No sucede esto con nuestro bendito Intercesor, pues de él se dice con verdad: “Puede también salvar perpetuamente... viviendo siempre para interceder” (Hebreos 7:25). Recurramos a él en todas nuestras necesidades, en todas nuestras flaquezas y en todas nuestras luchas. Continuará...
viernes, 15 de noviembre de 2024
GÉNESIS PARTE 161
ANDAR POR LA FE - LA CIRCUNCISIÓN
Abraham depositario de los pensamientos de Dios
No necesitaremos leer los periódicos para saber lo que será de este mundo: la Escritura nos revela todo cuanto importa saber acerca de ello. Sus páginas santas y puras nos hacen conocer todo lo que atañe a su carácter, como así también el curso y el destino del mundo. Si, en cambio, recurrimos a los hombres del mundo para que nos instruyan en estas cosas, acaso Satanás se servirá de ellos para engañamos e impedimos ver. Si Abraham se hubiese ido a Sodoma para obtener informes de lo que pasaría; si se hubiese dirigido al jefe más inteligente para saber su opinión respecto del estado de Sodoma y sus perspectivas futuras, ¿qué se le habría contestado? Sin duda alguna, le habría llamado la atención sobre las empresas agrícolas y arquitectónicas de sus compatriotas, como asimismo sobre los inmensos recursos del país; le habría hecho ver las multitudes de vendedores y compradores, de gente que edificaba casas y cultivaba campos, de gente que comía y bebía, de gente que se casaba y daba en casamiento. Esas gentes de Sodoma ni habían soñado en cosa tal como un juicio; y, si se les hubiese hablado de tal cosa, se habría visto la sonrisa de la incredulidad en sus labios. Resultaba muy claro que no se debía ir a Sodoma para saber cuál sería su porvenir. No, “el lugar donde estuvo Abraham delante de Jehová” era el único desde donde la vista abarcaba toda la escena (Génesis 19:27). Allí Abraham dominaba todas las nubes que se habían amontonado sobre Sodoma. Allí, en la serenidad y la calma de la presencia de Dios, todo se le presentó claro merced a la revelación misma de Dios.
Intercesión de Abraham en favor de Sodoma
¿Qué uso hizo Abraham de lo que Dios le había revelado y de la feliz posición de que disfrutaba? ¿En qué se ocupaba en la presencia del Señor? Intercedía por otros ante Jehová. Éste es el tercer privilegio especial que se le concede en este capítulo. Éste fue un feliz y santo uso de su cercanía respecto de Dios. Abraham pudo interceder por los que se hallaban mezclados con la gente corrompida de Sodoma y que corrían el peligro de verse envueltos en la misma calamidad que le sobrevendría a esta ciudad culpable. Como siempre sucede en tales casos, Abraham hizo un uso bueno y santo de su privilegio delante de Dios. El alma que hoy puede acercarse a Dios con plena confianza de fe, con corazón y conciencia en perfecta paz, descansando en Dios respecto a lo pasado, lo presente y lo porvenir, se halla también en condiciones de interceder por otros, e intercederá por ellos. Continuará...
jueves, 14 de noviembre de 2024
GÉNESIS PARTE 160
ANDAR POR LA FE - LA CIRCUNCISIÓN
Una vida con Dios
La Escritura habla de dos clases de risa. Primero, ésa de la cual Dios llena la boca de su pueblo cuando, en el momento de gran prueba, Dios acude en su auxilio de modo muy señalado: “Cuando Jehová hiciere volver la cautividad de Sion, seremos como los que sueñan. Entonces nuestra boca se llenará de risa, y nuestra lengua de alabanza; entonces dirán entre las naciones: Grandes cosas ha hecho Jehová con éstos” (Salmo 126:1, 2). Luego está la risa que la incredulidad pone en nuestra boca cuando las promesas de Dios son demasiado gloriosas para caber en nuestros corazones estrechos, o cuando los medios exteriores de los cuales Dios se sirve son demasiado pequeños, a nuestro juicio, para la ejecución de sus grandes designios. No nos avergonzamos de la primera de estas risas, ni tememos confesarlo. Los hijos de Sion no se avergüenzan de decir: “Entonces nuestra boca se llenará de risa”. Podemos reír de buen grado cuando Jehová nos haga reír. Pero “Sara negó, diciendo: No me reí; porque tuvo miedo” (v. 15). La incredulidad nos hace cobardes y mentirosos; la fe nos hace valientes y verídicos: ella nos hace aptos para acercamos “confiadamente al trono de la gracia” y “con corazón sincero” (Hebreos 4:16; 10:22).
