miércoles, 2 de octubre de 2024

GÉNESIS PARTE 117

RESTAURACIÓN DE ABRAHAM Y SU SEPARACIÓN DE LOT Abraham vuelve hasta donde estaba antes su tienda Dios no nos levanta para que otra vez tomemos el pecado a la ligera, cayendo de nuevo en él, pues dice: “Véte, y no peques más” (Juan 8:11). Cuanto más profundo sea el sentimiento de la gracia restauradora de Dios, tanto más profundo será el sentimiento de la santidad de la restauración. Éste es un principio establecido y enseñado desde el comienzo hasta el fin de la Escritura, pero especialmente lo vemos en dos pasajes muy conocidos: el del Salmo 23:3: “Confortará mi alma, me guiará por sendas de justicia por amor de su nombre” y el de 1 Juan 1:9 : “Si confesamos nuestros pecados, él es fiel y justo para perdonar nuestros pecados, y limpiamos de toda maldad”. El sendero que conviene al alma restaurada es la “senda de justicia”. Disfrutar de la gracia produce una vida justa; hablar de la gracia y vivir en la injusticia es convertir “en libertinaje la gracia de nuestro Dios” (Judas 4). Si la gracia reina “por la justicia para vida eterna” (Romanos 5:21), se manifiesta también en obras de justicia, las que son frutos de esta vida. La gracia que nos perdona nuestros pecados también nos limpia de toda maldad. Estas dos cosas nunca se deben separar. Son dos cosas que juntas confunden, como lo hemos dicho, tanto al legalismo como al antinomianismo del corazón humano. Pero, para Abraham, hubo una prueba mucho más grande que la del hambre que le hizo bajar a Egipto, a saber: aquélla que le sobrevino a causa de la compañía de quien evidentemente no andaba inspirado por la energía de la fe personal, ni por el sentimiento de la responsabilidad individual. Parece que Lot, desde el principio, fue llevado en el camino más bien por la influencia y el ejemplo de Abraham que por la fe personal en Dios; y en este hecho se halla implícito todo un principio general. Al repasar las sagradas Escrituras notamos que, en los grandes movimientos producidos por el Espíritu de Dios, ciertas personas se han asociado a tales movimientos sin participar ellas mismas del poder que había producido el movimiento. Estas personas siguen su camino durante cierto tiempo, ya como peso muerto sobre el testimonio, ya desvirtuándolo de un modo positivo. Así, Jehová llamó a Abraham, mandándole que dejara a su parentela; pero, en lugar de dejarla, la trajo consigo; Taré le hizo retardar la marcha hasta su muerte; Lot le acompañó un poco más lejos, hasta que “las codicias de otras cosas” (Marcos 4:19) le vencieron y abatieron del todo. Continuará...

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