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domingo, 22 de junio de 2025
EXODO PARTE 118
ESTUDIOS SOBRE EL LIBRO DEL EXODO
Por C.H.M.
CAPITULO 14
Cuando la incredulidad es echada fuera, Dios puede intervenir; y para poder contemplar sus actos, es necesario "estarse quedos". Cada movimiento de la naturaleza no impide, en la intensidad de su misma proporción, de que veamos la intervención divina en nuestro favor, y nos gocemos en ella.
Y asimismo sucede con nosotros en cada una de las fases de nuestra historia. Así sucede con nosotros, como pecadores, cuando, bajo el sentimiento de malestar que produce el pecado pesando sobre la conciencia, estamos tentados a recurrir a nuestros propios actos para obtener algún alivio.
Es entonces cuando precisamente debemos permanecer "quedos" a fin de ver "la salud le Jehová".
Porque, ¿qué hubiéramos podido hacer nosotros en la obra de expiación por el pecado? ¿Habríamos podido estar con el Hijo de Dios en la cruz? ¿Habríamos podido descender con El al "lago de miseria del lodo cenagoso"? (Salmo 40:2). ¿Habríamos podido jamás abrirnos camino hasta esa pena sobre la cual ha afirmado sus pies en la resurrección? Todo espíritu recto reconocerá que tal pensamiento sería una audaz blasfemia. Dios está solo en la redención; y en cuanto a nosotros no tenemos más que estar "quedos" y ver "la salud de Jehová". El mismo hecho de ser "la salud de Jehová" prueba que el hombre no debe hacer nada.
La regla es siempre la misma una vez que hemos entrado en la carrera cristiana. A cada nueva dificultad, ya sea grande o pequeña, nuestra sabiduría consiste en saber estarnos "quedos"; y renunciar a nuestras propias obras, buscando el reposo en la salvación de Dios. Tampoco debemos establecer categorías entre las dificultades: no podemos decir que las haya tan ligeras que puedan ser afrontadas por nosotros mismos, mientras que en otras sólo la mano de Dios es eficaz. No; todas ellas exceden igualmente a nuestras fuerzas. Somos tan incapaces de cambiar el color de un cabello, como de trasladar una montaña; de crear una mata de hierba, como de crear un mundo. Todas estas cosas son igualmente imposibles para nosotros, todas son igualmente posibles para Dios. Por lo tanto, debemos abandonamos confiadamente, con fe sencilla, en las manos de Aquél "que se humilla para mirar en el cielo y en la tierra (igualmente)". (Sal. 113:6). Continuará...
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