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jueves, 3 de abril de 2025
EXODO PARTE 37
ESTUDIOS SOBRE EL LIBRO DEL
Por C.H.M.
CAPITULO 4
El conocimiento de esta verdad habría debido librar a Moisés de la excesiva desconfianza y timidez que le dominaban. La seguridad que, en su misericordia, el Señor le había dado de estar en su boca, debía tranquilizarle en cuanto a la elocuencia. El que ha hecho la boca del hombre podía, si había necesidad de ello, llenarla de la más poderosa elocuencia. Para la fe, esto es bien sencillo; pero el pobre corazón incrédulo confía infinitamente mejor en una lengua elocuente, que sobre Aquél que la ha creado. Este hecho nos parecería inexplicable, si no supiésemos de qué elementos se compone el corazón natural. El corazón no puede confiarse en Dios; y esta es la causa de ese defecto tan humillante de desconfianza en el Dios vivo, que se manifiesta aun entre los hijos de Dios, cuando, en alguna medida, se dejan dominar por la naturaleza humana. Por esto, en el caso que nos ocupa, Moisés vacila todavía: "Y él dijo: ¡Ay Señor! envía por mano del que has de enviar". (Vers. 13). Esta exclamación era, de hecho, rehusar el glorioso privilegio de ser el único mensajero de Jehová para Israel y para Egipto.
Todos nosotros sabemos que la humildad operada por Dios es una gracia inapreciable. "Revestíos de humildad", es uno de los preceptos divinos; y sin duda, el adorno más conveniente para un miserable pecador es la humildad. Pero si rehusamos tomar el lugar que Dios nos señala, o de seguir la senda que nos traza, no somos humildes. En el caso de Moisés, es evidente que no era retenido por un exceso de humildad, porque "Jehová se enojó contra él"; era algo más que humildad y flaqueza. Así vemos que mientras ese sentimiento revistió la apariencia de timidez, por censurable que fuese, Dios, en su gracia infinita, lo soportó y contestó a él con reiteradas promesas; pero cuando este sentimiento tomó un carácter de incredulidad y lentitud de corazón, el justo enojo de Jehová se encendió contra Moisés; y, en lugar de ser el solo instrumento en la obra del testimonio y de la liberación de Israel, debió compartir con otro este honroso privilegio.
Nada hay que deshonre más a Dios y que sea al mismo tiempo más peligroso para nosotros, que una falsa humildad. Cuando, bajo el pretexto de que no reunimos ciertas condiciones y virtudes,rehusamos tomar el lugar que Dios nos señala, no es ciertamente humildad; porque si pudiéramos rendirnos el testimonio de que poseíamos esas virtudes y condiciones, nos atribuiríamos el derecho de pretender ese lugar. Por ejemplo, si Moisés hubiese poseído el grado de elocuencia que creía necesario para el cumplimiento de su ministerio, tenemos motivos de creer que no habría vacilado en obedecer al llamamiento de Dios. Continuará...
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