Abraham depositario de los pensamientos de Dios
Pero hay más: Dios hace a Abraham depositario de sus pensamientos y propósitos acerca de Sodoma; porque, aun cuando Sodoma no interese personalmente a Abraham, vive bastante cerca de Dios como para que Dios le participe sus designios secretos respecto a esta ciudad. Si queremos conocer las intenciones de Dios en cuanto al presente siglo malo, es preciso que vivamos completamente separados del mismo y que no tomemos parte alguna en sus proyectos y especulaciones. Cuanto más cerca de Dios nos mantengamos, tanto más sumisos a su palabra viviremos, y tanto más también conoceremos sus pensamientos respecto a todas las cosas. Continuará...
miércoles, 13 de noviembre de 2024
GÉNESIS PARTE 159
ANDAR POR LA FE - LA CIRCUNCISIÓN
Abraham, amigo de Dios
¡Indudablemente! Las palabras de nuestro Señor (Juan 14:23, 24) ponen fuera de duda este asunto y demuestran, además, que la pretensión de amar a Cristo sin guardar su palabra es hipocresía: “El que me ama, guardará mi palabra”. Si, pues, no la guardamos, es prueba evidente de que no andamos conforme al amor por el nombre de Cristo. Nuestro amor a Cristo se manifiesta cuando hacemos las cosas que nos ha mandado y no consiste en decir: “Señor, Señor”. ¿Para qué sirve decir: «Yo voy, Señor», mientras que el corazón ni siquiera piensa en ir? (Comp. Mateo 21:28-32).
Una vida con Dios
Aun cuando veamos a Abraham caído en faltas de detalle, notamos en él algo que, de manera general, le distingue: una vida con Dios, elevada, verdadera, íntima, por lo que, en la parte de su historia que meditamos, disfruta de tres privilegios particulares, a saber: de ofrecer a Dios algo que le es agradable; de estar en plena comunión con Dios y de interceder por otros delante de Dios. Estos son privilegios gloriosos que acompañan a un proceder santo, a una vida de separación y obediencia. La obediencia es agradable al Señor por ser el fruto de su propia gracia en nuestros corazones. Vemos cómo el único hombre perfecto que haya existido, constantemente deleitaba al Padre: varias veces Dios le rinde testimonio desde el cielo, diciendo: “Este es mi Hijo amado, en quien tengo complacencia” (Mateo 3:17).
La vida de Cristo en la tierra era para el cielo un motivo de gozo continuo: todos sus caminos hacían subir sin cesar el incienso de suave olor ante el trono de Dios. Desde el pesebre hasta la cruz hizo siempre lo que era agradable al Padre. No hubo en su camino ni interrupción, ni variación, ni escollo. Fue el único perfecto. Sólo en él pudo trazar el Espíritu Santo una vida perfecta en la tierra. Al seguir el curso de la Historia Sagrada, encontramos de vez en cuando una alma que ocasionalmente ha regocijado al cielo. Así, en el capítulo que nos ocupa, hallamos al extranjero en el valle de Mamre, en su tienda, ofreciendo a Jehová lo que le era agradable: los dones fueron ofrecidos por amor y aceptados de buena voluntad. Vemos a Abraham disfrutando de una comunión íntima con Jehová, lo que le permite interceder primero por lo que personalmente le concierne (v. 9-15) y luego por los habitantes de Sodoma (v. 16-21). ¡Qué fortalecimiento para el corazón de Abraham reconstituyó la promesa de Dios: “Sara... tendrá un hijo”! (v. 10). No obstante, esta promesa no produjo en Sara más que una sonrisa, como a Abraham en el capítulo anterior. Continuará...
martes, 12 de noviembre de 2024
GÉNESIS PARTE 158
ANDAR POR LA FE - LA CIRCUNCISIÓN
Sellados con el Espíritu Santo
Tales son los preciosos frutos de los consejos maravillosos, insondables y eternos del amor redentor, y somos “sellados”, no con un sello exterior, en la carne, sino con el Espíritu Santo. Toda la familia de la fe está sellada con este sello. El valor y la eficacia invariable de la sangre de Cristo son tales que el Espíritu Santo, la tercera persona de la Trinidad eterna, puede venir y hacer su morada en cada uno de los que han puesto en él su confianza. ¿Qué les queda por hacer, pues, a los que saben estas cosas, sino permanecer “firmes y constantes, creciendo en la obra del Señor siempre”? (1 Corintios 15:58). ¡Oh Señor, que así sea por la gracia de tu Espíritu Santo!
