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jueves, 31 de octubre de 2024
GÉNESIS PARTE 146
LA INCREDULIDAD Y SUS CONSECUENCIAS FUNESTAS
Retorno de Agar
Todo esto debe considerarse bajo un doble punto de vista: en primer lugar, cual manifestación de un principio práctico de gran importancia; y luego, bajo el punto de vista de la doctrina. Primero, pues, aprendemos aquí que, cuando por la incredulidad del corazón hemos caído en alguna falta, ésta no se remedia en un solo momento, ni por artificios propios. Se requiere que las cosas sigan su curso. “Todo lo que el hombre sembrare, eso también segará. Porque el que siembra para su carne, de la carne segará corrupción; mas el que siembra para el Espíritu, del Espíritu segará vida eterna” (Gálatas 6:7, 8). Éste es un principio invariable que hallamos en toda la Escritura y en nuestra propia experiencia. La gracia perdona el pecado y restaura el alma; pero es preciso que recojamos lo que hayamos sembrado. Abraham y Sarai tuvieron que soportar por años la presencia de la esclava y su hijo, no pudiendo deshacerse de ellos sino conforme a la voluntad de Dios. Hay bendición especial en abandonarse a Dios. Si Abraham y Sarai hubiesen hecho esto en el caso que nos ocupa, jamás habrían tenido que verse atormentados por la presencia de la esclava y su hijo. Pero, habiendo recurrido a la naturaleza, era preciso que sufrieran las consecuencias de ello. A menudo ¡ay! somos como “novillo indómito”, cuando nuestra dicha positiva consistiría en permanecer tranquilos y callados “como un niño destetado de su madre” (Jeremías 31:18; Salmo 131:2). No podría haber dos figuras más opuestas que un novillo indómito y un niño recién destetado. El novillo indómito nos representa al que locamente patalea bajo el yugo de las circunstancias, haciendo su yugo tanto más penoso cuanto más se esfuerza para quitárselo de encima. El niño destetado es el símbolo del que se somete humildemente a cada disposición del Señor, y hace su suerte más agradable cuando se somete del todo al Señor. Continuará...
miércoles, 30 de octubre de 2024
GÉNESIS PARTE 145
LA INCREDULIDAD Y SUS CONSECUENCIAS FUNESTAS
Impaciencia de Sarai
Todos cuantos andan por este camino encontrarán, sin duda alguna, pruebas y penas, pero también pueden estar seguros de que serán más que remunerados por el gozo y la bienaventuranza que serán su herencia; mientras que los que se apartan de este camino encontrarán pruebas mucho más grandes, sin compensación alguna.
“Entonces Sarai dijo a Abram: Mi afrenta sea sobre ti” (v. 5). Cuando nos equivocamos, estamos listos para echarle la culpa a otro. Sarai sólo recogió el fruto de lo que había sembrado, y, no obstante, dice: “Mi afrenta sea sobre ti”; luego, con permiso de Abraham, procura desembarazarse de la prueba que se habia acarreado por su impaciencia. “Y respondió Abram a Sarai: He aquí, tu sierva está en tu mano; haz con ella lo que bien te parezca. Y como Sarai la afligía, ella huyó de su presencia” (v. 5, 6). Pero ésta no es la manera de arreglar las cosas; no era correcto desembarazarse de “la esclava” mediante malos tratos. Cuando nos equivocamos y debemos sufrir las consecuencias, no nos libramos de tales consecuencias practicando la altanería y la violencia. Frecuentemente recurrimos a este método, pero no logramos otra cosa que agravar el mal. Si hemos incurrido en falta, es preciso que nos humillemos, que confesemos nuestras faltas y que esperemos de Dios la salvación. Pero en la conducta de Sarai no notamos nada de esto. Todo lo contrario; su conciencia no le acusa de haber hecho mal y, lejos de esperar la salvación de Dios, procura salvarse a sí misma a su manera. Pero todos los esfuerzos que hacemos para enmendar nuestros yerros sin haberlos confesado plenamente, sólo tienden a hacer más difícil nuestro camino. Por eso Dios quiso que Agar volviera a su ama para dar a luz un hijo que no fuera el hijo de la promesa, sino una prueba para Abraham y su casa, como veremos a continuación. Continuará...
martes, 29 de octubre de 2024
GÉNESIS PARTE 144
LA INCREDULIDAD Y SUS CONSECUENCIAS FUNESTAS
Impaciencia de Sarai
El camino de la fe es muy sencillo y estrecho. La fe no deifica ni menosprecia los medios. Los aprecia en cuanto sea Dios quien realmente los emplea, pero no más allá de eso. Pero hay una diferencia muy grande entre el empleo que Dios hace de la criatura para servirme y el empleo que el hombre hace de la misma para excluir a Dios. No se presta suficiente atención a esta diferencia. Dios utilizó los cuervos para servir a Elias, pero Elias no los usó para excluir a Dios.
Cuando el corazón depende realmente de Dios, no se preocupa de los medios, sino que descansa en él, con la dulce confianza de que, sean cuales fueren los medios que Dios use, él bendecirá, ayudará y proveerá. Ahora bien, en el caso que nos ocupa, se ve claramente que Agar no era un instrumento empleado por Dios para cumplir las promesas que él había hecho a Abraham. Dios había prometido un hijo a Abraham, sin duda, pero no le había dicho que este hijo sería el de Agar, y la narración bíblica nos asegura que Abraham y Sarai, el uno y la otra, aumentaron su pena al recurrir a Agar, porque Agar, “cuando vio que había concebido, miraba con desprecio a su señora” (v. 4), y esto no fue más que el principio de todos los dolores que resultaron de la impaciencia manifestada al recurrir a medios humanos.
La dignidad de Sarai fue pisoteada por una esclava egipcia y se vio en una situación de debilidad y desprecio. La única posición de dignidad y de poder es aquella en la cual sentimos nuestra flaqueza y nuestra dependencia. Nadie es más independiente de lo que le rodea que quien anda verdaderamente por la fe, confiado sólo en Dios. Pero, desde el momento en que el hijo de Dios se hace deudor de la naturaleza o del mundo, pierde la dignidad de su posición y no tarda en sentirlo. No comprendemos bastante bien la pérdida que resulta del más pequeño desvío del camino de la fe. continuará...
lunes, 28 de octubre de 2024
GÉNESIS PARTE 143
LA INCREDULIDAD Y SUS CONSECUENCIAS FUNESTAS
Impaciencia de Sarai
En cuanto a Sarai, lo que le dijo a Abraham se reduce, en realidad, a esto: «Dios me ha faltado; acaso me servirá de recurso mi criada egipcia». Todo menos Dios conviene al corazón incrédulo; y con frecuencia quedamos muy sorprendidos de ver a qué torpezas suele apelar el creyente cuando pierde el sentimiento de la presencia de Dios y se olvida de que Su fidelidad jamás falta y que Él basta para todo. Tal alma pierde aquella disposición apacible y aquel equilibrio que son tan necesarios para el testimonio fiel del que anda por la fe, y, como el mundo, recurre a toda especie de expedientes para conseguir su fin. Y a esto lo llama «hacer uso prudente de los medios».
Pero resulta cosa amarga y de consecuencias siempre funestas el hecho de sustraerse de una dependencia absoluta respecto de Dios. Si Sarai hubiera dicho: «La naturaleza no me ayuda, pero Dios es mi esperanza», todo habría resultado muy diferente. Habría descansado en fundamento firme y verdadero, porque, de hecho, la naturaleza no le era propicia. Pero eso era la naturaleza bajo una forma; y Sarai, quien no había aprendido todavía a quitar sus ojos de la naturaleza bajo todas sus formas, quiso ponerla a prueba bajo otra. A juicio de Dios, como al de la fe, la naturaleza de Agar no valía más que la de Sarai: la naturaleza, vieja o joven, para Dios es la misma, y, por lo tanto, también lo es para la fe. Pero esta verdad no tiene poder sobre nosotros mientras Dios no haya llegado a ser experimentalmente el centro de nuestra existencia. Desde el momento en que quitamos la vista de ese Dios glorioso, somos capaces de entregamos a las invenciones más viles de la incredulidad; y solamente mientras nos apoyamos con toda seriedad en el Dios vivo, único verdadero y sabio, podemos renunciar a todo lo que es de la criatura humana. No que menospreciemos los medios de que se sirve Dios, lo que sería señal de indiferencia y no de fe. La fe hace caso del instrumento, no a causa del instrumento mismo, sino a causa del que lo emplea, mientras que la incredulidad sólo se fija en el instrumento y hace depender el éxito del aparente poder del mismo, en lugar de juzgarlo según la suficiencia del que en gracia se vale de él. Saúl, mirando primero a David y luego al filisteo, dijo: “No podrás tú ir contra aquel filisteo, para pelear con él; porque tú eres muchacho” (1 Samuel 17:33). Pero para David no se trataba de si él podía vencer al filisteo, sino si Jehová lo podía hacer. Continuará...
