jueves, 12 de diciembre de 2024

GÉNESIS PARTE 187

MONTE MORIAH Abraham demuestra su fe por medio de sus obras Sin embargo, la abnegación de Abraham quedó del todo demostrada y fue plenamente aceptada. “Porque ya conozco que temes a Dios, por cuanto no me rehusaste tu hijo, tu único” (v. 12). Prestemos atención a esta palabra: “ya conozco'”. Hasta ese momento no se había dado la prueba; la fe existía, sin duda, y, si estaba allí, Dios lo sabía; pero el punto importante aquí es que Dios hace depender el conocimiento que tiene de esta fe de la prueba palpable que Abraham dará de la misma delante del altar en el monte Moriah. La fe se manifiesta siempre por las obras, y el temor de Dios por los frutos que produce. “¿No fue justificado por las obras Abraham nuestro padre, cuando ofreció a su hijo Isaac sobre el altar?” (Santiago 2:21). ¿Quién soñará en dudar de su fe? Despojadle de la fe, y sólo aparecerá en el monte Moriah cual asesino e insensato. Tomad en cuenta su fe, y se nos manifiesta cual adorador fiel y abnegado, cual hombre creyente en Dios y justificado por sus obras. Pero la fe tiene que ser probada. “Hermanos míos, ¿de qué aprovechará si alguno dice que tiene fe, y no tiene obras?” (Santiago 2:14). Una profesión de fe, sin poder y sin fruto, no satisface ni a Dios ni a los hombres. Dios busca la realidad, y le da honra donde la halla; y respecto a los hombres no comprende más que la expresión viva e inteligible de una fe que se manifiesta por las obras. Actualmente vivimos en una atmósfera de piedad de nombre, las palabras de fe están en todos los labios; pero la fe misma es una perla tan rara como la que más; esa fe que hace al creyente capaz de abandonar las orillas de las circunstancias presentes y embarcarse contra viento y marea, y no sólo arrastrar la tempestad, sino sufrirla, aun en los momentos en que el Señor parece dormir. La enseñanza del Espíritu por medio de Santiago y de Pablo No estará de más decir aquí una palabra acerca de la admirable armonía que existe entre la enseñanza de Santiago y la de Pablo respecto a la justificación. El lector inteligente y espiritual que se inclina ante la inspiración plenaria de las Sagradas Escrituras, sabe muy bien que en este importante asunto no tenemos que ver con Santiago y Pablo sino con el Espíritu Santo. Continuará...

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