sábado, 7 de diciembre de 2024

GÉNESIS PARTE 182

MONTE MORIAH Dios pone a prueba a su siervo Abraham Es preciso que este Isaac sea ofrecido como holocausto. Eso sí que era poner a prueba la fe, para que esta prueba, “mucho más preciosa que el oro, el cual aunque perecedero se prueba con fuego, sea hallada en alabanza, gloria y honra” (1 Pedro 1:7). Si Abraham no se hubiera apoyado simplemente y de todo corazón en el Señor, no podría haber obedecido sin vacilar a un mandato que le sometía a una prueba profundísima. Pero Dios era el sostén vivo y permanente de su corazón; ésta es la razón por la cual Abraham estaba dispuesto a abandonarlo todo por él. El alma que ha encontrado en Dios “todas (sus) fuentes” (Salmo 87:7), puede, sin vacilar, abandonar todas las cisternas humanas. Podemos prescindir de la criatura sólo en la proporción en que nos hayamos relacionado con el Creador, y no más allá. Querer abandonar las cosas visibles sin tener la energía de la fe que se apropia de las cosas invisibles, resulta el trabajo más estéril que se pueda imaginar ¡Es imposible lograrlo! El alma retendrá a su Isaac querido hasta que haya encontrado en Dios su todo. Pero cuando podemos decir por la fe: “Dios es nuestro amparo y fortaleza, nuestro pronto auxilio en las tribulaciones”, entonces podemos añadir también: “Por tanto, no temeremos, aunque la tierra sea removida, y se traspasen los montes al corazón del mar” (Salmo 46:1, 2). Abraham obedece en seguida “Y Abraham se levantó muy de mañana” (v. 3), etc. No tardó, sino que obedeció en seguida. “Me apresuré y no me retardé en guardar tus mandamientos” (Salmo 119:60). La fe no se detiene a considerar las circunstancias y a calcular las consecuencias, sino que sólo fija la mirada en Dios y dice: “Cuando agradó a Dios, que me apartó desde el vientre de mi madre, y me llamó por su gracia, revelar a su Hijo en mí, para que yo le predicase entre los gentiles, no consulté en seguida con carne y sangre” (Gálatas 1:15, 16). Desde el momento que nos aconsejamos con carne y sangre, peijudicamos nuestro testimonio y nuestra obra, porque la carne y la sangre no pueden obedecer. Continuará...

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