domingo, 27 de octubre de 2024
GÉNESIS PARTE 142
LA INCREDULIDAD Y SUS CONSECUENCIAS FUNESTAS
Impaciencia de Sarai
Aquí vemos cómo la incredulidad se apodera del espíritu de Abraham y de nuevo le hace abandonar por algún tiempo la senda de la dichosa y sencilla confianza en Dios. “Dijo entonces Sarai a Abram: Ya ves que Jehová me ha hecho estéril” (v. 2). Estas palabras son la expresión de la habitual impaciencia de la incredulidad. Abraham debía de haberlas considerado como se merecían, esperando pacientemente del Señor el cumplimiento de su promesa de gracia, pero nuestro pobre corazón natural prefiere algo muy diferente a un estado de espera-, recurre a expedientes y planes, buscando cualquier salida menos la de aguardar. Son dos cosas muy diferentes creer una promesa y esperar con paciencia su cumplimiento. La conducta del niño nos ofrece numerosos ejemplos de esto. Cuando le prometemos algo a uno de nuestros péqueñuelos, él no tiene la menor intención de dudar de nuestras palabras; sin embargo, le vemos muy agitado e impaciente respecto a cómo y cuándo cumpliremos nuestra promesa. En tal conducta del niño el más sabio puede ver como en un espejo su propia persona. En el capítulo 15 nos demuestra su fe; en el capítulo 16, no obstante, le vemos carecer de paciencia, y así podemos comprender mejor el sentido y la hermosura de lo que leemos en el capítulo 6 de la epístola a los Hebreos: “No os hagáis perezosos, sino imitadores de aquellos que por la fe y la paciencia heredan las promesas” (v. 12). Dios hace la promesa, la fe la cree; la esperanza anticipa la promesa y la paciencia aguarda tranquilamente su cumplimiento.
En el comercio hay lo que se llama «valor actual» de una letra de cambio o giro a la orden, porque si uno ha de esperar por el pago de su dinero, debe también ser pagado por la espera. Lo mismo ocurre en el mundo de la fe: hay un valor presente de las promesas de Dios, y la medida que determina este valor es el conocimiento experimental de Dios en el corazón, porque de nuestra apreciación de Dios depende la evaluación que hacemos de sus promesas; además, el alma sumisa y paciente halla rica y plena recompensa en la espera del cumplimiento de todo lo que Dios ha prometido. Continuará...
sábado, 26 de octubre de 2024
GÉNESIS PARTE 141
JEHOVÁ HACE PACTO CON ABRAHAM
La visión profética de Abraham
No se llega a la heredad sino a través del “horno humeando”, y cuanto más espeso es el humo, tanto más resplandeciente aparece “la antorcha” o “la lámpara” de la salvación de Dios. La aplicación de esta verdad no se limita al pueblo de Dios en su conjunto, sino a cada individuo que lo compone. Todos cuantos han llegado a alguna eminencia como siervos de Dios, han pasado por el “horno humeando” antes de ser llamados a gozar de “la antorcha”. “El temor de una gran oscuridad” encubrió el espíritu de Abraham; Jacob tuvo que soportar veinte años de trabajo duro en la casa de Labán; José se halló en el homo de la aflicción en las prisiones de Egipto; Moisés pasó cuarenta años de prueba en el desierto. Así ha de acontecer a todos los siervos de Dios. Deben probarse primero para que, habiendo sido hallados fieles, puedan ser puestos en el ministerio. El principio de Dios con referencia a aquellos que le sirven se expresa en las palabras de Pablo: “no un neófito, no sea que envaneciéndose caiga en la condenación del diablo”. La Escritura nos indica la aplicación de este principio con relación a los diáconos (o servidores) y a los obispos (o sobreveedores). Los servidores “también sean sometidos a prueba primero, y entonces ejerzan el diaconado, si fueren irreprensibles”. El sobreveedor no sea “un neófito” (1 Timoteo 3:1-13). El ser hijo de Dios es una cosa; el ser siervo de Cristo es otra, y muy diferente. Yo puedo amar mucho a mi hijo, pero aun así, si le pongo a trabajar en mi jardín, puede hacer más daño que bien ¿Por qué? ¿Acaso porque no es hijo amado? No, sino porque no es servidor adiestrado. Allí está toda la diferencia.
Parentela y empleo son cosas distintas: no que todo hijo de Dios no tenga algo que hacer, sufrir o aprender, pero siempre sigue siendo algo positivo que el servicio público y la disciplina secreta se hallan íntimamente relacionados en los caminos de Dios. Es preciso que quien aparece mucho ante el público, tenga esa disposición humilde, ese juicio maduro, ese espíritu sumiso y mortificado, esa voluntad quebrantada, ese tono suave que son los resultados hermosos y seguros de la secreta disciplina de Dios. Generalmente se verá que los que se lanzan hacia adelante sin poseer más o menos de esas cualidades espirituales, desfallecen tarde o temprano. Señor Jesús, guarda a tus débiles siervos muy cerca de ti y en tus manos. Continuará...
viernes, 25 de octubre de 2024
GÉNESIS PARTE 140
JEHOVÁ HACE PACTO CON ABRAHAM
La visión profética de Abraham
Echemos ahora una breve mirada a la visión instructiva de Abraham que se nos presenta en los últimos versículos del capítulo. “Mas a la caída del sol sobrecogió el sueño a Abram, y he aquí que el temor de una grande oscuridad cayó sobre él. Entonces Jehová dijo a Abram: Ten por cierto que tu descendencia morará en tierra ajena, y será esclava allí, y será oprimida cuatrocientos años. Mas también a la nación a la cual servirán, juzgaré yo; y después de esto saldrán con gran riqueza... Y sucedió que puesto el sol, y ya oscurecido, se veía un homo humeando, y una antorcha de fuego que pasaba por entre los animales divididos” (v. 12-17).
Se puede decir que toda la historia de Israel está resumida en estos dos símbolos del “homo humeando” y de la “antorcha de fuego”. El primero representa las diversas épocas durante las cuales los israelitas fueron puestos a prueba y sufrieron: su larga esclavitud en Egipto, los tiempos que vivieron bajo el yugo de los reyes de Canaán, los del cautiverio de Babilonia y, en fin, los de su dispersión actual. Se puede considerar a Israel como pasando por el “homo humeando” durante todos esos diferentes periodos. (Véase Deuteronomio 4:20, 1 Reyes 8:51; Isaías 48:10). La antorcha, en cambio, es el símbolo de las fases de la historia de Israel en las cuales Jehová se manifestó en su gracia para socorrer a los suyos, como al salvarlos de Egipto por mano de Moisés, al salvarlos del poder de los reyes de Canaán por el ministerio de los jueces, al hacerlos volver de Babilonia en virtud del decreto de Ciro, y, por último, al disponer la salvación final del pueblo cuando Cristo se manifieste con gloria. Continuará...
jueves, 24 de octubre de 2024
GÉNESIS PARTE 139
JEHOVÁ HACE PACTO CON ABRAHAM
Herencia y sufrimientos
No, sino que se le dio la cruz por trono y un puesto entre dos malhechores condenados a morir. Pero se dirá: «Dios y su mano estaban en ello». Es cierto, pero también estaba en ello el hombre. Y esta última verdad implica necesariamente que, si andamos con Cristo, seremos despreciados por el mundo. Nuestra asociación con Cristo nos abre el cielo y nos echa afuera del mundo, - así es que, si hacemos profesión de ser del cielo, sin que el mundo nos deseche, hay en ello prueba de que debe haber algo falso en nuestro caso. Si Cristo estuviese hoy en el mundo ¿cuál sería su camino, por dónde llevaría y dónde terminaría? Háganos Dios responder a estas preguntas a la luz de esta Palabra que es más penetrante que toda espada de dos filos y que alcanza hasta partir el alma y que nos coloca, tal como somos, ante el Todopoderoso. El Espíritu Santo háganos fieles al Señor ausente, crucificado y rechazado por los hombres. El que anda según el Espíritu estará lleno de Cristo y, estando lleno de él, se fijará no en los sufrimientos sino en aquel por el cual sufre. Si descansa la vista en Cristo, los sufrimientos le serán una nada en comparación con el gozo presente y la gloria del porvenir.
El asunto de la herencia me ha llevado más lejos de lo que me proponía, pero no me arrepiento de ello, porque tiene gran importancia. Continuará...
miércoles, 23 de octubre de 2024
GÉNESIS PARTE 138
JEHOVÁ HACE PACTO CON ABRAHAM
Herencia y sufrimientos
Recordemos siempre que sufrir con Cristo no equivale al yugo de un esclavo, sino que es un privilegio y una devoción voluntaria: no una ley de hierro, sino un favor concedido por la gracia, no una servidumbre obligatoria sino una devoción voluntaria. “Porque a vosotros os es concedido a causa de Cristo, no sólo que creáis en él, sino también que padezcáis por él” (Filipenses 1:29). Además, es muy cierto que el verdadero secreto de los sufrimientos por Cristo consiste en la concentración de nuestros afectos en él. Cuanto más amamos a Jesús, tanto más cerca de él vivimos; cuanto más cerca de él vivimos, tanto más fielmente le imitamos; y, cuanto más fielmente le imitamos, tanto más sufrimos con él. Todo proviene, pues, del amor hacia Cristo; y es una verdad fundamental que “le amamos a él, porque él nos amó primero” (1 Juan 4:19). Guardémonos en este punto, como en todos los demás, del espíritu del legalismo, y que no haya quien se imagine que puede sufrir por Cristo mientras viva bajo el yugo del legalismo. ¡Ay! sería de temer que tal persona no conociera todavía a Cristo, ni la posición bendita de hijo, por no estar todavía bien establecida en la gracia, y que entonces procurara entrar en la familia por las obras de la ley más bien que entrar en el reino por la senda del sufrimiento.
