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sábado, 24 de mayo de 2025
EXODO PARTE 89
ESTUDIOS SOBRE EL LIBRO DEL EXODO
Por C.H.M.
CAPITULO 12
Muchas almas sinceras se hallan en esta triste condición. Se ocupan más de su fe y de sus sentimientos que de la sangre de Cristo y de la palabra de Dios; en otras palabras, miran dentro de ellas mismas, en lugar de mirar afuera, a Cristo. Este no es el procedimiento de la fe; y, por consiguiente, carecen de paz.
El Israelita protegido por el rociamiento de la sangre podría enseñar a esas almas una lección muy oportuna. El no fué salvo por el valor que concedió a la sangre, sino simplemente por la sangre misma. Sin duda, el apreciaba la sangre a su manera, como es seguro también que pensaría en ella; pero Dios no había dicho: "Cuando veré el aprecio que hacéis de la sangre, pasaré de vosotros"; sino: "Veré la sangre, y pasaré de vosotros". La sangre, con todo su valor y su divina eficacia, había sido puesta delante de Israel; y si el pueblo hubiese querido poner algo más al lado de ella, aunque sólo hubiese sido un pedazo de pan sin levadura, para fortalecer el fundamento de su seguridad, habría hecho a Dios mentiroso, y negado la suficiencia perfecta de su remedio.
Nuestra natural inclinación es de buscar en nosotros, o en nuestras cosas, algo que pueda constituir, junto con la sangre de Cristo, el fundamento de nuestra paz. Sobre este punto vital se advierte en muchos cristianos una lamentable falta de claridad y de comprensión, como lo demuestran las dudas y temores de que se ven atormentadas un buen número de ellos. Estamos inclinados a mirar los frutos del Espíritu en nosotros, como si fuesen el fundamento de nuestra paz, en vez de mirar a la obra de Cristo por nosotros. Pronto tendremos la oportunidad de considerar cual es el lugar que ocupa la obra del Espíritu Santo en el cristianismo; pero esta obra no nos es presentada nunca en las Escrituras como siendo el fundamento donde se afirma nuestra paz. El Espíritu Santo no ha hecho la paz, es Cristo quien la ha hecho; no se nos dice el Espíritu Santo sea nuestra paz, mas se nos dice que Cristo es nuestra paz; Dios no envió a predicar "la paz por el
Espíritu Santo", sino "la paz por Jesucristo". (Comp. Hech. 10:36; Efes. 2:14, 17; Col. 1:20). Continuará...
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