martes, 31 de diciembre de 2024

Ministerio cristiano evangélico: Manantial de Vida, Feliz año nuevo 2025

Ministerio cristiano evangélico: Manantial de Vida, Proverbios 26

Ministerio cristiano : Manantial de Vida, Audiolibro: El Nuevo Nacimient...

GÉNESIS PARTE 205

REBECA, FIGURA DE LA IGLESIA Segundo casamiento de Abraham El libro del Génesis, como ya lo hemos hecho notar, encierra como en germen los grandes principios elementales de la historia de las relaciones de Dios con el hombre, cuyo desarrollo se halla en los libros siguientes, pero especialmente en el Nuevo Testamento. En el Génesis, es verdad, estos principios se nos presentan en figura, mientras que en el Nuevo Testamento se despliegan de un modo didáctico, instructivo. Las figuras, no obstante, son de gran interés y muy a propósito para hacer penetrar poderosamente la verdad en el corazón. Esaú menosprecia su derecho de primogénito Al final del capítulo 25 se nos revelan algunos principios importantes y de naturaleza muy práctica. El carácter y la vida de Jacob vendrán pronto ante nuestra vista, pero, antes de ir más lejos, prestemos atención a la conducta de Esaú en orden a lo que concierne al derecho de primogenitura y todo lo que él implica. El corazón natural no atribuye valor alguno a las cosas de Dios. Como no conoce a Dios, sus promesas son para él cosa vaga, sin valor ni eficacia, sencillamente porque Dios no es conocido. De ahí que las cosas presentes tengan tanto peso en la estimación de la gente y que ejerzatan gran influencia en los hombres. El ser humano aprecia lo que ve, porque anda por la vista y no por la fe. Para él lo presente es todo y lo futuro es como la nada: incierto y sin significado. Así lo era en el concepto de Esaú. Oigamos su raciocinio insidioso: “He aquí, yo me voy a morir, ¿para qué, pues, me servirá la primogenitura?” (v. 32). Extraño raciocinio, en verdad. ¡Lo presente pasará; por tanto, desprecio y abandono por completo el porvenir! ¡El tiempo desaparece ante mi vista, así que renuncio a toda herencia eterna! “Así menos-preció Esaú la primogenitura” (v. 34). Así los israelitas despreciaron “la tierra deseable”. Así despreciaron a Cristo. Así también los convidados a las bodas despreciaron la invitación (Salmo 106:24; Zacarías 11:13; Mateo 22:5). Continuará...

lunes, 30 de diciembre de 2024

Ministerio cristiano evangélico: Manantial de Vida, Proverbios 25

Ministerio cristiano : Manantial de Vida, Audiolibro: El Nuevo Nacimient...

GÉNESIS PARTE 204

REBECA, FIGURA DE LA IGLESIA Rebeca va al encuentro del esposo Tenemos positiva necesidad del ministerio del Espíritu que nos revela la persona de Cristo al alma, haciéndonos desear ardientemente el momento de verle tal cual es y de ser semejantes a él para siempre. Él solo tiene poder para desligar nuestros corazones de la tierra y de todo lo que pertenece a la naturaleza. ¿Qué, salvo la esperanza de verse unida a Isaac, podría haber persuadido a Rebeca de decir: “Iré”, cuando su hermano y su madre decían: “Espere la doncella con nosotros a lo menos diez días” (v. 55)? Lo mismo nos ocurre a nosotros; nada, salvo la esperanza de ver a Cristo como es, y de ser semejantes a él nos conducirá a purificamos “como él es puro” (1 Juan 3:3). FIN DE LA VIDA DE ABRAHAM JACOB Y ESAÚ Segundo casamiento de Abraham Principia este capítulo por las segundas nupcias de Abraham, un acontecimiento que no carece de interés para la persona espiritual si se lo considera en relación con el contenido del capítulo anterior. Los escritos proféticos del Nuevo Testamento nos dicen que la simiente de Abraham reaparecerá en escena después de la consumación y arrebatamiento de la elegida Esposa de Cristo. De igual manera el Espíritu Santo nos relata aquí la historia de la posteridad de Abraham después del casamiento de Isaac, en relación con un nuevo casamiento del patriarca, después de algunos acontecimientos particulares en la vida de este patriarca, como también de su posteridad según la carne. No pretendo formular una interpretación especial del contenido de este capítulo, pero considero, sin embargo, que ello no deja de tener interés para el lector atento. Continuará...

domingo, 29 de diciembre de 2024

Ministerio cristiano evangélico: Manantial de Vida, Proverbios 24

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GÉNESIS PARTE 203

REBECA, FIGURA DE LA IGLESIA Rebeca va al encuentro del esposo En último lugar nos hemos de ocupar del resultado del testimonio. La verdad, y la aplicación práctica de la misma, son dos cosas muy diferentes. Una cosa es hablar de las glorias particulares de la Iglesia y otra cosa es ser dirigido, de un modo práctico, por estas glorias. En cuanto a Rebeca, el resultado del testimonio del siervo fue muy marcado y decisivo. Ella escuchaba con su oído y creía de corazón el testimonio, y así quedó desligada de todo cuanto la rodeaba. Quedó muy dispuesta a dejarlo todo y proseguir hacia la meta para tomar posesión de aquello que la había cautivado (Filipenses 3:12- 13). Era imposible que, considerándose objeto de un destino tan glorioso, continuase viviendo en medio de las circunstancias en las cuales la naturaleza la había colocado. Si era verdadero el testimonio respecto a su porvenir, quedar sujeta a su condición presente sería la peor de las locuras. Si la esperanza de ser esposa de Isaac y coheredera con él de toda su dignidad y gloria era una realidad para ella, continuar cuidando ovejas, habría significado despreciar prácticamente todo lo que Dios, en su gracia, le había puesto delante de ella. Pero no; la esperanza que tiene a la vista es demasiado gloriosa para que la abandone con ligereza. Todavía no había visto a Isaac, es verdad, ni tampoco la herencia; pero había creído el testimonio que se le había dado respecto a Isaac, y, en cierto modo, así había recibido las arras de la herencia, lo que bastaba para su corazón. Por lo tanto, se levanta sin vacilar y manifiesta estar lista para partir. “Sí, iré", dice (v. 58). Está lista para entrar en un camino desconocido en compañía del que le ha revelado ese objeto lejano y la gloria relacionada con tal objeto, gloria a la cual va a ser elevada. “Iré” —dijo— y “olvidando ciertamente lo que queda atrás, y (extendiéndose) a lo que está delante”, proseguía a la meta, “al premio del supremo llamamiento de Dios en Cristo Jesús” (Filipenses 3:13-14). Hermoso y conmovedor símbolo de la Iglesia, la cual, bajo la conducción del Espíritu Santo, prosigue adelante al encuentro del celeste Esposo. Al menos esto es lo que debería hacer la Iglesia; pero ¡ay! está lejos de hacerlo. Existe muy poco de ese gozo santo que echa a un lado toda carga y todo obstáculo mediante el poder de la comunión con su Guía celestial y santo Compañero de viaje, cuyo oficio y placer es tomar de lo que es de Jesús y hacérnoslo saber, precisamente como el siervo de Abraham tomaba de las cosas de Isaac y las mostraba a Rebeca, complaciéndose también, sin duda, en hacerle oír nuevas cosas acerca del hijo a medida que iban acercándose a la consumación del gozo y de la gloria que esperaba la esposa. Continuará...

sábado, 28 de diciembre de 2024

Ministerio cristiano evangélico: Manantial de Vida, Proverbios 23

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GÉNESIS PARTE 202

REBECA, FIGURA DE LA IGLESIA El siervo habla de Isaac Es, pues, de particular interés hallar en el capítulo 24 del Génesis una figura tan hermosa de la misión y del testimonio especial del Espíritu Santo. En procura de conseguir esposa para Isaac, el siervo de Abraham expone toda la gloria y riqueza con que el padre ha dotado a Isaac, el amor del cual éste es objeto, y todo lo que pueda tocar de cerca al corazón de Rebeca y desvincular sus afectos de las personas y cosas en medio de las cuales había vivido. Enseña a Rebeca un objeto lejano y le revela la bienaventuranza que hallará al quedar unida a ese objeto amable y tan altamente favorecido. Todo lo que pertenece a Isaac le pertenecerá también a ella desde el momento en que se una a él; tal es el testimonio del siervo. Tal es también el testimonio del Espíritu Santo. Él habla de Cristo, de la gloria de Cristo, de la hermosura, de la plenitud, de la gracia, de las riquezas insondables de Cristo, de la dignidad de esta persona y dé la perfección de su obra. Además, revela la dicha admirable que hay en ser uno con Cristo, ser “miembros de su cuerpo, de su carne y de sus huesos” (Efesios 5:30). Tal es siempre el testimonio del Espíritu Santo. Nos proporciona una excelente piedra de toque para probar toda especie de doctrina y de predicación. La enseñanza más espiritual será siempre caracterizada por la plena y constante presentación de Cristo. Él siempre constituirá la carga de tal instrucción. El Espíritu no se puede fijar sino en Jesús. Hablar de Cristo es su deleite. Su placer es proclamar sus perfecciones, sus virtudes, su hermosura. Si, por tanto, alguien sirve en el Evangelio por el poder del Espíritu de Dios, en su ministerio habrá siempre más de Cristo que de ninguna otra cosa. Los raciocinios de la lógica humana no hallarán lugar en él; éstos sólo convienen donde el hombre desea lucirse a sí mismo. Pero todos cuantos sirven en el Evangelio tendrán que recordar que el único objeto del Espíritu será siempre presentar a Cristo. Continuará...