Por otra parte, tengamos cuidado de no retroceder ante la copa y el bautismo del Señor. No hagamos profesión de disfrutar de los beneficios que nos proporciona su cruz, en tanto rehusemos participar en el menosprecio que implica esta cruz. Estemos plenamente convencidos de que el sendero que conduce al reino no está iluminado por el sol del favor del mundo, y que no está sembrado de las rosas de su dicha. Cuando el cristiano tiene éxito en el mundo, hay razón para temer que no vive en comunión con Cristo. “Si alguno me sirve, sígame; y donde yo estuviere, allí también estará mi servidor” (Juan 12:26). ¿Cuál fue el objeto de la carrera terrestre de Jesús? ¿Procuró alguna vez conseguir influencia y posición elevada en este mundo? Continuará...
martes, 22 de octubre de 2024
GÉNESIS PARTE 137
JEHOVÁ HACE PACTO CON ABRAHAM
Herencia y sufrimientos
Tratándose de la calidad de hijos, no hay “si”; no llegamos a la elevada dignidad de hijos por el sufrimiento sino por la potencia vivificadora del Espíritu Santo, fundada en la obra acabada de Cristo, según el consejo eterno de Dios. Nada puede desvirtuar esta posición. No llegamos a ser miembros de la familia por el sufrimiento, sino del reino, y Pablo dice a los tesalonicenses: “Para que seáis tenidos por dignos del reino de Dios, por el cual asimismo padecéis” (2 Tesalonicenses 1:5). Los tesalonicenses ya constituían parte de la familia, pero tenían por destino el reino, y el camino que conduce al mismo pasa a través de los padecimientos. Además, la medida de su sufrimiento por el reino debía corresponder con el grado de su devoción y de su conformidad con el Rey. Cuanto más nos asemejamos a él, tanto más sufriremos con él, y cuanto más profunda sea nuestra comunión con él en los sufrimientos, tanto más lo será nuestra comunión con él en la gloria. Hay diferencia entre la mansión del Padre y el reino del Hijo. En la primera se tratará de la capacidad de los hijos; en el segundo, se tratará de una posición conferida. Todos mis hijos se pueden sentar a mi mesa, pero la intensidad del gozo que les depare mi compañía y conversación dependerá del todo de su aptitud. El uno puede estar sentado en mis rodillas, en el pleno gozo de su relación conmigo, cual criatura, sin que sea capaz de comprender ni una sola de mis palabras; otro podrá dar prueba de inteligencia singular en la conversación, sin que, a pesar de ello, sea absolutamente más feliz que el pequeñuelo que yo tenga en mis rodillas. Pero, si se trata del servicio que los hijos sean capaces de hacerme —o sea, de su identificación pública conmigo—, ya la cosa se presenta del todo diferente. La comparación de que me he servido no es más que una débil simbolización para hacer patente la doble idea de capacidad en la casa del Padre y de posición conferida en el reino del Hijo. Continuará...
lunes, 21 de octubre de 2024
GÉNESIS PARTE 136
JEHOVÁ HACE PACTO CON ABRAHAM
Antes no sufrió por el pecado, ni podrá jamás sufrir por el pecado otra vez. “Pero ahora, en la consumación de los siglos, se presentó una vez para siempre por el sacrificio de sí mismo para quitar de en medio el pecado” (Hebreos 9:26). “Cristo fue ofrecido una sola vez” (Hebreos 9:28).
Podemos contemplar los padecimientos de Cristo bajo dos aspectos: primero, cual herido de Jehová; luego, cual rechazado de los hombres. Bajo el primer aspecto, sufrió solo; bajo el segundo, tenemos el honor y el privilegio de ser sus asociados. Cristo, herido por Dios a causa del pecado, sufrió solo, pues ¿quién podía participar con él? Soportó solo la ira de Dios; descendió solo al “valle escabroso, que nunca haya sido arado ni sembrado” (Deuteronomio 21:4), y allí arregló para siempre el asunto del pecado. Nada tuvimos que ver con esto, aunque de todo esto somos eternamente deudores.
Cristo combatió y se adjudicó la victoria solo, del todo solo, pero con nosotros reparte despojos. Estuvo solo en el “pozo de la desesperación, del lodo cenagoso”, pero, desde el momento en que pone el pie sobre la “peña” eterna de la resurrección, nos asocia consigo mismo. Estuvo solo cuando “clamó a gran voz” en la cruz, pero está rodeado de compañeros al cantar el “cántico nuevo” (Mateo 27:46; Salmo 40:2, 3).
Sufrir con Cristo
Lo que importa saber ahora es si rehusamos sufrir con él de parte del mundo, después de haber sufrido él por nosotros de parte de Dios. El hecho de que ésta sea una pregunta proviene, en un sentido, del constante uso de la palabra “si” que hace el Espíritu Santo en relación con este asunto. “Si es que padecemos juntamente con él” (Romanos 8'.lT).”Si sufrimos, también reinaremos con él” (2 Timoteo 2:12). Continuará...
domingo, 20 de octubre de 2024
GÉNESIS PARTE 135
JEHOVÁ HACE PACTO CON ABRAHAM
Herencia y sufrimientos
Pero el capítulo que nos ocupa nos presenta otro asunto igualmente importante, a saber, la calidad de heredero. Una vez arreglado ya entera y divinamente, sin condición, el asunto de la calidad de hijo y de la justicia, dice el Señor a Abraham: “Yo soy Jehová, que te saqué de Ur de los caldeos, para darte a heredar esta tierra” (v. 7). Aquí se nos presenta y se trata la gran cuestión de la herencia, como también el camino especial que deben recorrer los herederos elegidos para llegar a la heredad prometida. “Si hijos, también herederos; herederos de Dios y coherederos con Cristo, si es que padecemos juntamente con él, para que juntamente con él seamos glorificados” (Romanos 8:17). El camino que conduce al reino pasa por el sufrimiento, la aflicción y la tribulación, pero, gracias a Dios, por la fe podemos decir: “Las aflicciones del tiempo presente no son comparables con la gloria venidera que en nosotros ha de manifestarse” (Romanos 8:18); y otra vez: “Porque esta leve tribulación momentánea produce en nosotros un cada vez más excelente y eterno peso de gloria” (2 Corintios 4:17); y finalmente: “Nos gloriamos en las tribulaciones, sabiendo que la tribulación produce paciencia, y la paciencia, prueba; y la prueba, esperanza” (Romanos 5:3,4). Es gran honra y privilegio real para nosotros que nos sea permitido poder beber de la copa de nuestro bendito Señor, ser bautizados con su bautismo (Lucas 12:50) y recorrer —en dichosa comunión con él el camino que conduce directamente a nuestra herencia gloriosa. El Heredero y el coheredero llegan ambos a esta herencia por la senda del padecimiento.
Cristo sufrió por nosotros
De todos modos, recordemos que los sufrimientos de los cuales participan los coherederos están desprovistos de todo elemento penal. Los coherederos no tienen que sufrir bajo la mano de la justicia infinita a causa del pecado; este sufrimiento lo ha padecido y agotado por nosotros en la cruz el Cristo, la víctima divina, cuando encorvó su frente santa bajo los golpes de la justicia divina. “Porque también Cristo padeció una sola vez por los pecados” (1 Pedro 3:18), y esta “sola vez” fue en la cruz y no en otra parte. Continuará...
sábado, 19 de octubre de 2024
GÉNESIS PARTE 134
JEHOVÁ HACE PACTO CON ABRAHAM
Hijos o hijas por gracia
Vemos, pues, que la calidad de hijo, fundada en la resurrección,.está unida a la justificación, a la justicia y a la perfecta liberación de todo lo que pudiera estar de alguna forma en contra de nosotros. Dios no pudo admitirnos en su presencia con el pecado sobre nosotros; ni una mancha de pecado puede tolerar en sus hijos e hijas. El padre del hijo perdido no pudo admitir a su mesa a su hijo envuelto en los andrajos del país lejano (Lucas 15:11-24). Pudo salir al encuentro del pródigo andrajoso y echarse sobre su cuello y besarle, lo que fue un hecho digno de la gracia y que caracteriza a esta gracia de un modo admirable; pero le fue imposible sentar al hijo vestido de harapos a su mesa. La gracia que impulsó al padre a salir al encuentro del hijo pródigo reina por la justicia que trajo a este último a la casa del padre. Si el padre hubiera esperado que el hijo mismo se hubiese provisto de ropa para cubrirse, esto no habría sido gracia, como tampoco habría sido justo introducirle en la casa vestido de andrajos. Pero cuando el padre sale al encuentro de su hijo y se echa sobre su cuello, la gracia y la justicia resaltan a una claramente y con toda la hermosura propia de cada una de ellas, pero no por eso conceden al hijo lugar a la mesa del padre antes de que sea vestido de un modo digno de su alta y bendita posición. Dios, en Cristo, descendió hasta el grado más bajo de la condición espiritual del hombre, para que, por su humillación, pudiera elevar al hombre al más alto grado de felicidad: la comunión con Él. De esto resulta patente que nuestra calidad de hijos, con toda la gloria y los privilegios correspondientes, no depende de ningún modo de nosotros.
