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jueves, 29 de mayo de 2025
EXODO PARTE 94
ESTUDIOS SOBRE EL LIBRO DEL EXODO
Por C.H.M.
CAPITULO 12
No debemos considerar tampoco la cruz de Cristo como un simple incidente en una vida de expiación por el pecado. La cruz fué el grande y único acto de expiación por el pecado. "El cual mismo llevó nuestros pecados sobre su cuerpo en el madero" (1 Ped. 2:24); y no los llevó en ninguna otra ocasión. No los llevó en el pesebre, ni en el desierto, ni en el huerto, sino únicamente "sobre el madero". Jamás tuvo nada que ver con el pecado, respecto a su expiación, sino en la cruz; y una vez puesto en ella, inclinó la cabeza y dio su vida, bajo el peso de los pecados acumulados de su pueblo. Nunca tampoco sufrió de la mano de Jehová más que en la cruz; pero allí, Jehová le escondió su rostro, porque fué hecho "pecado por nosotros". (2 Cor. 5:21).
Esta sucesión de pensamientos, y los diversos pasajes de donde son sacados, puede ser que ayuden al lector para comprender más claramente el poder divino de estas palabras: "Veré la sangre, y pasaré de vosotros". Era absolutamente necesario, sin duda alguna, que el cordero fuese sin defecto, para que pudiese soportar la mirada santa de Jehová. Pero si la sangre no hubiese sido derramada Jehová no habría podido pasar de su pueblo sin herirlo, porque "sin derramamiento de sangre no se hace remisión". (Hebr. 9:22). De nuevo meditaremos este asunto, Dios mediante, de una manera más completa en los tipos del Levítico, porque merece una profunda atención de parte de todos los que aman a nuestro Señor Jesucristo con sinceridad.
Consideremos ahora la Pascua bajo su segundo punto de vista, es decir, como el centro alrededor del cual la asamblea estaba reunida, en tranquila, santa y feliz comunión. Israel, salvado por la sangre, era una cosa; e Israel, comiendo el cordero era otra muy diferente. Los Israelitas habían sido salvos sólo por la sangre, pero el objeto alrededor del cual estaban reunidos era, evidentemente, el cordero asado. Esto no es en ninguna manera una distinción absurda. La sangre del cordero constituye a la vez el fundamento de nuestra relación con Dios, y de nuestra relación los unos con los otros. Es a causa de nuestra condición como lavados en la sangre del Cordero que somos llevados a Dios y que tenemos comunión los unos con los otros. Fuera de la expiación perfecta de Cristo, no puede haber ninguna comunión, ni con Dios, ni con la asamblea de Dios. No obstante, los creyentes están reunidos por el Espíritu Santo en torno de un Cristo vivo en los cielos. Continuará...
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