lunes, 12 de mayo de 2025

EXODO PARTE 77

ESTUDIOS SOBRE EL LIBRO DEL EXODO Por C.H.M. CAPITULO 12 "Y Jehová dijo a Moisés: Una plaga traeré; aún sobre Faraón, y sobre Egipto; después de la cual él os dejará ir de aquí; y seguramente os echará de aquí del todo". (Cap. 11:1). Otro golpe más duro todavía debe caer aun sobre este monarca endurecido y sobre su pueblo, para obligarle a dejar ir a los bienaventurados objetos de la gracia soberana de Jehová. Es en vano que el hombre se endurezca y se levante contra Dios; porque ciertamente Dios puede quebrantar y reducir en polvo al corazón más duro, y abatir hasta la humillación al espíritu más altivo. "Humillar puede a los que andan en soberbia". (Dan. 4:37). El hombre puede imaginarse que es algo; puede levantar en alto la cabeza en su loco orgullo, como si fuese su propio dueño. ¡Hombre vano! ¡Cuán poco conoce su mísera condición y verdadero carácter! El no es más que un medio, un instrumento de Satanás, que lo emplea para poner obstáculos a los designios de Dios. La inteligencia más brillante, el genio más elevado, la más indomable energía, no son más que otros tantos instrumentos en las manos de Satanás para ejecutar sus negros planes, a menos que no sean puestas bajo el gobierno inmediato del Espíritu de Dios. Ningún hombre es su propio dueño; él es gobernado o por Cristo o por Satanás. El rey de Egipto podía creerse un agente libre, y sin embargo no era más que un instrumento en las manos de otro. Satanás estaba detrás del trono; y en consecuencia de haberse entregado a él para resistir a los planes de Dios, Faraón fué entregado judicialmente a la influencia endurecedora y ciega del maestro que se había escogido. Esto nos explica una expresión que leemos frecuentemente en los primeros capítulos de este libro: "Jehová endureció el corazón de Faraón". (Cap. 9:12). No sería provechoso para nadie procurar evitar el sentido claro y completo de esta solemne declaración. Si el hombre rechaza la luz del testimonio divino, es judicialmente entregado al endurecimiento y ceguera del corazón; Dios lo abandona a sí mismo; y entonces Satanás apoderándose de él, lo arrastra inconscientemente hacia la perdiclon. En todo este asunto había luz abundante para hacer ver a Faraón la extravagancia y la locura del camino que seguía, procurando retener bajo su mano a aquellos a quienes Dios le había ordenado que dejase marchar. Pero la verdadera inclinación de su corazón era de oponerse a Dios con todas sus fuerzas, y por este motivo Dios lo abandonó a si mismo, e hizo de él un monumento para la manifestación de su gloria "por toda la tierra". Esto no encierra ninguna dificultad sino para aquellos que desean disputar con Dios, y esforzarse contra el Todopoderoso" (Job 15: 25), arruinando así sus almas inmortales. Continuará...

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