domingo, 6 de abril de 2025

EXODO PARTE 40

ESTUDIOS SOBRE EL LIBRO DEL
Por C.H.M. CAPITULO 4 Como quiera que sea, Moisés consiente por fin a obedecer; pero antes de estar completamente preparado para la obra a que ha sido llamado, es menester que pase por otra dolorosa experiencia; es necesario que Dios imprima con su mano la sentencia de muerte sobre su carne. Moisés había aprendido importantes lecciones "detrás del desierto"; mas ahora es llamado para aprender otra lección más importante todavía "en el camino" hacia la "posada". (Vers. 24). El ser siervo de Dios es una cosa sumamente seria; y para una vocación tal no es suficiente una educación ordinaria. Es indispensable que la naturaleza sea mortificada, y mantenida bajo esta posición de muerte. "Mas nosotros tuvimos en nosotros mismos respuesta de muerte, para que no confiemos en nosotros mismos, sino en Dios que levanta los muertos". (2 Cor. 1:9). Todo siervo, para que sea bendecido en su servicio, necesariamente debe saber algo de lo que significa tener en sí mismo esta sentencia de muerte. Moisés debió pasar por ese camino, en su propia experiencia, antes de que estuviese moralmente calificado para comenzar su misión. El se disponía para hacer oír a Faraón este solemne mensaje: "Jehová ha dicho así: Israel es mi hijo, mi primogénito. Ya te he dicho que dejes ir a mi hijo, para que me sirva, mas no has querido dejarlo ir; he aquí yo voy a matar tu hijo, tu primogénito". (Ven. 22-23.) Moisés, en el principio del libro, nos es representado, en figura, como puesto en la tumba; pero hacer la experiencia de la muerte en su propia persona era cosa bien distinta. Es por esto que leemos: "Y aconteció en el camino, que en una posada le salió al encuentro Jehová, y quiso matarlo. Entonces Séphora cogió un afilado pedernal, y cortó el prepucio de su hijo, y echólo a sus pies, diciendo: A la verdad tú me eres un esposo de sangre. Así le dejó luego ir. Y ella dijo: Esposo de sangre, a causa de la circuncisión". (Vers. 24-26.) Este pasaje nos inicia en un grande secreto de la vida personal y doméstica de Moisés. Es bien evidente que, hasta ese momento, el corazón de Séphora había retrocedido ante la aplicación del "afilado pedernal" sobre el objeto de sus afecciones maternales; ella había evitado la marca que debía ser impresa sobre la carne de cada uno de los miembros del Israel de Dios, ignorando que su unión con Moisés era una unión que implicaba, necesariamente, la muerte de la naturaleza; y ella retrocedía ante la cruz. Esto era muy natural para ella; pero no lo era para Moisés, que había cedido ante su esposa en este asunto, y esto nos explica la escena misteriosa en la "posada". Continuará...

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