COMUNIÓN DE ABRAHAM CON JEHOVÁ
Abraham, amigo de Dios
Este capítulo nos ofrece un hermoso ejemplo de los resultados de una vida de separación y obediencia: “He aqui, yo estoy a la puerta y llamo; si alguno oye mi voz y abre la puerta, entraré a él, y cenaré con él, y él conmigo” (Apocalipsis 3:20). “El que me ama, mi palabra guardará; y mi Padre le amará, y vendremos a él, y haremos morada con él” (Juan 14:23). Estos textos, puestos en relación con el contenido del capítulo que nos ocupa, demuestran que la clase de comunión de la que disfruta el alma obediente es cosa del todo desconocida para quien se mueve en una atmósfera mundana.
Este no toca ni del modo más remoto la cuestión del perdón o justificación. Todos los creyentes son revestidos de un mismo “manto de justicia” (Isaías 61:10); están todos colocados delante de Dios bajo una sola y misma justificación. La misma vida espiritual desciende de la Cabeza, que está en el cielo, y se comunica a todos los miembros en la tierra. Esta doctrina importante, varias veces explicada ya en las páginas anteriores, está establecida de la manera más clara en las Escrituras, pero debemos recordar que la justificación y los frutos de la justificación son dos cosas completamente diferentes. El ser hijo es una cosa, e hijo obediente, otra. Un padre ama a su hijo obediente y le hace depositario de sus pensamientos y de sus planes. ¿No sucede lo mismo con respecto a nuestro Padre celestial?
lunes, 11 de noviembre de 2024
GÉNESIS PARTE 157
ANDAR POR LA FE - LA CIRCUNCISIÓN
Sellados con el Espíritu Santo
(Colosenses 2:10-13). Este pasaje glorioso nos explica lo que la circuncisión realmente representaba. Todo creyente es de “la circuncisión” en virtud de su asociación viva con Aquel que por su cruz y para siempre abolió todo lo que se oponía a la perfecta justificación de su Iglesia. No hay una sola mancha de pecado sobre la conciencia de los suyos, ni un principio de pecado en su naturaleza, cuya condenación no haya soportado Cristo en la cruz; y ahora los creyentes son considerados como muertos con Cristo, como sepultados con él en el sepulcro y como resucitados con él y hechos aceptos en él, siendo completamente quitados por la cruz sus pecados, sus iniquidades, sus transgresiones, sus enemistades y su incircuncisión. La sentencia de muerte está grabada en la carne; pero el creyente posee una vida nueva conjuntamente con su Jefe resucitado y glorificado.
En el pasaje que acabamos de citar, el apóstol nos enseña que la Iglesia ha salido vivificada del sepulcro de Cristo y, además, que el perdón de los pecados de la Iglesia es tan completo y tan enteramente obra de Dios como lo fue la resurrección de Cristo de entre los muertos. Pues, sabemos que la resurrección de Cristo fue el resultado de la intervención de la supereminente grandeza “del poder de Dios” o “según la operación del poder de su fuerza” (Efesios 1:19). ¡Qué expresión enérgica para poner de relieve la grandeza y la gloria de la redención, como asimismo el sólido fundamento sobre el que ella descansa!
¡Qué descanso, qué descanso perfecto encuentran aquí el corazón y la conciencia! ¡Qué salvación completa para el alma trabajada y cargada! Todos nuestros pecados quedaron sepultados en la tumba de Cristo. Ni uno, ni el más pequeño quedó fuera. Dios hizo todo esto por nosotros. Todo cuanto pudo descubrir en nosotros su ojo penetrante lo colocó en Cristo clavado a la cruz. De manera que en esa cruz Dios hizo pasar el juicio sobre Cristo, en lugar de hacerlo pasar sobre nosotros eternamente, arrojándonos a las penas del infierno. Continuará...
domingo, 10 de noviembre de 2024
GÉNESIS PARTE 156
ANDAR POR LA FE - LA CIRCUNCISIÓN
El Dios Todopoderoso
¡Cuánta diferencia hay entre la actitud de Abraham en el capítulo anterior y en éste! En el uno tiene delante de sí la naturaleza humana; en el otro, está en la presencia del Dios Todopoderoso. En el uno se agita; en el otro adora. En el uno recurre a sus propias combinaciones y a los cálculos de Sarai; en el otro se abandona —con todo lo que le concierne, su presente y su futuro— en las manos de Dios, permitiéndole obrar en él y por él. Ésta es la razón por la cual Dios puede decirle: Yo te haré... Yo te estableceré... Yo te daré... Yo te bendeciré. En una palabra, Dios solo y su obra son el asunto, y ahí está el verdadero descanso del corazón que ha aprendido algo de sí mismo.
