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martes, 10 de junio de 2025
EXODO PARTE 106
ESTUDIOS SOBRE EL LIBRO DEL EXODO
Por C.H.M.
CAPITULO 13
Los primeros versículos de este capítulo nos enseñan, de una manera clara y evidente, que la consagración y santidad personal son los frutos del amor divino producidos en aquellos que son los objetos de su afecto. La consagración de los primogénitos y la fiesta de los panes sin levadura son presentadas aquí en relación inmediata con la salida de Israel fuera del país de Egipto. "Santifícame todo primogénito, cualquiera que abre matriz entre los hijos de Israel, así de los hombres como de los animales; mío es. Y Moisés dijo al pueblo: Tened memoria de este día, en el cual habéis salido de Egipto, de la casa de servidumbre; pues Jehová os ha sacado de aquí con mano fuerte; por tanto, no comeréis leudado" (Vers. 2-3). Y luego: "Siete días comerás por leudar, y el séptimo día será fiesta a Jehová. Por los siete días se comerán los panes sin levadura; y no se verá contigo leudado, ni levadura en todo tu termino". (Vers. 6-7).
En los versículos siguientes se expone inmediatamente la razón por la cual esas dos ceremonias debían ser practicadas. "Y contarás en aquel día a tu hijo, diciendo: Hácese esto con motivo de lo que Jehová hizo conmigo cuando me sacó de Egipto". Y más adelante: "Y cuando mañana te preguntare tu hijo, diciendo: ¿Qué es esto? decirle has: Jehová nos sacó con mano fuerte de Egipto, de casa de servidumbre; y endureciéndose Faraón en no dejarnos ir, Jehová mató en la tierra de Egipto a todo primogénito, desde el primogénito humano hasta el primogénito de la bestia: y por esta causa yo sacrifico a Jehová todo primogénito macho, y redimo todo primogénito de mis hijos." (Vers. 8, 14-15).
Cuanto más crezcamos en el conocimiento de la redención que es en Cristo Jesús, por el poder del Espíritu Santo, nuestra vida de separación será mas marcada y nuestra consagración más completa. Todo esfuerzo para producir la una o la otra de ambas cosas, antes que la redención sea conocida, es el trabajo más vano que pueda imaginarse. Todo lo que hacemos, debemos hacerlo "con motivo de lo que Jehová hizo", y no con el fin de obtener alguna cosa de El. Los esfuerzos que hacemos para poseer la vida y la paz prueban que aun somos extraños al poder de la sangre; mientras que los frutos puros de una redención conocida y experimentada, son ofrecidos a la alabanza de Aquél que nos ha redimido. "Porque por gracia sois salvos por la fe; y esto no de vosotros, pues es don de Dios: no por obras, para que nadie se gloríe. Porque somos hechura suya, criados en Cristo Jesús para buenas obras, las cuales Dios preparó para que anduviésemos en ella". (Efes. 2: 8-10).
Continuará...
lunes, 9 de junio de 2025
EXODO PARTE 105
ESTUDIOS SOBRE EL LIBRO DEL EXODO
Por C.H.M.
CAPITULO 12
En la Pascua, no sólo se mantenía estrictamente la separación entre Israel y los extranjeros, sino también la unidad de Israel estaba claramente simbolizada en ella. "En una casa se comerá, y no llevarás de aquella carne fuera de casa, ni quebraréis hueso suyo". (Vers. 46). No se podía hallar una figura más hermosa de lo que constituye "Un cuerpo y un Espíritu", que la que se nos presenta aquí. (Efes. 4:4). La Iglesia de Dios es una. Dios la ve así, la sostiene así, y la manifestará como tal, delante de los ángeles, de los hombres y de los demonios, a pesar de todo cuanto se ha hecho para poner obstáculos a esta unidad santa. Que Dios sea bendito, la unidad de su Iglesia está puesta bajo su guarda como la fué el cuerpo de su bien Amado sobre la cruz: sí, la unidad de la Iglesia está tan bien guardada por Dios como su justificación, su aceptación y su seguridad eterna. A pesar de la violencia y dureza de corazón de los soldados romanos, El supo hacer cumplir la escritura que decía refiriéndose a Cristo: "Ni quebrarán hueso en él", y luego en otra parte: "El guarda todos sus huesos; ni uno de ellos será quebrantado". (Núm. 9:12; Salmo 34:20; Juan 19:36); e igualmente, a despecho de todas las influencias hostiles puestas en juego de siglo en siglo, Dios guarda a su Iglesia; el cuerpo de Cristo es UNO y será siempre uno solamente. (Comp. Mat. 16:18; Juan 11:52; 1 Cor. 1:13; 12:4-27; Efesios 1:22-23; 2:14-22; 4:3-16). Un cuerpo y un Espíritu; y esto aquí abajo, sobre la tierra. Felices aquellos que han recibido la fe para reconocer esta preciosa verdad, y la fidelidad para practicarla en estos últimos tiempos, a pesar de las dificultades casi insuperables que encontrarán en esta senda. Dios reconocerá y honrará a los que le serán fieles.
