jueves, 12 de junio de 2025

EXODO PARTE 108

ESTUDIOS SOBRE EL LIBRO DEL EXODO Por C.H.M. CAPITULO 13 Unicamente podemos andar en el camino de las buenas obras que Dios nos ha preparado, siendo verdaderos y actuales poseedores de la vida eterna y de la justicia divina. Las obras muertas y los trapos sucios no pueden aparecer por ese camino. Sólo "los redimidos de Jehová", pueden pasar por él. (Is. 51:11). Israel guardaba la fiesta de los panes sin levadura y santificaba sus primogénitos a Jehová, como siendo un pueblo redimido. Hemos considerado ya la primera de estas ordenanzas; y la segunda no es menos preciosa y rica en enseñanzas. El ángel destructor pasó por todo el país de Egipto para destruir todos los primogénitos; mas los primogénitos de Israel escaparon, por la muerte de un sustituto enviado por Dios. En consecuencia, estos aparecen delante de nosotros como un pueblo vivo, consagrado a Dios. Salvados por la sangre del Cordero, tienen el privilegio de consagrar sus vidas a Aquél que las ha redimido "por precio". (1 Cor. 6:20). Ellos poseían la vida sólo en su calidad de redimidos. La gracia de Dios, solamente, había hecho una diferencia en su favor (Ex. 11:5-7), y les había concedido un lugar de hombres vivos en su presencia. Ellos no tenían, ciertamente, ninguna razón para gloriarse, porque aquí se nos enseña que, en cuanto a sus méritos o valor personal, estaban colocados en el mismo nivel de un animal impuro. "Mas todo primogénito de asno redimirás con un cordero; y si no lo redimieres, le degollarás; asimismo redimirás todo humano primogénito de tus hijos". (Vers. 13). Había dos clases de animales: la de animales limpios y la de animales inmundos, y el hombre es colocado aquí al mismo nivel de la última. El cordero debía responder por el animal inmundo; y si el asno no era redimido, se le debía degollar; de manera que el hombre no redimido era puesto en el mismo lugar del animal impuro y sin ningún valor. ¡Qué cuadro tan humillante del hombre en su estado natural! ¡ Oh! ¡Si nuestros pobres y orgullosos corazones pudiesen comprenderlo mejor! Entonces nos regocijaríamos con mayor sinceridad en nuestro glorioso privilegio de ser lavados de nuestra iniquidad en la sangre del Cordero, y de haber dejado para siempre nuestra abyección personal en el fondo de la tumba donde fué puesto, por nosotros, nuestro Sustituto. Cristo era el Cordero, el cordero sin mancha y sin contaminación. Nosotros estábamos manchados; mas, bendito sea su nombre, El tomó nuestro lugar, y fué hecho pecado, y tratado como tal en la cruz. Cristo sufrió en la cruz, lo que nosotros habríamos sufrido durante los siglos de la eternidad. El sufrió, allí y entonces, todo lo que nosotros merecíamos, a fin de que nosotros pudiésemos gozar eternamente de todo lo que El merecía. Recibió nuestra paga para que nosotros recibiésemos la suya. Aquel que era puro tomó, por un tiempo, el lugar de los impuros, el justo por los injustos, para que los impuros pudiesen tomar para siempre, el lugar de Aquel que era puro. Continuará...

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