Para el caso, no valemos más que el cuerpo amortecido de Abraham y el seno muerto de Sarai en orden a la numerosa descendencia como las estrellas del cielo y como la arena del mar. Todo es de Dios. Dios el Padre ha concebido el pensamiento de ello, el Hijo ha puesto su fundamento y el Espíritu Santo ha levantado el edificio. Y sobre este edificio está la inscripción: “Por gracia sois salvos por medio de la fe” y “el hombre es justificado por fe sin las obras de la ley” (Efesios 2:8; Romanos 3:28).
Continuará...
viernes, 18 de octubre de 2024
GÉNESIS PARTE 133
JEHOVÁ HACE PACTO CON ABRAHAM
La fe de Abraham
¡Imposible! Pero Abraham no consideró su propio cuerpo, sino el poder de Dios para levantar de los muertos; y ya que éste es el poder que debe hacer nacer la descendencia prometida, las estrellas del cielo y la arena en las playas del mar no eran más que débiles símbolos; porque ¿qué objeto natural podría posiblemente ilustrar el efecto de ese poder que puede resucitar a los muertos?
Asimismo, si un pecador que oye la buena nueva del Evangelio pudiera ver con sus ojos la luz pura de la presencia de Dios, y descendiera luego a las profundidades inexploradas de su propia naturaleza pecaminosa, podría exclamar con razón: ¿Cómo llegaré yo jamás a la presencia de Dios? ¿Cómo me hallaré yo jamás en condiciones de habitar en esta luz? ¿Dónde está la respuesta? ¿En él mismo? No, bendito sea Dios, sino en aquel Bendito que fue desde el seno del Padre a la cruz y a la tumba y que de allí fue exaltado al trono, salvando de este modo en su Persona y en su obra todo el espacio que separa esos dos extremos. No puede haber nada más elevado que el seno del Padre, morada eterna del Hijo, ni nada más bajo que la cruz y la tumba; pero ¡verdad maravillosa! encontramos al Cristo en el seno de Dios y en el sepulcro. Descendió a la muerte para dejar detrás de sí, en el polvo de la tumba, todo el peso del pecado y de las iniquidades de su pueblo, mostrando en la tumba el fin de todo lo que es humano, el fin del pecado, el último límite del poder de Satanás. La tumba de Jesús es el gran fin de todo. Pero la resurrección nos lleva más allá de este término, y constituye el fundamento imperecedero sobre el cual descansa la gloria de Dios y la dicha del hombre para siempre jamás. Desde el momento en que el ojo de la fe contempla al Cristo resucitado, encuentra en él una respuesta triunfante en orden a todo lo que se relaciona con el pecado, el juicio, la muerte y el sepulcro. El que los venció divinamente, resucitó de los muertos y se sentó a la diestra de la Majestad en los cielos, y, lo que es más, el Espíritu del resucitado y glorificado hace del creyente un hijo. El creyente sale vivificado de la tumba de Cristo, como está escrito: “Y a vosotros, estando muertos en pecados y en la incircuncisión de vuestra carne, os dio vida juntamente con él, perdonándoos todos los pecados” (Colosenses 2:13). Continuará...
jueves, 17 de octubre de 2024
GÉNESIS PARTE 132
JEHOVÁ HACE PACTO CON ABRAHAM
La fe de Abraham
Abram “creyó a Jehová, y le fue contado por justicia” (v. 6). La imputación de la justicia que aquí se hace a Abraham descansa sobre la fe de Abraham en Dios como quien vivifica a los muertos. Bajo este carácter Dios se revela a un mundo en el cual reina la muerte; y el alma que cree en él, como a tal, es tenida por justa delante de Dios. El hombre, por lo mismo, está necesariamente excluido como cooperador, porque ¿qué puede él hacer en medio de una escena de muerte? ¿Abrirá él las puertas del sepulcro? ¿Podrá sustraerse al poder de la muerte y salir, vivo y libre, fuera de los límites de su triste reino?
No, ciertamente; y, por consiguiente, no puede efectuar la justificación ni establecerse en la relación filial. “Dios no es Dios de muertos, sino Dios de vivos” (Marcos 12:27); y ésta es la razón por la cual, mientras el hombre está bajo el poder de la muerte y bajo el dominio del pecado, no puede conocer la relación de hijo ni la condición de justificado. De modo que solamente Dios puede conferir al hombre la adopción de hijo, como asimismo él solo le puede imputar la justicia, y estas dos cosas están unidas a la fe en él como a quien ha resucitado a Cristo de los muertos.
Bajo este aspecto la epístola a los Romanos nos presenta, en el capítulo 4, la fe de Abraham, diciendo: “Su fe le fue contada por justicia. Y no solamente con respecto a él se escribió que le fue contada, sino también con respecto a nosotros a quienes ha de ser contada, esto es, a los que creemos en el que levantó de los muertos a Jesús, Señor nuestro" (v. 22-24). El Dios de la resurrección se nos presenta a nosotros también, como el objeto de la fe, y nuestra fe en él cual único fundamento de la justificación. Si después de haber levantado sus ojos hacia la bóveda celeste, sembrada de innumerables estrellas, Abraham los hubiera fijado en seguida en su “cuerpo, que estaba ya como muerto” (Romanos 4:19), no habría podido concebir nunca el pensamiento de una descendencia tan numerosa como las estrellas. Continuará...
miércoles, 16 de octubre de 2024
GÉNESIS PARTE 131
JEHOVÁ HACE PACTO CON ABRAHAM
Hijo y heredero
El resto del capítulo expone los dos grandes principios sobre los cuales descansa la calidad de hijo y de heredero. “Y respondió Abram: Señor Jehová, ¿qué me darás, siendo así que ando sin hijo, y el mayordomo de mi casa es ese damasceno, Eliezer? Dijo también Abram: Mira que no me has dado prole, y he aquí que será mi heredero un esclavo nacido en mi casa” (v. 2, 3). Abraham deseaba un hijo porque sabía, por la misma palabra de Dios, que había de heredar el país (cap. 13:15). La calidad de hijo y la de heredero están inseparablemente unidas en los pensamientos de Dios. “Un hijo tuyo será el que te heredará” (v. 4). La calidad de hijo es la verdadera base de todo, y, además, el resultado del soberano consejo y de la operación de Dios, de modo que leemos en la epístola de Santiago, capítulo 1:18, que “Él, de su voluntad, nos hizo nacer”, y, por fin, esta calidad descansa sobre el principio eterno y divino de la resurrección. ¿Cómo podía ser de otro modo? El cuerpo de Abraham estaba “casi muerto” (Hebreos 11:11-12), de suerte que aquí, como en todo, la calidad de hijo no pudo existir sino por la potencia de la resurrección. La naturaleza está muerta y no puede engendrar en absoluto para Dios. La herencia se desplegaba, en toda su extensión y magnificencia, ante la vista de Abraham, pero ¿dónde estaba el heredero?
El cuerpo de Abraham, como el vientre de Sarai, responden muerte (17:17), pero Jehová es el Dios de la resurrección, siendo por lo mismo un cuerpo muerto el material apropiado para su obra. Si la naturaleza no estuviera muerta, sería necesario que Dios la hiciera morir antes de poder manifestar plenamente su potencia en ella. La esfera que más conviene al Dios viviente es una escena de muerte de la cual se hayan excluido las vanas y orgullosas pretensiones del hombre. He aquí la razón por la cual Jehová dijo a Abraham: “Mira ahora a los cielos, y cuenta las estrellas, si las puedes contar. Y le dijo: Así será tu descendencia” (v. 5). Cuando el alma contempla al Dios de la resurrección, no hay límite para las bendiciones de las cuales ella resulta objeto, porque nada le es imposible al que puede dar vida a los muertos. Continuará...
martes, 15 de octubre de 2024
GÉNESIS PARTE 130
JEHOVÁ HACE PACTO CON ABRAHAM
“Yo soy tu escudo y tu galardón”
Después de estas cosas vino la palabra de Jehová a Abram en visión, diciendo: No temas, Abram; yo soy tu escudo, y tu ga- lardón será sobremanera grande” (v. 1). Dios no permitió que su siervo sufriera pérdida alguna por haber rechazado las ofertas del mundo. Valía infinitamente más para Abraham verse resguardado por el escudo de Jehová que refugiarse bajo la protección del rey de Sodoma; esperar su galardón “sobremanera grande” que aceptar “los bienes” de Sodoma. La condición en que se ve colocado Abraham, en el primer versículo de este capítulo, representa de un modo admirable la que disfruta el alma mediante la fe en Cristo. Jehová era su “escudo” para que se apoyara en él. Jehová era su “galardón” para que esperara en él, y así ahora el creyente halla su reposo, su paz, su seguridad, su todo en Cristo. No hay dardo del enemigo que penetre el escudo que protege al más débil creyente en Jesús.
