viernes, 18 de abril de 2025

EXODO PARTE 53

ESTUDIOS SOBRE EL LIBRO DEL
Por C.H.M. CAPITULOS 5 y 6 No obstante, la prueba más dolorosa para Moisés no fué motivada por el juicio que su misión mereció por parte de Faraón. El siervo fiel, cuyo corazón esté del todo entregado a Cristo, debe esperar siempre ser considerado por los hombres como un entusiasta visionario. Los hombres contemplan al creyente desde un punto de vista que no nos permite esperar de ellos otra cosa. Cuanto más fiel sea el siervo a su Maestro divino, cuanto más siga sus huellas, cuanto mas conforme sea a su imagen, tanto más debe esperar ser visto, por los hijos del mundo, como estando "fuera de sí". Y este juicio del mundo no debe ni sorprenderle, ni desanimarle. Pero una cosa infinitamente más penosa para él, es ver su testimonio y su ministerio mal interpretados, despreciados y rechazados por aquellos mismos que son el objeto particular de sus trabajos. En tal caso, el siervo tiene necesidad de estar mucho con Dios, en el secreto de sus pensamientos; tiene necesidad de vivir en el poder de la comunión con El, para ser mantenido en la constante realidad de su senda y de su servicio. Si en estas circunstancias tan difíciles, no se está persuadido de haber recibido una misión del cielo, si no se está consciente de tener consigo la presencia divina, es casi segura la caída. Si Moisés no hubiese estado sostenido así, ¿cómo habría podido perseverar cuando la creciente opresión del poder de Faraón arrancó a los capataces de los hijos de Israel tales palabras de desaliento como estas: "Mire Jehová sobre vosotros, y juzgue; pues habéis hecho heder nuestro olor delante de Faraón y de sus siervos, dándoles el cuchillo en las manos para que nos maten". (Vers. 21). Motivo había para que Moisés se sintiese abatido, porque volviéndose a Jehová, dijo: "Señor, ¿por qué afliges a este pueblo? ¿para qué me enviaste? Porque desde que yo vine a Faraón para hablarle en tu nombre, ha afligido a este pueblo; y tú tampoco has librado a tu pueblo". (Versículo 22-23). Cuando la libertad parecía más cercana, las cosas habían tomado un aspecto más desolador; como acontece en la naturaleza, la hora más obscura de la noche es con frecuencia la que precede inmediatamente a la aurora del día. Así será en los últimos días de la historia de Israel. La hora de más profunda obscuridad y de la más espantosa angustia, será la que precederá a la aparición repentina del "Sol de justicia" (Mal. 4:1-2), trayendo salud en sus alas, para sanar con sanidad eterna, "el quebrantamiento de la hija de mi pueblo". (Jer. 6:14; 8:11). Continuará...

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