martes, 3 de diciembre de 2024

GÉNESIS PARTE 178

ISAAC E ISMAEL La vieja naturaleza no puede ser cambiada Así se someta la carne al tratamiento que se quiera, lo cierto es que siempre seguirá siendo carne. “Aunque majes al necio en un mortero entre granos de trigo majados con el pisón, no se apartará de él su necedad”, dice Salomón (Proverbios 27:22). En vano se trabaja para transformar la locura en sabiduría; es preciso introducir la sabiduría de arriba en el corazón que hasta la fecha sólo se ha dejado gobernar por la locura. Y luego leemos: “Habiéndoos despojado del viejo hombre” (Colosenses 3:9). El apóstol no dice: habiéndoos mejorado, o procuráis mejorar “el viejo hombre”, sino os habéis “despojado”, lo que es algo totalmente diferente. Hay tanta diferencia como la existente entre el acto de remendar un vestido y el de tirarlo por viejo en un rincón. En el pensamiento del apóstol se trata, en realidad, de despojarse de un vestido viejo y vestirse con uno nuevo. Se podrían multiplicar citas para probar que la teoría del mejoramiento gradual de la naturaleza vieja es falsa y errónea, para probar que está muerta en el pecado, que es absolutamente incorregible, y, además, que lo único que podemos hacer con ella es meterla debajo de los pies mediante el poder de la nueva vida que poseemos por la unión con nuestro Jefe resucitado, en los cielos, el Cristo. El nacimiento de Isaac no mejoró a Ismael, sino que tan sólo puso en evidencia su real oposición al hijo de la promesa. Pudo haber habido en Ismael una conducta pacífica y ordenada hasta la llegada de Isaac; pero entonces aquél se mostró tal cual era, mofándose del hijo de la resurrección y persiguiéndole. ¿Dónde estuvo el remedio para un mal tan grande? ¿Acaso en el mejoramiento de Ismael? No, de ningún modo; estuvo en lo demandado por Sara: “Echa a esta sierva y a su hijo, porque el hijo de esta sierva no ha de heredar con Isaac mi hijo” (v. 8-10). He aquí el único remedio. “Lo torcido no se puede enderezar” (Eclesiastés 1:15), y, por consiguiente, es preciso deshacerse de lo torcido para dar lugar a lo que es divinamente derecho. Es trabajo perdido empeñarse en enderezar lo que está torcido. Continuará...

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