En cuanto al porvenir, Cristo le basta. ¡Preciosa porción, preciosa esperanza! Jamás se agotan sus bienes; la esperanza no le desilusiona, y la una y la otra resultan infaliblemente ciertas por el consejo de Dios y por la expiación llevada a cabo por Cristo. Ya disfrutamos de estas cosas mediante el ministerio del Espíritu Santo que mora en nosotros. Y ya que esto es así, es evidente que el creyente que opta por un proceder mundano, o que se deja llevar por los deseos carnales, no podrá disfrutar ni del “escudo”, ni del “galardón”. Si se contrista al Espíritu Santo, no nos hará gozar de lo que constituye los “bienes” y la esperanza propios del creyente. Por eso, como lo vemos en esta parte de la historia de Abraham, después de haber vuelto de la batalla y rehusado la oferta del rey de Sodoma, Dios se le presenta bajo el doble carácter de “escudo” y “galardón... sobremanera grande”. Permítase el corazón considerar esto porque contiene un volumen de verdad profundamente práctica. Continuará...
lunes, 14 de octubre de 2024
GÉNESIS PARTE 129
RESTAURACIÓN DE ABRAHAM Y SU SEPARACIÓN DE LOT
LOT LIBERADO POR ABRAHAM
El rey de Sodoma y Melquisedec
Ésta fue una preparación eficaz para sostener el encuentro con el rey de Sodoma. Un hombre bendecido por Dios no necesita lo que le puede ofrecer el enemigo; y si el “creador de los cielos y de la tierra” ocupaba su pensamiento, “los bienes” de Sodoma no podían tener sino poco atractivo para él. Así es que, como se podía esperar, cuando el rey de Sodoma le propone: “Dame las personas, y toma para ti los bienes” (v. 21), Abraham le responde: “He alzado mi mano a Jehová Dios Altísimo, creador de los cielos y de la tierra, que desde un hilo hasta una correa de calzado, nada tomaré de todo lo que es tuyo, para que no digas: Yo enriquecí a Abram” (v. 22-23). Abraham rehusó ser enriquecido por el rey de Sodoma. ¿Cómo podría haber soñado librar a Lot del poder del mundo, si él mismo era gobernado por este mundo? No puedo librar al prójimo sino en la medida en que yo mismo estoy libre. Mientras esté yo mismo en el fuego, no puedo librar de él a otra persona. El camino de la separación para Dios es el camino del poder, como lo es también de la paz y de la felicidad.
El mundo, bajo todas sus variadas formas, es el gran instrumento del cual se sirve Satanás para debilitar las manos y acabar con los afectos de los siervos de Cristo; pero —Dios sea bendecido por ello—, cuando el corazón es recto para con el Señor, él siempre lo regocija, lo anima y lo fortalece en el momento preciso. “Porque los ojos de Jehová contemplan toda la tierra, para mostrar su poder a favor de los que tienen corazón perfecto para con él” (2 Crónicas 16: 9). En esto hay una verdad alentadora para nuestros corazones tímidos y claudicantes: Cristo será nuestra fortaleza y nuestro escudo, pues adiestrará nuestras manos “para la batalla” y nuestros dedos “para la guerra” (Salmo 144:1). Él pondrá “a cubierto (nuestra) cabeza en el día de la batalla” y, finalmente, “aplastará en breve a Satanás” bajo nuestros pies (Salmo 140:7; Romanos 16:20). Todo esto es inefablemente consolador para el corazón sinceramente deseoso de proseguir adelante en oposición al mundo, la carne y el demonio. Guarde, pues, el Señor nuestros corazones en integridad hacia él en medio del mundo que nos rodea.Continuará...
domingo, 13 de octubre de 2024
GÉNESIS PARTE 128
RESTAURACIÓN DE ABRAHAM Y SU SEPARACIÓN DE LOT
LOT LIBERADO POR ABRAHAM
Separación y comunión
El rey de Sodoma y Melquisedec
De todos modos, el que anda por la fe no se halla al abrigo de los ataques del enemigo. Con frecuencia sucede que, inmediatamente después de una victoria, nuevas tentaciones se le presentan al creyente. Tal fue el caso de Abraham. “Cuando volvía de la derrota de Quedorlaomer y de los reyes que con él estaban, salió el rey de Sodoma a recibirlo al valle de Save, que es el Valle del Rey” (v. 17). Este hecho encubría, sin duda, un designio engañoso. “El rey de Sodoma” representa un pensamiento y un aspecto del poder del enemigo muy diferente a los que vemos en Quedorlaomer y “los reyes que con él estaban”. Estos últimos nos hacen oír el rugido del león, y aquél el silbido de la serpiente; pero, así tenga Abraham que vérselas con el león como con la serpiente, la gracia del Señor le basta; y esta gracia obra en favor del siervo de Dios en el momento de la necesidad.
También “Melquisedec, rey de Salem y sacerdote del Dios Altísimo, sacó pan y vino; y le bendijo, diciendo: Bendito sea Abram del Dios Altísimo, creador de los cielos y de la tierra; y bendito sea el Dios Altísimo, que entregó tus enemigos en tu mano” (v. 18-20). Aquí es preciso que notemos, en primer término, el momento en que Melquisedec entra en escena y, en segundo lugar, el doble resultado de su ministerio. Melquisedec no vino al encuentro de Abraham mientras éste perseguía a Quedorlaomer, sino cuando el rey de Sodoma perseguía a Abraham, lo que moralmente constituye una gran diferencia.
Para entrar en una lucha de naturaleza más seria que la que acababa de librar, Abraham tenía necesidad de una comunión con Dios de naturaleza también más profunda. El pan y el vino de Melquisedec restauraron el espíritu del vencedor después de la lucha con Quedorlaomer, mientras que la bendición impartida fortalecía su corazón para la batalla que iba a sostener contra el rey de Sodoma. Aunque victorioso, Abraham está en vísperas de una nueva lucha, y, por ello, el sacerdote real restaura el espíritu del vencedor y fortalece el corazón del luchador. Se experimenta un gozo bienhechor al considerar con atención la manera en que Melquisedec presenta a Dios a la consideración del espíritu de Abraham. Le llama “el Dios Altísimo” (v. 20), “creador de los cielos y de la tierra” (v. 22), declarando luego que Abraham es “bendito” por este mismo Dios. Continuará...
sábado, 12 de octubre de 2024
GÉNESIS PARTE 127
RESTAURACIÓN DE ABRAHAM Y SU SEPARACIÓN DE LOT
LOT LIBERADO POR ABRAHAM
Separación y comunión
Sin embargo —acordémonos de ello— la verdadera separación del mundo sólo puede resultar de la comunión con Dios. Nos podemos separar del mundo y hacer de nuestra propia persona el centro de nuestra existencia, al estilo de monje o filósofo cínico. Pero la separación para Dios es cosa muy diferente. La una enfría y contrae, la otra calienta y expande; la una nos encierra en nosotros mismos, la otra nos hace salir de nosotros mismos, produciendo en nosotros la actividad del amor para bien de otros. La una hace del «yo» y de sus intereses el centro de la vida, la otra da a Dios el lugar que le corresponde. Por eso, en el caso de Abraham, vemos que el hecho mismo de la separación le puso en condiciones de servir eficazmente al que, por su proceder mundano, se hallaba complicado en la calamidad. “Oyó Abram que su pariente estaba prisionero, y armó a sus criados, los nacidos en su casa, trescientos dieciocho y los siguió (a los reyes) hasta Dan... Y recobró todos los bienes, y también a Lot su pariente y sus bienes, y a las mujeres y demás gente” (v. 14-16).
Después de todo, Lot era hermano de Abraham, y el amor de hermano debió de obrar. “En todo tiempo ama el amigo, y es como un hermano en tiempo de angustia” (Proverbios 17:17), y con frecuencia sucede que la adversidad ablanda el corazón y lo hace sensible a la bondad de aquellos mismos de los cuales nos hemos tenido que separar.
