viernes, 13 de diciembre de 2024

GÉNESIS PARTE 188

GÉNESIS MONTE MORIAH Abraham demuestra su fe por medio de sus obras El Espíritu Santo se ha servido misericordiosamente de cada uno de estos hombres honrados por Dios cual pluma para expresar sus pensamientos, precisamente como nosotros podríamos servirnos de la pluma de ave o de acero para expresar nuestros pensamientos sin que por eso se pueda —salvo que se quiera incurrir en un absurdo— hablar de contradicción entre las dos plumas, ya que el escritor es uno mismo. De igual modo es imposible que dos hombres divinamente inspirados
se contradigan, como es imposible que dos cuerpos celestes, que se mueven cada cual en la órbita que Dios les ha fijado, se encuentren y choquen el uno contra el otro. En realidad hay, como era de esperar, la más completa y perfecta armonía entre los dos apóstoles. En orden a la justificación, el uno es el reverso y el intérprete del otro. El apóstol Pablo nos proporciona el principio interior, Santiago el desarrollo exterior del principio. El primero se refiere a la vida escondida, el segundo a la vida manifiesta. El primero considera al hombre en su relación con Dios, el otro le considera en sus relaciones con sus semejantes. Necesitamos tanto lo uno como lo otro, porque el principio interior no va sin la vida exterior, precisamente como ésta no tiene valor ni poder sin el principio interior. Abraham fue justificado cuando “creyó... a Dios” (Romanos 4:3), y Abraham fue justificado cuando “ofreció a su hijo Isaac” (Santiago 2:23 y 21). El primero de los dos casos nos explica el secreto de la posición de Abraham ante Dios, el segundo nos muestra a Abraham públicamente reconocido por el cielo y la tierra. Es bueno comprender esta diferencia. No hubo voz del cielo cuando “Abraham creyó a Dios”, aunque Dios le vio entonces y le tuvo por justo, pero cuando hubo ofrecido su Isaac sobre el altar, entonces Dios le pudo decir: “Ya conozco”, y el mundo entero tuvo la poderosa e irrefutable prueba del hecho de que Abraham era un hombre justificado. Siempre sucederá lo mismo. Donde exista el principio interior, allí también habrá el acto exterior, y todo el valor de éste proviene de su relación con el primero. Continuará...

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