La circuncisión
Ahora se introduce el pacto de la circuncisión. Es preciso que cada uno de los miembros de la familia de la fe, sin excepción alguna, lleve en su cuerpo el sello del pacto. “Será circuncidado todo varón de entre vosotros... el nacido en tu casa, y el comprado por tu dinero; y estará mi pacto en vuestra carne por pacto perpetuo. Y el varón incircunciso, el que no hubiere circuncidado la carne de su prepucio, aquella persona será cortada de su pueblo; ha violado mi pacto” (v. 9-14). En el capítulo 4 de la epístola a los Romanos vemos que la circuncisión era el “sello de la justicia de la fe” (v. 11). Abraham “creyó a Jehová, y le fue contado por justicia” (15:6). Como Dios le tenía por justo, puso su “sello” en él.
Sellados con el Espíritu Santo
El sello con el cual el creyente es sellado en la actualidad, no es, como entonces, una señal en la carne, sino que es “el Espíritu Santo de Dios, con el cual fuisteis sellados para el día de la redención” (Efesios 4:30). Y esto se funda en la relación eterna del cristiano con Cristo y en su perfecta identificación con él en la muerte y la resurrección, como está escrito: “Estáis completos en él, que es la cabeza de todo principado y potestad. En él también fuisteis circuncidados con circuncisión no hecha a mano, al echar de vosotros el cuerpo pecaminoso carnal, en la circuncisión de Cristo; sepultados con él en el bautismo, en el cual fuisteis también resucitados con él, mediante la fe en el poder de Dios que le levantó de los muertos. Y a vosotros, estando muertos en pecados y en la incircuncisión de vuestra carne, os dio vida juntamente con él, perdonándoos todos los pecados” Continuará...
sábado, 9 de noviembre de 2024
GÉNESIS PARTE 155
ANDAR POR LA FE - LA CIRCUNCISIÓN
El Dios Todopoderoso
Cuando, mediante la gracia, el alma cesa de confiar en la criatura, entonces —y sólo entonces— se halla en condiciones debidas para que Dios obre; y cuando Dios obra, todo marcha bien. Él no deja nada sin acabar; ordena perfectamente todo lo que concierne a los que ponen en él su confianza. Cuando la inmutable sabiduría, la omnipotencia y el amor infinito obran en conjunto, el corazón confiado puede disfrutar de imperturbado reposo. A no ser que hallemos la circunstancia demasiado grande o demasiado pequeña para “el Dios Todopoderoso”, no tenemos motivo alguno por el cual inquietamos; y es ésta una verdad poderosa y muy a propósito para colocar a todos los que creen en la bienaventurada posición en que hallamos a Abraham en este capítulo. Después de haberle dicho Dios positivamente: «Confíame todo, y yo proveeré a todo, más allá de todos tus ambiciosos deseos y de tus más queridas esperanzas (la descendencia, la herencia y todo cuanto de ello depende), todo estará perfecta y eternamente arreglado según el pacto del Dios Todopoderoso», “entonces Abram se postró sobre su rostro” (v. 3). ¡Bendita posición! La única propia que un pecador débil, desnudo e inútil debe ocupar en la presencia de un Dios vivo, Creador del cielo y de la tierra, poseedor de todas las cosas, “el Dios Todopoderoso.”
“Y Dios habló con él”. Cuando el hombre está humillado en el polvo, Dios, por gracia, puede hablarle. La posición que aquí toma Abraham es la expresión de la completa humillación en la presencia de Dios, en el sentido de entera flaqueza y anonadamiento delante de Él, y tal humillación es segura precursora de la revelación de Dios mismo. Cuando la criatura permanece así delante de él, Dios se puede manifestar tal cual es, en toda la refulgente gloria de su persona. Él no dará su gloria a otro. Se puede revelar y permitir que el hombre adore en presencia de esa revelación, pero hasta que el hombre ocupe el lugar que le corresponde, Dios no puede desplegar ante él Su carácter. Continuará...
viernes, 8 de noviembre de 2024
GÉNESIS PARTE 154
ANDAR POR LA FE - LA CIRCUNCISIÓN
El Dios Todopoderoso
Es de la mayor importancia que sepamos delante de quién andamos y cuál es el objeto que perseguimos. ¿A quién tenemos en perspectiva y sobre quién nos apoyamos en este momento? ¿Llena Dios por completo nuestro porvenir, sin que los hombres y las circunstancias intervengan en absoluto? ¿No concedemos lugar a la criatura en nuestro futuro? La única manera de elevarse sobre el mundo es andar por la fe, porque la fe llena la escena tan completamente de Dios que no queda lugar para la criatura y para el mundo.