viernes, 27 de diciembre de 2024

Ministerio cristiano evangélico: Manantial de Vida, Proverbios 22

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GÉNESIS PARTE 201

REBECA, FIGURA DE LA IGLESIA El testimonio del Espíritu Santo Todo lo que tiene el Padre es mío-, por eso dije que tomará de lo mío, y os lo hará saber” (Juan 16:13-15). La coincidencia entre estas palabras y el testimonio del siervo de Abraham es tan instructiva como interesante. El servidor procura ganar el corazón de Rebeca hablándole de Isaac, y, como lo sabemos, el Espíritu Santo habla de Jesús para sacar a los pobres pecadores de un mundo de pecado y de locura y hacerles entrar en la bienaventurada y santa unión con el cuerpo de Cristo. Él “tomará de lo mío y os lo hará saber”. El Espíritu Santo nunca lleva una alma a mirarse a sí misma o a su obra, sino siempre a considerar únicamente a Cristo. Así que, cuanto más espiritual sea una persona, tanto más se interesará por Cristo. Para muchos, la incesante contemplación del corazón propio y lo que en él se puede descubrir —aunque sea obra del Espíritu— parece a muchos gran prueba de espiritualidad. Éste es un grave error. Considerarse uno a sí mismo de tal manera, lejos de ser una prueba de espiritualidad demuestra todo lo contrario, porque Jesús declaró expresamente, al hablar del Espíritu: “No hablará por su propia cuenta”, sino que “tomará de lo mío, y os lo hará saber”. Así es que, siempre que una persona contempla su interior y edifica sobre las pruebas de la obra del Espíritu que en sí descubre, puede estar segura de que en ello no es guiada por el Espíritu de Dios. El Espíritu atrae las almas a Dios presentándoles a Cristo. Conocer a Cristo es vida eterna; y la revelación que el Padre hace del Hijo por el Espíritu Santo constituye el fundamento de la Iglesia. Cuando Pedro confiesa que Cristo es el Hijo del Dios viviente, le responde Cristo: “Bienaventurado eres, Simón, hijo de Jonás, porque no te lo reveló carne ni sangre, sino mi Padre que está en los cielos. Y yo también te digo, que tú eres Pedro, y sobre esta roca edificaré mi iglesia; y las puertas del Hades no prevalecerán contra ella” (Mateo 16:17-18). ¿Qué roca? ¿Pedro? Por cierto que no. “Sobre esta roca” es simplemente la revelación de Cristo por el Padre como “el Hijo del Dios viviente”, y esta revelación es el único medio por el cual una alma puede ser introducida en la Asamblea de Cristo. Aquí se nos explica el verdadero carácter del Evangelio. El Evangelio es ante todo y por excelencia una revelación, no sólo de una doctrina sino de una persona, la persona del Hijo; y esta revelación, recibida por la fe, trae el corazón a Cristo y viene a ser la fuente de la vida y del poder, el fundamento de nuestra unión con Cristo cual miembros de su cuerpo, así como ella es también el poder de la comunión. “Cuando agradó a Dios... revelar a su Hijo en mí”, dice Pablo (Gálatas 1:16). Continuará...

jueves, 26 de diciembre de 2024

Ministerio cristiano evangélico: Manantial de Vida, Proverbios 21

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GÉNESIS PARTE 200

GÉNESIS REBECA, FIGURA DE LA IGLESIA La Iglesia, complemento de Cristo Ella está destinada no solamente a ser “tal como él es” (1 Juan 3:2), sino que es ya como él, según está escrito: “En esto se ha perfeccionado el amor en nosotros, para que tengamos confianza en el día del juicio; pues como él es, así somos nosotros en este mundo” (1 Juan 4:17). Esta preciosa verdad proporciona al alma plena confianza. “Estamos en el verdadero, en su Hijo Jesucristo. Éste es el verdadero Dios, y la vida eterna” (1 Juan 5:20). Toda incertidumbre está excluida, porque todo se ha asegurado a la esposa en el Esposo. Todo lo que pertenecía a Isaac llegó a ser propiedad de Rebeca, porque Isaac le pertenecía a ella. Asimismo todo lo que pertenece a Cristo está a disposición de la Iglesia: “Todo es vuestro: sea Pablo, sea Apolos, sea Cefas, sea el mundo, sea la vida, sea la muerte, sea lo presente, sea lo por venir, todo es vuestro, y vosotros de Cristo, y Cristo de Dios” (1 Corintios 3:21-23). Cristo es “cabeza sobre todas las cosas a la iglesia” (Efesios 1:22). El gozo de Cristo por toda la eternidad consistirá en manifestar a la Iglesia en la gloria y mostrar la hermosura de la cual la ha revestido, porque la gloria y la hermosura de la Iglesia no serán más que el reflejo de la gloria y hermosura de Él. Los ángeles y principados contemplarán en la Iglesia la manifestación maravillosa de la sabiduría, el poder y la gracia de Dios en Cristo. El testimonio del Espíritu Santo Fijémonos ahora en el segundo punto que más arriba hemos mencionado, a saber: el testimonio. El siervo de Abraham fue portador de un testimonio claro y preciso. “Entonces dijo: Yo soy criado de Abraham. Y Jehová ha bendecido mucho a mi amo, y él se ha engrandecido; y le ha dado ovejas y vacas, plata y oro, siervos y siervas, camellos y asnos. Y Sara, mujer de mi amo, dio a luz en su vejez un hijo a mi señor, quien le ha dado a él todo cuanto tiene” (v. 34- 36). Así revela al padre y al hijo: tal es su testimonio. Habla de las inmensas riquezas del padre explicando como éste todo lo ha dado al hijo, en virtud de que es el unigénito y el objeto del amor del padre. Mediante este testimonio el servidor procura conseguir esposa para el hijo. Casi huelga decir que la Escritura nos representa aquí, en figura y de un modo sorprendente, el testimonio del Espíritu Santo que fue enviado del cielo a la tierra el día de Pentecostés. “Cuando venga el Consolador, a quien yo os enviaré del Padre, el Espíritu de verdad, el cual procede del Padre, él dará testimonio acerca de mí” (Juan 15:26). Continuará...

miércoles, 25 de diciembre de 2024

Ministerio cristiano evangélico: Manantial de Vida, Proverbios 20

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GÉNESIS PARTE 199

REBECA, FIGURA DE LA IGLESIA La Iglesia, complemento de Cristo Estos pasajes establecen a la perfección los tres puntos siguientes: la vida, la justicia y la esperanza de la Iglesia, y todos ellos se deben al hecho de que la Iglesia es una con Cristo, quien resucitó de los muertos. Nada es más adecuado para fortalecer el corazón que la convicción de que la existencia de la Iglesia es esencial para la gloria de Cristo. “La mujer es gloria del varón” (1 Corintios 11:7). La Iglesia se llama “la plenitud de Aquel que todo lo llena en todo” (Efesios 1:23). Esta última expresión es sorprendente. La palabra traducida «plenitud» significa complemento, es decir: lo que, añadido a otra cosa, compone un todo con ella. Así es cómo Cristo (la cabeza) y la Iglesia (el cuerpo) forman “un solo y nuevo hombre” (Efesios 2:15). Si consideramos el asunto bajo este punto de vista, no nos extrañaremos de que la Iglesia haya sido el objeto de los consejos eternos de Dios: había, por gracia, razones maravillosas para que el cuerpo, la esposa, la compañera de su Hijo único, ocupara el pensamiento de Dios desde antes de la fundación del mundo. Rebeca era necesaria para Isaac y por ello fue objeto de un consejo secreto mientras todavía ignoraba del todo su futuro y alto destino. Todos los pensamientos de Abraham se concentraban en Isaac: “Te juramentaré por Jehová, Dios del cielo y Dios de la tierra, que no tomarás mujer para mi hijo de las hijas de los cananeos entre quienes habito” (v. 3 - VM.). “Mujer para mi hijo” es aquí lo importante, como vemos. “No es bueno que el hombre esté solo” (Génesis 2:18). Merced a esto podemos comprender lo que es la Iglesia: en los consejos de Dios es necesaria para Cristo, y en la obra llevada a cabo por él mismo se ha provisto divinamente todo lo necesario para que pudiera ser llamada a la existencia. La verdad considerada bajo este punto de vista no se refiere ya al poder de Dios para salvar a los pobres pecadores, sino al Dios que quiere hacer “fiesta de bodas a su Hijo”, siendo la Iglesia la esposa que se le ha destinado, el objeto de los designios del Padre, el objeto del amor del Hijo y del testimonio del Espíritu Santo. Su destino es participar de la dignidad y toda la gloria del Hijo, como tiene parte en todo el amor del cual él ha sido el objeto eterno. Oigamos las mismas palabras del Hijo: “La gloria que me diste, yo les he dado, para que sean uno, así como nosotros somos uno. Yo en ellos, y tú en mí, para que sean perfectos en unidad, para que el mundo conozca que tú me enviaste, y que los has amado a ellos como también a mí me has amado” (Juan 17:22-23). Esto resuelve toda la cuestión. Estas palabras nos hacen conocer los pensamientos del corazón de Cristo respecto a la Iglesia. Continuará..

martes, 24 de diciembre de 2024

Ministerio cristiano evangélico: Manantial de Vida, ¡Feliz Navidad!

