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lunes, 14 de abril de 2025
EXODO PARTE 49
ESTUDIOS SOBRE EL LIBRO DEL
Por C.H.M.
CAPITULOS 5 y 6
Tal es la doctrina de las Escrituras en lo concerniente a las importantes cuestiones relativas a la condición y la naturaleza. Pero, ¿cómo y sobre qué fundamento es introducido el creyente en una condición de justicia divina, y hecho participante de la naturaleza divina? Ese gran cambio depende enteramente de esta gloriosa verdad: "que Jesús murió y resucitó". (1Tes. 4:14). Este Ser bendito dejó el trono de la gloria, las mansiones de luz; descendió a este mundo de pecado y de miseria, en semejanza de carne de pecado, y luego de haber manifestado y glorificado a Dios perfectamente en todos los actos de su vida aquí abajo, murió sobre la cruz, bajo el peso de todas las transgresiones de su pueblo. Y así, todo lo que era o podía ser contra nosotros, fué divinamente satisfecho por El.
"Jehová se complació por amor de su justicia en magnificar la ley y engrandecerla". (Isaías 42:21); después fué hecho maldición siendo colgado en un madero. Todos los derechos fueron satisfechos por El, todos los enemigos reducidos al silencio, y derribados todos los obstáculos. "La misericordia y la verdad se encontraron: la justicia y la paz se besaron". (Salmo 85:10). Habiendo sido satisfecha la justicia infinita, el amor infinito pudo derramarse en el corazón quebrantado del pecador, para calmarle y regocijarle por su virtud, lo mismo que la sangre y agua que salieron del costado abierto de Jesús satisfacen perfectamente todas las necesidades de una conciencia culpable y convencida de pecado. El Señor Jesús tomó nuestro lugar en la cruz; El fué nuestro representante. "Cristo padeció una vez por los pecados, el justo por los injustos". (1 Pedro 3:18). Fué hecho "pecado por nosotros". (2 Cor. 5:21). Fué puesto en el rango de los impíos y transgresores; fué sepultado, y resucitó habiéndolo cumplido todo. Por lo tanto, nada hay de aquí en adelante que esté contra el pecador: él está unido a Cristo y en la misma condición de justicia que Cristo. "Pues como él es, así somos nosotros en este mundo". (1 Juan 4:17).
He aquí lo que da a la conciencia una paz sólida y bien establecida. Si ya no estamos en un estado de culpabilidad, sino de justificación; si Dios nos mira sólo en Cristo y como a Cristo, entonces una paz perfecta es nuestra parte. "Justificados pues por la fe, tenemos paz para con Dios por medio de nuestro Señor Jesucristo". (Rom. 5:1). La sangre del Cordero ha quitado toda culpa del creyente, ha borrado su larga cuenta, y le ha dado un vestido perfectamente blanco, para que pueda permanecer delante de esta santidad que no puede "ver el mal ni el agravio". (Habacuc 1:13).
Pero el creyente no sólo ha hallado la paz con Dios, sino que es hecho hijo de Dios y como tal, puede gozar de la dulce comunión con el Padre y el Hijo, por la potencia del Espíritu Santo. Continuará...
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