Si Dios llena todo el espacio que abarca mi vista, toda otra cosa desaparece, y puedo decir con el salmista: “Alma mía, en Dios solamente reposa, porque de él es mi esperanza. Él solamente es mi roca y mi salvación. Es mi refugio, no resbalaré” (Salmo 62:5, 6). Esta palabra “solamente” es profundamente escrutadora. La naturaleza no puede decir lo mismo, no porque quiera excluir a Dios del todo —a no ser que se halle bajo directa influencia de la incredulidad audaz y blasfema—, sino que no puede decir con toda seguridad “Él solamente”.
Es bueno notar que, en lo que respecta a la salvación, así como en todos los detalles de nuestra vida diaria, Dios no comparte su gloria con la criatura. Desde el principio hasta el fin debe ser “Él solamente” y esto, también, de una manera real. No basta que dependamos de Dios de palabra, mientras nuestros corazones están descansando en algún recurso de la criatura. Dios sacará todo a luz, probará el corazón y pondrá la fe en el homo. “Anda delante de mí y sé perfecto”. Tal es el camino que conduce al término verdadero. Continuará...
jueves, 7 de noviembre de 2024
GÉNESIS PARTE 153
ANDAR POR LA FE - LA CIRCUNCISIÓN
El Dios Todopoderoso
Finalmente, en el capítulo 3 de la epístola a los Filipenses encontramos otros dos sentidos de la palabra “perfecto”. El apóstol dice: “No que lo haya alcanzado ya, ni que ya sea perfecto” y un poco más adelante añade: “Así que, todos los que somos perfectos, esto mismo sintamos” (v. 12, 15). La palabra “perfecto” del primer pasaje se relaciona con la plena y eterna conformidad del apóstol con Cristo en la gloria, y la del último se relaciona con el hecho de que Cristo es el objeto exclusivo de nuestros corazones. “Yo soy el Dios Todopoderoso; anda delante de mí y sé perfecto".
Este pasaje tiene un significado de muchísima importancia. Es evidente que, cuando Abraham aceptó el recurso de Sarai, no marchaba ya delante de la faz del Dios Todopoderoso. Solamente la fe nos hace capaces de vivir libres delante del Todopoderoso. En cambio, la incredulidad siempre acepta más o menos del «yo», de las circunstancias, de las causas secundarias y de otras cosas de esta naturaleza. Así el alma es privada del gozo y la paz de la serena elevación y de la santa independencia que provienen de apoyarse en el brazo de Aquel que puede hacerlo todo. Pensémoslo bien: Dios no es para nosotros la constante realidad que debería ser, o que sería para nosotros si marcháramos por una fe más sencilla y una dependencia más completa respecto de él.
Dios solamente
“Anda delante de mí”. El verdadero poder consiste en andar delante de la faz del Dios poderoso; y para ello es preciso que el corazón no esté ocupado con otro objeto que no sea Dios mismo. Si descansamos en la criatura, no andamos delante de Dios, sino delante de la criatura. Continuará...
miércoles, 6 de noviembre de 2024
GÉNESIS PARTE 152
ANDAR POR LA FE - LA CIRCUNCISIÓN
El Dios Todopoderoso
El adorador sujeto a la ley jamás podía tener una conciencia perfecta, por la sencilla razón de que jamás había un sacrificio perfecto. La sangre de un toro o de un macho cabrío “nunca puede quitar los pecados” (Hebreos 10:11), y el valor que podía tener no duraba más que cierto tiempo, pero no para siempre; de forma que no podía dar una conciencia perfecta. Ahora el creyente más débil tiene el privilegio de tener una conciencia perfecta.