Ministerio cristiano evangélico: Manantial de Vida, Provewrbios 19

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GÉNESIS PARTE 198

REBECA, FIGURA DE LA IGLESIA Una esposa para el Hijo Existe una armonía admirable entre estos pasajes y el asunto que nos ocupa. El llamamiento, la justificación y la gloria de la Iglesia, todo está fundado en el eterno designio de Dios, en su palabra y su juramento, ratificado por la muerte, la resurrección y la glorificación del Hijo. En las profundidades del eterno pensamiento de Dios, más allá de los más lejanos límites de los tiempos, descansaba ese designio maravilloso que tenía por objeto a la Iglesia, y que se halla indisolublemente ligado al pensamiento de Dios en cuanto a la gloria del Hijo. El juramento del siervo a Abraham tenía por objeto la adquisición de una esposa para el hijo. Al deseo de Abraham para su hijo se debía la alta posición que Rebeca ocupó luego. Bienaventurado quien comprende estas cosas; bienaventurado quien ve que la seguridad y la bienaventuranza de la Iglesia están inseparablemente unidas con Cristo y su gloria. “Porque el varón no procede de la mujer, sino la mujer del varón, y tampoco el varón fue creado por causa de la mujer, sino la mujer por causa del varón” (1 Corintios 11:8, 9). Y así se halla en la hermosa parábola de la fiesta de bodas: “El reino de los cielos es semejante a un rey que hizo fiesta de bodas a su hijo” (Mateo 22:2). El Hijo es el objeto principal de todos los pensamientos y de todos los consejos de Dios, y si alguien ha de alcanzar la bienaventuranza, o la gloria, o algún puesto elevado, ello no sucederá sino en relación con el Hijo. Por el pecado el hombre ha perdido todo derecho a tales cosas, y a la vida misma, pero Cristo toma sobre sí el castigo por el pecado, haciéndose él responsable de todo por su cuerpo, la Iglesia. Como su representante, él fue crucificado, llevando en su propio cuerpo su pecado en la cruz, y descendió al sepulcro cargado de tan pesada carga. Nada, pues, puede ser más completo que la salvación de la cual son objeto los santos respecto a todo cuanto estaba en contra de ellos. La Iglesia sale vivificada de la tumba de Cristo, donde quedó sepultado todo el pecado de los que la componen. La vida que posee la Iglesia es resultado del triunfo sobre la muerte y todo lo que pueda serle obstáculo; de modo que esta vida está unida a la justicia divina y fundada sobre esta justicia, siendo el caso que los derechos de Cristo mismo a la vida están fundados en el hecho de haber quebrantado todo el poder de la muerte; y él es la vida de la Iglesia. Así que la Iglesia disfruta de vida divina; ella está afincada en la justicia divina, y la esperanza que la anima es la esperanza de la justicia. Continuará...

lunes, 23 de diciembre de 2024

Ministerio cristiano evangélico: Manantial de Vida, Proverbios 18

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GÉNESIS PARTE 197

REBECA, FIGURA DE LA IGLESIA El llamamiento de la Iglesia No podemos admitir que el Espíritu Santo haya querido ocuparnos, en un capítulo más largo de lo ordinario, de meros detalles de un pacto de familia si éste no fuese tipo o figura de alguna verdad trascendente: “Porque las cosas que se escribieron antes, para nuestra enseñanza se escribieron” (Romanos 15:4). Este texto es de un significado muy amplio. Así que, aun cuando el Antiguo Testamento no contiene ninguna revelación directa del gran misterio de la Iglesia, es importante observar que, no obstante, encierra escenas y circunstancias que lo prefiguran de un modo muy notable, testimonio de lo cual nos presenta el capítulo que nos ocupa. Una vez que el hijo hubo sido figuradamente ofrecido como sacrificio y devuelto a la vida, ya puesto a un lado el tronco del cual había salido ese hijo (Sara), el padre envía a su siervo a buscar esposa para el hijo. Una esposa para el Hijo Para comprender en forma clara y completa el contenido de este capítulo, consideremos los puntos que siguen: el juramento, el testimonio y el resultado de la misión de Eliezer. Es bueno notar que el llamamiento y la elevación de Rebeca se fundaban en el juramento que sellaba el convenio entre el siervo y Abraham. Rebeca ignoraba esto, aun cuando, en el designio de Dios, ella era objeto de ese convenio. Así sucede con la Iglesia de Dios, considerada como totalidad, o en cada una de sus partes constituyentes. “No fue encubierto de ti mi cuerpo... y en tu libro estaban escritas todas aquellas cosas que fueron luego formadas, sin faltar una de ellas” (Salmo 139:15, 16). “Bendito sea el Dios y Padre de nuestro Señor Jesucristo, que nos bendijo con toda bendición espiritual en los lugares celestiales en Cristo, según nos escogió en él antes de la fundación del mundo, para que fuésemos santos y sin mancha delante de él, en amor” (Efesios 1:3, 4). “Porque a los que antes conoció, también los predestinó para que fuesen hechos conformes a la imagen de su Hijo, para que él sea el primogénito entre muchos hermanos. Y a los que predestinó, a éstos también llamó; y a los que llamó, a éstos también justificó; y a los que justificó, a éstos también glorificó” (Romanos 8:29, 30). Continuará...

domingo, 22 de diciembre de 2024

Ministerio cristiano evangélico: Manantial de Vida, Proverbios 17

Ministerio cristiano : Manantial de Vida, Audiolibro: El Nuevo Nacimient...

GÉNESIS PARTE 196

REBECA, FIGURA DE LA IGLESIA El llamamiento de la Iglesia Si Israel hubiese andado íntegramente con Dios en las relaciones que Él había establecido por gracia, habría permanecido en esa posición especial de separación y de superioridad. Pero Israel entró en otro camino y, por lo mismo, al haber colmado la medida de sus iniquidades al crucificar al Príncipe de vida, al Señor de la gloria, y rechazar el testimonio del Espíritu Santo, fue suscitado el apóstol Pablo para ser administrador de un nuevo orden de cosas que desde el principio de los tiempos permanecía escondido en Dios mientras subsistía el testimonio de Israel: “Por esta causa yo Pablo, prisionero de Cristo Jesús por vosotros los gentiles; si es que habéis oído de la administración de la gracia de Dios que me fue dada para con vosotros; que por revelación me fue declarado el misterio... que en otras generaciones no se dio a conocer a los hijos de los hombres, como ahora es revelado a sus santos apóstoles y profetas por el Espíritu” —es decir, a los profetas del Nuevo Testamento— “que los gentiles son coherederos y miembros del mismo cuerpo, y copartícipes de la promesa en Cristo Jesús por medio del evangelio” (Efesios 3:1-6). He aquí la claridad. El misterio de la Iglesia, compuesta por judíos y gentiles, bautizados en un solo cuerpo por un mismo Espíritu, unida a la cabeza gloriosa en los cielos, no se había revelado hasta los días de Pablo. De cuyo misterio continúa hablando así: “Yo fui hecho ministro por el don de la gracia de Dios que me ha sido dado según la operación de su poder” (v. 7). Los apóstoles y los profetas del Nuevo Testamento fueron, por así decirlo, la primera hilera de piedras fundamentales de este glorioso edificio (Efesios 2:20). Por lo tanto, es claro que el edificio no pudo comenzarse antes (comp. Mateo 16:18: “edificaré”). Si se datara el edificio desde los días de Abel, habría dicho el apóstol: «Edificada sobre el fundamento de los santos del Antiguo Testamento», pero ello difiere de lo dicho, de lo que sacamos como consecuencia que, sea cual fuere la posición asignada a los santos del Antiguo Testamento, fue imposible que pertenecieran a un cuerpo que hasta la muerte y resurrección de Cristo y la venida del Espíritu Santo, cual resultado de esta resurrección, no existía todavía sino en los designios de Dios. Esos santos eran salvos, a Dios gracias, salvos por la sangre de Cristo, y destinados a disfrutar de la gloria celeste con la Iglesia; pero no podían ser parte de un cuerpo que no debía existir hasta varios siglos después de la muerte de ellos. Continuará...

sábado, 21 de diciembre de 2024

Ministerio cristiano evangélico: Manantial de Vida, proverbios 16

Ministerio cristiano : Manantial de Vida, Audiolibro: El Nuevo Nacimient...

GÉNESIS PARTE 195

GÉNESIS REBECA, FIGURA DE LA IGLESIA El criado (imagen del Espíritu Santo) busca una esposa para Isaac. Conviene destacar la unión que hay entre este capítulo y los dos anteriores. En el 22 se ofrece al hijo en el altar; en el 23, Sara es puesta a un lado; y, en el 24, el siervo recibe el encargo de buscarle esposa al que, en figura, había sido recobrado de entre los muertos. La sucesión de estos acontecimientos coincide, de modo notable, con los hechos concernientes al llamamiento de la Iglesia. Algunos, quizás, pueden dudar si esta coincidencia viene de Dios o no, pero, de todos modos, es digna de atención. El llamamiento de la Iglesia Los grandes hechos que hallamos en el Nuevo Testamento son: en primer término, el rechazamiento y la muerte de Cristo; luego, el rechazamiento de Israel según la carne; y por último, el llamamiento de la Iglesia y su gloriosa posición de Esposa del Cordero. Todo esto corresponde exactamente al contenido de este capítulo y de los dos anteriores. Era preciso que la muerte de Cristo fuese un hecho acabado antes de que la Iglesia, propiamente hablando, pudiera ser llamada. Era preciso que “la pared intermedia de separación” fuese derribada antes de que un “nuevo hombre” pudiera ser formado (Efesios 2:14-15). Es importante comprender esto para que sepamos cuál es el puesto que ocupa la Iglesia en los caminos de Dios. Durante la dispensación judaica, Dios había establecido y quería mantener la más estricta separación entre los judíos y los gentiles. Ésta es la razón por la que la idea de unión entre los judíos y los gentiles en un “nuevo hombre” no estaba en la mente de un judío. Éste era inducido a considerarse como quien ocupaba un puesto en todo sentido superior al del gentil, y mirar a éste como del todo impuro y cual persona con la cual toda relación estaba prohibida (Hechos 10:28). Continuará...

viernes, 20 de diciembre de 2024

Ministerio cristiano : Manantial de Vida, Audiolibro: El Nuevo Nacimient...

