miércoles, 25 de diciembre de 2024

GÉNESIS PARTE 199

REBECA, FIGURA DE LA IGLESIA La Iglesia, complemento de Cristo Estos pasajes establecen a la perfección los tres puntos siguientes: la vida, la justicia y la esperanza de la Iglesia, y todos ellos se deben al hecho de que la Iglesia es una con Cristo, quien resucitó de los muertos. Nada es más adecuado para fortalecer el corazón que la convicción de que la existencia de la Iglesia es esencial para la gloria de Cristo. “La mujer es gloria del varón” (1 Corintios 11:7). La Iglesia se llama “la plenitud de Aquel que todo lo llena en todo” (Efesios 1:23). Esta última expresión es sorprendente. La palabra traducida «plenitud» significa complemento, es decir: lo que, añadido a otra cosa, compone un todo con ella. Así es cómo Cristo (la cabeza) y la Iglesia (el cuerpo) forman “un solo y nuevo hombre” (Efesios 2:15). Si consideramos el asunto bajo este punto de vista, no nos extrañaremos de que la Iglesia haya sido el objeto de los consejos eternos de Dios: había, por gracia, razones maravillosas para que el cuerpo, la esposa, la compañera de su Hijo único, ocupara el pensamiento de Dios desde antes de la fundación del mundo. Rebeca era necesaria para Isaac y por ello fue objeto de un consejo secreto mientras todavía ignoraba del todo su futuro y alto destino. Todos los pensamientos de Abraham se concentraban en Isaac: “Te juramentaré por Jehová, Dios del cielo y Dios de la tierra, que no tomarás mujer para mi hijo de las hijas de los cananeos entre quienes habito” (v. 3 - VM.). “Mujer para mi hijo” es aquí lo importante, como vemos. “No es bueno que el hombre esté solo” (Génesis 2:18). Merced a esto podemos comprender lo que es la Iglesia: en los consejos de Dios es necesaria para Cristo, y en la obra llevada a cabo por él mismo se ha provisto divinamente todo lo necesario para que pudiera ser llamada a la existencia. La verdad considerada bajo este punto de vista no se refiere ya al poder de Dios para salvar a los pobres pecadores, sino al Dios que quiere hacer “fiesta de bodas a su Hijo”, siendo la Iglesia la esposa que se le ha destinado, el objeto de los designios del Padre, el objeto del amor del Hijo y del testimonio del Espíritu Santo. Su destino es participar de la dignidad y toda la gloria del Hijo, como tiene parte en todo el amor del cual él ha sido el objeto eterno. Oigamos las mismas palabras del Hijo: “La gloria que me diste, yo les he dado, para que sean uno, así como nosotros somos uno. Yo en ellos, y tú en mí, para que sean perfectos en unidad, para que el mundo conozca que tú me enviaste, y que los has amado a ellos como también a mí me has amado” (Juan 17:22-23). Esto resuelve toda la cuestión. Estas palabras nos hacen conocer los pensamientos del corazón de Cristo respecto a la Iglesia. Continuará..

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