¿Por qué? ¿Es mejor que el adorador que estaba bajo la ley? De ninguna manera, pero tiene un mejor sacrificio. Si el sacrificio de Cristo es perfecto —y es perfecto para siempre— la conciencia del creyente es perfecta, y perfecta para siempre (comp. Hebreos 9:9-14, 25, 26; 10:14). El cristiano que no tiene una conciencia perfecta, deshonra el sacrificio de Cristo, pues es como si dijese que ese sacrificio no ha quitado el pecado (9:26) y que los efectos del sacrificio de Cristo no son más que temporales y de ninguna manera eternos; pues, ¿qué es esto, sino poner el sacrificio de Cristo al mismo nivel que los sacrificios de la economía mosaica?
Es necesario distinguir bien entre la perfección de la carne y la perfección de la conciencia. Pretender la primera es exaltar el «yo»; rechazar la última es deshonrar a Cristo. El que pertenece a Cristo debería tener una conciencia perfecta, mientras que Pablo no tenía ni podía tener una carne perfecta. La carne no es presentada en la Escritura como si debiera ser perfeccionada, sino crucificada. Es inmensa la diferencia. El cristiano tiene pecado en él, pero no sobre él. ¿Por qué? Porque Cristo, quien jamás tuvo pecado en él, llevó el pecado sobre él cuando fue clavado en la cruz. Continuará...
martes, 5 de noviembre de 2024
GÉNESIS PARTE 151
ANDAR POR LA FE - LA CIRCUNCISIÓN
El Dios Todopoderoso
La parábola que está al final de Mateo 18 nos enseña que aquel que quiere mantener sus derechos no conoce el verdadero carácter ni los efectos de la gracia. El siervo no era injusto al reclamar lo que se le debía, pero era despiadado. Era completamente diferente a su señor. Diez mil talentos le habían sido perdonados y, sin embargo, ¡podía ahogar a su consiervo por cien denarios! ¿Cuál fue la consecuencia? Fue entregado al verdugo; perdió el sentimiento bendito de la gracia y debió recoger los amargos frutos de su insistencia en sostener sus derechos, mientras que él mismo era objeto de la gracia.
Obsérvese, además, que es llamado “siervo malvado” (v. 32), no porque debía diez mil talentos, sino porque no había perdonado la deuda de los “cien denarios”. Había suficiente gracia en el señor para perdonar diez mil talentos, pero en el siervo no había bastante para perdonar cien denarios. Esta parábola tiene una solemne advertencia para todos los cristianos que entran en juicio, pues bien lo dice la Palabra: “Así también mi Padre celestial hará con vosotros si no perdonáis de todo corazón cada uno a su hermano sus ofensas”
(Mateo 18:35); no obstante, el principio es de una aplicación general, y nos demuestra que aquel que recurre a la justicia pierde el sentimiento de la gracia. El capítulo 9 de la epístola a los Hebreos nos presenta otro sentido de la palabra “perfecto”, y aquí también es el contexto el que determina ese sentido. Se trata de perfección “en cuanto a la conciencia” (comp. v. 9) y este empleo de la palabra “perfecto” es de gran importancia. Continuará...
lunes, 4 de noviembre de 2024
GÉNESIS PARTE 150
ANDAR POR LA FE - LA CIRCUNCISIÓN
El Dios Todopoderoso
En este capítulo vemos cómo Dios remedia la falta de Abraham. “Era Abram de edad de noventa y nueve años, cuando le apareció Jehová y le dijo: “Yo soy el Dios Todopoderoso; anda delante de mí y sé perfecto” (v. 1). Quiero explicar un poco la palabra “perfecto”. Si bien Abraham fue llamado a ser “perfecto”, esto no significa que debía ser perfecto en sí mismo —lo que es y ha sido siempre imposible— sino simplemente perfecto en cuanto al objeto de sus afectos, es decir, que su esperanza y su espera debían estar concentradas perfectamente y sin partición en el “Dios Todopoderoso”.
La palabra “perfecto” es empleada en el Nuevo Testamento por lo menos con cuatro sentidos diferentes. Leemos en Mateo 5:48: “Sed, pues, vosotros perfectos, como vuestro Padre que está en los cielos es perfecto”. Aquí el contexto nos enseña que la palabra “perfecto” se refiere al principio de nuestro andar, pues un poco antes, en el mismo capítulo, leemos: “Amad a vuestros enemigos... para que seáis hijos de vuestro Padre que está en los cielos, que hace salir su sol sobre malos y buenos, y que hace llover sobre justos e injustos” (v. 44,45).