GÉNESIS PARTE 194

MONTE MORIAH La conducta y la esperanza del cristiano Este capítulo, por lo tanto, puede considerarse bajo un doble punto de vista: primero, como presentándonos un principio sencillo y práctico de conducta entre la gente del mundo; segundo, como explicación de la bienaventurada esperanza de la cual el creyente siempre vivirá animado. Si juntamos estos dos puntos tenemos un ejemplo de lo que el hijo de Dios debe ser siempre. La “esperanza propuesta” en el Evangelio es la inmortalidad gloriosa, que, al mismo tiempo que eleva el corazón por encima de las influencias de la naturaleza y del mundo, nos proporciona un principio santo y noble que debe regir toda nuestra conducta en orden a los de fuera. “Sabemos que cuando él se manifieste, seremos semejantes a él, porque le veremos tal como él es”. He aquí nuestra esperanza. ¿Cuál será su fruto moral? “Todo aquel que tiene esta esperanza en él, se purifica a sí mismo, así como él es puro” (1 Juan 3:2, 3). Si pronto seré semejante a Cristo, me esforzaré en ser tan semejante a él como me sea posible desde ahora mismo. Por ello, el cristiano debe ejercitarse en marchar constantemente con pureza, integridad y gracia moral delante de todos cuantos le rodean. Es esto lo que hacía Abraham en sus relaciones con los hijos de Het, demostrando en toda su conducta, tal como ella se nos presenta en este capítulo, gran nobleza y verdadero desinterés. Vivía en medio de ellos como “príncipe de Dios” (v. 6), y ellos se habrían sentido felices de poderle hacer un favor; pero Abraham había aprendido a no recibir favores sino del Dios de la resurrección, y, al pagar a los heteos por Macpela, esperaba de Dios la tierra de Canaán. Los hijos de Het conocían muy bien el valor de la “plata de buena ley entre los mercaderes” (v. 16), y Abraham sabía también lo que podía valer la cueva de Macpela. Tenía para él un valor mucho más grande que para los que se la cedieron. Si “la tierra valía” para ellos “cuatrocientos siclos de plata” (v. 15, 16), para Abraham valía más que dinero, porque era las arras de una herencia eterna que, por ser eterna, no podía ser poseída sino por la potencia de la resurrección. La fe traslada al alma de antemano al porvenir de Dios; ve las cosas como Dios las ve, y las estima en su valor según “el siclo del santuario” (Éxodo 30:13). Fue, pues, en la inteligencia de la fe que Abraham se “levantó... de delante de su muerta” y compró un sepulcro, mostrando así su esperanza de la resurrección y de la herencia que depende de la misma. Continuará...

jueves, 19 de diciembre de 2024

Ministerio cristiano evangélico: Manantial de Vida, Proverbios 14

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GÉNESIS PARTE 193

MONTE MORIAH La fe en la resurrección Los rasgos más hermosos de la fe, y los más característicos, son los que el mundo menos conoce. Los cananeos no tenían idea alguna de las esperanzas que caracterizaban a los actos de Abraham en esta ocasión. Ni sospechaban que él, al buscar un rincón en el cual, cuando muriera al igual que Sara, pudiera esperar el tiempo preciso de Dios —es decir, la mañana de la resurrección—, tenía en vista la futura posesión del país. Abraham sentía que él no tenía nada que discutir con los hijos de Het, de suerte que estaba presto a reposar al igual que Sara en la tumba, dejando a Dios el cuidado de obrar para él, sobre él y por él. “Conforme a la fe murieron todos éstos sin haber recibido lo pro- metido, sino mirándolo de lejos, y creyéndolo y saludándolo, y confesando que eran extranjeros y peregrinos sobre la tierra” (Hebreos 11:13). Es éste un rasgo de la vida divina de hermosura exquisita. Estos “testigos” de los cuales habla la epístola a los Hebreos, capítulo 11, no solamente vivían por la fe, sino que probaron, además, que las promesas de Dios les eran tan reales y satisfactorias al fin de la carrera como les habían sido al principio. En la adquisición de un sepulcro en ese país nos parece ver una demostración del poder de la fe, no sólo para vivir, sino también para la muerte. ¿Por qué era Abraham tan escrupuloso en la transacción de la compra de un sepulcro? ¿Por qué deseaba tan vivamente fundar sus derechos al campo y cueva de Efrón en los principios de la justicia? ¿Por qué estaba tan determinado a pagar todo el precio en plata de buena ley entre los mercaderes? La respuesta se halla en esta sola palabra: la “fe”. Fue por la fe que hizo todo aquello. Él sabía que el país le pertenecería en el porvenir y que, en la gloria de la resurrección, su posteridad todavía lo poseería, y hasta entonces no quería ser deudor de los que de todos modos habían de ser desalojados. Continuará...

miércoles, 18 de diciembre de 2024

Ministerio cristiano evangélico: Manantial de Vida, proverbios 13

Ministerio cristiano : Manantial de Vida, Audiolibro: El Nuevo Nacimient...

GÉNESIS PARTE 192

MONTE MORIAH Muerte de Sara El capítulo 23 del Génesis merece, por lo tanto, atención especial. Este capítulo que se abre con la muerte de Sara, nos presenta a Abraham bajo un aspecto nuevo: el de quien lleva luto. “Y vino Abraham a hacer duelo por Sara, y a llorarla” (v. 2). El hijo de Dios también es llamado a pasar por el duelo, pero no como los demás. El gran hecho de la resurrección le consuela y comunica a su dolor un carácter muy especial. El creyente puede hallarse ante la tumba de un hermano o de una hermana con la feliz seguridad de que esa tumba no retendrá por largo tiempo al cautivo, “porque si creemos que Jesús murió y resucitó, así también traerá Dios con Jesús a los que durmieron en él” (1 Tesalonicenses 4:13, 14). La redención del alma es la garantía de la redención del cuerpo; poseemos la primera, esperamos la segunda (Romanos 8:23). La fe en la resurrección Al comprar Macpela para sepultura, nos parece que Abraham expresa con ello su fe en la resurrección. “Se levantó Abraham de delante de su muerta” (v. 3) La fe no queda por mucho tiempo contemplando la muerte, pues posee un objeto más elevado, gracias al “Dios viviente” que se lo ha concedido. La fe contempla la resurrección, su vista está absorta en ella. Y con fe en el poder de la resurrección se puede levantar “de delante de su muerta”. Este acto de Abraham es de gran importancia, y necesitamos comprender mejor su significado, ya que somos tan propensos a pensar en la muerte y sus consecuencias. La muerte es el límite de la potencia de Satanás; pero, donde acaba Satanás, Dios comienza. Lo había comprendido Abraham al levantarse y comprar la cueva de Macpela para hacer de ella un lugar de reposo para Sara. Este hecho era la expresión del pensamiento de Abraham respecto al porvenir. Sabía que en los siglos venideros la promesa de Dios en cuanto a Canaán se cumpliría, así que pudo depositar el cuerpo de Sara en el sepulcro con la segura esperanza de una resurrección gloriosa. Los incircuncisos hijos de Het ignoraban estas cosas. Los pensamientos que llenaban el alma del patriarca les eran desconocidos. Para ellos era un asunto de poca importancia que Abraham enterrara su muerto en un lugar u otro; pero para Abraham era otra cosa. “Extranjero y forastero soy entre vosotros; dadme propiedad para sepultura entre vosotros, y sepultaré mi muerta de delante de mí” (v. 4). Los heteos debían de encontrar extraño —y así evidentemente lo encontraron— que Abraham se hiciera tanto problema por una tumba; pero “el mundo no nos conoce, porque no le conoció a él” (1 Juan 3:1). Continuará...

martes, 17 de diciembre de 2024

Ministerio cristiano evangélico: Manantial de Vida, Proverbios 12

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GÉNESIS PARTE 191

MONTE MORIAH La promesa y el juramento de Dios Así es que no sacamos de ella esa firme consolación que ella tiene por objeto comunicamos. ¡Cuán poco prestos estamos a sacrificar, por la potencia de la fe, nuestro Isaac! Pidamos a Dios que se digne concedernos un conocimiento más profundo de la bendita realidad de una vida de fe en él, para que así comprendamos mejor el significado de las palabras de Juan: “Ésta es la victoria que ha vencido al mundo, nuestra fe” (1 Juan 5:4). Solamente por la fe podemos vencer al mundo. La incredulidad nos coloca bajo el poder de las cosas presentes o, en otras palabras, da al mundo la victoria sobre nosotros, en tanto que el alma que, mediante la enseñanza del Espíritu Santo, haya aprendido a conocer que Dios le es del todo suficiente, se halla del todo independiente de las cosas de la tierra. Quiera Dios, querido lector, que tengamos viva experiencia de esto para que disfrutemos de paz y gozo en el Señor y para que su nombre sea glorificado en nosotros. LA CUEVA DE MACPELA Muerte de Sara Esta pequeña sección de la Escritura inspirada proporciona muy dulce y útil instrucción para el alma. El Espíritu Santo nos dibuja en él un hermoso cuadro de cómo el creyente siempre debe comportarse para con los de fuera. Si bien es verdad que la fe hace al que la posee independiente de los hombres del mundo, no es menos cierto que también le enseña siempre a andar honestamente entre ellos. En la primera epístola a los Tesalonicenses (4:12) se nos exhorta a proceder honestamente para con los extraños; en 2 Corintios 8:21, a procurar “hacer las cosas honradamente, no sólo delante del Señor sino también delante de los hombres”; y en la carta a los Romanos (13:8) a “no deber a nadie nada”. Éstos son preceptos importantes, preceptos que debidamente han observado en todas las edades todos los siervos fieles de Cristo, aun antes de que estos preceptos fueran tan claramente expresados; pero ¡ay! en los tiempos modernos se les presta poca atención. Continuará...

