lunes, 14 de julio de 2025

EXODO PARTE 136

ESTUDIOS SOBRE EL LIBRO DEL EXODO Por C.H.M. CAPITULO 15 La estancia en Elim era muy propia para calmar a los Israelitas y hacer cesar sus murmuraciones. La deliciosa sombra de sus palmas, y las aguas refrescantes de sus fuentes, eran muy a propósito, después de la prueba de "Mara", y nos presentan, en figura, las excelentes virtudes de ese ministerio espiritual del cual Dios se sirve para proveer a las necesidades de su pueblo aquí abajo. Los números "doce" y "setenta", son muy significativos y están en íntima relación con el ministerio apostólico (Luc. 10:1, 17; 6:13). A pesar de esto, "Elim" estaba lejos de ser "Canaán". Las fuentes y las palmas de Elim solo anticipaban un pequeño goce del hermoso país, situado más allá de los límites de ese desierto estéril, en el que acababan de entrar los redimidos de Jehová. Israel podía, sin duda alguna, apagar allí su sed y hallar un agradable refugio contra los ardores del sol; mas estas aguas y esta sombra eran solo las del desierto, siendo su momentáneo objeto reanimar y fortalecer al pueblo en su marcha hacia Canaán. El mismo fin tiene el ministerio en la Iglesia: es un auxilio para nuestras necesidades al cual recurrimos para refrigerarnos, fortalecernos y reanimarnos. "Hasta que todos lleguemos a la unidad de la fe y del conocimiento del Hijo de Dios, a un varón perfecto, a la medida de la edad de la plenitud de Cristo". (Efes. 4:13). "Y partida de Elim toda la congregación de los hijos de Israel, vino al desierto de Sin, que está entre Elim y Sinaí, a los quince días del segundo mes después que salieron de la tierra de Egipto". (Vers. 1). Aquí vemos a Israel en una interesante y notable posición: el pueblo está todavía en el desierto; pero se halla en una parte muy importante y significativa, a saber, "entre Elim y Sinaí". El primero de estos lugares era donde Israel había gustado recientemente las refrescantes aguas del ministerio divino; el segundo, era aquel donde ellos iban a abandonar el terreno de la gracia gratuita y soberana, para ponerse bajo una alianza de obras. Los hijos de Israel aparecen aquí como los objetos de la misma gracia que les había hecho salir de la tierra de Egipto, y por esto Dios responde a sus murmuraciones con el oportuno socorro. Cuando Dios obra en la manifestación de su gracia, no halla obstáculo alguno para bendecir; las bendiciones que El derrama, corren sin interrupción. Sólo cuando el hombre se coloca bajo la ley, pierde todos los privilegios de la gracia, porque entonces es necesario que Dios le deje conocer a cuanto puede llegar, en virtud de sus propias obras. Continuará...

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