viernes, 29 de noviembre de 2024

GÉNESIS PARTE 174

ABRAHAM EN GERAR Dos puntos de vista muy distintos He aquí lo que concierne a Abimelec y Abraham. Consideremos ahora la dignidad moral del último a los ojos de Dios. A veces, al estudiar la historia de los hijos de Dios, ya sea en su totalidad o como individuos, quedamos sorprendidos de la inmensa diferencia que existe entre lo que ellos son desde el punto de vista de Dios y lo que son desde el punto de vista del mundo. Dios ve a los suyos en Cristo; les ve a través de la persona de Cristo, de suerte que delante de él son sin “mancha ni arruga, ni cosa semejante” (Efesios 5:27). Son tal como Cristo mismo delante de Dios. Son perfectos para siempre en cuanto a su posición en él: “No vivís según la carne, sino según el Espíritu” (Efesios 1:4, 6; 1 Juan 4:17; Romanos 8:9). Pero en sí mismos son seres pobres, débiles, imperfectos, dispuestos a errar y expuestos a toda clase de inconsecuencias, y, si la diferencia entre el pensamiento de Dios y el del mundo parece tan grande, ello se debe a que el mundo toma en cuenta lo que aquéllos son en sí mismos. Sin embargo, Dios tiene el privilegio de manifestar la hermosura, la dignidad y la perfección de su pueblo. Esta prerrogativa le pertenece a él solo, porque él es quien dispensa a los suyos tales virtudes. No tienen más hermosura que la que él les ha dado. A él solo, pues, le corresponde decir cuál es esa hermosura, y lo hace de un modo digno de su persona y tanto más glorioso cuanto el enemigo se presenta para injuriar, acusar o maldecir. Por eso, cuando Balac procura maldecir a la simiente de Abraham, dice en cambio: Jehová “no ha notado iniquidad en Jacob, ni ha visto perversidad en Israel... ¡Cuán hermosas son tus tiendas, oh Jacob, tus habitaciones, oh Israel!” (Números 23:21; 24:5). Continuará...

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