lunes, 16 de diciembre de 2024

Ministerio cristiano evangélico: Manantial de Vida, Proverbios 11

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GÉNESIS PARTE 190

MONTE MORIAH La promesa y el juramento de Dios Quiera Dios que sepamos pasar la prueba, a fin de que se manifieste su obra y que su nombre sea glorificado en nosotros. Antes de terminar este capítulo, fijemos todavía por un momento nuestra atención en la bondad con que Jehová rinde testimonio a favor de Abraham por haber cumplido la obra que se demostró tan presto a llevar a cabo. “Por mí mismo he jurado, dice Jehová, que por cuanto has hecho esto, y no me has rehusado tu hijo, tu único hijo; de cierto te bendeciré, y multiplicaré tu descendencia como las estrellas del cielo y como la arena que está a la orilla del mar; y tu descendencia poseerá las puertas de sus enemigos. En tu simiente serán benditas todas las naciones de la tierra, por cuanto obedeciste a mi voz” (v. 16-18). Esto se corresponde de un modo admirable con la manera de referir el Espíritu Santo la obra de Abraham en el capítulo 11 de la epístola a los Hebreos y en el capítulo 2 de la carta de Santiago. Tanto en el uno como en el otro de estos textos de la Escritura, se considera a Abraham como el que ofreció a su hijo sobre el altar. El gran principio que resalta de todos estos testimonios es que Abraham demostró que estaba presto a abandonarlo todo, a excepción de Dios; y fue este mismo principio el que, al mismo tiempo, le constituyó justo y demostró que lo era. La fe puede sacrificarlo todo, excepto a Dios; ella tiene pleno conocimiento de que Dios basta para todo. Por ello pudo Abraham apreciar en su justo valor estas palabras: “Por mí mismo he jurado”. Sí; esta maravillosa expresión (“por mí mismo”) lo era todo para el hombre de fe. “Porque cuando Dios hizo la promesa a Abraham, no pudiendo jurar por otro mayor, juró por sí mismo... Porque los hombres ciertamente juran por uno mayor que ellos, y para ellos el fin de toda controversia es el juramento para confirmación. Por lo cual, queriendo Dios mostrar más abundantemente a los herederos de la promesa la inmutabilidad de su consejo, interpuso juramento” (Hebreos 6:13- 17). La palabra y el juramento del Dios viviente deben poner fin a todas las objeciones y todas las operaciones de la voluntad del hombre y ser el ancla inamovible del alma en medio de la tempestad y el tumulto de este mundo borrascoso. Es necesario que nos juzguemos sin cesar, a causa de la poca potencia que la promesa de Dios ejerce en nuestros corazones. Allí está la promesa, y hacemos profesión de creerla, pero ¡ay! no es para nosotros esa realidad inmutable y poderosa que siempre debería ser. Continuará...

sábado, 14 de diciembre de 2024

Ministerio cristiano evangélico: Manantial de Vida, Proverbios 10

Ministerio cristiano : Manantial de Vida, Audiolibro: Dios por nosotros 15

GÉNESIS PARTE 189

MONTE MORIAH Abraham demuestra su fe por medio de sus obras Separemos por un momento la obra de Abraham, tal como Santiago nos la presenta, de la fe de Abraham, tal como Pablo la explica, y preguntémonos ¿qué virtud justificante tendría esa obra? Ninguna absolutamente. Todo su valor, toda su eficacia, toda su virtud, radica en el hecho de que es la manifestación exterior de esta fe, en virtud de la cual Abraham ya había sido tenido por justo delante de Dios. Tal es la perfecta armonía que existe entre Pablo y Santiago; o, más bien, tal es la unidad de la voz del Espíritu Santo, ya sea que se deje oír por medio de Pablo o por medio de Santiago. Volvamos ahora al asunto del capítulo que nos ocupa. Es muy interesante ver cómo, por la prueba de la fe, Abraham es conducido a un conocimiento más profundo del que antes tenía acerca del carácter de Dios. Cuando tengamos que pasar por la prueba que Dios mismo nos envíe, estemos seguros de que haremos nuevas experiencias acerca del carácter de Dios y que aprenderemos así a apreciar el valor de la prueba. Si Abraham no hubiera extendido su mano para degollar a su hijo, no habría conocido nunca toda la excelsa grandeza de las riquezas del nombre que aquí da a Dios: “Jehová proveerá" (v. 14). Solamente cuando de verdad seamos sometidos a la prueba, descubriremos lo que es Dios. Sin pruebas no podremos ser más que conocedores teóricos; pero Dios no quiere que seamos tan sólo conocedores; desea que penetremos en las profundidades de la vida que está en él mismo, en la realidad de una comunión personal con él. ¡Con qué convicciones y sentimientos diferentes debió de volver Abraham sobre sus pasos, de Moriah a Beerseba, del monte de Dios al pozo del juramento! ¡Cuán diferentes deben de habérsele presentado sus pensamientos respecto a Dios, a Isaac y a todas las demás cosas! En verdad podemos decir: “Bienaventurado el varón que soporta la tentación” (Santiago 1:12). La prueba es honra conferida por el Omnipotente mismo, y sería difícil apreciar toda la bienaventuranza que resulta de la experiencia que produce. Cuando los hombres sean llevados a la experiencia que les hace prorrumpir con el salmista: “Toda su ciencia es inútil”, entonces descubren lo que es Dios (Salmo 107:27). Continuará...

viernes, 13 de diciembre de 2024

Ministerio cristiano evangélico: Manantial de Vida, Proverbios 9

Ministerio cristiano : Manantial de Vida, Audiolibro: Dios por nosotros 14

GÉNESIS PARTE 188

GÉNESIS MONTE MORIAH Abraham demuestra su fe por medio de sus obras El Espíritu Santo se ha servido misericordiosamente de cada uno de estos hombres honrados por Dios cual pluma para expresar sus pensamientos, precisamente como nosotros podríamos servirnos de la pluma de ave o de acero para expresar nuestros pensamientos sin que por eso se pueda —salvo que se quiera incurrir en un absurdo— hablar de contradicción entre las dos plumas, ya que el escritor es uno mismo. De igual modo es imposible que dos hombres divinamente inspirados
se contradigan, como es imposible que dos cuerpos celestes, que se mueven cada cual en la órbita que Dios les ha fijado, se encuentren y choquen el uno contra el otro. En realidad hay, como era de esperar, la más completa y perfecta armonía entre los dos apóstoles. En orden a la justificación, el uno es el reverso y el intérprete del otro. El apóstol Pablo nos proporciona el principio interior, Santiago el desarrollo exterior del principio. El primero se refiere a la vida escondida, el segundo a la vida manifiesta. El primero considera al hombre en su relación con Dios, el otro le considera en sus relaciones con sus semejantes. Necesitamos tanto lo uno como lo otro, porque el principio interior no va sin la vida exterior, precisamente como ésta no tiene valor ni poder sin el principio interior. Abraham fue justificado cuando “creyó... a Dios” (Romanos 4:3), y Abraham fue justificado cuando “ofreció a su hijo Isaac” (Santiago 2:23 y 21). El primero de los dos casos nos explica el secreto de la posición de Abraham ante Dios, el segundo nos muestra a Abraham públicamente reconocido por el cielo y la tierra. Es bueno comprender esta diferencia. No hubo voz del cielo cuando “Abraham creyó a Dios”, aunque Dios le vio entonces y le tuvo por justo, pero cuando hubo ofrecido su Isaac sobre el altar, entonces Dios le pudo decir: “Ya conozco”, y el mundo entero tuvo la poderosa e irrefutable prueba del hecho de que Abraham era un hombre justificado. Siempre sucederá lo mismo. Donde exista el principio interior, allí también habrá el acto exterior, y todo el valor de éste proviene de su relación con el primero. Continuará...

jueves, 12 de diciembre de 2024

Ministerio cristiano evangélico: Manantial de Vida, Proverbios 8

Ministerio cristiano : Manantial de Vida, Audiolibro: Dios por nosotros 13

GÉNESIS PARTE 187

MONTE MORIAH Abraham demuestra su fe por medio de sus obras Sin embargo, la abnegación de Abraham quedó del todo demostrada y fue plenamente aceptada. “Porque ya conozco que temes a Dios, por cuanto no me rehusaste tu hijo, tu único” (v. 12). Prestemos atención a esta palabra: “ya conozco'”. Hasta ese momento no se había dado la prueba; la fe existía, sin duda, y, si estaba allí, Dios lo sabía; pero el punto importante aquí es que Dios hace depender el conocimiento que tiene de esta fe de la prueba palpable que Abraham dará de la misma delante del altar en el monte Moriah. La fe se manifiesta siempre por las obras, y el temor de Dios por los frutos que produce. “¿No fue justificado por las obras Abraham nuestro padre, cuando ofreció a su hijo Isaac sobre el altar?” (Santiago 2:21). ¿Quién soñará en dudar de su fe? Despojadle de la fe, y sólo aparecerá en el monte Moriah cual asesino e insensato. Tomad en cuenta su fe, y se nos manifiesta cual adorador fiel y abnegado, cual hombre creyente en Dios y justificado por sus obras. Pero la fe tiene que ser probada. “Hermanos míos, ¿de qué aprovechará si alguno dice que tiene fe, y no tiene obras?” (Santiago 2:14). Una profesión de fe, sin poder y sin fruto, no satisface ni a Dios ni a los hombres. Dios busca la realidad, y le da honra donde la halla; y respecto a los hombres no comprende más que la expresión viva e inteligible de una fe que se manifiesta por las obras. Actualmente vivimos en una atmósfera de piedad de nombre, las palabras de fe están en todos los labios; pero la fe misma es una perla tan rara como la que más; esa fe que hace al creyente capaz de abandonar las orillas de las circunstancias presentes y embarcarse contra viento y marea, y no sólo arrastrar la tempestad, sino sufrirla, aun en los momentos en que el Señor parece dormir. La enseñanza del Espíritu por medio de Santiago y de Pablo No estará de más decir aquí una palabra acerca de la admirable armonía que existe entre la enseñanza de Santiago y la de Pablo respecto a la justificación. El lector inteligente y espiritual que se inclina ante la inspiración plenaria de las Sagradas Escrituras, sabe muy bien que en este importante asunto no tenemos que ver con Santiago y Pablo sino con el Espíritu Santo. Continuará...