Es asimismo digno de notar que, mientras leemos en el versículo 12: “Tomaron también a Lot, hijo del hermano de Abram”, el versículo 14 dice: “Oyó Abram que su pariente estaba prisionero”. El afecto de un corazón de hermano corresponde a las necesidades de un hermano en la adversidad. Esto es divino. Aun cuando la verdadera fe nos hace independientes, no nos hace nunca indiferentes; no se viste tranquilamente de vestidura abrigada mientras el hermano sufre de frío. La fe hace tres cosas: purifica el corazón (Hechos 15:9); “obra por el amor” (Gálatas 5:6); vence “al mundo” (1 Juan 5:4); y estos tres resultados de la fe se manifiestan en toda su hermosura en Abraham. Su corazón estaba purificado de las abominaciones de Sodoma, mostró verdadera afección por su hermano Lot, y finalmente alcanzó completa victoria sobre los reyes. Tales son los frutos de la fe, de este principio celeste que glorifica a Cristo. Continuará...
viernes, 11 de octubre de 2024
GÉNESIS PARTE 126
RESTAURACIÓN DE ABRAHAM Y SU SEPARACIÓN DE LOT
LOT LIBERADO POR ABRAHAM
El afecto del corazón responde a las necesidades
Es de gran importancia observar que, bajo el punto de vista práctico, no podemos ser regidos por dos motivos a la vez. Por ejemplo, no puedo tener por objetivos mis intereses temporales y los del Evangelio de Cristo. Si me dirijo a una ciudad con el propósito de establecerme en los negocios, entonces claramente el negocio es mi objetivo y no el Evangelio. Puedo, sin duda, hacerme el propósito de atender el negocio e igualmente predicar el Evangelio, pero, así y todo, el uno o el otro debe ser mi objetivo. No es que un siervo de Cristo no pueda predicar el Evangelio y atender el negocio con bendición y efectividad; seguramente que lo puede; pero, en tal caso, el Evangelio será su objetivo, y no su negocio. Pablo predicaba el Evangelio al mismo tiempo que fabricaba tiendas, pero su fin y objetivo era la predicación del Evangelio y no la fabricación de tiendas. Si tengo por objetivo mis negocios, mi predicación no será más que un formalismo sin fruto, si no un pretexto para santificar mi codicia. Nuestro pérfido corazón nos engaña con frecuencia de un modo asombroso cuando deseamos alcanzar alguna finalidad particular. Nos proporciona las razones más plausibles para hacer lo que deseamos, en tanto que los ojos de nuestro entendimiento, oscurecidos por los intereses personales o por una voluntad sin freno, son incapaces de discernir la naturaleza de sus pretextos. ¡Cuán frecuentemente oímos a personas defender su permanencia en una posición que reconocen falsa, alegando que tal posición les procura una mayor esfera de actividad!
Para tal razonamiento, Samuel proporciona una respuesta poderosa y directa: “Ciertamente el obedecer es mejor que los sacrificios, y el prestar atención que la grosura de los cameros” (1 Samuel 15:22). ¿Quién pudo hacer más bien, Abraham o Lot? ¿No prueba la historia de estos dos hombres que el medio más seguro y el más eficaz de servir al mundo es el de serle fiel separándose del mismo y testificando contra él? Continuará...
jueves, 10 de octubre de 2024
GÉNESIS PARTE 125
RESTAURACIÓN DE ABRAHAM Y SU SEPARACIÓN DE LOT
LOT LIBERADO POR ABRAHAM
El afecto del corazón responde a las necesidades
En este capítulo se nos presenta la historia de la rebelión de cinco reyes contra Quedorlaomer y la guerra que, en consecuencia, se suscitó entre ellos. El Espíritu Santo puede intervenir en los movimientos de “los reyes de la tierra y sus ej ércitos” (Apocalipsis 19:19) cuando estos movimientos de algún modo conciernen al pueblo de Dios. Abraham no se vio personalmente implicado en esta rebelión y sus consecuencias. Su tienda y su altar no corrían el riesgo de ser causa de la declaración de guerra alguna, ni de sufrir por el estallido o por el resultado de esta guerra. La heredad del hombre celeste nunca podrá despertar la codicia o la ambición de los reyes o de los conquistadores de este mundo.
Pero si bien Abraham no tuvo interés en la batalla de “cuatro reyes contra cinco” (v. 9), no fue tal el caso de Lot, quien por su posición se vio envuelto en todo este asunto. De modo que, mientras por la gracia divina andemos en el sendero de la fe, nos veremos al margen de las circunstancias que afectan a este mundo; pero, si abandonamos nuestra alta y santa posición de ciudadanos de los cielos (Filipenses 3:20) y empezamos a buscamos un nombre, un lugar y una heredad en la tierra, bien podemos vemos comprometidos en las convulsiones y vicisitudes de este mundo. Lot se había establecido en las llanuras de Sodoma y, por consiguiente, fue profundamente afectado por las guerras de Sodoma. Así ha de ser siempre. Es doloroso para el hijo de Dios mezclarse con los hijos de este siglo. Nunca podrá ser tal cosa sin grave peijuicio para su alma, así como para el testimonio que le ha sido confiado. ¿Qué testimonio podia dar Lot en Sodoma? En el mejor de los casos, un testimonio débil. Por el solo hecho de establecerse en ese lugar, su testimonio sufrió un golpe fatal. Si tan sólo hubiera pronunciado una palabra contra Sodoma y la vida que ésta llevaba, se habría condenado a sí mismo. ¿Por qué se estableció allí? Según lo leemos en la Escritura, no parece que, al poner Lot sus tiendas “hasta Sodoma”, haya tenido por objeto dar testimonio de Dios. Intereses personales y de familia parecen haber sido el motivo que determinaba su conducta. Y aun cuando el apóstol Pedro nos dice que Lot “afligía cada día su alma justa, viendo y oyendo los hechos inicuos de ellos” (2 Pedro 2:8), lo cierto es que Lot no pudo tener mucha fuerza para combatir su nefanda conducta, aunque estuviese dispuesto a hacerlo. Continuará...
miércoles, 9 de octubre de 2024
GÉNESIS PARTE 124
RESTAURACIÓN DE ABRAHAM Y SU SEPARACIÓN DE LOT
La parte de Abraham
Debemos deplorar y evitar con cuidado tales cosas que tienden a debilitar la fe de los elegidos de Dios y a hacer que los enemigos de la verdad hablen afrentosamente. Es necesario que cada cual reciba su llamamiento y su misión del Señor mismo. Todos aquellos a quienes Cristo llame a algún servicio especial, serán infaliblemente sostenidos en tal servicio, porque jamás envía a nadie a la guerra a sus propias expensas. Pero quien corre sin ser enviado, no solamente escarmentará de su locura, sino que también la manifestará.
Esto, sin embargo, no quiere decir que una persona se pueda erigir en representante de tal o cual idea o presentarse como modelo de carácter especial de un servicio o ministerio. ¡Lejos de ello! Esto sería orgullo puro, insigne locura. La obligación del que enseña es explicar las Escrituras, y la obligación del siervo es hacer patente la voluntad del amo. Pero, aunque comprendamos y admitamos esto, debemos recordar siempre la profunda necesidad que existe de calcular los gastos antes de emprender la edificación de una torre o de salir a la guerra (Lucas 14:28). Menos confusión y miseria se verían entre nosotros si presentáramos más seria atención a esta exhortación. Abraham fue llamado por Dios a salir de Ur para ir a Canaán; por eso Dios también le conducía a lo largo del camino. Cuando paró en Harán, Dios le aguardó; cuando descendió a Egipto, Dios le hizo volver; cuando necesitó ser dirigido, Dios le guió; cuando le sobrevinieron el altercado y la separación, Dios tuvo buen cuidado de él; de suerte que Abraham no pudo menos que decir: “¡Cuán grande es tu bondad, que has guardado para los que te temen, que has mostrado a los que esperan en ti, delante de los hijos de los hombres!” (Salmo 31:19). Abraham no perdió nada en el altercado; después de él le quedaban, como antes, su tienda y su altar. “Abram, pues, removiendo su tienda, vino y moró en el encinar de Mamre, que está en Hebrón, y edificó allí altar a JehovcT (v. 18). Que Lot escoja Sodoma; Abraham, por su parte, busca y halla su todo en Dios. En Sodoma no hubo altar; los que por desgracia caminan en esa dirección, buscan todo menos un altar. No se dirigen hacia Sodoma para rendir culto a Dios; es el amor por el mundo el que les lleva allí. Y aun cuando logren el objeto de su anhelo, ¿cuál será el fin del mismo? La Escritura nos responde: “Él les dio lo que pidieron; mas envió mortandad sobre ellos” (Salmo 106:15). Continuará...
martes, 8 de octubre de 2024
GÉNESIS PARTE 123
RESTAURACIÓN DE ABRAHAM Y SU SEPARACIÓN DE LOT
La parte de Abraham
Así todas las cosas ayudaron a bien a Abraham, proporcionándole una cosecha de bendiciones. Acordémonos —y es ésta una verdad solemne y a la vez animadora— de que en el transcurso del tiempo cada cual halla su propio nivel, si así lo puedo decir. Todos los que corren sin ser llamados acaban por caer, de un modo u otro, volviendo a las cosas que profesaban haber abandonado. Por otra parte, todos los llamados por Dios, y que se apoyan en él, quedan sostenidos por su gracia. “La senda de los justos es como la luz de la aurora, que va en aumento hasta que el día es perfecto” (Proverbios 4:18). Este pensamiento nos debe humillar, haciéndonos vigilantes para la oración: “Así que, el que piensa estar firme, mire que no caiga” (1 Corintios 10:12) porque ciertamente habrá “postreros que serán primeros, y primeros que serán postreros” (Lucas 13:30). “El que persevere hasta el fin, éste será salvo” (Mateo 24:13), es un principio que, cualquiera sea su aplicación particular, encierra un significado moral de vasto alcance.