Ser “perfecto” en el sentido del versículo 48, significa, pues, obrar según un principio de gracia hacia todos, incluso hacia aquellos que nos injurian y que nos hacen daño. Un cristiano que litiga o disputa para sostener sus derechos, no es “perfecto” como su Padre, pues su Padre obra por gracia, mientras que él obra esgrimiendo la justicia. No es cuestión de saber si es justo o injusto entrar en litigio con las gentes del mundo (por cuanto, si se trata de hermanos, 1 Corintios 6 es concluyente), sino que todo lo que queremos establecer es que todo cristiano que entra en pleito obra de una manera enteramente opuesta al carácter de su Padre; pues su Padre no pleitea con el mundo. Él no tiene ahora su sede en un trono de juicio, sino en un trono de misericordia y de gracia. Distribuye sus bendiciones sobre aquellos que, si fueran sometidos al juicio divino, ya estarían condenados. Es evidente, pues, que un cristiano que hace comparecer a un hombre a juicio no es “perfecto, como (su) Padre que está en los cielos es perfecto”. Continuará...
domingo, 3 de noviembre de 2024
GÉNESIS PARTE 149
LA INCREDULIDAD Y SUS CONSECUENCIAS FUNESTAS
Bajo la ley, Dios permaneció, en algún sentido, tranquilo para ver lo que podían hacer los hombres; mientras que, en el Evangelio, vemos a Dios activo y a los hombres llamados a permanecer “quietos (para ver) la salvación de Jehová con vosotros” (2 Crónicas 20:17). Siendo esto así, el apóstol no titubea en decir a los gálatas: “De Cristo os desligasteis, los que por la ley os justificáis; de la gracia habéis caído” (Gálatas 5:4). Si el hombre tiene algo que hacer en el asunto de la salvación, Dios queda excluido, y si Dios queda excluido, la salvación resulta imposible, puesto que es imposible que el hombre cumpla una salvación por medio de lo que demuestra que él es un ser perdido. Si, pues, la salvación es un asunto de la gracia, es preciso que sea totalmente por gracia. No puede ser algo mitad ley y mitad gracia, ya que los dos pactos son absolutamente distintos.
No puede ser mitad Sara y mitad Agar. Si es Agar, Dios queda excluido; si es Sara, el hombre queda excluido, y así es desde el principio hasta el fin. La ley se dirige al hombre; le pone a prueba, le demuestra para qué sirve, le convence de que ha caído, le coloca y le mantiene bajo la maldición mientras confíe en ella, es decir, mientras esté vivo. “La ley se enseñorea del hombre entre tanto que éste vive” (Romanos 7:1); pero, cuando muere, necesariamente cesa el señorío que aquélla ejerce respecto de lo que le pertenece (véase Romanos 7:16; Gálatas 2:19, Colosenses 2:20; 3:3), aun cuando ella conserve vigente su autoridad para maldecir a todo hombre viviente. El Evangelio, en cambio, al afirmar que el hombre está perdido, caído, muerto, revela a Dios tal cual es: como Salvador de los perdidos, como quien perdona al culpable y vivifica a los muertos. No nos presenta a Dios como quien exige cosa alguna del hombre (pues ¿qué se le puede pedir a un muerto que ha ido a la quiebra?), sino como quien despliega su libre gracia en la obra de la redención.
La diferencia entre los dos pactos —el de la ley y el de la gracia— es, por tanto, inmensa, y permite comprender la fuerza extraordinaria de las expresiones del apóstol en la carta a los Gálatas: “Estoy maravillado”... “¿quién os fascinó?... “temo de vosotros”... “estoy perplejo en cuanto a vosotros”... “¡ojalá se mutilasen los que os perturban!” (Gálatas 1:6; 3:1; 4:11-20; 5:12). Éstas son expresiones inspiradas por el Espíritu Santo, quien conoce el valor de un Cristo completo, de una salvación completa y quien sabe también cómo el conocimiento de lo uno y de lo otro es necesario para el pecador perdido. Continuará...
sábado, 2 de noviembre de 2024
GÉNESIS PARTE 148
LA INCREDULIDAD Y SUS CONSECUENCIAS FUNESTAS
La ley y la gracia
El error en que habían caído los gálatas consistía en añadir algo de “la naturaleza” a lo que Cristo ya había cumplido en la cruz. El Evangelio que Pablo les había anunciado, y que los gálatas habían recibido, era la sencilla presentación de la gracia de Dios, absoluta, sin reserva ni condición. “Jesucristo fue ya presentado claramente entre vosotros como crucificado” (Gálatas 3:1). No fue simplemente una promesa de Dios, sino una promesa divina y gloriosamente cumplida. El Cristo crucificado correspondía perfectamente tanto a las exigencias de Dios como a las necesidades de los hombres; pero los falsos maestros trastornaron o procuraron trastornar todo el Evangelio de Cristo, diciendo: “Si no os circuncidáis conforme al rito de Moisés, no podéis ser salvos” (Hechos 15:1), y así, según la declaración del apóstol mismo, desechaban “la gracia de Dios” y “por demás murió Cristo” (Gálatas 2:21).
