martes, 8 de abril de 2025

EXODO PARTE 42

ESTUDIOS SOBRE EL LIBRO DEL
Por C.H.M. CAPITULO 4 Este estado de perfección es la parte del más débil, del menos instruido, del menos experimentado de los hijos de Dios que viven en el mundo. El más pequeño de los santos está comprendido en el "estáis cumplidos" del apóstol. Todos los hijos de Dios "están cumplidos en Cristo". Pablo no dice: "seréis cumplidos", "puede que lo seáis", "esperad que seréis", "orad para que seáis"; sino que por el Espíritu Santo declara de la manera más absoluta: "En él estáis cumplidos". Este es el verdadero punto de partida para el cristiano, y si se toma como fin aquello que Dios ha señalado como punto de partida, es trastornar toda la enseñanza del Espíritu Santo. Pero tal vez se dirá: si esto es así, ¿no tenemos, pues, ningún pecado, ni defectos, ni imperfecciones? Ciertamente que sí "Si dijéramos que no tenemos pecado, nos engañamos a nosotros mismos, y no hay verdad en nosotros". (1 Juan 1:8.) Tenemos pecado en nosotros, pero no sobre nosotros. Además, delante de Dios, no estamos en nuestro yo, sino en Cristo. Es "en él" que estamos "cumplidos". Dios ve al creyente en Cristo, con Cristo, y como Cristo, esta es nuestra condición inmutable, y nuestra eterna posición como cristianos. "El despojamiento del cuerpo de los pecados de la carne" ha sido efectuado por "la circuncisión de Cristo". (Col. 2:11); el creyente no está en la carne (Rom. 7:5; 8:9), aunque la Carne está en él; se halla unido a Cristo por la potencia de una vida nueva y eterna, y esta nueva vida está inseparablemente unida a la justicia divina con la cual el creyente está establecido delante de Dios. El Señor Jesús ha quitado todo lo que estaba en contra del creyente, acercándolo a Dios e introduciéndole delante de El, con el mismo favor de que El goza en la presencia del Eterno. En una palabra; Cristo es nuestra justicia (1Cor. 1:30; 2Cor. 5:21); esto pone fin a todas las cuestiones, responde a todas las objeciones, e impone silencio a todas las dudas: "Porque el que santifica y los que son santificados, de uno son todos". (Hebreos 2:11). Esta serie de verdades es derivada del tipo que nos es presentado en la relación de Moisés con Séphora. Ahora vamos a dejar "el desierto" por un tiempo pero no olvidemos las lecciones y las santas impresiones que hemos recibido allí, y que son esenciales para todo siervo de Cristo y para todo mensajero del Dios vivo. Todos los que quieran servir y ser prosperados en su servicio, ya sea en la importante obra de la evangelización, o en los diversos ministerios de la casa de Dios, que es la Iglesia, tendrán necesidad de apropiarse las preciosas instrucciones que Moisés recibió al pie del monte Horeb y "en el camino de la posada". Continuará...

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