miércoles, 26 de marzo de 2025

EXODO PARTE 29

ESTUDIOS SOBRE EL LIBRO DEL
EXODO Por C.H.M. Lo contrario acontece a aquel que se alimenta con los frutos de su ministerio, y que toma placer en los goces que le procura, o con la atención que inspira y el interés que despierta; el tal se parece a una cañería que conduciendo el agua a los demás, no guarda para sí más que el orín que la oxida. Es bien deplorable, en efecto, el hallarse en una condición parecida; y sin embargo, es en realidad la situación en que se encuentra todo siervo que se ocupa más de la obra y de sus resultados que del Maestro y de su gloria. Nosotros debemos juzgarnos severamente sobre este asunto. El corazón es engañoso y el enemigo es hábil; es por esto que tenemos gran necesidad de prestar seria atención a esta palabra de exhortación: "Sed templados, y velad". (1 Pedro 5: 8). Cuando el alma ha sido llevada al convencimiento de los numerosos y variados peligros que rodean al siervo de Cristo, ella está en estado de comprender la necesidad que tiene de permanecer mucho tiempo a solas con Dios: allí se vive feliz y en seguridad. Cuando nosotros empezamos nuestra obra, continuándola y terminándola a los pies del Maestro, nuestro servicio es el verdadero servicio rendido a Cristo. Después de todo lo que acabamos de decir, debe ser evidente para mi lector que el aire que se respira "detrás del desierto" es un aire muy saludable para todo siervo de Cristo. Horeb es el verdadero punto de partida de todos aquellos a quienes Dios envía para trabajar por El. Fué en Horeb que Moisés aprendió a descalzar sus pies y a cubrir su rostro. Cuarenta años antes Moisés quiso empezar su obra; pero ese movimiento de impaciencia era prematuro. Fué en la soledad de la montaña de Dios, y de en medio de la zarza ardiendo, que salió el mensaje divino resonando en sus oídos de servidor dispuesto: "Ven por tanto ahora, y enviarte he a Faraón, para que saques a mi pueblo, los hijos de Israel, de Egipto." (Vers. 10). En este mandato había la verdadera autoridad de Aquel que hablaba. Hay una inmensa diferencia entre ser enviado de Dios, y correr sin ser enviado; es evidente que Moisés no estaba preparado para el servicio cuando, al principio, él quiso comenzar la obra matando al Egipcio y procurando poner paz entre sus hermanos. Si nada menos que cuarenta años de disciplina secreta eran necesarios, ¿cómo habría podido cumplir él su obra de otra manera? Continuará...

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