miércoles, 11 de diciembre de 2024

Ministerio cristiano evangélico: Manantial de Vida, proverbios 7

Ministerio cristiano : Manantial de Vida, Audiolibro: Dios por nosotros 12

GÉNESIS PARTE 186

MONTE MORIAH Sacrificio de Isaac: imagen del sacrificio de Cristo Este es un punto muy conmovedor. Descansar en las bendiciones de Dios es otra cosa que descansar en Dios mismo. Confiar en Dios al tener a la vista los conductos por los cuales debe venir la bendición, es otra cosa muy distinta que confiar en él cuando esos conductos están tapados. Abraham demostró la excelencia de su fe haciendo ver que había confiado en Dios y en la promesa de una posteridad innumerable, no sólo en el momento de tener a Isaac a la vista, lleno de salud y fuerza, sino igualmente al verle como víctima sobre el altar. ¡Gloriosa confianza, confianza pura y sin mezcla, sin apoyo que estuviera en parte en el Creador y en parte en la criatura, sino fundado en fundamento sólido, en Dios mismo! Creía que Dios podía y no que Isaac podía. Isaac sin Dios no le era nada, Dios sin Isaac era su todo. En esto hay un principio de la más alta importancia y una piedra de toque para probar hasta el fondo los corazones. Cuando yo veo que los conductos visibles de la bendición se secan ¿disminuye mi confianza, o vivo lo bastante cerca de la fuente de donde ella emana como para que me sea posible ver, con un espíritu de adoración, cómo se secan todos los arroyos humanos? ¿Creo, con toda sencillez, que Dios basta para todo, de modo que yo pueda, de algún modo, dirigir mi mano y coger el cuchillo para degollar a mi hijo? Abraham fue capaz de hacerlo, porque tuvo la vista puesta en el Dios de la resurrección: “Pensando que Dios es poderoso para levantar aun de entre los muertos” (Hebreos 11:17-19). En una palabra, tuvo que contar con Dios, y esto le bastaba. Dios no permitió que diera el golpe fatal. Le fue permitido llegar al extremo, pero el Dios de gracia no le dejó ir más allá. Le evitó al padre la angustia que Él no se evitó en su propio caso: el dolor de herir al Hijo. Él sí llegó al fin total, bendito sea su nombre. “El que no escatimó ni a su propio Hijo, sino que lo entregó por todos nosotros”. “Con todo eso, Jehová quiso quebrantarlo, sujetándole a padecimiento” (Romanos 8:32; Isaías 53:10). No se oyó voz ninguna del cielo cuando, en el Calvario, el Padre ofreció a su Hijo único. No; el sacrificio fue del todo consumado, y en su consumación fue sellada nuestra paz eterna. Continuará...

martes, 10 de diciembre de 2024

Ministerio cristiano evangélico: Manantial de Vida, Proverbios 6

Ministerio cristiano : Manantial de Vida, Audiolibro: Dios por nosotros 11

GÉNESIS PARTE 185

MONTE MORIAH Sacrificio de Isaac: imagen del sacrificio de Cristo “Por la fe Abraham, cuando fue probado, ofreció a Isaac; y el que había recibido las promesas ofrecía su unigénito” (Hebreos 11:17). Solamente cuando marchamos por la fe podemos empezar, continuar y acabar nuestras obras en Dios. Abraham no sólo se puso en camino para sacrificar a su hijo, sino que prosiguió adelante hasta el lugar que Dios le había señalado. “Y tomó Abraham la leña del holocausto, y la puso sobre Isaac su hijo; y él tomó en su mano el fuego y el cuchillo; y fueron ambos juntos”; y más adelante leemos: “Edificó allí Abraham un altar, y compuso la leña, y ató a Isaac su hijo, y lo puso en el altar sobre la leña. Y extendió Abraham su mano y tomó el cuchillo para degollar a su hijo” (v. 6-10). En esto hubo un acto positivo, “obra de... fe” y “trabajo de... amor” (1 Tesalonicenses 1:3), en el sentido más elevado, y no solamente como vana apariencia. Abraham no se acercó a Dios de labios, con el corazón alejado de él. No dijo: “Sí, Señor, voy”, y dejó de ir. Todo era profunda realidad, una de esas realidades que a la fe le place producir y que a Dios le place recibir. Es fácil hacer alarde de abnegación cuando no se pide manifestación positiva de la misma. Es fácil decir: “Aunque todos se escandalicen de ti, yo nunca me escandalizaré... Aunque me sea necesario morir contigo, no te negaré” (Mateo 26:33, 35), sino que se trata de obrar y no de hablar de permanecer firme y soportar la prueba. Cuando Pedro fue puesto a prueba, quedó aplastado. La fe nunca alardea de lo que quiere hacer, sino que hace lo que puede mediante la potencia del Señor. Nada es más despreciable que el orgullo y las pretensiones; éstas son tan miserables como la base sobre la que descansan; pero la fe obra cuando se halla puesta a prueba, y hasta ese momento se contenta con vivir en el silencio y en la obscuridad. Así que Dios queda glorificado por esta santa actividad de la fe, siendo Dios el objeto de la misma, como también la fuente de donde ella emana. De todos los acontecimientos de la vida de Abraham, no hay ninguno por el cual Dios sea tan glorificado como lo fue por la escena del monte Moriah. Allí pudo Abraham rendir testimonio de que “todas sus fuentes” estaban en Jehová, que allí las había encontrado, no sólo antes sino también después del nacimiento de Isaac. Continuará...

lunes, 9 de diciembre de 2024

Ministerio cristiano evangélico: Manantial de Vida, Proverbios 5

Ministerio cristiano : Manantial de Vida, Audiolibro: Dios por nosotros 10

GÉNESIS PARTE 184

MONTE MORIAH La adoración Todavía hay otra cosa que se une a la verdadera abnegación, a saber, el espíritu de adoración: “Yo y el muchacho iremos hasta allí y adoraremos” (v. 5). El servidor verdaderamente abnegado tiene la vista fija no en su servicio, por considerable que fuera, sino en el amo, y esto es lo que produce el espíritu de adoración. Si amo a mi dueño, según la carne, poco me importará que sea llamado a limpiar sus botas o a conducir su coche, pero si pienso en mí mismo más que en él, preferiré ser conductor más bien que lustrabotas. Precisamente lo mismo sucede en el servicio del Señor del cielo: si sólo pienso en él, no habrá diferencia para mí entre fundar iglesias o fabricar tiendas. La misma observación podemos hacer respecto al ministerio de los ángeles. Poco le importa a un ángel ser enviado para desbaratar un ejército o para proteger a la persona de algún heredero de la salvación: es su Señor a quien él tiene ante sí. Si, como muy bien lo ha dicho alguien, dos ángeles fuesen enviados del cielo, el uno para regir un imperio y el otro para barrer las calles, no se pelearían acerca de su empleo respectivo. Y si esto es verdad en cuanto a los ángeles, ¿no debe serlo asimismo respecto de nosotros? El carácter de servidor y el de adorador siempre deberían ser unidos, como también la obra de nuestras manos siempre debería exhalar el buen olor de los fervientes suspiros de nuestros espíritus. En otras palabras, deberíamos poner manos a la obra con el espíritu de estas memorables palabras: “Yo y el muchacho iremos hasta allí y adoraremos”. Así quedaríamos guardados de un servicio puramente rutinario en el cual somos tan propensos a caer, trabajando por amor al trabajo, viviendo más ocupados de la obra que del Señor. Es preciso que todo fluya de una fe sencilla en Dios y de la obediencia a su palabra. Continuará...

domingo, 8 de diciembre de 2024

Ministerio cristiano evangélico: Manantial de Vida, Proverbios 4

Ministerio cristiano : Manantial de Vida, Audiolibro: Dios por nosotros 9

GÉNESIS PARTE 183

MONTE MORIAH Abraham obedece en seguida Para vivir dichosos y para que Dios sea glorificado, es preciso que nos levantemos muy de mañana para cumplir sus mandatos mediante su gracia. Si la Palabra de Dios es la fuente de nuestra actividad, ella nos comunicará fuerza y firmeza para obrar, mientras que, si obramos solamente por impulso, desde el momento que cese el impulso, cesará también la acción. Dos cosas son necesarias para una vida de acción consistente y estable, a saber, el Espíritu Santo, como el poder para la acción, y la Palabra como guía verdadera. Para usar una ilustración corriente, en el ferrocarril el vapor (o el motor) es de poco valor si los rieles no están firmemente asentados en la tierra; el primero es la potencia por la cual nos movemos, y lo segundo es la dirección que seguimos. Es innecesario añadir que los rieles serían inútiles sin el vapor. Abraham poseía las dos cosas: de Dios había recibido poder para obrar, y de Dios había recibido el mandamiento de obrar. Su obediencia era de naturaleza muy explícita, y esto es de gran importancia. Se halla con frecuencia lo que se parece a abnegación, lo que en realidad no es otra cosa que la actividad inconstante de una voluntad no sumisa a la poderosa influencia de la Palabra de Dios. Toda abnegación y devoción de esta clase no lo es más que en apariencia, y carece de valor, y el espíritu que lo produce se disipa muy pronto. Se puede establecer como principio general que toda vez que la abnegación pasa los límites trazados por la Palabra de Dios, es cosa sospechosa; si no llega a estos límites, es imperfecta, y si va más allá, yerra. Sin duda que hay modos de obrar extraordinarios mediante los cuales el Espíritu de Dios proclama su propia soberanía y se eleva por encima de los límites ordinarios; pero, en tal caso, la prueba de la acción divina es bastante poderosa para convencer a todo hombre espiritual. Estos casos excepcionales tampoco contradicen, de ningún modo, la verdad en cuanto a que la fidelidad y la verdadera abnegación siempre se fundan en un principio divino y se rigen por un principio divino. Se puede pensar que sacrificar a un hijo sea un acto de abnegación extraordinaria, pero es preciso acordarse que lo que dio a este acto su valor, a la vista de Dios, fue el hecho sencillo de que se fundaba en el mandamiento de Dios. Continuará...