Cristo, un Salvador completo
Es preciso que Cristo nos sea el Salvador completo, si no, no lo es de ningún modo. Desde el momento en que alguien diga: «A no ser que vosotros seáis esto y lo otro no podéis ser salvos», trastorna de arriba abajo el Evangelio de Cristo, puesto que este Evangelio me revela a Dios bajando hasta mí, tal cual soy, miserable pecador culpable y perdido por falta propia, y además trayéndome completa remisión de todo pecado y plena salvación de mi estado de perdición, en virtud de la obra cumplida por él mismo en la cruz. Por ello, si alguien dice: «Es preciso que seáis esto y lo otro para ser salvos», despoja a la cruz de toda su gloria y nos quita toda la paz, porque si la salvación depende de lo que nosotros seamos o de lo que hagamos, estamos perdidos sin remedio. Pero —alabado sea Dios— no es así.
El gran principio fundamental del Evangelio es que Dios es todo y el hombre nada-, no es una mezcla de Dios y de hombre, sino que todo es de Dios. La paz que ofrece el Evangelio no descansa én parte en la obra de Cristo y en parte en la obra del hombre, sino entera y únicamente en la obra de Cristo, porque esta obra es perfecta, siempre perfecta, y hace perfectos, como ella misma, a todos los que en ella confían. Continuará...
viernes, 1 de noviembre de 2024
GÉNESIS PARTE 147
LA INCREDULIDAD Y SUS CONSECUENCIAS FUNESTAS
La ley y la gracia
Luego, bajo el punto de vista de la doctrina, estamos autorizados a considerar a Agar y su hijo como tipos de la alianza o pacto de las obras y de todos los que, por ella, han nacido en la servidumbre. “Porque está escrito que Abraham tuvo dos hijos: uno de la esclava, el otro de la libre. Pero el de la esclava nació según la carne, mas el de la libre, por la promesa. Lo cual es una alegoría, pues estas mujeres son los dos pactos; el uno proviene del monte Sinaí, el cual da hijos para esclavitud; éste es Agar...” (Gálatas 4:22-25). En este importante pasaje “la carne” se pone en contraposición a “la promesa”, y vemos así cuál es el pensamiento de Dios no sólo respecto al significado de la palabra carne, sino además respecto al esfuerzo que hace Abraham para conseguir por medio de Agar la simiente prometida, en lugar de confiar en la promesa de Dios. Los dos pactos son simbolizados por Agar y Sara, y son diametralmente opuestos el uno al otro. La una dio hijos “para esclavitud”, presentando la cuestión de la capacidad del hombre de «hacer» y «no hacer», quien hizo que la vida dependiera totalmente de esta capacidad: “guardaréis mis estatutos y mis ordenanzas, los cuales haciendo el hombre, vivirá en ellos” (Levítico 18:5). Éste es el pacto de Agar. Pero el pacto de Sara pone de relieve a Dios como el Dios de la promesa, promesa del todo independiente del hombre y fundada en la buena voluntad y en el poder de Dios para su cumplimiento. Dios no añade ningún “si” a sus promesas. Las hace sin condiciones, y está decidido a cumplirlas.
Y la fe descansa en él con perfecta libertad de corazón. Ningún, esfuerzo de la naturaleza se requiere para el cumplimiento de las promesas de Dios; y precisamente en este punto faltaron Abraham y Sarai. Procuraron alcanzar un fin absolutamente garantizado por una promesa de Dios. Ésta es la gran equivocación de la incredulidad. Por su actividad nerviosa levanta nubes que envuelven el alma e impiden que los rayos de la gloria de Dios le iluminen. “Y no hizo allí muchos milagros, a causa de la incredulidad de ellos” (Mateo 13:58). Uno de los rasgos característicos de la fe es que siempre deja a Dios el campo libre para que se manifieste a sí mismo. Y ciertamente, al manifestarse Dios, le conviene al hombre ocupar el lugar de dichoso adorador. Continuará...
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