¡Quiera el Señor librarnos del espíritu de incredulidad que nos conduciría a juzgar este punto por la vista de nuestros ojos, y no por la luz de su Palabra inmutable!
domingo, 8 de junio de 2025
EXODO PARTE 104
ESTUDIOS SOBRE EL LIBRO DEL EXODO
Por C.H.M.
CAPITULO 12
Para formar parte del pueblo de Dios, era necesario ser circuncidado, y la circuncisión tiene su realidad en Cristo. Los cristianos, hechos participantes de la eficacia de su muerte por la potencia de la vida que está en El, y que viene a ser la de ellos, se consideran como muertos, y han despojado ese cuerpo del pecado por la fe; están crucificados con Cristo. Sin embargo, el mismo poder de Dios, tal como obró en Cristo, opera en ellos para darles una nueva vida en Cristo. "Mas si algún extranjero peregrinare contigo, y quisiere hacer la pascua a Jehová, séale circuncidado todo varón, y entonces se llegara a hacerla, y será como el natural de la tierra; pero ningún incircunciso comerá de ella". (Vers. 48). "Los que están en la carne no pueden agradar a Dios". (Rom. 8: 8).
La ordenanza de la circuncisión formaba la gran línea de demarcación entre el Israel de Dios y todas las demás naciones que estaban sobre la faz de la tierra; y la cruz del Señor Jesús forma la línea de separación entre la Iglesia y el mundo. Qué importan las ventajas personales o la posición de un hombre; hasta que no se hubiese sometido a la operación de la circuncisión de su carne, no podía tener ninguna parte con Israel. Un mendigo circuncidado estaba mucho más cerca de Dios que un rey incircunciso. Lo mismo ahora, tampoco se puede tener ninguna parte en los goces de los redimidos de Dios, si no es por la cruz de nuestro Señor Jesucristo; y esta cruz abate todas las pretensiones, derriba todas las distinciones, y une todos los redimidos en una santa congregación de adoradores lavados por la sangre. La cruz constituye una barrera tan elevada, una muralla tan impenetrable, que ningún átomo del mundo o de la vieja naturaleza puede atravesarla para venir a mezclarse con la "nueva creación". "Si alguno está en Cristo, nueva criatura es... He aquí todas (las cosas) son hechas nuevas. Y todo esto es de Dios, el cual nos reconcilió a sí por Cristo". (2 Cor. 5:17-18). Continuará...
sábado, 7 de junio de 2025
EXODO PARTE 103
ESTUDIOS SOBRE EL LIBRO DEL EXODO
Por C.H.M.
CAPITULO 12
"Los zapatos en los pies" denotaban que Israel estaba dispuesto para abandonar su estado presente; mientras que "el bordón" en la mano, era el expresivo emblema de un pueblo que peregrinaba, apoyándose en algo que estaba fuera de él. ¡Quiera Dios que estos preciosos rasgos aparezcan más frecuentemente en cada uno de los miembros de su gran familia redimida!
Querido lector cristiano, "meditemos estas cosas, ocupándonos en ellas". (1 Tim. 4:15) Por la gracia de Dios, nosotros hemos experimentado la eficacia purificadora de la sangre de Jesús; en consecuencia tenemos el privilegio de alimentarnos de su persona adorable y de regocijarnos en sus insondables riquezas (Efes. 3:8), participando en sus padecimientos, "en conformidad a su muerte".
