jueves, 19 de diciembre de 2024

GÉNESIS PARTE 193

MONTE MORIAH La fe en la resurrección Los rasgos más hermosos de la fe, y los más característicos, son los que el mundo menos conoce. Los cananeos no tenían idea alguna de las esperanzas que caracterizaban a los actos de Abraham en esta ocasión. Ni sospechaban que él, al buscar un rincón en el cual, cuando muriera al igual que Sara, pudiera esperar el tiempo preciso de Dios —es decir, la mañana de la resurrección—, tenía en vista la futura posesión del país. Abraham sentía que él no tenía nada que discutir con los hijos de Het, de suerte que estaba presto a reposar al igual que Sara en la tumba, dejando a Dios el cuidado de obrar para él, sobre él y por él. “Conforme a la fe murieron todos éstos sin haber recibido lo pro- metido, sino mirándolo de lejos, y creyéndolo y saludándolo, y confesando que eran extranjeros y peregrinos sobre la tierra” (Hebreos 11:13). Es éste un rasgo de la vida divina de hermosura exquisita. Estos “testigos” de los cuales habla la epístola a los Hebreos, capítulo 11, no solamente vivían por la fe, sino que probaron, además, que las promesas de Dios les eran tan reales y satisfactorias al fin de la carrera como les habían sido al principio. En la adquisición de un sepulcro en ese país nos parece ver una demostración del poder de la fe, no sólo para vivir, sino también para la muerte. ¿Por qué era Abraham tan escrupuloso en la transacción de la compra de un sepulcro? ¿Por qué deseaba tan vivamente fundar sus derechos al campo y cueva de Efrón en los principios de la justicia? ¿Por qué estaba tan determinado a pagar todo el precio en plata de buena ley entre los mercaderes? La respuesta se halla en esta sola palabra: la “fe”. Fue por la fe que hizo todo aquello. Él sabía que el país le pertenecería en el porvenir y que, en la gloria de la resurrección, su posteridad todavía lo poseería, y hasta entonces no quería ser deudor de los que de todos modos habían de ser desalojados. Continuará...

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