miércoles, 25 de junio de 2025

EXODO PARTE 120

ESTUDIOS SOBRE EL LIBRO DEL EXODO Por C.H.M. CAPITULO 14 Algunas veces nos sentimos transportados de una manera triunfante a través de las mayores pruebas, mientras que otras veces perdemos ánimo, temblando y desfallecemos, ante las circunstancias más ordinarias de la vida. ¿Y por qué? Porque en las grandes pruebas nos vemos obligados a echar nuestra carga sobre el Señor; mientras que en las dificultades más pequeñas, intentamos, locamente, de llevarla nosotros mismos. "Jehová peleará por vosotros, y vosotros estaréis quedos". (Vers. 14). ¡Preciosa seguridad! Y ¡cuán propia para tranquilizar el espíritu en presencia de las mayores dificultades y de los mayores peligros! El Señor no se pone solamente entre nosotros y nuestros pecados, sino también entre nosotros y las circunstancias en medio de las cuales nos encontramos. En el primer caso, nos da la paz de la conciencia; en el segundo, la paz del corazón. Estas dos cosas son completamente distintas como lo sabe todo cristiano experimentado. Muchos cristianos tienen la paz de la conciencia, sin tener la paz del corazón. Ellos han visto a Cristo, por la gracia y por la fe, interpuesto entre ellos y sus pecados, con la divina eficacia de su sangre; pero no saben contemplar a Cristo, con la misma sencillez, como estando, en su divina sabiduría, entre ellos y las circunstancias que les rodean. De esto resulta una diferencia esencial en la condición práctica de sus almas, así como en el carácter de su testimonio. Nada contribuye mejor a glorificar el nombre de Jesús que este reposo tranquilo del alma, que dimana de la seguridad que tenemos de que Cristo está entre nosotros y todo aquello que pudiese ser causa de inquietud para nuestros corazones. "Tú le guardarás en completa paz, cuyo pensamiento en ti persevera; porque en ti se ha confiado". (Is. 26:3). "Pero -se preguntará- "¿no debemos hacer nada nosotros?" otra pregunta podrá servir de respuesta: "¿Qué podemos hacer nosotros?" Todos los que realmente se conocen, responderán: "¡Nada!" Si, en efecto, no podemos hacer nada, ¿no será lo mejor que permanezcamos "quietos"? Si el Señor obra por nosotros, ¿no hacemos bien permaneciendo detrás? ¿Correremos delante de El? ¿Invadiremos su esfera de acción y entraremos en su camino? Es absolutamente inútil que dos trabajen, cuando uno sólo es perfectamente capaz de hacerlo todo. ¿Quién soñaría en traer una bujía encendida para aumentar el resplandor del sol en pleno medio día? Y sin embargo, el que tal hiciese podría pasar por sabio en comparación con aquel que pretende ayudar a Dios con su mal entendida actividad. Continuará...

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