(Fil. 3:10). Mostrémonos, pues, con el pan sin levadura y las hierbas amargas, los lomos ceñidos, los pies calzados y el bordón en la mano. Que se nos vea, en una palabra, llevando el sello de un pueblo santo, de un pueblo crucificado, de un pueblo vigilante y activo, de un pueblo marchando manifiestamente "al encuentro de Dios", hacia la gloria, siendo destinados "al reino". Que Dios nos conceda penetrar en la profundidad y en la potencia de estas cosas, de tal manera que no sean solamente teorías o un asunto de inteligencia y de interpretación de las Escrituras, sino realidades vivas, divinas, conocidas por experiencia, y manifestadas en nuestras vidas, a la gloria de Dios.
Terminaremos este capítulo dando una ojeada a los últimos versículos, del 43 al 49. Estos versículos nos enseñan que todo verdadero Israelita tenía el privilegio de comer la pascua, mientras que ningún extranjero incircunciso debía participar de ella: "Ningún extraño comerá de ella... Toda
la congregación de Israel le sacrificará". La circuncisión era necesaria antes que se pudiese comer la pascua. En otras palabras, es menester que nuestra naturaleza haya estado bajo la sentencia de muerte, antes que podamos nutrirnos de Cristo de una manera inteligente, ya sea como fundamento de paz, o como centro de unidad. La cruz es el antitipo de la circuncisión, esa señal divina de la alianza de Dios con los Judíos, y del despojamiento de la carne. (Comp. Col. 2:11-12). Continuará...
viernes, 6 de junio de 2025
EXODO PARTE 102
ESTUDIOS SOBRE EL LIBRO DEL EXODO
Por C.H.M.
CAPITULO 12
¡Qué hermoso cuadro nos ofrece la congregación de Israel, protegida por la sangre, y comiendo en paz el cordero asado con pan sin levadura y hierbas amargas! Ningún temor de juicio; ningún temor de la ira de Jehová; ningún temor de la justa venganza, que como furiosa tormenta, barría, a media noche, todo el país de Egipto. En aquella misma hora, todo era paz profunda detrás de las puertas rociadas con sangre. Los Israelitas nada debían temer de fuera, y nada podía turbarles en el interior tampoco, a no ser la levadura, que habría quebrantado toda su paz y su gozo. ¡Qué ejemplo para la Iglesia! ¡Qué enseñanza para el cristiano! Que Dios nos ayude a comprender su profundo significado y a someternos a él con espíritu dócil y obediente.
Mas no es esto solamente lo que debemos aprender en la institución de la Pascua. Hemos considerado la posición de Israel, y la comida que nutría a Israel; ahora debemos considerar el vestido de Israel.
"Y así habéis de comerlo: ceñidos vuestros lomos, vuestros zapatos en vuestros pies, y vuestro bordón en vuestra mano; y lo comeréis apresuradamente; es la Pascua de Jehová". (Vers. 11). Los Israelitas debían comer la Pascua como un pueblo que se halla presto a dejar tras sí el país de la muerte y de las tinieblas, de la ira y del juicio, para marchar adelante hacia el país de la promesa, hacia la herencia que les estaba destinada. La sangre que les había preservado de la destrucción de los primogénitos de Egipto, era también el fundamento de la redención de su esclavitud en Egipto; y ahora, sólo les restaba ponerse en marcha y caminar con Dios hacia la tierra que fluye leche y miel. Es cierto que no habían atravesado aun el mar Rojo; que tampoco habían andado aun el "camino de tres días"; sin embargo, en principio, eran ya un pueblo redimido, un pueblo separado, un pueblo que dependía de Dios; y era preciso que también sus vestidos estuviesen en armonía con su posición actual y su destino futuro. "Los lomos ceñidos" de Israel manifestaban una separación rigurosa y sostenida de todo aquello que le rodeaba, y mostraban que era un pueblo preparado para el servicio. Continuará...
jueves, 5 de junio de 2025
EXODO PARTE 101
ESTUDIOS SOBRE EL LIBRO DEL EXODO
Por C.H.M.
