martes, 3 de junio de 2025

EXODO PARTE 99

ESTUDIOS SOBRE EL LIBRO DEL EXODO Por C.H.M. CAPITULO 12 La sanción que damos al mal, si bien no rompe el lazo que nos une eternamente a Dios, destruye nuestra comunión. Los que pertenecen a la congregación de Dios deben ser santos; no sólo han sido librados de la culpa, y de las consecuencias del pecado, sino también de la práctica, del poder y del amor al pecado. El mero hecho de ser librado Israel por la sangre del cordero, le imponía la obligación de arrojar de sí toda levadura. Los Israelitas no podían decir, según el horrible lenguaje del antinómico: "Ahora que ya somos salvos, bien podemos hacer aquello que mejor nos parezca". ¡En ninguna manera! Si bien habían sido salvos por gracia, lo eran para andar en santidad. Un alma que puede jactarse de la gracia gratuita de Dios y de la divina perfección de la redención obrada por Cristo Jesús para "perseverar en pecado" (Rom. 6: 1), muestra claramente que no ha comprendido ni la gracia, ni la redención. La gracia no solamente salva el alma con salvación eterna, sino que le comunica una nueva naturaleza que se deleita en todo lo que es de Dios, porque es divina. Somos hechos participantes de la naturaleza divina, que no puede pecar, porque es nacida de Dios. (Juan 1:13; 3:3, 5; 2 Ped. 1:4; 1 Juan 3:9; 5:18). Andar según el poder de esta naturaleza divina, es realmente "guardar" la fiesta de los panes sin levadura. En la nueva naturaleza no hay ni "vieja levadura", ni "levadura de malicia y de maldad" (1 Cor. 5:8), porque ella viene de Dios, y Dios es santo, y Dios es amor. (1 Juan 4:8). Es, pues, evidente que no es con objeto de mejorar nuestra vieja naturaleza, irremisiblemente mala y corrompida, que nosotros desechamos la vieja levadura, ni tampoco lo hacemos para obtener la nueva, sino porque ya poseemos ésta. Nosotros tenemos la vida, y por el poder de esta vida, rechazamos el mal. Sólo cuando hemos sido librados de la culpa del pecado, podemos comprender y manifestar la verdadera potencia de la santidad; querer hacerlo antes es un trabajo inútil. No se puede guardar la fiesta de los panes sin levadura sin estar bajo el perfecto refugio de la sangre. Continuará...

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