martes, 6 de mayo de 2025

EXODO PARTE 71

ESTUDIOS SOBRE EL LIBRO DEL
Por C.H.M. CAPITULOS 7 A 11 Y si la distancia es considerable en principio, también debería serlo en la práctica. El mundo y el cristiano no deberían tener absolutamente nada en común; y nada tendrán en común sino aquello en que el cristiano niegue a su Señor y Maestro. El creyente se muestra infiel a Cristo en la misma proporción de la comunión que mantiene con el mundo. Todo esto es bastante claro; pero, querido lector, ¿adónde nos conduce en cuanto a lo que concierne a este mundo? Seguramente, fuera de él, y esto de un modo completo. Nosotros estamos muertos al mundo y vivos con Cristo. Somos participantes a la vez de su desprecio en el mundo y de su aceptación en el cielo; y el gozo de esta aceptación nos hace considerar como nada la prueba del desprecio del mundo. Ser desechado en el mundo, sin saber que yo tengo un lugar y una parte en el cielo, sería insoportable para mí; pero cuando las glorias del cielo absorben las miradas del alma, muy poco de la tierra es necesario. Pero puede ser que se pregunte: "¿Y qué es el mundo?" Sería difícil hallar una expresión tan vaga y mal determinada como la de "mundo" o "mundanalidad", porque en general estamos inclinados a hacer comenzar "lo mundano" uno o dos grados más arriba del punto donde nos encontramos situados espiritualmente. Sin embargo, la palabra de Dios define con perfecta precisión lo que es el "mundo", cuando lo designa como comprendiendo todo lo que "no es del Padre". (1 Juan 2:15-16). Así, cuanto más profunda sea mi comunión con el Padre, mejor se ejercitará mi discernimiento respecto a lo que pertenece al mundo. Tal es la manera que Dios emplea para enseñarnos. Cuanto más os gocéis con el amor del Padre, tanto más rechazaréis al mundo. Mas, ¿quién es el que nos revela al Padre? Es el Hijo. Y El lo hace por la potencia de su Santo Espíritu. Por esta razón, cuanto más aprendo por el poder del Espíritu, no contristado, a deleitarme en la revelación que el Hijo nos ha dado del Padre, más exacto es mi discernimiento de lo que es el mundo. A medida que el reino de Dios gana terreno en el corazón, nuestro juicio respecto a la mundanalidad viene a ser más recto y justo. Definir lo que es el mundo es bastante difícil; alguien ha dicho que se compone de varios matices que varían gradualmente desde el color blanco hasta el negro más obscuro. No se puede poner un límite y decir: Aquí comienza "lo mundano"; pero la viva y exquisita sensibilidad de la naturaleza divina retrocede delante de ello; y todo lo que nosotros debemos hacer, es marchar adelante por la potencia de esta naturaleza, a fin de mantenernos alejados de toda especie de mundanalidad. "Andad en el Espíritu y no satisfagáis la concupiscencia de la carne". (Gál. 5:16). Continuará...

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