CAPITULO 12
Al contemplar la cruz, descubrimos en ella lo que borra toda nuestra iniquidad, y el alma queda así llena de gozo y paz. Pero la cruz pone también completamente a un lado la naturaleza humana; ella representa la crucifixión de "la carne", y la muerte del "viejo hombre". (Véase Rom. 6:6; Gál. 2:20; 6:14; Col. 2:11). Estas verdades, en sus resultados prácticos, contienen muchas cosas "amargas" para nuestra vieja naturaleza, y nos conducirán al renunciamiento de nosotros mismos, y a la mortificación de nuestros miembros que están sobre la tierra (Col. 3:5); a tener el Yo como muerto al pecado. (Rom. 6:11). Todas estas cosas pueden parecer terribles cuando se contemplan de lejos, pero una vez que se ha penetrado en el interior de la casa cuya puerta ha sido rociada con sangre, se ven de una manera bien distinta. Las mismas hierbas, que sin duda habrían parecido tan amargas a un Egipcio, formaban una parte integrante de la fiesta de la libertad de Israel. Los que son redimidos por la sangre del Cordero, y conocen el gozo de la comunión con El, consideran como una verdadera "fiesta" rechazar el mal y tener al "viejo hombre" crucificado.
"Ninguna cosa dejaréis de él hasta la mañana; y lo que habrá quedado hasta la mañana, habéis de quemarlo en el fuego". (Vers. 10). Este mandamiento nos enseña que la comunión de la congregación de Israel no debía ser separada, en ninguna manera, del sacrificio sobre el cual se fundaba esta comunión. Es necesario que el corazón guarde siempre el vivo recuerdo de que toda verdadera comunión está inseparablemente unida a una redención cumplida. Creer que se pueda tener comunión con Dios basada en cualquier otra cosa, es imaginarse que Dios puede tener comunión con el pecado que mora en nosotros; y creer que se pueda establecer una verdadera comunión con el hombre apoyándola sobre otro fundamento, es sencillamente organizar una reunión impura y profana de la cual no puede resultar otra cosa que confusión e iniquidad. En una palabra; es necesario que todo esté fundamentado sobre la sangre, e inseparablemente unido a ella.
Tal es la clara significación de esta ordenanza, que ordenaba comer; el cordero pascual la misma noche en que la sangre había sido derramada. La comunión no debe estar separada de aquello que es su verdadero fundamento. Continuará...
miércoles, 4 de junio de 2025
EXODO PARTE 100
ESTUDIOS SOBRE EL LIBRO DEL EXODO
Por C.H.M.
CAPITULO 12
Asimismo, en "las hierbas amargas", que debían acompañar al pan sin levadura, se hallaba la misma utilidad moral y una figura igualmente significativa. No podemos disfrutar de la participación en los padecimientos de Cristo, sin recordar lo que ha motivado esos sufrimientos; y este recuerdo debe producir en nosotros necesariamente un espíritu de mortificación y sumisión, disposición justamente representada por "las hierbas amargas" en la fiesta de la Pascua. Si el cordero asado representa a Cristo, sufriendo la justicia de Dios, en su propia persona, clavado en la cruz, las hierbas amargas significan que el creyente reconoce esta verdad, que Cristo sufrió por nosotros. "El castigo de nuestra paz sobre él; y por su llaga fuimos nosotros curados". (Is. 53:5). A causa de la excesiva ligereza de nuestros corazones, es muy conveniente que comprendamos bien el profundo significado de las hierbas amargas. ¿Quién puede leer tales porciones de las Escrituras como los Salmos 6, 22, 38, 69, 88 y 109, sin comprender, en alguna medida, lo que representa el pan sin levadura comido con las hierbas amargas? Una vida prácticamente santa, unida a una profunda sumisión del alma, debe ser el fruto natural de la comunión verdadera con los padecimientos de Cristo; porque es imposible que el mal moral y la ligereza de espíritu puedan subsistir en presencia de tales sufrimientos.
