lunes, 2 de diciembre de 2024

GÉNESIS PARTE 177

ISAAC E ISMAEL Contraste entre dos naturalezas Desde el momento en que el pecador crea de corazón en el Señor Jesucristo y le confiese con su boca, entra en la posesión de una vida nueva, y esta vida es Cristo, ha nacido ya de Dios, es hijo de Dios, es “hijo de la (mujer) libre” (Romanos 9:9; Colosenses 3:4; 1 Juan 3:1, 2; Gálatas3:26; 4:31). La vieja naturaleza no puede ser cambiada La introducción de esta nueva naturaleza no cambia en lo más mínimo el carácter esencial de la vieja naturaleza. Ésta sigue siendo lo que ha sido, sin mejorar en ningún sentido; más aun, su mal carácter se manifiesta plenamente en su oposición al elemento nuevo. “El deseo de la carne es contra el Espíritu, y el del Espíritu es contra la carne; y éstos se oponen entre sí” (Gálatas 5:17). ¡Helos ahí en toda su distinción y uno puesto de relieve por el otro! Yo creo que esta doctrina de la existencia de dos naturalezas en el creyente es generalmente poco comprendida. Y mientras permanezca ignorada, el espíritu no puede menos que errar en el vacío, en orden a lo que concierne a la verdadera posición y a los privilegios del hijo de Dios. Unos creen que la regeneración es un cambio gradualmente operado en la vieja naturaleza hasta que el hombre haya quedado totalmente cambiado. Por varios pasajes de la Escritura es fácil probar que esta opinión es errónea. Así, por ejemplo, leemos: “Los designios de la carne son enemistad contra Dios” (Romanos 8:7). Lo que es “enemistad contra Dios”, ¿será capaz de mejora? Continúa diciendo, pues, el apóstol: “porque (los designios de la carne) no se sujetan a la ley de Dios, ni tampoco pueden”. Si no pueden someterse a la ley de Dios, ¿cómo pueden sufrir cambio alguno? Y en otra parte está escrito que “lo que es nacido de la carne, carne es” (Juan 3:6). Continuará...

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