sábado, 29 de marzo de 2025

EXODO PARTE 32

ESTUDIOS SOBRE EL LIBRO DEL
Por C.H.M. Toma el nombre de "Jehová Dios", en relación con el hombre. Luego, como el "Dios Todopoderoso", aparece a su siervo Abraham para afirmarle en la seguridad de que El cumpliría la promesa hecha respecto a su "simiente". Como "Jehová", se da a conocer a Israel, librándole de la esclavitud de Egipto, y conduciéndole al país de Canaán. Es así que Dios ha "hablado muchas veces y en muchas maneras en otro tiempo a los padres por los profetas" (Hebreos 1:1); y el creyente, bajo la dispensación actual, poseyendo el Espíritu de adopción, puede decir: El que así se ha revelado, quien así ha hablado y el que así ha obrado, es mi Padre. No hay nada más interesante, o que sea prácticamente más importante en su género, que el estudio de estos grandes nombres que Dios toma en las diferentes dispensaciones. Estos nombres son siempre empleados en el más estricto acorde moral con las circunstancias en que han sido revelados; mas en el nombre "Yo soy", hay tal anchura, longura, profundidad y altura, que excede a todo humano entendimiento. Además, es importante notar que Dios toma ese título solamente en relación con su pueblo. No fué bajo ese nombre que se dirigió a Faraón, sino que cuando Dios le habla, toma el título imponente y majestuoso de "Jehová el Dios de los Hebreos", o sea, Dios en relación con ese mismo pueblo que Faraón procuraba aplastar. Esto habría debido bastar para que Faraón conociese la terrible posición que ocupaba con respecto a Dios. El nombre "Yo soy" no habría producido en un oído incircunciso más que un sonido vago, sin comunicar ninguna realidad divina al corazón incrédulo. Cuando Dios manifestado en carne hizo oír a los judíos infieles de tu tiempo estas palabras: "Antes que Abraham fuese Yo soy" (Juan 8:58), ellos tomaron piedras para apedrearle. Sólo el verdadero creyente puede, en alguna medida, experimentar el poder y gozar del valor de ese nombre inefable. "Yo soy", encierra para el creyente, por débil y vacilante que sea, una gloriosa y pura bendición. Aunque fué a su pueblo elegido que Dios mandó a Moisés para decir: "Yo soy me ha enviado a vosotros", este nombre, considerado en relación con los infieles, encierra un sentido profundamente solemne y una grande realidad. Si un hombre, viviendo en pecado, contempla un instante este título maravilloso, es imposible que pueda hacerlo sin preguntarse: ¿Cuál es, pues, mi estado en relación con ese Ser que se llama a sí mismo "Yo soy el que soy"? Si verdaderamente EL ES, ¿qué ES EL para mí? No deseo despojar esta pregunta de su solemnidad y potencia, respondiéndola yo mismo; pero anhelo que Dios la haga penetrar en la conciencia de todo lector que realmente tenga necesidad de ser escudriñado por ella. Continuará...

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