Considerando estas verdades, es posible que alguno se pregunte: "¿No experimenta el alma un gozo inefable al sentir que Cristo ha llevado nuestros pecados por nosotros, y que ha apurado hasta las heces la copa de la justa ira de Dios?" Sí, por cierto, y esto constituye el fundamento de nuestro gozo. Mas ¿podremos olvidar nunca que Cristo sufrió "por nuestros pecados"? ¿Podemos perder de vista esta verdad, potente entre todas para subyugar las almas, que el Cordero de Dios inclinó su cabeza bajo el peso de nuestras transgresiones? Ciertamente que no. Es necesario que comamos nuestro cordero con las hierbas amargas, que, no hay necesidad de decirlo, no representan las lágrimas de un vano y superficial sentimentalismo, sino las experiencias profundas y reales de un alma que comprende el significado y el efecto práctico de la cruz, con la inteligencia y poder del Espíritu. Continuará...
martes, 3 de junio de 2025
EXODO PARTE 99
ESTUDIOS SOBRE EL LIBRO DEL EXODO
Por C.H.M.
CAPITULO 12
La sanción que damos al mal, si bien no rompe el lazo que nos une eternamente a Dios, destruye nuestra comunión. Los que pertenecen a la congregación de Dios deben ser santos; no sólo han sido librados de la culpa, y de las consecuencias del pecado, sino también de la práctica, del poder y del amor al pecado. El mero hecho de ser librado Israel por la sangre del cordero, le imponía la obligación de arrojar de sí toda levadura. Los Israelitas no podían decir, según el horrible lenguaje del antinómico: "Ahora que ya somos salvos, bien podemos hacer aquello que mejor nos parezca". ¡En ninguna manera! Si bien habían sido salvos por gracia, lo eran para andar en santidad. Un alma que puede jactarse de la gracia gratuita de Dios y de la divina perfección de la redención obrada por Cristo Jesús para "perseverar en pecado" (Rom. 6: 1), muestra claramente que no ha comprendido ni la gracia, ni la redención.
La gracia no solamente salva el alma con salvación eterna, sino que le comunica una nueva naturaleza que se deleita en todo lo que es de Dios, porque es divina. Somos hechos participantes de la naturaleza divina, que no puede pecar, porque es nacida de Dios. (Juan 1:13; 3:3, 5; 2 Ped. 1:4; 1
Juan 3:9; 5:18). Andar según el poder de esta naturaleza divina, es realmente "guardar" la fiesta de los panes sin levadura. En la nueva naturaleza no hay ni "vieja levadura", ni "levadura de malicia y de maldad" (1 Cor. 5:8), porque ella viene de Dios, y Dios es santo, y Dios es amor. (1 Juan 4:8).
Es, pues, evidente que no es con objeto de mejorar nuestra vieja naturaleza, irremisiblemente mala y corrompida, que nosotros desechamos la vieja levadura, ni tampoco lo hacemos para obtener la nueva, sino porque ya poseemos ésta. Nosotros tenemos la vida, y por el poder de esta vida, rechazamos el mal. Sólo cuando hemos sido librados de la culpa del pecado, podemos comprender y manifestar la verdadera potencia de la santidad; querer hacerlo antes es un trabajo inútil. No se puede guardar la fiesta de los panes sin levadura sin estar bajo el perfecto refugio de la sangre. Continuará...
lunes, 2 de junio de 2025
EXODO PARTE 98
ESTUDIOS SOBRE EL LIBRO DEL EXODO
Por C.H.M.
CAPITULO 12
Un solo pensamiento impuro interrumpe la comunión del alma, y mientras la mancha, producida por este pensamiento, no ha sido quitada por la confesión, fundada en la intercesión de Cristo, es imposible que la comunión sea restablecida. (Véase 1 Juan 1:5-10; comp. Salmo 32:3-5). El cristiano de corazón recto se regocija de que esto sea así, y puede celebrar siempre la memoria de la santidad de Dios. (Salmos 30:4; 97:12). Aunque el cristiano pudiese, no quisiera, en ninguna manera, disminuir la medida de la santidad ni siquiera en el grueso de un cabello. Es un gran gozo para el creyente saber que camina en la compañía de Aquél que no puede soportar, ni por un solo momento, el contacto con el más pequeño átomo de "levadura".
