lunes, 31 de marzo de 2025

EXODO PARTE 34

ESTUDIOS SOBRE EL LIBRO DEL
Por C.H.M. CAPITULO 4 De nuevo debemos detenernos unos momentos al pie del monte Horeb, "detrás del desierto", para ver manifestarse de una manera extraordinaria la incredulidad del hombre, y la gracia ilimitada de Dios. "Entonces Moisés respondió, y dijo: He aquí que ellos no me creerán, ni oirán mi voz; porque dirán: "No te ha aparecido Jehová". (Vers. 1). ¡Cuán difícil es vencer la incredulidad del corazón del hombre, y cuan penoso le es a éste confiarse en Dios! Qué lento es el ser humano para aventurarse en alguna empresa confiando sólo en la simple promesa de Jehová! Todo está de acuerdo con la naturaleza humana, excepto esto. La más débil caña, visible para el ojo del hombre, es considerada por nuestra naturaleza como infinitamente más sólida, para fundamentar nuestra confianza, que la invisible "Roca de los Siglos". (Isaías 26:4). La naturaleza se precipitará sin vacilación hacia cualquier arroyo humano, o cisterna rota, antes que permanecer cerca de la fuente "de aguas vivas . (Jer. 2:13; 17:13). Nosotros deberíamos pensar que Moisés había visto y oído lo suficiente para poner fin a todos sus temores. El fuego consumidor, en la zarza que no se consumía; la gracia con toda su condescendencia; los grandes y preciosos títulos de Dios; la misión divina; la seguridad de la presencia de Dios, todas estas cosas deberían haber ahogado todo pensamiento de temor, y comunicar al corazón una firme seguridad. Sin embargo, Moisés continúa preguntando, y Dios respondiéndole; y, como hemos visto, cada pregunta viene a poner en evidencia una nueva gracia. "Y Jehová dijo: ¿Qué es eso que tienes en tu mano? Y él respondió: "Una vara". (Vers. 2). Jehová quería tomar a Moisés tal como era, y servirse de lo que él tenía en la mano. La vara, con la cual Moisés había conducido las ovejas de su suegro, iba a ser empleada para librar al Israel de Dios, para castigar al país de Egipto, para trazar a través de la mar un camino al pueblo redimido de Jehová, y para hacer manar el agua de la roca, a fin de refrescar las huestes sedientas de Israel en el desierto. Dios se sirve de los más débiles instrumentos para cumplir sus más gloriosos planes. "Una vara"; "un cuerno de carnero" (Josué 6:5); "un pan de cebada" (Jueces 7:13); "un vaso de agua" (1 Reyes 19: 6); "una honda de pastor" (1 Samuel 17:50); todo, en una palabra, puede servir, en las manos de Dios, para cumplir la obra que El se ha propuesto. Los hombres se imaginan que no se puede llegar a grandes resultados sino por grandes medios; pero no son así los caminos de Dios. El se sirve lo mismo de "un gusano que de "el sol ardiente"; y de "una calabacera" como de "un recio viento solano". (Véase Jonás 4.) Continuará...

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