Se ha visto salir del puertó, orgullosamente, embarcaciones con todas sus velas desplegadas, en medio de las aclamaciones y aplausos de las muchedumbres que auguraban una travesía magnífica, pero ¡ay! las tempestades, las olas, los escollos, los arrecifes y los bajos cambiaron fácilmente el aspecto de todo, y el viaje, principiado bajo los auspicios más favorables, terminó en desastre. Aquí no hago alusión sino al servicio y al testimonio, y de ningún modo al asunto de la aceptación y salvación eterna del creyente en Cristo. Esta salvación —a Dios gracias por ella— no depende en absoluto de nosotros, sino del que dijo: “Yo les doy vida eterna; y no perecerán jamás, ni nadie les arrebatará de mi mano” (Juan 10:28). Pero vemos frecuentemente a los cristianos entrar en servicio o ministerio especial bajo la impresión de que son llamados de Dios para el mismo, y al cabo de algún tiempo les vemos desfallecer en su trabajo. Y, más aun, muchos que, después de haber profesado ciertos principios de acción particular, respecto a los cuales no habían sido enseñados por Dios o no habían considerado con madurez en la presencia de Dios, como consecuencia inevitable luego de un tiempo se encontraron en violación abierta de esos mismos principios. Continuará...
lunes, 7 de octubre de 2024
GÉNESIS PARTE 122
RESTAURACIÓN DE ABRAHAM Y SU SEPARACIÓN DE LOT
Contraste entre la fe de Abraham y la mundanería de Lot
Es cierto que la naturaleza del hombre, cualquiera sea su alcance y lo que abarque, nunca significará el más mínimo peligro de despojo para el tesoro de la fe. Ella buscará su porción en una dirección muy opuesta. La fe almacena sus tesoros en un lugar donde la naturaleza humana jamás soñaría buscarlos, y, en cuanto acercarse a ellos, no podría si quisiera y no lo haría si pudiera. De ahí que, por tanto, la fe se halle perfectamente segura y admirablemente desinteresada al permitir que la naturaleza haga su propia elección.
Lot elige la llanura
¿Qué, pues, escogió Lot, cuando tuvo la libertad de elegir? Escogió, cual porción suya, Sodoma, el lugar mismo sobre el cual iba a estallar el juicio. ¿Cómo y por qué hizo Lot semejante elección? El caso es que miraba las apariencias exteriores y no el valor positivo y el destino futuro del lugar. El carácter real y positivo de Sodoma era la maldad (v. 13); y su destino futuro, “el juicio”, la destrucción por la lluvia de azufre y fuego desde los cielos. Pero se dirá: «Lot ignoraba todo eso». Es posible, y ¿no lo ignoraba Abraham también acaso? Pero Dios lo sabía, y si Lot hubiera dejado que Dios escogiera por él una herencia, Dios no le habría dado, por cierto, un lugar que iba a destruir. Pero Lot quería escoger por si mismo, y juzgó que Sodoma le convenia, aun cuando Sodoma no convenía a Dios. Descansaron sus ojos sobre “toda la llanura del Jordán, que toda ella era de riego”, quedando su corazón cautivado por ella, y “fue poniendo sus tiendas hasta Sodoma” (v. 10-12). Tal es la elección que hace la naturaleza humana. “Demas me ha desamparado, amando este mundo” (2 Timoteo 4:10). Por la misma razón abandonó Lot a Abraham, dejó el lugar del testimonio y entró, en el del juicio.
La parte de Abraham
“Y Jehová dijo a Abram, después que Lot se apartó de él: Alza ahora tus ojos, y mira desde el lugar donde estás hacia el norte y elsur, y al oriente y al occidente. Porque toda la tierra que ves, la daré a ti y a tu descendencia para siempre” (v. 14, 15). El altercado y la separación, lejos de dañar espiritualmente a Abraham, sirvieron para manifestar los principios celestes que le gobernaban y para fortalecer la vida de la fe en su alma. Además, sirvieron para iluminarle en el camino y librarle de una compañía que no podía sino estorbarle. Continuará...
domingo, 6 de octubre de 2024
GÉNESIS PARTE 121
RESTAURACIÓN DE ABRAHAM Y SU SEPARACIÓN DE LOT
Contraste entre la fe de Abraham y la mundanería de Lot
Siempre se encuentran excusas cuando el mundo está en el corazón, y es prueba de poca grandeza moral culpar a los hombres y las circunstancias cuando la raíz del mal yace en nosotros mismos, por deplorables que fueran las controversias y divisiones. Es triste y humillante ver a los hermanos altercar en la presencia misma de los “cananeos y ferezeos”, cuando su ruego siempre debería ser: “No haya ahora altercado entre nosotros dos... porque somos hermanos” (v. 8-9). Pero, más aun, ¿por qué Abraham no escogió Sodoma? ¿Por qué el altercado no le empujó al mundo, y así llegar a serle ocasión de caída? Porque consideró toda la dificultad desde el punto de vista de Dios. Su corazón no era menos susceptible que el de Lot. a las atracciones de las llanuras bien regadas, pero el caso es que no permitió que su corazón eligiera.
Dejó la elección a Lot, y entregó a Dios el cuidado de escoger para sí. Tal es la sabiduría que viene de arriba. La fe deja siempre a Dios el cuidado de fijar la herencia, como asimismo le encomienda a él la forma de ser introducido en la misma. La fe siempre queda satisfecha con la porción que Dios otorga. Puede decir: “Las cuerdas me cayeron en lugares deleitosos, y es hermosa la heredad que me ha tocado” (Salmo 16:6). Nada le importa dónde caen “las cuerdas”; la fe juzga que siempre caen en “lugares deleitosos”, porque Dios es quien las coloca allí. El que anda por la fe, de buen grado puede dejar la elección al que anda por la vista, y decirle: “Si fueres a la mano izquierda, yo iré a la derecha; y si tú a la derecha, yo iré a la izquierda” (v. 9). Allí se ve al mismo tiempo el desinterés y la elevación moral, como así también ¡cuánta seguridad! Continuará...
sábado, 5 de octubre de 2024
GÉNESIS PARTE 120
RESTAURACIÓN DE ABRAHAM Y SU SEPARACIÓN DE LOT
Contraste entre la fe de Abraham y la mundanería de Lot
Puede sernos provechoso considerar de más cerca lo que hizo a Lot dejar el camino del testimonio público de la fe. En la historia de todo hombre hay un tiempo de crisis en la cual se manifiesta con toda seguridad cuál es su punto de apoyo, qué motivos le impelen a actuar y cuáles son los objetivos que le animan. Así sucedió en el caso de Lot: no murió en Harán, pero cayó en Sodoma. La causa de su caída, en apariencia, fue la discordia entre los pastores de su ganado y los del ganado de Abraham. Pero el hecho es que, cuando uno no procede con rectitud y con sentimientos puros, halla fácilmente una piedra de tropiezo; si no un día, será el otro; si no en un lugar, será en otro. En cierto sentido, poco importa cuál es la causa que, al parecer, nos hace abandonar el camino recto; la causa positiva queda escondida, lejos, tal vez, de la atención pública, en los pliegues secretos de los afectos del corazón, allí donde el mundo, bajo una forma u otra, ha podido anidar. La disputa entre los pastores hubiera sido fácil de apaciguar sin daño espiritual, ni para Lot ni para Abraham. Esta, en realidad, no hizo más que proporcionar ocasión al último para manifestar la gloriosa potencia de la fe y la elevación moral y celeste de la cual la fe reviste al creyente, mientras que no hizo más que manifestar la mundanería de que estaba lleno el corazón de Lot.
Esa disputa de los pastores no produjo más mundanería en el corazón de Lot que fe en el corazón de Abraham; no hizo más que revelar, tanto en un caso como en el otro, lo que de hecho existía en el corazón de cada uno de ellos. Así sucede siempre: las controversias y divisiones que surgen en la Iglesia de Dios resultan para muchos ocasión de caída, haciéndoles volver al mundo de un modo u otro; y entonces esos individuos se escudan en las controversias y divisiones para hacer que la responsabilidad recaiga sobre estas cosas, pese a tener ellos mismos la culpa, por cuanto, en realidad, las disputas no han hecho más que manifestar el verdadero estado de sus almas y las tendencias de sus corazones. Continuará...
viernes, 4 de octubre de 2024
GÉNESIS PARTE 119
RESTAURACIÓN DE ABRAHAM Y SU SEPARACIÓN DE LOT
Abraham vuelve hasta donde estaba antes su tienda
Por lo mismo, averigüemos seriamente, querido lector, si somos llevados por la influencia divina o la humana; si nuestra fe descansa en la sabiduría humana o en la potencia de Dios; si lo que hacemos, lo hacemos porque otros lo han hecho, o porque el Señor nos llama a hacerlo; si no hacemos otra cosa que apoyamos sobre el ejemplo y la influencia de los que nos rodean, o si vivimos inspirados por una fe que nos es un bien personal. Sin duda que es un gran privilegio disfrutar de la comunión de hermanos; pero, si nos apoyamos en ellos, pronto naufragaremos; asimismo, si pasamos más allá de nuestra medida, nuestra acción será tirante y la haremos de mal grado. Es fácil ver si una persona trabaja en su puesto y según su medida; seamos siempre sinceros y naturales. Toda afectación, presunción e imitación son despreciables en extremo. De ahí que, aunque no podamos ser grandes, debemos ser honrados, y aunque no podamos ser brillantes, seamos auténticos. El que, sin saber nadar, se aventura en aguas profundas, tendrá que luchar; si un barco se lanza al mar sin hallarse adecuadamente aparejado y en estado de zarpar, pronto quedará echado dentro del puerto o se perderá. Lot salió de “Ur de los caldeos” (Génesis 11:31), pero cayó en la llanura de Sodoma. El llamamiento de Dios no había penetrado en lo profundo de su corazón, ni la herencia de Dios había llenado su visión. ¡Solemne pensamiento! ¡Oh, si lo consideráramos profundamente! Bendecido sea Dios, hay para cada uno de sus siervos un sendero a lo largo del cual brilla la luz de su rostro aprobador, y marchar en él debe ser nuestro mayor gozo. Su aprobación basta al corazón que le conoce.