Que Dios sea bendito por ello, nosotros sabemos que nada puede romper el lazo que une al verdadero creyente con El. Somos salvos "en Jehová", no con una salvación condicional, sino con "salud eterna". (Is. 45:17). Mas la salvación y la comunión son dos cosas distintas. Hay muchas personas que son salvas y no lo saben, y también muchas que son salvas y no gozan de ello. Es imposible que yo me sienta feliz, aun estando protegido por el dintel rociado con sangre, si hay levadura en mi morada. Este es un verdadero axioma en la vida espiritual. ¡Ojalá que fuese escrito en todos nuestros corazones! Aunque la santidad práctica no es el fundamento de nuestra salvación, está íntimamente unida al gozo de nuestra salvación. El Israelita no era salvo por el pan sin levadura, sino por la sangre; sin embargo, el pan leudado le habría privado de la comunión. Y, en lo concerniente al cristiano, no es salvo por la santidad, mas por la sangre; no obstante, si él se permite hacer lo malo, ya sea en pensamiento, en palabras o en hechos, no tendrá nunca el verdadero gozo de la salvación, ni la comunión verdadera con la persona del Cordero.
No dudo que en este hecho está el secreto de una buena parte de la esterilidad espiritual y de la falta de paz, verdadera y constante, que se observa entre los hijos de Dios. No practican la santidad, no guardan "la fiesta de los panes sin levadura". (Ex. 23:15). La sangre está puesta en el dintel; pero la levadura que se halla en sus moradas les impide gozar de la seguridad que les ofrece la sangre. Continuará...
domingo, 1 de junio de 2025
EXODO PARTE 97
ESTUDIOS SOBRE EL LIBRO DEL EXODO
Por C.H.M.
CAPITULO 12
Pero ¿cómo debía ser comido ese cordero? Con "panes sin levadura; con hierbas amargas". Según las Escrituras, la levadura es el emblema del mal. En ninguna parte del Antiguo ni del Nuevo Testamento se menciona la levadura como significación de algo puro, santo o bueno. Así, en este
capítulo, "la fiesta de los ázimos", es el tipo de una separación práctica del mal, separación que es el resultado de haber sido lavados con la sangre del cordero, y que es la consecuencia necesaria de la comunión en sus padecimientos. Sólo el pan completamente limpio de levadura puede ser comido con el cordero asado; la más pequeña cantidad de lo que representa el mal habría destruido el carácter espiritual de toda la ordenanza. ¿Cómo podríamos nosotros mezclar cualquier mal a nuestra comunión con los padecimientos de Cristo? Es imposible; y todos aquellos que por el poder del Espíritu hayan comprendido la significación de la cruz, echarán de sí, por este mismo poder, toda levadura de entre ellos. "Porque nuestra pascua, que es Cristo, fué sacrificada por nosotros. Así que hagamos fiesta, no en la vieja levadura de malicia y de maldad, sino en ázimos de sinceridad y de verdad. (1 Cor. 5:7-8). La fiesta de que aquí se trata es aquella que, en la vida y en la conducta de la Iglesia, corresponde a la fiesta de los panes sin levadura. Esta fiesta duraba "siete días"; y la Iglesia, colectivamente, y el cristiano, individualmente, son llamados a andar en santidad práctica durante los siete días, o sea todo el tiempo de su carrera aquí abajo; y esto como resultado directo del hecho de ser lavados en la sangre del Cordero, y tener comunión con los padecimientos de Cristo.
El Israelita no quitaba la levadura de su morada para ser salvo, sino porque lo era ya; y si él descuidaba de quitarla, no comprometía por esto, por grave que fuese esta falta, la seguridad que tenía por la sangre, sino su comunión con el altar y con la congregación. "Por siete días no se hallará levadura en vuestras casas, porque cualquiera que comiere leudado, así extranjero como natural del país, aquella alma será cortada de la congregación de Israel". (Vers. 19). Para el Israelita, el ser cortado de la congregación corresponde precisamente para el cristiano a la suspensión de la comunión, cuando se permite hacer alguna cosa contraria a la santidad de la presencia de Dios. Dios no puede tolerar el mal. Continuará...
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