lunes, 18 de noviembre de 2024

GÉNESIS PARTE 164

ANDAR POR LA FE - LA CIRCUNCISIÓN Las profecías y la esperanza Muchos dicen: «Yo no tengo cabeza para las profecías». Esto es muy posible, pero ¿tiene usted corazón para Cristo? Si ama a Cristo, amará también su venida, aun cuando fuera incapaz de todo estudio profético. Una mujer que ama a su marido puede carecer de cabeza para entrar en los negocios de él; pero, si su esposo está ausente, ella ocupará su corazón con la ansiedad de su vuelta; puede ser que no comprenda nada de la contabilidad de su diario y de su libro principal, pero conoce sus pasos y reconoce su voz. El cristiano más ignorante que ama al Señor Jesús puede abrigar el más vivo deseo de verle, y tal es la esperanza de la Iglesia. El apóstol podía decir a los tesalonicenses: “Os convertisteis de los ídolos a Dios, para servir al Dios vivo y verdadero, y esperar de los cielos a su Hijo” (1 Tesalonicenses 1:9,10). Evidentemente, los santos de Tesalónica, en el momento de su conversión, pudieron tener un conocimiento muy incompleto de la profecía o del asunto particular al que ella se refiere; sin embargo, desde entonces quedaron en plena posesión y bajo la potencia de la esperanza especial de la Iglesia, pendiente de la venida del Hijo. Así lo vemos desde el principio hasta el fin del Nuevo Testamento. Encontramos las profecías y el gobierno moral de Dios; pero un gran número de pasajes nos prueban que la esperanza común de los cristianos de los tiempos apostólicos —esperanza sencilla, sin rodeos ni vueltas— era la venida del Hijo, la vuelta del Esposo. Ojalá que el Espíritu Santo reavive esta “esperanza bienaventurada” en la Iglesia, reuniendo a los elegidos y preparando para el Señor “un pueblo bien dispuesto” (Tito 2:13; Lucas 1:17). Continuará...

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