sábado, 7 de diciembre de 2024

Ministerio cristiano evangélico: Manantial de Vida, Proverbios 3

Ministerio cristiano : Manantial de Vida, Audiolibro: Dios por nosotros 8

GÉNESIS PARTE 182

MONTE MORIAH Dios pone a prueba a su siervo Abraham Es preciso que este Isaac sea ofrecido como holocausto. Eso sí que era poner a prueba la fe, para que esta prueba, “mucho más preciosa que el oro, el cual aunque perecedero se prueba con fuego, sea hallada en alabanza, gloria y honra” (1 Pedro 1:7). Si Abraham no se hubiera apoyado simplemente y de todo corazón en el Señor, no podría haber obedecido sin vacilar a un mandato que le sometía a una prueba profundísima. Pero Dios era el sostén vivo y permanente de su corazón; ésta es la razón por la cual Abraham estaba dispuesto a abandonarlo todo por él. El alma que ha encontrado en Dios “todas (sus) fuentes” (Salmo 87:7), puede, sin vacilar, abandonar todas las cisternas humanas. Podemos prescindir de la criatura sólo en la proporción en que nos hayamos relacionado con el Creador, y no más allá. Querer abandonar las cosas visibles sin tener la energía de la fe que se apropia de las cosas invisibles, resulta el trabajo más estéril que se pueda imaginar ¡Es imposible lograrlo! El alma retendrá a su Isaac querido hasta que haya encontrado en Dios su todo. Pero cuando podemos decir por la fe: “Dios es nuestro amparo y fortaleza, nuestro pronto auxilio en las tribulaciones”, entonces podemos añadir también: “Por tanto, no temeremos, aunque la tierra sea removida, y se traspasen los montes al corazón del mar” (Salmo 46:1, 2). Abraham obedece en seguida “Y Abraham se levantó muy de mañana” (v. 3), etc. No tardó, sino que obedeció en seguida. “Me apresuré y no me retardé en guardar tus mandamientos” (Salmo 119:60). La fe no se detiene a considerar las circunstancias y a calcular las consecuencias, sino que sólo fija la mirada en Dios y dice: “Cuando agradó a Dios, que me apartó desde el vientre de mi madre, y me llamó por su gracia, revelar a su Hijo en mí, para que yo le predicase entre los gentiles, no consulté en seguida con carne y sangre” (Gálatas 1:15, 16). Desde el momento que nos aconsejamos con carne y sangre, peijudicamos nuestro testimonio y nuestra obra, porque la carne y la sangre no pueden obedecer. Continuará...

viernes, 6 de diciembre de 2024

Ministerio cristiano evangélico: Manantial de Vida, Proverbios 2

Ministerio cristiano : Manantial de Vida, Audiolibro: Dios por nosotros 7

GÉNESIS PARTE 181

MONTE MORIAH Dios pone a prueba a su siervo Abraham Abraham se nos presenta ahora en un estado espiritual que permite que su corazón se someta a una de las pruebas más penosas. Hemos visto en el capítulo 20 cómo confesó y juzgó el mal secreto que por mucho tiempo había abrigado en su corazón; y cómo en el capítulo 21 echó de la casa a “la esclava con el hijo” (Carta a los Gálatas capítulo 4, verso 30). Aquí se nos presenta en la condición más favorecida en que pueda hallarse una alma, pues le vemos puesto a prueba bajo la mano de Dios mismo. Hay pruebas de diferentes clases: pruebas cuyo autor es el diablo, pruebas que nacen de las circunstancias exteriores; pero la mayor de todas es, en su naturaleza, la prueba que viene directamente de Dios, cuando pone a su hijo amado en el homo para probar la realidad de su fe. Dios lo hace porque desea la realidad. No basta decir: “Señor, Señor” (Lucas 6:46) o “Sí, Señor, voy” (Mateo 21:30). Es preciso que el corazón sea probado hasta el fondo, a fin de que en él no se esconda algún elemento de hipocresía o de falsa profesión. Dice Dios: “Dame, hijo mío, tu corazón” (Proverbios 23:26); no dice: «Dame tu cabeza, tu inteligencia, tus talentos o tu dinero», sino: “Dame... tu corazón”. Y, a fin de probar la sinceridad de nuestra respuesta a las órdenes de su gracia, pone su mano sobre lo que toca de más cerca el corazón. Dijo a Abraham: “Toma ahora tu hijo, tu único, Isaac, a quien amas, y vete a tierra de Moriah, y ofrécelo allí en holocausto sobre uno de los montes que yo te diré” (v. 2). Esto, por cierto, era tocar de cerca el corazón de Abraham; era ponerle en el mismo fondo del crisol. Dios ama “la verdad en lo íntimo” (Salmo 51:6). Puede haber mucha verdad en los labios de una persona y en su inteligencia; pero Dios la busca en el corazón. De todos modos, es bueno que nos demos cuenta de que Dios, al probamos así, nos honra grandemente. No leemos que Dios haya probado a Lot. No; pero Sodoma le puso a pmeba. No llegó nunca a bastante altura para poder ser probado por la mano de Jehová. El estado de su alma era demasiado visible para que se necesitara el horno a fin de hacerle manifestar su carácter. Sodoma no hubiese ofrecido ninguna tentación a Abraham. Su entrevista con el rey de Sodoma (capítulo 14) es manifiesta prueba de ello. Dios sabía que le amaba infinitamente más que a Sodoma, pero quería poner en evidencia que su siervo le amaba más que a toda otra cosa poniendo su mano sobre el objeto que a éste le era más querido en la vida. “Toma tu hijo, tu único”. Continuará...

jueves, 5 de diciembre de 2024

Ministerio cristiano evangélico: Manantial de Vida, Proverbios 1

Ministerio cristiano : Manantial de Vida, Audiolibro: Dios por nosotros 6

GÉNESIS PARTE 180

ISAAC E ISMAEL La vieja naturaleza no puede ser cambiada Las religiones humanas conceden siempre mayor o menor figuración a la criatura, guardando en su casa a la esclava y a su hijo, dejando al hombre algo de que gloriarse. El cristianismo puro, en cambio, excluye la vieja naturaleza al no dejarle parte alguna en la obra de la salvación: echa fuera a la sierva con su hijo y da toda la gloria al único al cual ésta le pertenece. La esclavitud de la ley en oposición con la libertad cristiana Veamos ahora qué son realmente esta sierva y su hijo y qué es lo que simbolizan. El capítulo 4 de la epístola a los Gálatas nos lo dice claramente, y el lector hallará provecho si lo estudia con atención. La esclava representa el pacto de la ley, y su hijo a todos los que se prevalen de las obras de la ley o se apoyan sobre el principio de la ley. La esclava sólo engendra para la esclavitud, y no puede dar a luz hombre libre alguno. La ley nunca ha podido dar libertad a nadie, porque ejerce autoridad sobre el hombre mientras viva (Romanos 7:1). Entre tanto que viva yo bajo el dominio de otro, cualquiera que sea, no soy libre; así es que, mientras viva bajo la ley, ésta tiene dominio sobre mí, y solamente la muerte me puede librar de su dominio, como lo sabemos por la bendita enseñanza del capítulo 7 de la epístola a los Romanos: “Así también vosotros, hermanos míos, habéis muerto a la ley mediante el cuerpo de Cristo, para que seáis de otro, del que resucitó de los muertos, a fin de que llevemos fruto para Dios” (v. 4). He aquí la libertad, porque “si el Hijo os libertare, seréis verdaderamente libres” (Juan 8:36). “De manera, hermanos, que no somos hijos de la esclava, sino de la libre” (Gálatas 4:31). Merced al poder de esta libertad estamos en condiciones de obedecer al mandamiento: “Echa a esta sierva y a su hijo” (v. 10). Si no sé que soy libre, procuraré conseguir la libertad por los medios acaso más extraños; en otras palabras, si conservo la esclava en casa haré esfuerzos por conseguir la vida tratando de guardar la ley, procurando así establecer mi propia justicia. Para rechazar este elemento de servidumbre, se necesitará sin duda una lucha, porque el legalismo es natural al corazón humano. “Este dicho pareció grave en gran manera a Abraham a causa de su hijo” (v. 11). No obstante, por penoso que fuese el acto de que hablamos, es conforme a la voluntad de Dios que nos mantengamos firmes en la libertad con que Cristo nos ha libertado, no permitiéndonos ser cautivados de nuevo bajo algún yugo de servidumbre (Gálatas 5:1). Continuará...

miércoles, 4 de diciembre de 2024

Ministerio cristiano evangélico: Manantial de Vida, Cantar de los cantar...

