miércoles, 6 de noviembre de 2024

GÉNESIS PARTE 152

ANDAR POR LA FE - LA CIRCUNCISIÓN El Dios Todopoderoso El adorador sujeto a la ley jamás podía tener una conciencia perfecta, por la sencilla razón de que jamás había un sacrificio perfecto. La sangre de un toro o de un macho cabrío “nunca puede quitar los pecados” (Hebreos 10:11), y el valor que podía tener no duraba más que cierto tiempo, pero no para siempre; de forma que no podía dar una conciencia perfecta. Ahora el creyente más débil tiene el privilegio de tener una conciencia perfecta. ¿Por qué? ¿Es mejor que el adorador que estaba bajo la ley? De ninguna manera, pero tiene un mejor sacrificio. Si el sacrificio de Cristo es perfecto —y es perfecto para siempre— la conciencia del creyente es perfecta, y perfecta para siempre (comp. Hebreos 9:9-14, 25, 26; 10:14). El cristiano que no tiene una conciencia perfecta, deshonra el sacrificio de Cristo, pues es como si dijese que ese sacrificio no ha quitado el pecado (9:26) y que los efectos del sacrificio de Cristo no son más que temporales y de ninguna manera eternos; pues, ¿qué es esto, sino poner el sacrificio de Cristo al mismo nivel que los sacrificios de la economía mosaica? Es necesario distinguir bien entre la perfección de la carne y la perfección de la conciencia. Pretender la primera es exaltar el «yo»; rechazar la última es deshonrar a Cristo. El que pertenece a Cristo debería tener una conciencia perfecta, mientras que Pablo no tenía ni podía tener una carne perfecta. La carne no es presentada en la Escritura como si debiera ser perfeccionada, sino crucificada. Es inmensa la diferencia. El cristiano tiene pecado en él, pero no sobre él. ¿Por qué? Porque Cristo, quien jamás tuvo pecado en él, llevó el pecado sobre él cuando fue clavado en la cruz. Continuará...

No hay comentarios.:

Publicar un comentario