No conseguiremos siempre la aprobación y concurso de los hermanos, sino que, en cambio, con frecuencia seremos mal comprendidos, pero éstas son cosas que no podemos evitar. “El día” todo lo manifestará, y el corazón fiel esperará contento la llegada de ese día, sabiendo que “entonces cada uno recibirá su alabanza de Dios” (1 Corintios 3:13; 4:5) Continuará..
jueves, 3 de octubre de 2024
GÉNESIS PARTE 118
GÉNESIS
RESTAURACIÓN DE ABRAHAM Y SU SEPARACIÓN DE LOT
Abraham vuelve hasta donde estaba antes su tienda
La misma observación se puede hacer en el gran movimiento de la salida de Israel de Egipto: la multitud seguía a los hebreos, y ello les causó corrupción, debilidad y tribulación, como lo vemos en Números 11:4: “La gente extranjera que se mezcló con ellos tuvo un vivo deseo, y los hijos de Israel también volvieron a llorar y dijeron: ¡Quién nos diera a comer carne!”. Lo mismo todavía en los primeros días de la Iglesia —y desde entonces en todos los grandes movimientos producidos por el Espíritu de Dios— se ha visto a gran número de personas asociarse a los movimientos bajo diversas influencias, las que, por no ser divinas, han resultado pasajeras, dejando pronto que tales personas se retiraran para ocupar su puesto en el mundo. No permanecerá nada que no sea de Dios; es preciso que para nosotros sea una realidad nuestra unión con el Dios viviente; es preciso que sintamos positivamente que él nos ha llamado a la posición que ocupamos, pues de otro modo no tendremos firmeza ni constancia en tal posición. No podemos seguir las pisadas de otro simplemente porque otro las haga. Dios, en su gracia, traza a cada uno de nosotros el camino que debe seguir, fijando a cada uno su esfera de acción y los deberes que cumplir; y a cada uno de nosotros le incumbe conocer cuál es su llamamiento y cuáles los deberes que pertenecen a esta vocación, para que, mediante la gracia que cada día se le dispensa, pueda trabajar eficazmente para la gloria de Dios. Poco importa cuál sea nuestra medida, con tal que Dios nos la haya dado. Podemos tener “cinco talentos”, o quizás “uno solo” (Mateo 25:14-30); pero, si negociamos este solo talento con la vista fija en el Señor, oiremos tan ciertamente sus palabras de aprobación: “Bien, buen siervo y fiel”, como si hubiéramos negociado los “cinco talentos”. Esto es alentador. Pablo y Pedro, Jacobo y Juan tuvieron cada uno su «medida» especial, su ministerio particular, y así Dios ha repartido a cada cual. Nadie debe mezclarse en el trabajo especial de otro. El carpintero tiene sierra y cepillo, martillo y escoplo, y se sirve de estos instrumentos conforme los necesita. Nada tiene menos valor que la simple imitación. En el mundo físico no la notamos, pero sí vemos que cada ser creado ocupa su esfera y llena su función; y si esto es así en el mundo físico ¡cuánto más en el mundo espiritual! El campo es bastante extenso pala todos. En una misma casa hay utensilios de diferente tamaño y forma, y todos son necesarios para el uso del amo. Continuará...
miércoles, 2 de octubre de 2024
GÉNESIS PARTE 117
RESTAURACIÓN DE ABRAHAM Y SU SEPARACIÓN DE LOT
Abraham vuelve hasta donde estaba antes su tienda
Dios no nos levanta para que otra vez tomemos el pecado a la ligera, cayendo de nuevo en él, pues dice: “Véte, y no peques más” (Juan 8:11). Cuanto más profundo sea el sentimiento de la gracia restauradora de Dios, tanto más profundo será el sentimiento de la santidad de la restauración. Éste es un principio establecido y enseñado desde el comienzo hasta el fin de la Escritura, pero especialmente lo vemos en dos pasajes muy conocidos: el del Salmo 23:3: “Confortará mi alma, me guiará por sendas de justicia por amor de su nombre” y el de 1 Juan 1:9 : “Si confesamos nuestros pecados, él es fiel y justo para perdonar nuestros pecados, y limpiamos de toda maldad”. El sendero que conviene al alma restaurada es la “senda de justicia”.
Disfrutar de la gracia produce una vida justa; hablar de la gracia y vivir en la injusticia es convertir “en libertinaje la gracia de nuestro Dios” (Judas 4). Si la gracia reina “por la justicia para vida eterna” (Romanos 5:21), se manifiesta también en obras de justicia, las que son frutos de esta vida. La gracia que nos perdona nuestros pecados también nos limpia de toda maldad. Estas dos cosas nunca se deben separar. Son dos cosas que juntas confunden, como lo hemos dicho, tanto al legalismo como al antinomianismo del corazón humano.
Pero, para Abraham, hubo una prueba mucho más grande que la del hambre que le hizo bajar a Egipto, a saber: aquélla que le sobrevino a causa de la compañía de quien evidentemente no andaba inspirado por la energía de la fe personal, ni por el sentimiento de la responsabilidad individual. Parece que Lot, desde el principio, fue llevado en el camino más bien por la influencia y el ejemplo de Abraham que por la fe personal en Dios; y en este hecho se halla implícito todo un principio general. Al repasar las sagradas Escrituras notamos que, en los grandes movimientos producidos por el Espíritu de Dios, ciertas personas se han asociado a tales movimientos sin participar ellas mismas del poder que había producido el movimiento. Estas personas siguen su camino durante cierto tiempo, ya como peso muerto sobre el testimonio, ya desvirtuándolo de un modo positivo. Así, Jehová llamó a Abraham, mandándole que dejara a su parentela; pero, en lugar de dejarla, la trajo consigo; Taré le hizo retardar la marcha hasta su muerte; Lot le acompañó un poco más lejos, hasta que “las codicias de otras cosas” (Marcos 4:19) le vencieron y abatieron del todo. Continuará...
martes, 1 de octubre de 2024
GÉNESIS PARTE 116
RESTAURACIÓN DE ABRAHAM Y SU SEPARACIÓN DE LOT
Abraham vuelve hasta donde estaba antes su tienda
En el capítulo que nos ocupa vemos que Abraham no sólo subió del pais de Egipto sino que fue conducido “hasta el lugar donde había estado antes su tienda... al lugar del altar que había hecho allí antes: e invocó allí Abram el nombre de Jehová” (v. 3, 4). Respecto al descarriado, Dios no está satisfecho hasta haberle llevado al camino recto y haberle restablecido perfectamente en su comunión. Nuestro corazón, lleno de justicia propia, pensaría que a tal persona naturalmente le convendría un lugar menos elevado que el anterior; y así sucedería, en realidad, si se tratara de nuestros méritos o de nuestro carácter; pero, como tan sólo se trata de la gracia, le pertenece a Dios determinar la medida del restablecimiento; y esta medida nos la ofrece el pasaje que sigue: “Si te volvieres, oh Israel, dice Jehová, vuélvete a mí” (Jeremías 4:1). Así levanta Dios al caído: hacerlo de otro modo sería indigno de Él. O no restaura, o lo hace de un modo que queden ensalzadas y glorificadas las riquezas de su gracia. Cuando el leproso curado debía ser admitido de nuevo en el campamento, se le conducía hasta “la puerta del tabernáculo de reunión” (Levítico 14:11); cuando el hijo pródigo volvió a la casa paterna, el padre le hizo sentar consigo a su propia mesa; cuando Pedro hubo sido levantado de su caída, pudo decir a los hombres de Israel: “Vosotros negasteis al Santo y al Justo” (Hechos 3:14), acusándoles precisamente de lo que había hecho él mismo bajo las circunstancias más agravantes. En cada uno de estos casos, y en muchos otros que podrían aducirse, vemos que Dios restaura de un modo perfecto: siempre conduce de nuevo el alma a sí mismo, valiéndose de toda la potencia de su gracia y de toda la confianza de la fe. “Si te volvieres... vuélvete a mí”. Abraham “volvió... hasta el lugar donde había estado antes su tienda”. Por otra parte, es profundamente práctico el resultado de la restauración divina del alma. Si por su carácter confunde al legalismo, por el efecto que produce confunde al antinomianismo (que niega la obligación de la ley). El alma levantada de su caída tiene un sentimiento vivo y profundo del mal de que ha quedado salva, y este sentimiento se manifiesta por el espíritu de vigilancia, de oración, de santidad y de prudencia que ahora la distingue. Continuará...
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