viernes, 1 de noviembre de 2024

GÉNESIS PARTE 147

LA INCREDULIDAD Y SUS CONSECUENCIAS FUNESTAS La ley y la gracia Luego, bajo el punto de vista de la doctrina, estamos autorizados a considerar a Agar y su hijo como tipos de la alianza o pacto de las obras y de todos los que, por ella, han nacido en la servidumbre. “Porque está escrito que Abraham tuvo dos hijos: uno de la esclava, el otro de la libre. Pero el de la esclava nació según la carne, mas el de la libre, por la promesa. Lo cual es una alegoría, pues estas mujeres son los dos pactos; el uno proviene del monte Sinaí, el cual da hijos para esclavitud; éste es Agar...” (Gálatas 4:22-25). En este importante pasaje “la carne” se pone en contraposición a “la promesa”, y vemos así cuál es el pensamiento de Dios no sólo respecto al significado de la palabra carne, sino además respecto al esfuerzo que hace Abraham para conseguir por medio de Agar la simiente prometida, en lugar de confiar en la promesa de Dios. Los dos pactos son simbolizados por Agar y Sara, y son diametralmente opuestos el uno al otro. La una dio hijos “para esclavitud”, presentando la cuestión de la capacidad del hombre de «hacer» y «no hacer», quien hizo que la vida dependiera totalmente de esta capacidad: “guardaréis mis estatutos y mis ordenanzas, los cuales haciendo el hombre, vivirá en ellos” (Levítico 18:5). Éste es el pacto de Agar. Pero el pacto de Sara pone de relieve a Dios como el Dios de la promesa, promesa del todo independiente del hombre y fundada en la buena voluntad y en el poder de Dios para su cumplimiento. Dios no añade ningún “si” a sus promesas. Las hace sin condiciones, y está decidido a cumplirlas. Y la fe descansa en él con perfecta libertad de corazón. Ningún, esfuerzo de la naturaleza se requiere para el cumplimiento de las promesas de Dios; y precisamente en este punto faltaron Abraham y Sarai. Procuraron alcanzar un fin absolutamente garantizado por una promesa de Dios. Ésta es la gran equivocación de la incredulidad. Por su actividad nerviosa levanta nubes que envuelven el alma e impiden que los rayos de la gloria de Dios le iluminen. “Y no hizo allí muchos milagros, a causa de la incredulidad de ellos” (Mateo 13:58). Uno de los rasgos característicos de la fe es que siempre deja a Dios el campo libre para que se manifieste a sí mismo. Y ciertamente, al manifestarse Dios, le conviene al hombre ocupar el lugar de dichoso adorador. Continuará...

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