jueves, 28 de noviembre de 2024

GÉNESIS PARTE 173

ABRAHAM EN GERAR El temor de Abraham En este capítulo vemos cómo el hombre de Dios, bajo el poder de la incredulidad, procede de tal manera que se expone a la reprimenda y a los reproches de la gente del mundo. Así debe ser siempre; nada más que la fe puede impartir verdadera elevación a la conducta y al carácter de un hombre. Se encuentran, es verdad, personas de carácter naturalmente bueno y honrado, pero no se puede confiar en estas virtudes naturales, pues reposan sobre un mal fundamento que está listo a ceder en cualquier momento. Solamente el vivo poder de la fe liga el alma a Dios, fuente única de todo lo que verdaderamente es moral. Además, y esto es un hecho digno de notarse, cuando los que Dios ha adoptado por su misericordia se vuelven atrás en el camino de la fe, caen más bajo que los demás hombres. En este hecho hallamos la explicación de la conducta de Abraham en esta parte de su historia. Pero aquí hacemos otro descubrimiento: durante años Abraham había abrigado una perversidad en su corazón. Parece que desde el principio, y a pesar suyo, había retenido una cosa por falta de una entera confianza en Dios. Si hubiera sabido abandonarse sin reservas a Dios en cuanto a Sara, no habría tenido necesidad de recurrir a un subterfugio y a reservas mentales; Dios habría guardado a Sara de todo mal, y ¿quién podría dañar a los que son sujetos bienaventurados de la vigilancia del que no dormita jamás? De todos modos, por la gracia divina, Abraham pudo descubrir luego la raíz de todo el mal, pudo confesarlo, condenarlo y librarse de él. Tal es el modo genuino de actuar en un caso como éste. Y, en verdad, no puede haber poder ni bendición en la vida mientras todo resto de levadura no haya sido descubierto y pisoteado a la luz del día. La paciencia de Dios es inagotable, pues espera y soporta, pero nunca eleva una alma a la plenitud de la bendición y del poder mientras guarde algún resto de levadura que, pese a ser conocido, no es condenado a desaparecer. Continuará...

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