miércoles, 4 de diciembre de 2024

GÉNESIS PARTE 179

ISAAC E ISMAEL La vieja naturaleza no puede ser cambiada Todo esfuerzo por mejorar la naturaleza es inútil en lo que a Dios concierne. Los hombres pueden hallar ventaja en cultivar y mejorar lo que a ellos mismos les sea útil, pero Dios ha dado a sus hijos algo infinitamente mejor para hacer, a saber: cultivar lo que es Su propia creación y los frutos de esta creación; con tal de que jamás favorezcan la carne, serán del todo para alabanza y gloria de Dios. El error de las iglesias de Galacia fue la introducción de aquello que apelaba a la naturaleza. “Si no os circuncidáis conforme al rito de Moisés, no podéis ser salvos” (Hechos 15:1). Así derribaban el glorioso edificio de la redención, el que descansa exclusivamente sobre lo que es Cristo y sobre lo que él ha hecho. Hacer depender la salvación, en la más mínima medida, de cualquier cosa que sea del hombre o de lo que pueda hacer el hombre, equivale a hacer nula la salvación. En otras palabras: es preciso despachar a Ismael y que las esperanzas de Abraham reposen sobre lo que Dios ha hecho y lo que ha dado en la persona de Isaac. Esta salvación, huelga decirlo, no deja al hombre nada que añadir, nada de lo que se pueda glorificar. Si la bienaventuranza presente o futura dependiese de algún cambio, aun divino, operado en la vieja naturaleza, en la carne, el «yo» del hombre se podría glorificar y Dios no tendría toda la gloria. Pero, al ser introducido en una nueva creación, veo que todo es de Dios: el designio, la obra y su acabamiento. Es Dios quien obra y yo le adoro; es él quien bendice y yo recibo la bendición; él es “el mayor”, yo “el menor” (Hebreos 7:7); él es el dador, yo el aceptador. He aquí lo que hace el cristianismo, lo que es, y lo que además le distingue de todos los sistemas religiosos de invención humana que existen debajo del sol: romanismo, protestantismo falseado y todo otro sistema. Continuará...

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