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miércoles, 18 de diciembre de 2024
GÉNESIS PARTE 192
MONTE MORIAH
Muerte de Sara
El capítulo 23 del Génesis merece, por lo tanto, atención especial. Este capítulo que se abre con la muerte de Sara, nos presenta a Abraham bajo un aspecto nuevo: el de quien lleva luto. “Y vino Abraham a hacer duelo por Sara, y a llorarla” (v. 2). El hijo de Dios también es llamado a pasar por el duelo, pero no como los demás. El gran hecho de la resurrección le consuela y comunica a su dolor un carácter muy especial. El creyente puede hallarse ante la tumba de un hermano o de una hermana con la feliz seguridad de que esa tumba no retendrá por largo tiempo al cautivo, “porque si creemos que Jesús murió y resucitó, así también traerá Dios con Jesús a los que durmieron en él” (1 Tesalonicenses 4:13, 14). La redención del alma es la garantía de la redención del cuerpo; poseemos la primera, esperamos la segunda (Romanos 8:23).
La fe en la resurrección
Al comprar Macpela para sepultura, nos parece que Abraham expresa con ello su fe en la resurrección. “Se levantó Abraham de delante de su muerta” (v. 3) La fe no queda por mucho tiempo contemplando la muerte, pues posee un objeto más elevado, gracias al “Dios viviente” que se lo ha concedido. La fe contempla la resurrección, su vista está absorta en ella. Y con fe en el poder de la resurrección se puede levantar “de delante de su muerta”. Este acto de Abraham es de gran importancia, y necesitamos comprender mejor su significado, ya que somos tan propensos a pensar en la muerte y sus consecuencias. La muerte es el límite de la potencia de Satanás; pero, donde acaba Satanás, Dios comienza. Lo había comprendido Abraham al levantarse y comprar la cueva de Macpela para hacer de ella un lugar de reposo para Sara. Este hecho era la expresión del pensamiento de Abraham respecto al porvenir. Sabía que en los siglos venideros la promesa de Dios en cuanto a Canaán se cumpliría, así que pudo depositar el cuerpo de Sara en el sepulcro con la segura esperanza de una resurrección gloriosa.
Los incircuncisos hijos de Het ignoraban estas cosas. Los pensamientos que llenaban el alma del patriarca les eran desconocidos. Para ellos era un asunto de poca importancia que Abraham enterrara su muerto en un lugar u otro; pero para Abraham era otra cosa. “Extranjero y forastero soy entre vosotros; dadme propiedad para sepultura entre vosotros, y sepultaré mi muerta de delante de mí” (v. 4). Los heteos debían de encontrar extraño —y así evidentemente lo encontraron— que Abraham se hiciera tanto problema por una tumba; pero “el mundo no nos conoce, porque no le conoció a él” (1 Juan 3:1). Continuará...
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