sábado, 12 de octubre de 2024

GÉNESIS PARTE 127

RESTAURACIÓN DE ABRAHAM Y SU SEPARACIÓN DE LOT LOT LIBERADO POR ABRAHAM Separación y comunión Sin embargo —acordémonos de ello— la verdadera separación del mundo sólo puede resultar de la comunión con Dios. Nos podemos separar del mundo y hacer de nuestra propia persona el centro de nuestra existencia, al estilo de monje o filósofo cínico. Pero la separación para Dios es cosa muy diferente. La una enfría y contrae, la otra calienta y expande; la una nos encierra en nosotros mismos, la otra nos hace salir de nosotros mismos, produciendo en nosotros la actividad del amor para bien de otros. La una hace del «yo» y de sus intereses el centro de la vida, la otra da a Dios el lugar que le corresponde. Por eso, en el caso de Abraham, vemos que el hecho mismo de la separación le puso en condiciones de servir eficazmente al que, por su proceder mundano, se hallaba complicado en la calamidad. “Oyó Abram que su pariente estaba prisionero, y armó a sus criados, los nacidos en su casa, trescientos dieciocho y los siguió (a los reyes) hasta Dan... Y recobró todos los bienes, y también a Lot su pariente y sus bienes, y a las mujeres y demás gente” (v. 14-16). Después de todo, Lot era hermano de Abraham, y el amor de hermano debió de obrar. “En todo tiempo ama el amigo, y es como un hermano en tiempo de angustia” (Proverbios 17:17), y con frecuencia sucede que la adversidad ablanda el corazón y lo hace sensible a la bondad de aquellos mismos de los cuales nos hemos tenido que separar. Es asimismo digno de notar que, mientras leemos en el versículo 12: “Tomaron también a Lot, hijo del hermano de Abram”, el versículo 14 dice: “Oyó Abram que su pariente estaba prisionero”. El afecto de un corazón de hermano corresponde a las necesidades de un hermano en la adversidad. Esto es divino. Aun cuando la verdadera fe nos hace independientes, no nos hace nunca indiferentes; no se viste tranquilamente de vestidura abrigada mientras el hermano sufre de frío. La fe hace tres cosas: purifica el corazón (Hechos 15:9); “obra por el amor” (Gálatas 5:6); vence “al mundo” (1 Juan 5:4); y estos tres resultados de la fe se manifiestan en toda su hermosura en Abraham. Su corazón estaba purificado de las abominaciones de Sodoma, mostró verdadera afección por su hermano Lot, y finalmente alcanzó completa victoria sobre los reyes. Tales son los frutos de la fe, de este principio celeste que glorifica a Cristo. Continuará...

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