Ministerio cristiano : Manantial de Vida, Audiolibro: Dios por nosotros 5

GÉNESIS PARTE 179

ISAAC E ISMAEL La vieja naturaleza no puede ser cambiada Todo esfuerzo por mejorar la naturaleza es inútil en lo que a Dios concierne. Los hombres pueden hallar ventaja en cultivar y mejorar lo que a ellos mismos les sea útil, pero Dios ha dado a sus hijos algo infinitamente mejor para hacer, a saber: cultivar lo que es Su propia creación y los frutos de esta creación; con tal de que jamás favorezcan la carne, serán del todo para alabanza y gloria de Dios. El error de las iglesias de Galacia fue la introducción de aquello que apelaba a la naturaleza. “Si no os circuncidáis conforme al rito de Moisés, no podéis ser salvos” (Hechos 15:1). Así derribaban el glorioso edificio de la redención, el que descansa exclusivamente sobre lo que es Cristo y sobre lo que él ha hecho. Hacer depender la salvación, en la más mínima medida, de cualquier cosa que sea del hombre o de lo que pueda hacer el hombre, equivale a hacer nula la salvación. En otras palabras: es preciso despachar a Ismael y que las esperanzas de Abraham reposen sobre lo que Dios ha hecho y lo que ha dado en la persona de Isaac. Esta salvación, huelga decirlo, no deja al hombre nada que añadir, nada de lo que se pueda glorificar. Si la bienaventuranza presente o futura dependiese de algún cambio, aun divino, operado en la vieja naturaleza, en la carne, el «yo» del hombre se podría glorificar y Dios no tendría toda la gloria. Pero, al ser introducido en una nueva creación, veo que todo es de Dios: el designio, la obra y su acabamiento. Es Dios quien obra y yo le adoro; es él quien bendice y yo recibo la bendición; él es “el mayor”, yo “el menor” (Hebreos 7:7); él es el dador, yo el aceptador. He aquí lo que hace el cristianismo, lo que es, y lo que además le distingue de todos los sistemas religiosos de invención humana que existen debajo del sol: romanismo, protestantismo falseado y todo otro sistema. Continuará...

martes, 3 de diciembre de 2024

Ministerio cristiano evangélico: Manantial de Vida, Cantar de los cantar...

Ministerio cristiano : Manantial de Vida, Audiolibro: Dios por nosotros 4

GÉNESIS PARTE 178

ISAAC E ISMAEL La vieja naturaleza no puede ser cambiada Así se someta la carne al tratamiento que se quiera, lo cierto es que siempre seguirá siendo carne. “Aunque majes al necio en un mortero entre granos de trigo majados con el pisón, no se apartará de él su necedad”, dice Salomón (Proverbios 27:22). En vano se trabaja para transformar la locura en sabiduría; es preciso introducir la sabiduría de arriba en el corazón que hasta la fecha sólo se ha dejado gobernar por la locura. Y luego leemos: “Habiéndoos despojado del viejo hombre” (Colosenses 3:9). El apóstol no dice: habiéndoos mejorado, o procuráis mejorar “el viejo hombre”, sino os habéis “despojado”, lo que es algo totalmente diferente. Hay tanta diferencia como la existente entre el acto de remendar un vestido y el de tirarlo por viejo en un rincón. En el pensamiento del apóstol se trata, en realidad, de despojarse de un vestido viejo y vestirse con uno nuevo. Se podrían multiplicar citas para probar que la teoría del mejoramiento gradual de la naturaleza vieja es falsa y errónea, para probar que está muerta en el pecado, que es absolutamente incorregible, y, además, que lo único que podemos hacer con ella es meterla debajo de los pies mediante el poder de la nueva vida que poseemos por la unión con nuestro Jefe resucitado, en los cielos, el Cristo. El nacimiento de Isaac no mejoró a Ismael, sino que tan sólo puso en evidencia su real oposición al hijo de la promesa. Pudo haber habido en Ismael una conducta pacífica y ordenada hasta la llegada de Isaac; pero entonces aquél se mostró tal cual era, mofándose del hijo de la resurrección y persiguiéndole. ¿Dónde estuvo el remedio para un mal tan grande? ¿Acaso en el mejoramiento de Ismael? No, de ningún modo; estuvo en lo demandado por Sara: “Echa a esta sierva y a su hijo, porque el hijo de esta sierva no ha de heredar con Isaac mi hijo” (v. 8-10). He aquí el único remedio. “Lo torcido no se puede enderezar” (Eclesiastés 1:15), y, por consiguiente, es preciso deshacerse de lo torcido para dar lugar a lo que es divinamente derecho. Es trabajo perdido empeñarse en enderezar lo que está torcido. Continuará...

lunes, 2 de diciembre de 2024

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Ministerio cristiano : Manantial de Vida, Audiolibro: Dios por nosotros 3

GÉNESIS PARTE 177

ISAAC E ISMAEL Contraste entre dos naturalezas Desde el momento en que el pecador crea de corazón en el Señor Jesucristo y le confiese con su boca, entra en la posesión de una vida nueva, y esta vida es Cristo, ha nacido ya de Dios, es hijo de Dios, es “hijo de la (mujer) libre” (Romanos 9:9; Colosenses 3:4; 1 Juan 3:1, 2; Gálatas3:26; 4:31). La vieja naturaleza no puede ser cambiada La introducción de esta nueva naturaleza no cambia en lo más mínimo el carácter esencial de la vieja naturaleza. Ésta sigue siendo lo que ha sido, sin mejorar en ningún sentido; más aun, su mal carácter se manifiesta plenamente en su oposición al elemento nuevo. “El deseo de la carne es contra el Espíritu, y el del Espíritu es contra la carne; y éstos se oponen entre sí” (Gálatas 5:17). ¡Helos ahí en toda su distinción y uno puesto de relieve por el otro! Yo creo que esta doctrina de la existencia de dos naturalezas en el creyente es generalmente poco comprendida. Y mientras permanezca ignorada, el espíritu no puede menos que errar en el vacío, en orden a lo que concierne a la verdadera posición y a los privilegios del hijo de Dios. Unos creen que la regeneración es un cambio gradualmente operado en la vieja naturaleza hasta que el hombre haya quedado totalmente cambiado. Por varios pasajes de la Escritura es fácil probar que esta opinión es errónea. Así, por ejemplo, leemos: “Los designios de la carne son enemistad contra Dios” (Romanos 8:7). Lo que es “enemistad contra Dios”, ¿será capaz de mejora? Continúa diciendo, pues, el apóstol: “porque (los designios de la carne) no se sujetan a la ley de Dios, ni tampoco pueden”. Si no pueden someterse a la ley de Dios, ¿cómo pueden sufrir cambio alguno? Y en otra parte está escrito que “lo que es nacido de la carne, carne es” (Juan 3:6). Continuará...

domingo, 1 de diciembre de 2024

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Ministerio cristiano : Manantial de Vida, Audiolibro: Dios por nosotros 2

GÉNESIS PARTE 176

ISAAC E ISMAEL Nacimiento de Isaac, el hijo de la promesa “Sara concibió y dio a Abraham un hijo en su vejez, en el tiempo que Dios le había dicho”. Existe un “tiempo señalado” (Génesis 18:14), el “tiempo aceptable” de Dios, y es preciso que el creyente sepa esperarlo con paciencia. El tiempo puede parecer largo y la esperanza es sometida a prueba capaz de desanimar el corazón, pero el hombre espiritual será siempre consolado por la seguridad de que todo tiene por objeto final la manifestación de la gloria del Señor. “Aunque la visión tardará aún por un tiempo, mas se apresura hacia el fin, y no mentirá; aunque tardare, espéralo, porque sin duda vendrá, no tardará...; mas el justo por su fe vivirá” (Habacuc 2:3-4). La fe es una cosa maravillosa: introduce en nuestro presente todo el poder del porvenir de Dios y se alimenta con la promesa de Dios como de una realidad presente. Por su potencia el alma pende de Dios, mientras que todo lo exterior parece estar en contra de ella, y en el “tiempo señalado”, Dios le llena la boca de risa. “Y era Abraham de cien años cuando nació Isaac su hijo” (v. 5). En este caso, pues, la naturaleza no tenía nada de que gloriarse. Cuando el hombre se halla absolutamente sin recursos, ha llegado la hora de Dios. Y dijo Sara: “Dios me ha hecho reír” (v. 6). Todo resulta gozo, gozo triunfante cuando Dios se puede manifestar. Contraste entre dos naturalezas Pero, si bien el nacimiento de Isaac llenó de risa la boca de Sara (v. 6), introdujo un elemento del todo nuevo en la casa de Abraham. “El hijo de la libre” precipitó el desarrollo del verdadero carácter del “hijo de la esclava” (Gálatas 4:30). En realidad, Isaac fue en principio, para la casa de Abraham, lo que es la introducción de la nueva naturaleza en el alma del pecador. No fue que Ismael cambió, sino que Isaac nació. El hijo de la esclava nunca pudo ser otra cosa que lo que en realidad era. Que resulte padre de una gran nación, que quede en el desierto, que sea tirador de arco, que sea padre de doce príncipes, pero no deja de ser hijo de la esclava. Por otro lado, por débil y menospreciado que fuera Isaac, era siempre hijo de la mujer libre: todo le venía del Señor, su posición, su categoría, sus privilegios y sus esperanzas. “Lo que es nacido de la carne, carne es; y lo que es nacido del Espíritu, espíritu es” (Juan 3:6). La regeneración no es un cambio de la vieja naturaleza sino la introducción, en el hombre, de una nueva naturaleza; es la implantación de la naturaleza o de la vida del postrer Adán por la operación del Espíritu Santo, fundada en la redención llevada a cabo por Cristo, y en perfecto acuerdo con la voluntad o consejo soberanos de Dios. Continuará...