martes, 15 de abril de 2025

EXODO PARTE 50

ESTUDIOS SOBRE EL LIBRO DEL
Por C.H.M. CAPITULOS 5 y 6 "Porque también Cristo padeció una vez por los pecados, el justo por los injustos, para llevarnos a Dios". (1 Pedro 3:18). No somos introducidos solamente a un nuevo estado, sino llevados a una persona, a saber, Dios, y somos hechos participantes de una naturaleza que es capaz de hallar sus delicias en El. "Y no sólo esto, mas aun nos gloriamos en Dios por el Señor nuestro Jesucristo, por el cual hemos ahora recibido la reconciliación". (Rom. 5:11). Qué hermosura y qué fuerza descubrimos en este mensaje de libertad: "Deja ir a mi pueblo a celebrarme fiesta en el desierto". (Cap. 5:1). "El Espíritu del Señor es sobre mi, por cuanto me ha ungido para dar buenas nuevas a los pobres; me ha enviado para sanar a los quebrantados de corazón; para pregonar a los cautivos la libertad, y a los ciegos vista; para poner en libertad a los quebrantados; para predicar el año agradable del Señor". (Luc. 4:18-19). La buena nueva del Evangelio anuncia la libertad de todo yugo y servidumbre. La paz y la libertad, como Dios las ha proclamado, son los dones que el Evangelio aporta a los que lo reciben por la fe. Notemos que se dice: "Deja ir a mi pueblo a celebrarme fiesta". Si bien los hijos de Israel debían cesar en el servicio de Faraón, esto era para entrar al servicio de Dios. El cambio era bien grande. En lugar de fatigarse bajo el yugo de los gobernadores y cuadrilleros de Faraón, debían celebrar fiesta a Jehová; y si bien para esto era necesario abandonar a Egipto y salir al desierto, la presencia divina les acompañaría; y si el desierto era triste y árido, también era el único camino que conducía a la tierra de Canaán. Entraba en los planes de Dios que Israel celebrase una fiesta en el desierto, y para esto se le debía "dejar salir" fuera de Egipto. Sin embargo, Faraón no parece nada dispuesto para obedecer esta orden divina "¿Quién es Jehová, para que yo oiga su voz y deje ir a Israel?" (Vers. 2). Por estas palabras, Faraón nos revela de un modo admirable su verdadera condición moral, su ignorancia y su desobediencia. Estas dos cosas van juntas. Si no se conoce a Dios, no se le puede obedecer, porque la obediencia está siempre basada sobre el conocimiento. El alma que tiene la dicha de conocer a Dios, siente que este conocimiento es la vida (Juan 17: 3); y la vida es el poder; y teniendo poder se puede obedecer. Es evidente que el que no tiene la vida no puede hacer nada; por lo tanto, se demuestra una gran falta de inteligencia cuando se pretende que alguno cumpla ciertos actos exteriores, con el fin de hacerle alcanzar por este medio aquella vida por la cual solamente el individuo es capaz de poder hacer algo. Continuará...

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