martes, 19 de noviembre de 2024

GÉNESIS PARTE 165

LOT Y EL JUICIO DE SODOMA El creyente y el mundo El Señor, en su gracia, se vale de dos métodos para desviar el corazón del hombre de las cosas de este mundo: primeramente revela el valor y la inmutabilidad de “las cosas de arriba”, y luego hace conocer la vanidad y la naturaleza perecedera de las cosas “de la tierra” (Colosenses 3:1, 2.). El final del capítulo 12 de la epístola a los Hebreos nos ofrece un magnífico ejemplo de cada uno de estos métodos. Después de haber establecido la verdad en cuanto a que hemos llegado al monte de Sion y a todos los gozos y todos los privilegios consiguientes, el apóstol continúa diciendo: “Mirad que no desechéis al que habla. Porque si no escaparon aquellos que desecharon al que los amonestaba en la tierra, mucho menos nosotros, si desecháremos al que amonesta desde los cielos. La voz del cual conmovió entonces la tierra, pero ahora ha prometido, diciendo: Aún una vez, y conmoveré no solamente la tierra, sino también el cielo. Y esta frase: Aún una vez, indica la remoción de las cosas movibles, como cosas hechas, para que queden las inconmovibles” (Hebreos 12:25-27). Ahora bien, más vale ser atraído por los goces del cielo, que ser empujado por las penas de la tierra. El cristiano no debe esperar que el mundo le abandone para que él abandone el mundo; debe dejar las cosas de la tierra por virtud de la comunión con las cosas de arriba. Cuando se ha logrado a Cristo mediante la fe, no es difícil dejar al mundo; más bien, en tal caso, es difícil permanecer adherido al mundo. Un barrendero de calles que llega a ser millonario no continuará por mucho tiempo en su oficio. Del mismo modo, si por la fe nos apropiamos el valor y la realidad de los bienes inamovibles de los cielos y la parte que de ellos nos toca no hallaremos dificultad en dejar los gozos engañadores de la tierra. Continuará...

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