domingo, 20 de octubre de 2024

GÉNESIS PARTE 135

JEHOVÁ HACE PACTO CON ABRAHAM Herencia y sufrimientos Pero el capítulo que nos ocupa nos presenta otro asunto igualmente importante, a saber, la calidad de heredero. Una vez arreglado ya entera y divinamente, sin condición, el asunto de la calidad de hijo y de la justicia, dice el Señor a Abraham: “Yo soy Jehová, que te saqué de Ur de los caldeos, para darte a heredar esta tierra” (v. 7). Aquí se nos presenta y se trata la gran cuestión de la herencia, como también el camino especial que deben recorrer los herederos elegidos para llegar a la heredad prometida. “Si hijos, también herederos; herederos de Dios y coherederos con Cristo, si es que padecemos juntamente con él, para que juntamente con él seamos glorificados” (Romanos 8:17). El camino que conduce al reino pasa por el sufrimiento, la aflicción y la tribulación, pero, gracias a Dios, por la fe podemos decir: “Las aflicciones del tiempo presente no son comparables con la gloria venidera que en nosotros ha de manifestarse” (Romanos 8:18); y otra vez: “Porque esta leve tribulación momentánea produce en nosotros un cada vez más excelente y eterno peso de gloria” (2 Corintios 4:17); y finalmente: “Nos gloriamos en las tribulaciones, sabiendo que la tribulación produce paciencia, y la paciencia, prueba; y la prueba, esperanza” (Romanos 5:3,4). Es gran honra y privilegio real para nosotros que nos sea permitido poder beber de la copa de nuestro bendito Señor, ser bautizados con su bautismo (Lucas 12:50) y recorrer —en dichosa comunión con él el camino que conduce directamente a nuestra herencia gloriosa. El Heredero y el coheredero llegan ambos a esta herencia por la senda del padecimiento. Cristo sufrió por nosotros De todos modos, recordemos que los sufrimientos de los cuales participan los coherederos están desprovistos de todo elemento penal. Los coherederos no tienen que sufrir bajo la mano de la justicia infinita a causa del pecado; este sufrimiento lo ha padecido y agotado por nosotros en la cruz el Cristo, la víctima divina, cuando encorvó su frente santa bajo los golpes de la justicia divina. “Porque también Cristo padeció una sola vez por los pecados” (1 Pedro 3:18), y esta “sola vez” fue en la cruz y no en otra parte. Continuará...

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